Murió Osvaldo Bayer,
escritor, historiador, periodista, anarquista, dirigente gremial y defensor de
los desprotegidos y de los luchadores populares. Lo despiden los organismos de
derechos humanos y referentes sociales, sindicales, políticos y culturales.
La patria de Osvaldo Bayer
es la rebeldía. “Me he propuesto no tener piedad con los despiadados. Mi falta
de piedad con los asesinos, con los verdugos que actúan desde el poder, se
reduce a descubrirlos, dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad y reivindicar
de alguna manera a los de abajo, a los que en todas las épocas salieron a la
calle a dar sus gritos de protesta y fueron masacrados, tratados como
delincuentes, torturados, robados, tirados en alguna fosa común”, explicó el
queridísimo periodista, historiador y escritor, que tuvo acaso un último
“gesto” de rebeldía: morir el día de la Nochebuena, a los 91 años, en El
Tugurio, su casa sobre la calle Arcos, en el barrio de Belgrano. El viejo
rebelde, que prometió que viviría hasta los 100 años, deja una obra fundamental
para la cultura política argentina: La Patagonia Rebelde y la biografía de
Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. Osvaldo vivió luchando por
un país más democrático e igualitario desde muy joven, cuando denunció la explotación
y muerte de peones rurales en la Patagonia y demostró cómo las familias
patricias y los sectores dominantes oprimen a los obreros y trabajadores.
Siempre alzó la voz con coraje, valentía, coherencia y una ética que lo
convierten en el último gran anarquista del siglo XX. Las amenazas, la
persecución y la censura de la Tripla A lo obligaron a exiliarse en Alemania,
desde donde denunció el terrorismo de Estado durante la última dictadura
cívico-militar.
La tristeza no tiene fin
en estas fiestas, las primeras sin Osvaldo. Había nacido el 18 de febrero de
1927 en la provincia de Santa Fe. Se negó a hacer el servicio militar y a modo
de castigo lo destinaron a barrer y encerar pisos de los despachos de los
oficiales durante dieciocho meses. En 1952 estudió Historia en la Universidad
de Hamburgo (Alemania). En la ciudad de Esquel, en Chubut, fundó junto a Juan
Carlos Chayep La Chispa, un periódico del que circularon solo ocho números,
entre el 20 de diciembre de 1958 y el 4 de abril de 1959, que el sello Editores
Ignorantes publicó en una notable edición facsimilar. No viene mal recordar que
la primera edición La Chispa desplegó una serie de notas de investigación que
explican paso a paso el despojo de las tierras del Cushamen mediante tretas
comerciales, en el que estaban implicados comerciantes locales y Julio
Telleriarte, que luego sería elegido diputado provincial por la Unión Cívica
Radical (UCR); las mismas tierras que hoy sigue reclamando la comunidad mapuche
a su nuevo dueño, Benetton, y que en febrero de 2017 terminó con una salvaje
represión de la gendarmería contra los integrantes de esa comunidad.
La vida de Osvaldo es una
catarata de anécdotas trenzadas por la atípica convivencia de la ingenuidad y
la radicalidad. Un año después de haber ingresado a Clarín –donde realizó la
primera huelga en la historia de la redacción de ese diario– viajó a Cuba como
secretario general del Sindicato de Prensa, invitado al primer aniversario de
la Revolución, en 1960. Y se reunió con el Che Guevara, quien durante dos horas
y media habló sobre cómo haría la revolución en Argentina. Casi nadie de los
presentes se animaba a preguntar o balbucear algún comentario. Excepto uno.
“Compañero Che, es muy interesante, hasta poético lo que usted nos ha relatado,
pero la represión en la Argentina es más dura que la del dictador Batista en
Cuba –le retrucó Bayer–. Son fuerzas de represión muy importantes, torturan,
asesinan, tienen las armas más sofisticadas y modernas”. El Che lo miró muy
fijo y luego de un silencio prolongado le respondió: “Son todos mercenarios”;
frase que para el historiador en ciernes fue como si le dijera “no hay que
tenerlos en cuenta”. La espina de esa intervención se clavó en el imaginario
del entonces joven Bayer. “Así que quedé muy mal conmigo mismo –le confesó
muchos años después al periodista Julio Ferrer–. Porque digo, qué le estoy
poniendo impedimentos a alguien que hizo la revolución. No tengo ningún derecho
(…) Siempre pensé que para qué le hice esa pregunta; era una pregunta demasiado
racional”. Para colmo de males, Susana “Pirí” Lugones se coló en un agasajo al
Che, acompañada por Bayer. Aunque la guardia cubana dejó entrar a “Pirí” sin
invitación, el que pagó “los platos rotos” fue Osvaldo. Lo acusaron de jugar
con la seguridad del Che y lo expulsaron de la isla. Recién pudo volver en
1995.
