El siglo XIX fue un desastre para los pueblos nativos de
América del Norte. La expansión hacia el oeste de los Estados Unidos se produjo
a expensas de sus tierras, su libertad y, a menudo, de sus vidas, un
desplazamiento masivo que ocurrió durante un período de tiempo
sorprendentemente breve. Entre 1810 y 1895, Estados Unidos se tragó el
continente a través de la fuerza militar y tácticas de negociación engañosas,
como la Ley Dawes (1887), también llamada Ley General de Asignación, que abolía
efectivamente el autogobierno tribal y forzaba a la asimilación. El gobierno
rompió el sistema de tierras colectivas e implementó un sistema de parcelación
individual: se dividió la tierra comunal en parcelas individuales (80 hectáreas
a cada jefe de la familia y 40 hectáreas a huérfanos) destruyendo la capacidad
de muchas comunidades de sostenerse con sus propias tierras -el sobrante se lo
quedó el gobierno para venderlo a los colonos blancos-; se obligó a los nativos
a vivir en parcelas, en muchas ocasiones lejos de sus parientes, perdiéndose
las costumbres tradicionales, y acabó con el control colectivo de la tierra,
facilitando el acceso a los intereses privados y gubernamentales sobre los
recursos naturales. En poco tiempo, incapaces de ganarse la vida con el modelo impuesto
por los “blancos”, la mayoría dejó de intentar cultivar, vendió sus tierras a
los blancos por poco dinero y se quedó sin tierra.
Hoy en día existen 573 naciones originarias reconocidas a
nivel federal, aproximadamente 229 de estas naciones se encuentran en Alaska
mientras las otras están repartidas en otros 35 estados. Según el último censo
oficial que data del 2010, la población indígena es de 2,9 millones de
personas, lo que representa sólo el 0,9% de la población total del país. En la
actualidad existen alrededor de 310 reservas indígenas: algunos pueblos tienen
varias reservas, otros comparten una sola reserva entre varios, y algunos no
tienen ninguna. Los territorios de todas las reservas del país representan algo
más del 2% de la superficie total de los EEUU.
¿Y qué hay de los casinos de las reservas indias?
Los
casinos indígenas juegan un papel decisivo en la política del gobierno federal
de Estados Unidos. En realidad, estas industrias indígenas de los juegos de
azar le convienen al gobierno estadounidense, porque reducen la parte del
presupuesto destinado a las tribus. En 1988, durante la administración de Reagan,
el Congreso aprobó la Indian Gaming Regulatory Act,
por la que las tribus nativas americanas podían abrir establecimientos
dedicados a juegos de azar en sus tierras y además estaban exentos del pago de
impuestos derivados de sus actividades económicas. Además de limpiar la
conciencia americana por el robo de las tierras a los indios suponía el
desarrollo de una importante industria del juego en las reservas indias,
supuestamente con los objetivos de mantener la “soberanía tribal” y lograr una
mayor autonomía política y económica. En realidad, significaba controlar aún
más a los gobiernos tribales por medio de la National Indian Gaming Comission y
reducir el fondo federal destinado a las tribus -el 60% de los beneficios
obtenidos se deben destinar a proyectos que mejoren las condiciones de vida de
las comunidades-.
Voces críticas señalan que con la llegada de los casinos a
las reservas se ha incrementado la corrupción, la delincuencia y el
alcoholismo; que las tribus indígenas han comenzado a dejar de lado sus
costumbres y tradiciones y adoptando un modo de vida eminentemente capitalista,
y que los beneficios que generan sólo llegan a unos pocos. Por el contrario,
otros se centran en el tema económico: aumento de la renta per cápita de los
indios (en 2006 estos casinos ingresaron 25.100 millones de dólares, frente a los
6.000 millones que obtuvieron el conjunto de casinos que operan en Las Vegas),
el trabajo que generan con los propios casinos y otros establecimientos anejos
(cadenas hoteleras, restaurantes, gasolineras, tiendas y centros comerciales) y
el incremento del turismo.
Fuentes: The US’s century-long destruction of Native
American land, El peligro de la privatización de las tierras comunitarias
indígenas
Fuente: Historia de la Historia de Javier Sanz
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