HISTORIA DE LOS INMIGRANTES DEL SIGLO XX EN CAÑADA DE GÓMEZ

Llegada a Cañada, óleo de Cristian Torres


La historia de los inmigrantes del Siglo XX en Cañada de Gómez



A modo de introducción

Nuestra ciudad cuenta hoy con un importante número de inmigrantes cañadenses, los que comúnmente llamamos gringos, gallegos, tanos, vascos, portu´s, paisanos… Personas que apostaron a una nueva vida en un lugar desconocido y por crecer.

Muchos vinieron escapando a la barbarie de una guerra absurda, otros de las consecuencias que trajo esa etapa bélica del mundo, otros por amor, otros engañados por la famosa frases vamos hacernos la América, algunos de aventureros, trotamundos y muy pocos, diría casi nadie por voluntad propia.

La crisis dejada por la Primera y Segunda Guerra Mundial no fue solamente económica, también ha perjudico el estado emocional de muchas personas que atemorizadas por otra matanza atroz decidieron escaparse al Nuevo Continente. Y de esta manera podemos decir, que esta fue la última oleada de inmigrantes que llegaron a nuestra patria para conseguir un bienestar mejor.

En cada una de las entrevistas pude escuchar el ruido de las bombas, el llanto de los sobrevivientes, sentir el olor a pólvora y correr juntos para salvar nuestra mayor riqueza, la Vida.

También viajamos juntos en ese barco, durmiendo en esos lugares de cabotaje que le brindaban a los que huían de la pobreza y la humillación. Recorrimos juntos el Puerto de Buenos Aires, con algunos nos vinimos a Rosario y con otros nos embarramos al caminar por aquellas primitivas calles de la Cañada de Gómez.

Las lágrimas de muchos de ustedes quedaron plasmadas en este informe sobre las experiencias mas relevantes de algunos de los que orgullosamente podemos llamar inmigrantes cañadenses, porque aunque no nacieron en esta tierra, trabajaron, invirtieron, caminaron, formaron su familia, en esta la que seguramente es su segunda Patria porque la primera es aquella que vive en lo más profundo del corazón de cada uno de los que hicieron posible, gracias a su esfuerzo y valor, vivir en una sociedad digna y solidaria.

La Municipalidad de Cañada de Gómez agradece a todos los que colaboraron con sus testimonios, con sus imágenes y sus ganas de seguir vivos en la pequeña pero rica historia local.






  

Hagamos un poco de historia…


En 1949, durante el gobierno del Gral. Juan Domingo Perón, mediante el Decreto Nº 21.430, se establece el 4 de septiembre como “Día del Inmigrante” en recuerdo de la disposición dictada por el Triunvirato en 1812, que ofreciera “su inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio”.

Entre los considerándos, el Decreto de 1949 expresa: “Que ese primer documento fue, en verdad, el punto de partida de una ininterrumpida serie de actos de gobierno; que a través de leyes, decretos y reglamentaciones estimuló, protegió y encauzó la inmigración”.

Más adelante destaca “…la conveniencia de que se rinda un permanente y público homenaje al inmigrante de todas las épocas, que sumó sus esperanzas a la de los argentinos, que regó la tierra con su sudor honrado, que ennobleció las artes, mejoró las industrias....”

Nuestro país tuvo distintas etapas inmigratorias, la primera de ellas en los siglos XVI y XVII donde vinieron mayoritariamente masculinos que al mezclarse con los nativos se produjo los primeros mestizajes. Esto sucedió esencialmente en las grandes urbes ya que las regiones interiores todavía eran propiedad de los pueblos originarios como los mapuches, ranqueles y wichis entre otros. Otra etapa, fue la entrada de esclavos de piel negra que llegados desde África fueron introducidos al país entre los siglos XIX y XX.

Cuando Alberdi propuso gobernar es poblar, nuestra Constitución deja claramente expresado en su preámbulo original la presencia y las garantías para

“promover el bienestar jeneral, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino: invocando la proteccion de Dios, fuente de toda razon y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitucion  para la Confederacion Argentina.”[1]

No sólo Alberdi defendía este proyecto, junto a él la Generación del 37 que la componían entre otros Domingo F. Sarmiento y Esteban Echeverría quienes pretendían una inmigración de blancos anglosajones provenientes de Inglaterra, Suiza, Alemania e Irlanda.