Luchador infatigable que
viajaba por los pueblos de todo el país para acompañar las causas contra los
genocidas del pasado –ya sea el genocidio contra los indios como contra los
militantes políticos en los años 70–, lo que vamos a extrañar de Osvaldo es su
extrema persistencia, ese no bajar los brazos ni embargar la voz, aun en las
peores condiciones políticas. Esa maestría con la que peleaba, con la palabra
como su principal arma de combate. En la ciudad bonaerense de Rauch promovió
una consulta en 1963 para cambiar el nombre del coronel prusiano por
“Arbolito”, el nombre del indio ranquel que le había dado muerte. Terminó
detenido por orden del general Juan Enrique Rauch, ministro del Interior de la
dictadura, bisnieto de Federico Rauch. Estuvo 62 días preso en la cárcel de
mujeres de la calle Riobamba. Investigó durante más de diez años la historia de
los 1500 obreros rurales de Santa Cruz asesinados entre 1920 y 1921. Tuvo la
suerte de encontrar a muchos sobrevivientes entre los soldados fusiladores,
suboficiales y estancieros. La Patagonia Rebelde es el volumen que reúne los
cuatro tomos de Los Vengadores de la Patagonia Trágica, publicados los tres
primeros en Argentina, entre 1972 y 1974, y el cuarto tomo fue editado en
Alemania, en 1978.
“Por Dios, patria y
hogar”, los tres primeros tomos La Patagonia Rebelde fueron quemados. “Jamás se
hizo nada contra los quemadores de libros; no se hizo una reivindicación de los
escritores cuyos libros fueron quemados, jamás se indemnizó a las editoriales”,
planteaba Osvaldo en una entrevista en 2009, cuando PáginaI12 publicó sus Obras
Completas, que incluyen –además de La Patagonia… y Severino Di Giovanni– Exilio
(1984), escrita junto a Juan Gelman; Fútbol argentino (1990), ensayos
prologados por Osvaldo Soriano; Rebeldía y Esperanza (1993), En camino al
paraíso (1999), su primera novela Rainer y Minou (2001) y Ventana a la Plaza de
Mayo (2006), las crónicas que publicó en el periódico de las Madres de Plaza de
Mayo, entre otros libros. Nunca se olvidó de lo que le dijo ese milico de
apellido Santuccione, en junio del 76, en Ezeiza, cuando comenzaba su exilio:
“Usted va a salir ahora, pero nunca más va a volver a pisar el territorio de la
patria, ¿entendió?”. Esa frase, suerte de maldición, lo perseguía y la repetía
a periodistas, escritores y artistas que lo visitaban en “El Tugurio”. Una vez
bromeó sobre lo que podría haber pasado si la pila de libros y carpetas se
hubiera desmoronado, mientras él caminaba por el pasillo de su casa: “Sería una
muerte soñada, moriría sepultado por los libros”. Osvaldo Soriano decía, con
razón, que “Bayer es un hueso duro de roer. Sin él sería más fácil olvidar”.
Nadie como él desenmascaró
a los asesinos, a los verdugos que han actuado desde el poder. Nadie como él
defendió y reivindicó a los humillados y ofendidos –en las contratapas que
escribió en este diario y en los libros que publicó–, a quienes en todas las épocas
pusieron el cuerpo en las calles y fueron masacrados, tratados como
delincuentes, torturados, robados y tirados a fosas comunes. Nadie como él
desnudó la saña practicada especialmente contra los anarquistas, las mentiras y
demonizaciones que se construyeron desde los medios de comunicación. Una de sus
últimas batallas fue pedir el traslado del monumento a Roca, ubicado sobre
Diagonal Sur, que homenajea al ex presidente argentino que comandó las matanzas
de miles de comunidades indígenas en lo que historia oficial denomina “la
conquista del desierto”, para que en su lugar se levante un monumento a la
mujer originaria.
