ADOLFO, QUIÉN CON SU PINCEL LE PUSO COLOR A LA VIDA... TERCERA Y ÚLTIMA PARTE



Adolfo Wytrykusz es unos de los primeros profesores de la Escuela Técnica Dr. Santiago D´Onofrio, institución que lleva el nombre del destacado educador que fuera director de la Escuela Normal y también director de la entonces Universidad Popular del Círculo Católico de Obreros, presidida por el Dr. Ángel F. Robledo y que iniciara sus actividades el 28 de julio de 1945. Esta Universidad Popular fue la antecesora de lo que en 1950 fue el Instituto Politécnico “General San Martín” y cinco años más tarde al pasar a la jurisdicción nacional se convierte primero en Escuela Fábrica Nº 224 y posterior a la creación del CONET (Consejo Nacional de Educación Técnica) recibe el nombre de Escuela de Educación Técnica Nº 1 de Cañada de Gómez (ENET Nº 1). Entre aquellos docentes con los que Adolfo compartió las aulas podemos citar al mismísimo D´Onofrio, Armando Rizzardi, María Dolores Odorizzi, Juan Luis Toledo, Salvador Agnello, Pablo F. Lombardi, Bartolo Cuffia, Miguel Escandell, Juan Carlos Pianetto, Carlos Jordán, Bernabé Casado, Mario Rodríguez, Rogelio Fiant, Juan Larini, “Yiyo” Sileoni, Teodoro Voss, Andrés Acuña, Esther G. de Fongi, Esther Cuello, Corina Bondoni de Regis, María Teresa Odorizzi, Rosario Ramaciotti, Iris Perrier, Alida Erbetta, Rafaela Osta de Spuck y María E. Cantori. Sobre esa etapa Wytrykusz recuerda que “éramos un grupo de gente que tenía un oficio, por ejemplo Larini y Sileoni eran expertos en radio; Pianetto el mejor tornero de la zona; un carpintero que era de San Lorenzo y el Dr. D`Onofrio nos convocó a todos los que queríamos dar clases gratis a la escuela, fue en el año 1945 entre ellos estaba Teodoro Zoff electricista;  Andrés Acuña en dibujo y pintura; Gravier, Armando Rizzardi, Muñoz y como se inició un curso de telegrafía Angelita Cremona me llamó para ir a dar clases, iban más de 400 alumnos en la vieja escuela Normal y otra parte en la parte de ahora. A partir del cincuenta como se cierra el curso terminé como preceptor”.


En esta historia el amor no estuvo ajeno a su vida, y Adolfo recuerda que “me mandaron a reemplazar al jefe de Tortugas y todos los días pasaba una chica que me gustaba por el correo. Era una piba que había estudiado en la escuela de monjas en Rosario. Entonces yo me agrandaba, era el jefe y la esperaba en la puerta... Pero no me daba ni la hora!!!! Entonces empecé a caminar al lado de ella, pero lo único que me decía era: Retírese por favor!!!!” De esas caminatas nació una novela que lleva más de seis décadas, con hijos, nietos y una gran familia. Así de esa manera conoció a Ilse, el amor de su vida.

Pero como dice el título de esta crónica, Adolfo en estos últimos tiempos supo darle color y alegría a la vida con un pincel. “Siempre me apasionó la pintura”, manifiesta emocionado, “conocí a don Jaime Miralpeix, un tipo introvertido, no hablaba, que vivía en Necochea al 500 en una piecita y siempre dejaba la puerta abierta, entonces yo aprovechaba y lo espiaba, de paso le dejaba monedas. Era muy bohemio… Un día me vió y le dije: Maestro porque no me enseña a pintar…  Primero no quiso hasta que lo terminé convenciendo, siempre me decía que no tenía nada para la olla, entonces yo le daba unas propinas…  Recuerdo que pintaba sobre cartones que le daban en el Barato Argentino… La gente pasaba y le pagaba poca guita por cada obra… Eso sí, guardo con el mayor de mis amores, su paleta de pintura.” Adolfo tuvo la suerte de conocer a Raúl Domínguez, un destacado pintor de las islas, quién lo supo visitar a nuestra ciudad y lo incentivó a que comenzara a pintar. Posteriormente Gerardo Álvarez le organizó una exposición de pequeño formato y  de allí no paró nunca de dibujar, de soñar y darle color a sus días.

Parece increíble escucharlo, parece que fue ayer que conoció a Elpidio González quién fuera vicepresidente de Alvear, y también conoció al ex presidente Alvear,  y si hablamos de presidentes también guarda en su memoria la figura de Arturo Frondizi, de Juan Domingo Perón, de Edelmiro Farrel caminando con él sobre el puente del ferrocarril cañadense. Y quizás sea el único hombre de nuestras calles que pueda decir “Yo vi a Evita y a Gardel!!!”  Si, porque a la Jefa Espiritual de los Argentinos la vislumbró en su charla con Angelita Cremona, cuando levantó la persiana de tren y nuestra convecina le regaló un ramo de flores. “Tenía la piel blanca, era hermosa, una muñeca...  Esa noche convoqué a todos los empleados del Correo para ir a recibir a la una en el tren presidencial”, recuerdo Adolfo con la voz entrecortada, “a Gardel, lo conocí porque mi hermano me llevó al Teatro Verdi, tenía 9 o 10 años, fuimos a verlos pero no teníamos plata, pero Carlitos nos pagó la entrada a todos y nos hizo pasar al gallinero. Recuerdo su voz, su estampa a pesar de ser petiso y un poco gordo…”


En estos últimos años, Adolfo fue homenajeado en reiteradas veces por muchas instituciones que reconocen en él su incansable bondad y apoyo a la ciudad. Hoy una de las aulas en la Escuela Municipal Pedro Reün lleva su nombre, decisión que tomó en el 2013 la intendente municipal Dra. Stella Clérici. Quiero finalizar con una frase que dijo John Ruskin, un recordado artista y crítico británico del s. XIX, “La grandeza no se enseña ni se adquiere: es la expresión del espíritu de un hombre hecho por Dios” y estoy seguro que Adolfo es uno de ellos.

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