“Poblar es civilizar cuando se puebla con gente civilizada, es decir, con pobladores de la Europa civilizada. Por eso he dicho en la Constitución que el gobierno debe fomentar la inmigración europea. Pero poblar no es civilizar, sino embrutecer, cuando se puebla con chinos y con indios de Asia y con negros de África. Poblar es apestar, corromper, degenerar, envenenar un país, cuando en vez de poblarlo con la flor de la población trabajadora de Europa, se le puebla con la basura de la Europa atrasada o menos culta. Porque hay Europa y Europa, conviene no olvidarlo; y se puede estar dentro del texto liberal de la Constitución, que ordena fomentar la inmigración europea, sin dejar por eso de arruinar un país de Sud América con sólo poblarlo de inmigrados europeos.”[2]

Lamentablemente para Alberdi, esa inmigración que él pretendía decidió irse hacia Estados Unidos, Canadá y el resto de las colonias británicas. Esa actitud racista no tuvo más remedio que aceptar la llegada de italianos, españoles y en menor medida de la Europa oriental. Pero este proyecto modificaría en menos de medio siglo la composición social del país de manera radical. En 1869 el país contaba con 1.877.490 habitantes, de los cuales 160.000 habían llegado de Europa en la década inmediatamente precedente; la relación crecería exponencialmente, sumando hasta 1930 un total 6.330.000 emigrantes, de los cuales 3.385.000 se establecerían permanentemente en el país, los restantes eran los llamados trabajadores golondrina, que cruzaban el océano dos veces al año para trabajar en la cosecha.

Cañada de Gómez no es ajena a la realidad inmigratoria del país, cuando el presidente Mitre encarga a Guillermo Whellwright la construcción del ferrocarril, el mismo que pasa por estas tierras dando nacimiento a la Colonia y que contaba con algunos rancheríos a la redonda en lo que era por aquel entonces el Desmochado Abajo, siendo un punto estratégico para la llegada de inmigrantes.

Allá por 1865 se estableció en nuestras tierras la primera familia extranjera llegada de Alemania, encabezada por Rodolfo Heiland. Ellos se instalaron en el campo La Esperanza hasta que en 1869 se trasladan a uno más cercano al entonces del pueblo cuyo propietario era Pablo Krell, que por aquel entonces se llamaba Colonia Vieja y hoy es a lo que todos conocemos como Estancia Del Sel.

Un testimonio fundamental en el desarrollo de la historia de los inmigrantes locales, es la que escribió Margarita Hansen de Schnack, Quién realiza un viaje tiene algo para narrar. En él describe sus últimos días en Alemania, su viaje, como fue llegar a la Estación Cañada de Gómez donde arribaron el 1º de agosto de 1867 con su cuñado Pedro Reün –primer jefe ferroviario–, su hermana Enriqueta y sus sobrinos Magdalena y Jorge.

Guillermo Wilken escribió el Informe sobre el estado actual de las colonias agrícolas de la República Argentina en 1872, donde dice que en la zona correspondiente a Cañada de Gómez “la cantidad de terrenos arrendados o vendidos es de 3275 cuadras, ocupadas por 30 familias argentinas, 5 alemanas, 11 inglesas y 21 industriales de varias nacionalidades en el pueblo…” Finalizando el siglo, en la provincia de Santa Fe más del 40% eran inmigrantes.

De esta manera se inicia en la ciudad una etapa de progresismo continuó hasta mediados del siglo XX, donde muchos inmigrantes fueron los iniciadores de los mayores emprendimientos locales como Eugenio Vázquez, Antenor Beltrame, Abel Romegialli, Agustín Lovazzano, los hermanos Natalio y Martín Zanetta, Pedro Laguna, Antonio Muñoz, Juan Palmano, Isidro García Hernández, Enrique Pacchiotti, entre muchos otros

Hoy los hijos, nietos y bisnietos de aquellos que soñaron con hacerse la América debemos fortalecer ese camino iniciado por ellos aportando lo mejor de nosotros sin olvidarnos de palabras claves como solidaridad, sacrificio, amor, compañerismo, amistad que dieron el empuje inicial para poder disfrutar lo que hoy tenemos.

