20 AÑOS DEL CORRALITO, QUE PASABA EN CAÑADA


Esta foto no tiene ninguna mala intención, quizás tengas una edad que no recuerdes lo que se vivió, pero los que hoy te quieren decir como arreglar el país fueron los que lo hundieron en las profundidades de los mares. Domingo Cavallo era el ministro de Economía y Patricia Bullrich, la hoy presidenta del PRO y referente de Juntos por el Cambio, era la ministra de Seguridad Social en el momento del anuncio del Corralito, en una presidencia agotada de Fernando de la Rúa.

Cañada de Gómez era gobernada por Amílcar Abate desde el 10 de diciembre de 1999, y el paso de la historia hoy lo considera que tan sólo pudo pilotear un barco en medio de la tempestad, logrando que llegara a buen puerto. Un gobierno que le tocó los momentos más duros del país, sólo comparables con los vividos en 1989 y tuvo que enfrentar la tragedia más dramática de la ciudad como fue la inundación del Arroyo ocurrida el 22 de noviembre del 2000.

El Concejo Deliberante era presidido por Juan Carlos Abbondanzieri y estaba integrado por Marcelo Bertoya, Sebastián Caggiano, Stella Clérici, Fernando Esteban, Humberto Acánfora Greco y Héctor Alsina. Cuando Domingo Felipe Cavallo, el 2 de diciembre de 2001, anunciaba el Corralito faltaba ocho días para que asuman Ariel Minuet, Abel Romegialli y José Luis Lapiuma en reemplazo de Esteban, Alsina y Clérici. 

El clima que se vivía en la ciudad no era muy diferente al que se vivía en el país. Las empresas estaban en bancarrota, los campos al borde de los remates y los comercios cerraban poco a poco sus puertas en la zona céntrica. Los muebleros cortaron la ruta 9 en el cruce con la 91, apoyados por el Intendente Abate y el entonces Presidente de la Comuna de Correa, Alberto Monti. Se realizaron apagones y cacerolazos en el sector industrial y el Centro Económico apoyó las medidas de fuerzas impulsadas por los gremios y las cámaras empresariales. Cómo pocas veces, obreros y empresarios, se sumaban a las marchas. Los supermercados cañadenses estaban custodiados por las dudas a posibles saqueos, que posteriormente ocurrieron en las grandes ciudades el 19 y 20 de diciembre. La Municipalidad de Cañada de Gómez entregaba 800 bolsones de comida a familias carenciadas y sin empleo.

QUE FUE EL CORRALITO?

El 2 de diciembre de 2001, el entonces ministro de Economía, Domingo Felipe Cavallo, del gobierno de Fernando de la Rúa, anunció que los ahorristas sólo podían retirar hasta 250 pesos de sus cuentas de los bancos. Fue el preludio al estallido dramático del engendro de la convertibilidad, también diseñada por Cavallo en 1991.

Se cumplen 20 años del corralito. Para algunos, los más jóvenes, es un acontecimiento bancario traumático que no vivieron pero con el que viven como un fantasma, para otros significó la pérdida de su dinero. Para todos es parte de la memoria colectiva económica que se manifiesta a la hora de administrar los ingresos, los gastos y ahorros, en definitiva: un suceso histórico dramático que condiciona el hoy. ¿Qué pasó el 2 de diciembre de 2001?

1 a 1

En el último año del gobierno de Raúl Alfonsín la inflación fue del 3079 por ciento, lo que significa que fue de hiperinflación. Ese momento donde se ingresaba al supermercado con los productos a un precio y se salía con otro, puesto que en cuestión de minutos aumentaban. Alfonsín abandona el Gobierno sin completar su mandato y con una popularidad en caída libre por su gestión económica. En 1989 asume la presidencia Carlos Menem y como ministro de Relaciones Exteriores y luego (en 1991) de Economía, Domingo Felipe Cavallo, quien en 2001 volvió al mismo cargo durante el gobierno de Fernando de la Rúa. Estos nombres, personajes claves de esta historia terrible, resuenan en la memoria de los argentinos y algunas imágenes se reproducen: saqueos, la consigna “que se vayan todos”, De la Rúa huyendo de la Casa Rosada en helicóptero, decenas de muertos en manos de la policía, y las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo haciéndole frente, son algunas de ellas.

¿Cómo frenar la inflación? Es la gran pregunta de ayer y de hoy. En ese momento, el 10 de octubre de 1991, Carlos Menem promulga la Ley 23.928 , disponiendo que a partir del primero de enero de 1992 se establecía una paridad fija entre el peso y el dólar (equivalente, a su vez, a 10.000 australes). Primero se equiparan 10.000 australes a 1 dólar, luego se equipara 1 dólar a 1 (nuevo) peso. En concreto, define una política de tipo de cambio fijo por ley y sin fecha de caducidad esa relación de paridad.