Osvaldo sabía que había
que poner el cuerpo y la palabra en viejas-nuevas batallas. Si antes había
denunciado la explotación y muerte de peones rurales en la Patagonia y acompañó
a las Madres de Plaza de Mayo, en estos últimos años no dudó en protestar
contra el avasallamiento neoliberal de los derechos humanos y sociales. “El
gobierno de (Mauricio) Macri es como volver a la Edad Media –afirmó el escritor
en la última entrevista con este diario, en agosto de 2016–. No saber que hubo
30.000 desaparecidos, que es uno de los hechos fundamentales de la política de
derechos humanos del país, es de una ignorancia que no se puede perdonar, no se
puede disculpar (…) Los 30.000 desaparecidos va a ser siempre la vergüenza más
grande de la historia argentina”. El viejo rebelde, díscolo como solo él podía
serlo, nos deja el mejor legado posible: la rebeldía que persigue por más
libertad, más democracia y más igualdad.
Fuente: Silvina Friera
para Página 12
“Deja una historia de
ética y compromiso”
Las Madres de Plaza de
Mayo Línea Fundadora, las Abuelas, H.I.J.O.S, la APDH y la Comisión Provincial
por la Memoria reivindicaron el rol que tuvo Bayer en la defensa de los
derechos humanos y de los pueblos.
“Deja una historia de
ética, de compromiso con nuestra historia. Fue el historiador más profundo que
tuvimos acá en la Argentina”, aseguró Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo
Línea Fundadora, sobre Osvaldo Bayer. El fallecimiento del escritor y
periodista conmocionó a los organismos de derechos humanos que siempre tuvieron
en él a un compañero incansable de lucha y denuncia.
“Se va Osvaldo Bayer. Se
queda para siempre. Bajó los cuadros de los que masacraron a los pueblos
originarios. Levantó las banderas de las luchas obreras y los derechos
humanos”, señalaron los integrantes de H.I.J.O.S. Capital a través de su cuenta
de Twitter y agregaron: “Abrazó la rebeldía con toda la capacidad de la
ternura. ¡Hasta siempre, hasta todas las victorias!”. Bayer había sido nombrado
por la regional Córdoba como “miembro honorífico de la agrupación” y le
entregaron un pañuelo por su “trayectoria y compromiso con la memoria colectiva
y con la defensa de los derechos humanos”. En aquel mayo de 2013 el escritor
apuntó a los integrantes de H.I.J.O.S y señaló que “estos hijos siguen la lucha
de sus padres, que estaban comprometidos con un mundo mejor”.
Bayer fue un profesional
comprometido con los derechos humanos y con las historias de los oprimidos y
olvidados por el Estado, siempre fiel a su condición de anarquista. Por ello
Nora Cortiñas aseguró al enterarse de la muerte de Bayer a los 91 años que
estaba “muy apenada. Deja toda una historia de ética, de compromiso con nuestra
historia. Fue el historiador más profundo que tuvimos acá en la Argentina”, y
agregó que “tuvimos muchos, pero él es el que deja más para las generaciones
por venir. La historia argentina pasó en su vida. La retuvo, la transmitió y
retransmitió. Es inolvidable. Puedo agregar que su ética y compromiso dejan
mucho de herencia”.
Las Abuelas de Plaza de
Mayo, que preside Estela de Carlotto, también expresaron su dolor frente a la
ausencia física del autor de La patagonia rebelde y Los anarquistas
expropiadores. “Nos sumamos a las despedidas y homenajes a Osvaldo Bayer, un
pensador fundamental, un hombre indispensable y un amigo”, apuntaron las
abuelas y recordaron que “su literatura nos acompañará siempre para comprender
nuestra historia. Abrazamos a sus familiares”. Por su parte, la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos (APDH) afirmó que rendía “homenaje a
Osvaldo Bayer, eximio historiador comprometido con la causa de la clase obrera,
de los pueblos originarios y de todos los sectores históricamente discriminados
y despojados”. Los integrantes de la APDH apuntaron que “su fallecimiento no
impedirá que las nuevas generaciones conozcan su obra, la historia no revelada
en los estrados oficiales, la historia de las luchas de los campesinos y
obreros perseguidos en el sur profundo y de las acciones temerarias de lucha de
quienes no soportaban vivir en una sociedad profundamente injusta”.