  


Adiós mi Espanya querida…

Muchos deben haber repetido aquellas letras de la canción El Emigrante que hiciera famosa Joselito en los años ´50, cuando decía

“adiós mi Espanya querida,  dentro de mi alma te llevo metida, y aunque soy un emigrante jamás en la vida yo podré olvidarte.”

La  principal causa de la llegada de españoles a mediados del siglo XIX fue la pobreza, así como también el arduo servicio militar que obligaba a los soldados a prestarlo durante unos tres años. Los lugares de procedencia fueron predominantemente Galicia, Andalucía, Asturias, Cantabria y el país Vasco. El flujo inmigratorio se prolongó hasta 1952, pasando el período post-guerra.

Los gallegos y los catalanes se radicaron, en general, en la ciudad de Buenos Aires y de Rosario. Los meridionales, en Santa Fe, Mendoza, Río Negro, Entre Ríos, dedicándose, principalmente al trabajo rural en las plantaciones. Los valencianos fueron a Corrientes y a Misiones. Los asturianos se instalaron en las provincias andinas, en el noroeste del territorio argentino. Los andaluces se dedicaron, mayormente, a la horticultura. Los vascos se dedicaron al campo argentino con empeño singular, como ganaderos, tamberos y fruticultores. La figura del vasco tambero integra la más pura tradición argentina Santa Fe.

En 1889 se crea una comisión para defender y fomentar la inmigración española: la Sociedad Hispano-Argentina protectora de los inmigrantes españoles. Y Cañada de Gómez no fue la excepción, el 27 de julio de ese mismo año nace la Asociación Española de Socorros Mutuos siendo su primer presidente el cura párroco de entonces, el padre Juan Fuentes. Integraban además la comisión Guillermo de Altube como secretario, Miguel Fernández tesorero, y como vocales Fermín Fernández, Pedro Casañas, Tomás Ganset, Francisco Durán y Salvador Márquez. Y según lo manifiesta Gerardo Álvarez en Un siglo de presencia hispana,

“Los socios fundadores eran muy jóvenes, de edades comprendidas entre los diecisiete y no más de cuarenta años, en su mayoría navarros, catalanes, gallegos y asturianos. Entre ellos había comerciantes y sastres, cigarreros y barberos, panaderos y confiteros, talabarteros y zapateros, un carnicero y un pintor, algunos maestros de escuela, un librero y hasta un par de escribanos.”[3]

De los cientos de inmigrantes hispanos que contaba la ciudad,  hoy apenas un puñado de ellos puede contar su historia de vida y los duros caminos que tuvieron que transitar en la patria que los adoptó, Ricardo Vidaurre es uno de ellos, nacido un 27 de marzo de 1925 en Ayegui, provincia de Navarra llegó a nuestro país un 29 de junio de 1950. Recuerda que su padre “tenía una parcela, que la trabajábamos junto él y el gobierno español a raíz de la crisis que causó la guerra dispuso que todo lo que ganábamos nos pagaban con un estampilla que se pegaban en un cuaderno que ello mismo proveían, era muy duro vivir sin plata”.

La Guerra Civil Española fue un conflicto social, político y militar, que más tarde repercutiría también en un conflicto económico, desencadenada tras fracasar el golpe de estado del 17 y 18 de julio de 1936 llevado a cabo por una parte del ejército contra el gobierno de la Segunda República Española, y que se daría por terminada el 1 de abril de 1939 con el último parte de guerra firmado por Francisco Franco, declarando su victoria y estableciéndose una dictadura que duraría hasta 1975. Ricardo tenía 9 años cuando se inició el conflicto y fue testigo viendo como bombardeaban las casas, los campos, escuchando las ráfagas de fuego. “Era una guerra entre hermanos, muy dura que dejó a toda España en la pobreza” nos manifestó emocionado.

