UN 29 DE
JUNIO DIFERENTE...
Las
fiestas patronales son toda una tradición en los pueblos y ciudades del
interior del país. Ese día las puertas de los comercios se cierran, las
escuelas no dan clases y los vecinos salen a las calles a festejar, a través de
kermeses, caminatas o celebraciones religiosas, para esperar la bendición del
Santo Patrono.
El
29 de junio de 1969, ante una multitud de feligreses en la misa en
conmemoración de San Pedro, el Padre Armando Amirati anunciaba su renuncia como
párroco de la ciudad. La noticia fue un balde de agua fría en el invierno
cañadense. Pero para entender el porqué de esta decisión debemos viajar a Roma,
a Medellín y a otros lugares del país, donde un grupo de sacerdotes comenzaron
a trazar un nuevo camino en la evangelización. Una historia difícil de poder
escribir en pocas páginas, no será fácil, trataremos que si...
Giovanni
Roncalli, el Papa Juan XXIII, quién fuera elegido como un Pontífice de transición
sorprende al mundo con el llamado al Concilio Vaticano II, marcando un antes y
un después en la forma del catolicismo mundial. Ese Hombre anunció un 25 de
enero de 1959 ante diecisiete cardenales lo inesperado...
«¡Queridos
hijos y venerables hermanos! Temblando un poco con emoción y al mismo tiempo
con una firme resolución, proclamamos ante vosotros el nombre y el plan de una
doble tarea: un sínodo diocesano para Roma y un concilio ecuménico para la Iglesia universal. No se
ocupará sólo de la edificación del pueblo cristiano; será también una
invitación a las comunidades separadas para buscar la unidad.»[1]
El
Concilio comenzó el 11 de octubre de 1962, lamentablemente Roncalli muere al
año siguiente y el mismo es concluido por Pablo VI el 8 de diciembre de 1965
dando lugar a un total de cuatro constituciones, dos de ellas dogmáticas y una
pastoral; nueve decretos conciliares y tres declaraciones conciliares, a los
que se pueden sumar la
Constitución apostólica Humanae
salutis por la cual Juan XXIII convocó el concilio, el mensaje Ad omnes de los Padres del concilio a
todos los hombres, los mensajes del concilio a la humanidad, y otros breves como
In Spiritu Sancto y Ambulate in
dilectione.
Tres
años después en Medellín se reúne la II
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, si bien
la idea era poner al día a la
Iglesia latinoamericana a la luz del Concilio Vaticano II, el
evento y los textos de Medellín irían más allá, de tal modo que no solo se
pretendió ajustar la vida de las iglesias a los cambios conciliares, sino que
dicho evento fue también la oportunidad para esbozar el rostro concreto que
debería asumir la Iglesia
en América Latina para ser efectivamente signo
e instrumento de salvación, así como para insertar a la Iglesia como pieza
fundamental en los procesos de cambio social que experimentaba en esa época el
continente.[2] Aquella conferencia de
Medellín tuvo una antesala dos años antes en Mar del Plata cuando se desarrolló
la Asamblea extraordinaria
del CELAM sobre La Iglesia y la integración de América Latina. Fue
la primera vez que se contó con una visión eclesial global sobre la realidad
socio-económica del continente, intentando la aplicación de la Gaudium et Spes como lectura de los signos de
los tiempos y plantear la perspectiva del desarrollo integral a la luz de las
recientes encíclicas sociales Mater et
Magistra (15.V.1961) y Pacem in
Terris (11.IV.1963) de S.S. Juan XXIII. También es preciso agregar que el
15 de agosto de 1967, el obispo brasileño Hélder Câmara lideró un grupo de 18
obispos de Latinoamérica, Asia y África que redactó un manifiesto para apoyar
el llamado angustioso del Papa Pablo VI
en la encíclica Populorum Progressio, en el que se vinculaba la situación
de pobreza y desamparo de los ciudadanos del Tercer Mundo con la explotación a
la que el imperialismo del dinero de
las corporaciones multinacionales los someten, con el aval de los gobiernos, y
expresando el compromiso religioso con la superación de la misma.[3]
En
1967 surge en Argentina el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM)
conformado principalmente por sacerdotes activos en villas miseria y barrios
obreros. En mayo del año siguiente se realiza una reunión en Córdoba donde los
curas hacen hincapié en las injusticias del sistema político, social y
económico reinante. Ese documento fue enviado a Pablo VI y al Espicopado
Latinoamericano que se reuniría en Medellín, dicho material llevó la firma de
cuatrocientos sacerdotes argentinos. El 20 de diciembre muchos de ellos se
dirigieron a la Plaza
de Mayo para reclamarle a Onganía que cese con su plan de erradicación de las
villas miserias. Entre el 23 y el 24 de diciembre, los sacerdotes del MSTM
advierten sobre la contradicción de celebrar navidad en medio de una profunda
crisis social. En esos años el Padre Carlos Mugica manifestaba que...
