El otoño viene dejando sus últimas huellas y el invierno viene
asomando la crueldad de sus heladas. Eran las cuatro de la tarde y decido irme
caminando hacia el Hogar de Ancianos de la ciudad. Mientras camino, fumando ese
pucho que siempre me acompaña en mis lecturas, voy cruzando ese límite desalmado
límite del norte con el sur que es el arroyo cañadense.