A pesar que durante la Segunda Guerra Mundial, España mostró su neutralidad, hubo participación de españoles en ambos bandos. Finalizada la misma comenzaron en el Protectorado de Marruecos una serie de conflictos armados entre guerrillas, Francisco Franco envía a miles de jóvenes a defender esas tierras españolas en el norte africano. Ricardo nos cuenta que en esos años uno podía entrar voluntariamente al ejército pero en su pueblo había un cuartel al cuál el no pretendía pasar ni por enfrente, pero por decisión del gobierno se realizó un sorteo teniendo la mala suerte de ser elegido. De esta manera, con tan solo contaba 19 años prestó servicio en el ejército español en las localidades de Casablanca, Marrakech, Safí, Tetouan…  “nos tocó vivir una vida muy dura porque no teníamos agua para tomar, teníamos un terraplén y salía una pequeña hilera de agua donde hacíamos larga colas para tomar un poco y llenábamos la cantimplora. El problema era que por el alto calor esa agua se echaba a perder y era imposible tomarla.”

Después de tres años se pegó la vuelta a Navarra y la situación estaba muy dura y difícil, pasando por su cabeza venirse a la Argentina, a raíz que tenía un tío en Las Rosas. Su padre había estado un tiempo pero se volvió a España y con su tío se escribían regularmente, se tenían mucho aprecio ya que le había salvo la vida cuando andando por La Pampa le quisieron robar. “Entonces inicié los papeles para irme de España y todo ese trámite me llevó seis meses, viajé dieciséis días en barco donde me caminé 360 pasos para no aburrirme” recordó Ricardo. En Buenos Aires lo esperó una prima hermana que estaba casada con Antonio López, que era un funcionario del gobierno argentino. Antonio era hermano de Monseñor Jorge Manuel López quién fuera Arzobispo de Rosario entre los años 1983 y 1993. Después de estar unos días en la capital argentina se vino en tren para Las Rosas, se sentía raro al no poder ver sus montañas que tanto disfrutó en su niñez, donde trabajó en la casa de ramos generales de su tío. También vinieron a nuestro país dos hermanas de Ricardo, Araceli y Amalia, la primera de ellas sufrió una muerte trágica mientras que la segunda fue una recordada vecina de la ciudad.

A Cañada de Gómez recayó hace tres décadas a raíz que su esposa era maestra en la escuela San Martín, comenzó trabajando en la vinería de Sileoni, luego en el Supermercado Sol y finalmente en la Cooperativa para ahora recrearse con la merecida jubilación. Ricardo que vivió tiempos muy duro en la guerrilla de África, viendo a soldados morir de cólera al lado de él, sintiendo la guerra en su piel, lo hizo muy fuerte para trabajar y crecer en la Argentina, pero a pesar de todo manifiesta que “fui muy feliz en la Argentina, tuve tres hijos que son tres rosales…”

Natividad de Prado Villalba nació en Valverde de la Sierra, provincia de León el 22 de diciembre de 1922 es otra de las sobrevivientes de una larga lista de españoles que se asentó en Cañada de Gómez en el s. XX, su hija Ester conmemoró su vida de la siguiente manera, “Hija menor de una familia compuesta por ocho hermanos, seis varones y dos mujeres. Quedó huérfana de padre a los doce años. Vivió con su madre y su hermana los tres años de la guerra civil. Dos hermanos estuvieron en la guerra y tuvo la suerte de que ambos regresaron, sin haber tenido una sola herida, habiendo combatido en el frente en los peores lugares de la contienda. A los dos años de terminada la guerra queda huérfana de madre, sólo le quedan los hermanos. En la Argentina vivían dos tíos hermanos de su madre, uno de ellos en Cañada de Gómez, Don Bernardo Villalba. Quien ante la situación en que se encontraba España la manda a llamar. Ella evalúa los pros y los contras y toma la determinación de venir a la Argentina, en octubre del año 1951, a los 28 años de edad. Vivió con su tío y su esposa en Cañada de Gómez, mas precisamente en Pagani y Balcarce, al año se casa con Don Luis Krauchuk, y fruto de ese matrimonio tiene dos hijos, Ester, y Luis. Siente mucho agradecimiento hacia la República Argentina, la hizo sentir una mas, y se siente tan argentina como española. Tuvo la suerte de poder volver tres veces a España a ver a su familia. Vuelvo a repetir sólo tiene palabras de agradecimiento hacia la Argentina.”

