ARMANDO AMIRATI, NUESTRO CURA SANTO. Parte 6




LA VIDA POR AMIRATI

El  mismo día que se conoció la renuncia de Armando Amirati y Antonio Ferián como párroco y vicario de nuestra ciudad los laicos cañadenses decidieron tomar el Templo. Días después Amirati acompañados de otros sacerdotes renunciantes viajan a Rosario para entrevistarse con Monseñor Bolatti. La entrevista se trunca ante la negativa del Arzobispo de recibirlos. Al día siguiente, el 3 de julio de 1969, la Asamblea Popular decide seguir con la ocupación del Templo, pedir la remoción de Bolatti y pedir la reincorporación de los curas renunciantes a través del envío de telegramas al Papa Pablo VI. La pueblada estaba en marcha.


Durante la mañana del viernes 4 de julio el padre Román María de Montevideo llegó a nuestra ciudad para hacerse cargo de la parroquia San Pedro. Los integrantes del movimiento laico impidieron su ingreso, ante la falta de escribano público, el capuchino Román de Montevideo se dirige hacia la Unidad Regional X para dejar constancia que la imposibilidad de su ingreso al Templo. Al día siguiente en La Capital de Rosario se puede leer el comunicado del Arzobispado donde manifiesta que

«El Reverendo Padre Román M. de Montevideo no pudo proceder a la toma de posesión física del templo parroquial de San Pedro Apóstol de dicha ciudad por habérsele impedido por un grupo de personas que se hallaban en el templo (...) El Señor Arzobispo de Rosario, monseñor Dr. Guillermo Bolatti hace un llamado a la reflexión y a la serenidad a los fieles de la ciudad de Cañada de Gómez y a los demás fieles que en las actuales circunstancias están ocupando algunas iglesias y casas parroquiales o han impedido el acceso a las mismas a los sacerdotes sustitutos de los cargos de los señores párrocos o de vicarías que han renunciado, a fin que depongan su actitud y no impidan el libre ejercicio de su actividad espiritual a quiénes legítimamente han sido designados para desempeñarlo en estos momentos. Esta actitud, por lo demás, configura un estado de fuerza pasible de disposiciones legales tanto del Derecho Canónico de la Iglesia como del Derecho Civil, cuya aplicación se evitará si, como se desea y espera, se acoge favorablemente la presente exhortación.»[1]

El domingo 6 de julio casi un centenar de laicos de Rosario, Cañada de Gómez y la zona, fueron hacia Buenos Aires para ser atendidos por el Nuncio Apostólico Nino Zanini, quién se negó a recibirlos. Se sucedieron progresivamente las tomas de las parroquias de Villa María, Correa, Soldini, Tortugas, Coronel Bogado y San Francisquito de Rosario. En nuestra ciudad, mientras la parroquia se encontraba desértica, las misas se oficiaban en la Capilla Stella Maris, Capilla del Colegio San Antonio de Padua, casas particulares o en galpones. A tal punto que el 9 de julio, el entonces intendente de facto Hildo Storni no pudo celebrar el Tedeum tradicional por el Día de la Independencia. Mientras tanto en Capital Federal, el Cardenal Caggiano, quién sentía un profundo aprecio y respeto por Padre Amirati, lo convoca para el día miércoles 16 de julio a una reunión de ambos en esa ciudad. Amirati le solicita a Monseñor Bolatti que no enviara a su reemplazante en su ausencia. Bolatti desoye el pedido y al día siguiente vuelve a mandar al Padre Román de Montevideo a Cañada de Gómez. Esta actitud enardeció a los cañadenses que inmediatamente se acercaron a la parroquia local.