«La Tarea de la Iglesia siempre debe ser
la misma, debe ser fiel, seguir fielmente las enseñanzas de Jesucristo, que
vino a evangelizar a todos los hombres, pero que siempre se movió, porque él
era pobre desde los pobres. Por lo tanto, la misión de la Iglesia debe ser anunciar
a todos los hombres que son hijos de Dios, que tienen que luchar por su
dignidad de seres humanos. Por lo tanto, acompañar al pueblo en la lucha por la
liberación nacional e interpelar a los ricos y a los poderosos... Nosotros
somos sacerdotes de la Iglesia Católica
y entendemos que toda nuestra acción es totalmente coherente con lo que enseña
hoy el Papa Pablo VI y el Magisterio de la Iglesia , hay que denunciar las injusticias y hay
que acompañar a nuestro pueblo en esta lucha para que el Pueblo se ponga de pie
en nuestra Patria. Como dijo Helder Camara, tenemos que ser la voz de los que
no tienen voz. Nuestro pueblo es humilde y es profundamente pacífico. Lo que
sucede es que nuestro pueblo, ese pueblo sencillo, pobre y humilde es el que
padece terriblemente la violencia. La violencia de ir con el diario bajo el
brazo cada día a preguntar su consiguen trabajo y la violencia de no saber que
le van a dar de comer al día siguiente...»[4]
Argentina
vivía tiempos turbulentos. Al poco tiempo de destituir a Arturo Illia, en 1966,
se produce la Noche
de los Bastones Largos en las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de
Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires. En mayo del ´69 se produce el
Cordobazo y en otros lugares del país, estudiantes y obreros se unen en la
lucha contra las políticas llevadas adelante por la dictadura de Juan Carlos
Onganía comenzaba a debilitarse, inclusive dentro del Ejército. La situación en
la Iglesia
local no estaba alejada de la realidad del país. Muchos sacerdotes debaten a la Curia por las demoras en
llevar a cabo las reformas del Concilio. Uno de los conflictos más
radicalizados fue el que sucedió en la entonces Diócesis de Rosario donde se
cuestionaba el abuso de autoridad de las jerarquías eclesiales, la exigencia de
que se difundan y cumplan las cartas papales y la relación con la dictadura
reinante. El inicio de los problemas comienza en la presentación de un
documento a Monseñor Bolatti firmado por treinta sacerdotes, entre ellos estaba
Armando Amirati. En el trabajo anteriormente citado, que pertenece a la UNR , podemos apreciar que
«Ante
la escasa transcendencia de los postulados del Concilio en la Diócesis de Rosario, un
grupo de sacerdotes remiten al obispo un documento reservado. Bolatti lo
interpreta como una afrenta personal y lo da a publicidad entre la Curia , quiénes lo comentan
como un hecho de rebelión y agravio a la autoridad. Esto acentúa la división y
enfrenta a los dos grupos. En noviembre de 1968 la parroquia de Barrio Godoy se
convierte en detonante de esa crisis que se venía gestando, el sacerdote
español Néstor García Gómez es removido de su cargo y junto con él cuatro
sacerdotes españoles más. En febrero de 1969, el obispo nombra a un sacerdote
de la Curia ,
Lester Novello, para reemplazar a Néstor García, pero se le impide el ingreso a
la Capilla , a
pesar de ser escoltado por cuatro patrulleros del Comando Radioeléctrico. Entre