Un año antes que finalizara la Segunda Guerra Mundial Agustín Hernández y Teresa de Jesús Rodríguez vivían en una pequeña localidad llamada San Miguel donde dieron a luz al pequeño Juan. La pobreza era la imagen de una Europa devastada por el conflicto, España no era la excepción y en Santa Cruz de Tenerife se sentía a flor de piel. Agustín tuvo un familiar, Santiago Quinteros, que primero fue a probar suerte a Cuba y posteriormente recayó en la Argentina y por intermedio de él pudieron venir el 12 de setiembre de 1949 a nuestras tierras. El primer lugar adonde fueron a vivir fue a la localidad vecina de Casilda y con el tiempo decidieron venirse a Cañada de Gómez. Hoy Teresa vive con sus casi 89 años a cuesta y Juan casado con Cristina Grasso tiene dos hijos Luciana y Juan Pablo y dos nietas Valentina y Antonella.

Durante la primera y segunda presidencia de Perón culminó la gran ola inmigratoria en la Argentina. Nuestro país ofreció innumerables beneficios a quiénes querían no sólo habitarlo sino trabajar sus tierras, impulsó políticas que combinaban el impulso de la industria, el empleo, las comunicaciones y los transportes, con la acción social desarrollada por Eva Perón a través de la construcción de hospitales, escuelas, hogares para niños y ancianos, y ayuda económica para los más pobres. Esto era visto con buenos ojos por toda la población europea que recordemos estaba a la miseria después de la Segunda Guerra dejando a Europa devastada. Pese a los acuerdos de paz muchos desconfiaban de esa tranquilidad y temían por la explosión de un nuevo estallido mundial, decidiendo venirse a América buscando un refugio por algún tiempo a pesar de que muy pocos volvieron.

 A mitad de s. XX Cañada de Gómez vivió una etapa de progresos y grandes cambios, la visión de ciudad moderna impulsada durante la gestiones de Borgharello e Isidoro Martin, más el marco social impulsados por los justicialistas Abel Romegialli, Celso Torres, Horacio Abregú y Pablo Torres, pasando por el impulso desarrollista del frondicismo de Gerardo Cabezudo, se le sumó la capacidad administradora de Ricardo Romegialli quién fuera elegido en forma unánime por los concejales de la ciudad según lo especificaba la Ley Orgánica de Municipalidades, aclaramos que su primer intendencia fue en el marco de los gobiernos de factos que sucedieron a Juan Domingo Perón. Podemos destacar que ese período comprendido entre 1940 y 1970 fue cuando se culminó un período de treinta años de crecimiento, dándole el marco de ciudad acorde a los tiempos que se vivían. Tenemos que remontarnos recién a la gestión de Stella Clérici, quién superó ampliamente lo realizado en esos años, un ejecutivo pujante y progresista. Se finalizaron las obras de pavimento, compra de automotores, iluminación, construcción de escuelas, vecinales.

En la revolucionaria década del ´60, Manuel Cazorla tenía apenas 20 años cuando decidió dejar León, su ciudad natal y venirse a la Argentina a encontrarse con su padre. Allá en España dejó a su madre, familiares y amigos para enfrentarse a esta aventura loca de probar suerte en el país. Cuando llegó el 9 de diciembre de 1968, nadie lo estaba esperando. Es que por una confusión su padre no fue a su encuentro y Manuel recuerda que “fue tal el enojo que en ese momento me hubiese vuelto a España”. No fue sencillo encontrar a su papá, recuerda que “llegué a Cañada y el colectivo me dejó en la ruta así que me vine caminando y preguntándole a las personas que veía adonde quedaba la calle Maipú, cuando encontré el taller de mi padre pero él no estaba. Nuevamente me puse como loco, no sabía adonde ir, fue así que un vecino me dijo que vaya de los Mezzalani y fueron ellos que me indicaron donde podía estar mi viejo, estaba en el hospedaje de Luis Fernández enfrente de la Plaza, al lado del Hotel Universal…”