La mañana del 17 de julio de 1969 quedó grabada en la memoria colectiva de la ciudad. Desde muy temprano las bombas de estruendo y las campanas anunciaban que algo malo iba a suceder. La dictadura no podía tolerar otro movimiento social y no estaba dispuesta a soportarlo. El interventor de la provincia Eladio Vázquez, en común acuerdo con Bolatti, tenía decidido reprimir si era necesario para el desalojo de la parroquia. Y así lo hizo. Grupos de la Guardia de Infantería de Rosario comandados por el Comisario Inspector Barrionuevo llegado a la ciudad, vestidos con amplios sobretodos donde escondían las armas con las que atacarían a la población. El terror de la mano del Estado se sentía, y muy fuerte en la ciudad. Con bombas incendiarias, pistolas 9mm, balas de goma, bastones y lanzagases, la policía de Santa Fe reprimió a mansalva al pueblo de Cañada de Gómez. Cayeron heridos Carlos Ramos, Daniel Ocelli, Leonel Goñi y Horacio Peralta. Mientras que la población respondía a esas agresiones con piedras, frases de protestas y barricadas, una de ellas conducidas por Armando Giordano, quién fuera secuestrado y desaparecido por la dictadura cívico-militar de 1976. El Diario Crónica de Rosario, dirigido por Néstor Joaquín Lagos, en su edición vespertina del día 17, tituló en su tapa Originó incidentes en Cañada de Gómez la toma de posesión de la Iglesia Parroquial, expresando en su informe que

«Desde las 8,30 se registraron manifestaciones muy numerosas, mientras diversos grupos se congregaban en la plaza frente a la iglesia. Efectivos policiales locales y de la ciudad de Rosario, controlaban de cerca los acontecimientos, y cuando los congregados gritaban demasiado, aumentaban en número, o se acercaban a la zona prohibida (las inmediaciones de la parroquia), hacían uso de los gases lacrimógenos. Desde las 9,30 una caravana de 8 o 9 autos, casi todos con carteles pegados que tenían adhesión al Padre Amirati recorrían la ciudad. Sus conductores hacían uso de la bocina para llamar la atención, esa era la consigna. A las 10.10 se hizo presente en la Iglesia un cerrajero, que procedió a abrir las puertas del edificio. Casi simultáneamente llegó el P. Román de Montevideo en compañía del Dr. García Montaño y otras personas que venían en representación del obispado.»[2]





En dichas páginas también describen cómo el entonces jefe policial de la ciudad Andrés Nocceto se puso a disposición de las nuevas autoridades eclesiásticas y en forma sorpresiva expresaba la presencia de mujeres de edad avanzada, mujeres embarazadas, niños y hombres manifestando a favor del Padre Amirati. Las primeras palabras de Montevideo al frente de la parroquia fueron que entendía al pueblo que se manifestaba, que comprendía el amor que sentían por Amirati y, que quizás él, no tendría el mismo corazón que su antecesor, pero venía con el corazón de la Iglesia. En su primera misa asistieron tan sólo siete feligreses. Sobre aquellas jornadas, el historiador Eduardo Navarro manifestó que

«Las mujeres se habían arrodillado frente a la Iglesia para que no pase la gente, no podían entrar porque te vuelvo a repetir los jóvenes que estaban adentro habían atrancado puertas y ventanas, puesto piedritas en las cerraduras cosa que el abogado que vino con Román de Montevideo no pudieran entrar. Al final entraron rompiendo una ventana, subieron algo espectacular, tenemos la foto de ellos ingresando a la iglesia. En ese momento las fuerzas de choque de Rosario vinieron con unos cuartitos azules, bautizados así porque eran unos colectivitos chiquitos donde se abrían las puertas y los cargaban, y ahí se llevaron al gordo Simonutti, a Islo Ciarrochi. Después detuvieron a Lorenzo Abate, entonces presidente del Centro Económico, y nos acercamos con Goñi a decirles que no se lo lleven, que era un señor respetable, presidente del Centro Económico, los uniformados nos miraron como diciendo que nos importa, finalmente lo soltaron. Después empezó el lío, la caravana de autos tocando las bocinas y las campanas las seguían haciendo sonar los chicos.  Durante la noche se arma el lío grande donde ocurre lo que más se recuerda, la balacera donde hay cuatro heridos de bala, por citar algunos a Horacio Peralta con un balazo en la cadera, y Leonel Goñi con otra herida de bala en la ingle, fue terrible todo lo que paso. Cuando la policía empieza a rodear las calles y la gente empieza a hacer esas fogatas donde está la galería Lavalle, sacaban madera, encendían fogatas en la calle para amenguar los gases lacrimógenos. Por la noche siguió la gente haciendo manifestaciones pero sin bocinazos porque las fuerzas de choque venían y cortaban las calles, así que tomaron otras calles por detrás de la Plaza, Balcarce, Ocampo pero no por Lavalle y menos alrededor de la Iglesia. Todos estaban a las corridas por la Galería Mario, muchachada en su mayoría y detrás de ellos los policías con sus garrotes, la verdad te pones a pensar y te asusta porque si fueron cuatro los heridos, podrían haber sido más. Hubo otros nueve heridos por los garrotazos incluso tres o cuatro policías que fueron golpeados, muchas de esas cosas no se comentaron porque no hubo sangre.»[3]