quiénes se oponen al ingreso, junto a los laicos, se encuentran los sacerdotes
Francisco Parenti y José María Ferrari, integrantes del grupo que había
remitido el documento al obispo. Los sacerdotes terminan en la seccional 16 y
al día siguiente el obispo los suspende de sus funciones sacerdotales. El 25 de
marzo, Bolatti parte imprevistamente al Vaticano, dejando sin efecto una
reunión con los sacerdotes renunciantes. Cuando regresa se convierte en
portavoz de un documento papal que insta al diálogo y a vivir en caridad y
levanta la suspensión de Parenti y Ferrari. El 29 de junio, el arzobispo se ve
en la dolorosa obligación de aceptar las
renuncias, en razón de ser ésta la tercera vez que han sido elevadas.»[5]
Debemos
remarcar que las anteriores renuncias de los sacerdotes fueron el 14 de marzo y
el 20 de marzo de 1969. Aquellos treinta sacerdotes que junto al Padre Amirati
encabezaron la cruzada eran Antonio Ferián que en ese momento era el Vicario
Cooperador de nuestra parroquia, el cañadense Natalio Torresi, el párroco de
Correa Ignacio Canavera, los antes citados Ferrari y Parenti, , Néstor
Ciarnello, Juan Arroyo, Eduardo Muré,
Agustín Campmajó, Arnoldo Clavijo, Ricardo Giaccone, Marcelo Iturbe, Juan
Larrambere, Oscar Lupori, Ruben Malarría, Luis Maurizi, Pedro Medina, Gerardo
Meléndez, Hilario Parolo, Julio Pecci, Ángel Presello, Enrique Praolini, Ángel
Sibona, Ernesto Sonnet, Emidio Tettamanzi, Isidoro Toledano, Nelson Rolandi y
Fernando Varea.
Sobre
aquel 29 de junio de 1969, una de las protagonistas de las gestas posteriores la Maestra Marta Steiner recuerda
que
«Todas
las instituciones preparábamos una kermese para festejar la fiesta patronal
después de la procesión y a la vez, recaudar fondos para obras de ayuda al
prójimo. El padre Amirati llamó a mi casa, por teléfono, atendió mi hermana
Olga quién recibió el mensaje que debía suspenderse la kermese. Después de la
procesión escuchamos las palabras del Padre Amirati despidiéndose de la Comunidad. Un nudo ataba las
gargantas. El llanto de las ancianas no se hizo esperar. Una angustia y
tristeza cubrió el corazón de todos los presentes. Horas después corrió la
versión que había en el templo una Asamblea Popular. Personas del pueblo,
algunas que frecuentaban el templo, encabezaban la convocatoria y propusieron
la toma del templo.»[6]
Se
daba comienzo así, a la pueblada más grande e histórica de nuestra ciudad... La
semana que viene continuamos con más testimonios de los protagonistas de esas
jornadas.
[1] Juan XXIII. Roma, 25 de enero de 1959.
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/II_Conferencia_General_del_Episcopado_Latinoamericano
[3] Mensaje de los 18 Obispos
del Tercer Mundo, 15 de agosto de 1967.
[4] Audios del Padre Carlos Mugica, extraído de
archivos audiovisuales del autor.
[5] Conflicto entre la Jerarquía Eclesiática
y los Curas Renunciantes. Autores: Dherin, Gabriela; Pietrani, Miriam y Turre,
Marisa. Facultad de Humanidades y Arte. UNR. 1993. Pág. 20
[6] Testimonio de Marta Steiner. Taller de Historia
Local. Colegio Superior Florentino Ameghino. Año 1994. Archivo del Museo
Histórico Municipal Elías Bertola
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