En tanto, la Comisión
Provincial por la Memoria (CPM) recordó que el escritor fallecido “fue
consultor académico” de la institución y “lo reconocimos como maestro y
compañero, ya que sus luchas nos iluminarán siempre”. También destacó que “puso
su capacidad intelectual, sus saberes y sus talentos como escritor al servicio
de las mayorías populares”. La CPM consideró que Bayer relató “las resistencias
obreras, el genocidio de los pueblos originarios, la lucha de las mujeres, los
crímenes de Lesa humanidad y las restantes violencias estatales, se tejen en su
obra como una gran trama que nunca abandona la perspectiva de los oprimidos,
quienes ocupan el centro de la historia y la esperanza emancipatoria de la
humanidad”. Por último señalaron que “su trayectoria marca el camino de las
luchas de hoy y las por venir. Los esfuerzos por impugnar el orden injusto de
hoy, deben inscribirse en la historia que han amasado los pueblos”.
Fuente: Página 12
Adiós al maestro
Felipe Pigna (historiador):
“Me causa una profunda tristeza saber que Osvaldo ya no está entre nosotros.
Fue un maestro en todos los sentidos. Una persona a la que quise y traté mucho.
Fuimos muy amigos, compañeros de muchas cosas; de charlas, viajes,
conferencias. En la cárcel de Ushuaia
hablamos de Simón Radowitzky. Me enseñó mucho sobre la vida, la historia
y cómo enfocarla desde la historia de los sin voz, los vencidos. Quiero
recordarlo con mucho cariño y creo que el mejor homenaje que podemos hacerle es
leerlo, recordar su coherencia y seguir su lucha. Es lo que más le hubiera
gustado. Nuestra última aventura juntos fue defendernos de un juicio que nos
hizo la familia Martínez de Hoz por denunciar la apropiación de tierras en la
Patagonia. Una de las últimas grandes alegrías de Osvaldo fue ganar el juicio;
un gran último triunfo de la Justicia. Quiero recordarlo, homenajearlo y
pedirles a todos que lean su inmensa obra, que cubre casi todos los aspectos de
la historia argentina contemporánea, particularmente la que tiene que ver con
las luchas de los desposeídos, los
nadies. Siento un profundo dolor y a la vez el orgullo de haber sido
amigo de alguien tan maravilloso”.
José Pablo Feinmann
(filósofo, escritor): “Osvaldo Bayer había encontrado el punto central de sus
investigaciones en los trágicos episodios de la Patagonia a comienzos de los
años veinte. Encontró ahí el punto central de la tragedia de este país: de la
injusticia, la brutalidad de las clases hegemónicas y la abnegación de los
obreros en la esquila patagónica, que eran en ese momento, la mayoría,
anarquistas. Fue un historiador muy serio y muy trabajador. Escribió una
novela, también, Rainer y Minou. Y una biografía sobre Severino Di Giovanni.
Estuvo en Cuba. Conoció al Che. Y estuvo exiliado durante la dictadura. Su
trabajo para el cine se plasmó en una película axial, La Patagonia rebelde,
dirigida por Héctor Olivera. Siempre tuvo a esa película como uno de sus logros
más importantes. También escribió sobre el anarquismo y durante los últimos
años se ocupó del destino de los pueblos originarios en este país. Buscó
fuertemente que se bajara la estatua de Julio Argentino Roca, en un esfuerzo
denodado que no tuvo frutos. Pero toda su vida es el ejemplo de un intelectual
militante y comprometido. Que era además una persona con un gran sentido del
humor y que gustaba de cultivar la amistad. Fue siempre un gran referente de
las luchas sociales en la Argentina. Estuvo cerca de las Madres y las Abuelas.
Lo vamos a extrañar muchísimo, en momentos en que el país necesita gente como
él.”