La ley tenía algunas exigencias técnicas, entre ellas la existencia de respaldo en reservas internacionales de la moneda circulante, por lo cual se restringía la emisión monetaria. "En todo momento, las reservas de libre disponibilidad del Banco Central de la República Argentina en oro y divisas extranjeras, serán equivalentes a por lo menos el ciento por ciento de la base monetaria. Cuando las reservas se inviertan en depósitos, otras operaciones a interés, o en títulos públicos nacionales o extranjeros pagaderos en oro, metales preciosos, dólares estadounidenses u otras divisas de similar solvencia, su cómputo a los fines de esta ley se efectuará a valores de mercado", determinaba el artículo 4 de la ley.

El 1 a 1 se sostiene por 10 años . Al estar restringido por la ley y no poder emitir más pesos que el stock de reservas, se ancló la expectativa inflacionaria. Esos años teñidos de pizza y champán, viajes a Miami, Disney y boom especulativo inmobiliario, luego devendrían en devastadora crisis social, económica y política.

¿Cómo se llega al corralito?


Por las características de la economía argentina de tener una estructura productiva desequilibra sumado a déficits de la cuenta corriente, producto de la importación masiva de bienes y el no aumento en la misma magnitud de las exportaciones, empezaron a escasear los dólares.

La falta de dólares se fue compensando con las reservas que tenía el Banco Central pero eso no podía durar para siempre. En los primeros años de gestión, el gobierno de Menem decide vender las empresas del estado (YPF, Aerolíneas Argentina, Ferrocarriles Argentinos y Gas del Estado, entre otras), lo que permite el ingreso de un caudal significativo de dólares. Esto estabiliza momentáneamente el problema. Sin embargo, al cabo de un tiempo, el problema se repite: faltan dólares.

Menem ya se había endeudado para mantener la paridad económica y refinanciar la deuda externa, que llegaba a valores exorbitantes acompañados de una situación social muy compleja con altos índices de pobreza y de desempleo.

El 10 de diciembre asume Fernando de la Rúa, quien decide continuar con el Plan de Convertibilidad establecido por Cavallo. El primer ministro de Economía, José Luis Machinea, puso en marcha un programa de ajuste fiscal avalado por el FMI. Sus sucesores en el cargo, Ricardo López Muphy y Domingo Cavallo, continuaron las medidas de reducción del gasto público, aumento de impuestos e incremento del endeudamiento.

El primer desembolso del FMI calma las aguas, pero ya para fines del 2000, cuando tiene que hacer el segundo desembolso y no lo hace porque Argentina no estaba cumpliendo con las metas pactadas, la desconfianza es total y la inestabilidad económica un hecho. Es en este momento donde se empieza a agudizar la crisis económica: el financiamiento por parte del FMI se había terminado. Dejan de ser rumores para pasar a ser hechos.

La desesperación era absoluta. Gran parte de la población se encontraba endeudada en dólares y un sector de ahorristas buscaba sacar sus dólares del banco. Producto de la corrida bancaria, el Gobierno decretó un feriado bancario y cambiario estableciendo que sólo se pagarían sueldos y jubilaciones. Pasada esta medida y frente a la no respuesta de los bancos ni el respaldo del Banco Central, el presidente De la Rúa en conjunto con Cavallo dispone el corralito el 2 de diciembre de 2001.

Banqueros, financistas, contactos con el poder político llegaron a tiempo a retirar sus depósitos. El resto de los ahorristas, no. Así fue como grupos sociales que habían vivido su ascenso (ficticio) durante el menemismo, perdió.

Beneficiarios y damnificados


En quince días el país tuvo cinco Presidentes, consolidó el default, abandonó la férrea política cambiaria que sostenía desde 1991 y devaluó el peso. La protesta social desencadenó en una serie de movilizaciones dónde el Estado desplegó una fuerte represión que incluyó la declaración de Estado de Sitio.

Para el momento que Cavallo anuncia el corralito, los que disponían de información privilegiada ya habían transferido al exterior unos 18.000 millones de dólares. El 93 por ciento de los ahorristas encadenado a los bancos, que ya no podrían recuperar su dinero en pesos equivalentes a dólares, eran los que mantenían unos 50.000 dólares promedio.

Largas colas frente a los bancos de jubilados, pequeños comerciantes, ahorristas para retirar los 250 pesos semanales se vuelven parte de la cotidianidad. El consumo había bajado y el dinero que circulaba era escaso.

Sin embargo, mientras ahorristas perdían, los bancos giraban fondos al exterior. Durante 2001, los bancos extranjeros que operaban en el país transfirieron a sus matrices utilidades por 300 millones de dólares, 61 por ciento más que el año anterior. Los bancos, en vez de traer los dólares al país para responder a sus clientes, se los llevaron. Un grupo de entidades extranjeras envió a sus casas centrales o bancos asociados 1550 millones de dólares previendo que se venía una devaluación.

Hoy, se presenta necesario repasar y esclarecer esta parte de la historia para evitar caer en trampas desestabilizadoras que incitan a profundizar un malestar social signado por el duelo, el aislamiento y la crisis económica a nivel mundial.

Fuente: Página 12

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