Roberto Larocca también recuerda aquellas jornadas donde se ve sorprendido por la actitud de sus convecinos, «esa jornada provocó una movilización que sacó cosas que no creíamos que las tuviéramos como comunidad, siempre nos habían pintado como individualistas, egoístas, ese es el recuerdo que tengo yo de Armando Amirati, un tipo que apareció, no gustó de entrada pero una vez que entró en el corazón de la gente fue imposible sacarlo sin esa manifestación de fuerza que ejerció el poder.»[4] Por su parte, Chana Pagani expresa que «lo imprevisto fue que la gente de Cañada se levantó y no quiso que se fuera, esta manera de ser de él, de acercarse a todos, no solamente de los católicos, él era amigo de todo Cañada incluso de los que en esa época eran los comunistas del pueblo, él iba a sus casas, y comía con todos, a él le interesaba la persona más allá de su ideología. Toda esta gente no quiso que se fuera y se levantó y ocurrieron estos hechos dolorosos realmente porque hasta heridos hubo. El sintió esta exigencia de quedarse con esta gente que lo reclamaba, que era su pastor y no querían que se fuera. Entonces estuvieron estos años en que él estaba y celebraba misa en otro lado y los que lo seguíamos estábamos con él, fueron unas épocas difíciles una desunión muy grande. Hasta que comprendió que lo mejor era irse con todo el dolor del mundo se fue  y siguió siendo un apóstol ejemplar allá en La Rioja donde todo el mundo también lo recuerda muchísimo.»[5]

Mientras los movimientos laicos seguían intentando rever la situación enviando cartas documentos y telegramas al Cardenal Caggiano, al Vaticano y diversas autoridades y, mientras Amirati daba sus misas en distintos lugares de la ciudad, la Iglesia comenzó un lento proceso de normalización. El 1º de agosto el Padre Román de Montevideo es reemplazado por el Monseñor Benito Rodríguez, quién inmediatamente buscó agrandar la grieta al clausurar la capilla del Colegio San Antonio, la única institución religiosa que acompañó al Padre Amirati en su lucha. Recordemos que el Instituto José Razetto se mantuvo al margen de los problemas, respetando las decisiones del Arzobispo. Esto le ocasionó numerosos problemas con los feligreses y padres que adherían a la cruzada por Amirati. Inclusive, en una de las tantas manifestaciones que hicieron frente al Colegio, donde testigos manifiestan que se arrojaron piedras hacia el edificio pensando que el Padre Román de Montevideo se alojaba allí, los alumnos debieron permanecer encerrados en la escuela por orden del entonces rector Padre Ignacio Aparicio, por temor a la integridad de los mismos.

En 1971 llega el Padre Carlos Nonis como párroco de la ciudad siendo reemplazado por Renaldo Ferrero en septiembre de 1972. Según éste último, le manifestó al Padre Ernesto Fernández que al llegar a Cañada mantuvo una reunión en privado con Amirati, que al poco tiempo comienza su largo exilio hacia el norte argentino. Muy lentamente los feligreses fueron volviendo a la normalidad, algunos muy por el contrario nunca volvieron o recién con la llegada de Fernández a la parroquia retornaron. Una división que dolió profundamente al corazón católico cañadense. Una división que cicatrizó cuando los sacerdotes Jorge Aloy y Guillermo Bosi concelebraron una misa con el Padre Ferrero y el Padre Amiratti los cuatro, en una Iglesia desbordada, siendo un signo de unidad y de reconciliación, porque en definitiva todos somos hermanos en la misma fe.







[1] La Capital, sábado 5 de julio de 1969
[2] Crónica, Rosario, 17 de julio de 1969.
[3] Testimonio de Eduardo Navarro, Archivo del Autor
[4] Testimonio de Roberto Larocca, Archivo del Autor
[5] Testimonio de Chana Pagani de Travaglino, Archivo del Autor

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