Stella Calloni (escritora
y periodista): “Más allá de su papel como historiador, escritor, periodista e
incansable luchador, quisiera destacar que, si alguien demostró estar cerca, de
verdad, del pueblo, fue él. Sobre todo en estos tiempos en que ha regresado el
término ‘intelectual’ y las reuniones entre ellos. El iba a cualquier lugar
donde lo llamaban. Si era para inaugurar una bibliotequita en un barrio, donde
fuera. Nos dejó, para siempre, un ejemplo de dignidad y de mucho amor. Tenía
una gran capacidad de amor y una enorme sencillez. Absoluta y profunda
humildad. Destaco su trabajo en la capacitación, en abrir las mentes y
despertar conciencias. Hemos viajado juntos a algunos lugares, me lo he
encontrado de regreso en otros casos, y este hombre llegaba solito, con muchos
años, se bajaba muy cerca de su casa, de su refugio, cargado de papeles y
libros. En ese refugio siempre te iba a recibir con una enorme calidez humana.
De él me queda eso. Y su sonrisa y sabiduría. Su manera de respetarse a sí
mismo. A ser él mismo en cualquier momento en que lo encontraras. Nunca se
traicionó; siempre fue coherente. Hoy que están perseguidos los mapuches, me
acuerdo de todo lo que hizo por la Patagonia y de todo lo que todavía tenía
para decir sobre ese mundo que vivió de tan cerca.”
Cecilia Merchán (diputada
del Parlasur): “Lo conocí cuando presentamos el proyecto de sacar a Roca y
poner a Juana Azurduy en el billete de 100. Al día siguiente de que lo
presentamos, salía una contratapa de Osvaldo sobre nuestra propuesta. Era una
nota increíble, hermosa, muy bella. Lo llamé y a partir de ahí empezamos a
hacer un montón de movidas juntos por todo el país, hablando de la necesidad de
sacar a Roca del billete de 100. Era una persona increíble, muy alegre,
graciosa; siempre la pasábamos bien. Decía, por ejemplo, que quería armar una
agrupación de ‘chapitas’, de gente que estuviera muy chapa. En eso siempre me
contaba y me daba mucha felicidad. Un día cuando yo estaba muy bajón por alguna
situación política, le pregunté si él no se bajoneaba. Si no se ponía pesimista
nunca. Y me dijo que no, que nunca se ponía pesimista, que había algo muy
claro: siempre ganábamos porque no teníamos nada que perder. Me presentó a
Marcelo Valko, que estaba trabajando sobre el malón de la paz, un tema que
parecía perdido y nadie podía reconocer. Presentamos su libro (Los indios
invisibles del malón de la paz) en el Congreso, nos hicimos amigos. Esas cosas
también son importantes: tomar temas, puntos de la historia que nadie recuerda,
a los que nadie da el valor suficiente, y hacer de eso una causa política es
algo maravilloso que hizo Osvaldo durante toda su vida. Una de las fortunas de
la vida es cruzarse a Bayer en el camino, y llevar adelante alguna lucha con
él”.
Itai Hagman (dirigente
político): “Viejo rebelde. Viejo joven. Tu Patagonia Rebelde convenció a
generaciones enteras de unir su destino al de los más humildes. Gracias por
estar siempre y por la lucidez política que te acompañó hasta el último
minuto.”
Horacio Pietragalla
(diputado nacional): “Triste noticia. Se nos fue unos de los grandes, esos
imprescindibles. Gracias por aportar tanto a nuestra historia colectiva y a
nuestras injusticias. El año que viene inauguramos en Gallegos el monumento a
los fusilados de la estancia la Anita. ¡Cómo lo charlamos!”
Myriam Bregman
(legisladora porteña): “Lo recordaremos siempre, con decenas de anécdotas, con
su enorme apoyo a las fábricas recuperadas en los momentos difíciles. Por
Zanon, por Brukman; por Arte Comunitario Timotense que lo tuvo actuando con
ellos”
Asociación Argentina de
Actores: “Irreemplazable referente de la cultura latinoamericana y de las
luchas sociales. Lúcido analista de la realidad de los pueblos y los gobiernos
de la región. Comprometido activista por los Derechos Humanos.”
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