Podemos decir que Cazorla es el inmigrante más contemporáneo, su viaje no fue una larga quincena en barco sino apenas unas cuántas horas en avión. Muy lejos quedó sus días de mozo en un coqueto bar y sus compañeros de noches largas y divertidas. Recordemos que en esos años, se vivía en el mundo tiempos de cambio, de revoluciones culturales, políticas y sociales. Ese verano del 69 Manuel era un extraño en la ciudad, por su manera de vestirse, de hablar, de caminar. Pronto se hizo de un grupo de amigos entre los que podemos citar a Iadanza, “Michelo”, R. Tradotti, A. Borsini, M. Moscatelli, A. Falappa, Tito Rossi  que le hicieron un poco más leve extrañar sus tierras. En el mes de febrero ingresó a La Helvética, donde trabajo durante un largo tiempo. Después le llegó una oferta para incorporarse al Banco Exterior y así lo hizo, pero las sucesivas ventas y cambio de dueño de la banca lo decidieron a inclinarse por la tarea que hacía en sus tiempos libres cuando salía del Banco, dedicarse a la refrigeración, tarea que aún en día la sigue desarrollando. Visitó muchas veces su tierra natal, donde había dejado a su madre, familia y amigos. Hoy esas tierras alberga a su hijo mayor, y es otro motivo para volver a esa patria que nunca olvida y como dice Manuel, “allá soy argentino y acá español pero estoy muy agradecido por todo lo que Argentina me dio…”

De esa gran colectividad española que residió en Cañada de Gómez hoy homenajeamos a los sobrevivientes de esa importante etapa en la vida social, cultural y económica del país. Además de quiénes recordaron sus experiencias viven actualmente en la ciudad Robustiano Arano, Enrique Andrés Fernández, Agustina Garín y Carmen Isabel Lortes…




Los tanos cañadenses…

Se estima que aproximadamente 25 millones de argentinos son descendientes de italianos, influyendo en nuestra cultura, lenguaje, costumbres, gustos y gestos. La ola inmigratoria comienza en 1870 y se extiende pasado la mitad del s. XX. La emigración del pueblo italiano hacia la Argentina la podemos encausar a raíz de las Guerras Mundiales, la débil capacidad de adaptación de la economía italiana a la revolución industrial, las crisis de subsistencia entre 1816 y 1817, las epidemias de cólera comprendida entre 1835-37; 1854-55; 1865-67; 1884-85, la debilitación de los órganos asistenciales, o sea la falta de ayuda por parte del Estado y la presión demográfica donde las familias que basaban sus ingresos en la producción agraria creció sin encontrar nuevos territorios para sus cultivos, debiendo emigrar para conseguir mantener su forma tradicional de producción.

Las agrupaciones de inmigrantes nacen para compartir la experiencia de la emigración, el desarraigo y las privaciones. Para paliar las múltiples dificultades y carencias materiales y espirituales, recurriendo a las solidaridad familiar, regional y, en ocasiones, nacional. Por otro lado, si bien la Argentina afirmaba el criterio del jus solis (la nacionalidad es la de la tierra de nacimiento), los países de emigración sostenían el jus sanguinis (la nacionalidad se hereda por vía paterna). Los grupos de inmigrantes, sobre todos italianos se dedicaban a conservar vivas entre sus descendientes la lengua nativa, la tradición y la historia y fomentaban los lazos afectivos en adhesión a la vieja patria. Todo esto era parte del movimiento de afirmación de la nacionalidad que se desarrollaba por entonces en Italia, a través de las escuelas de la colectividad se quería constituir una identidad nacional italiana.

En 1858 nace en Buenos Aires la “Asociación Unione e Benevolenza”, la misma fue apadrinada por Giusseppe Garibaldi y Giusseppe Mazzini. En Cañada de Gómez, un grupo de 25 italianos radicados en la zona se reunieron por primera vez el 2 de junio de 1883 y el 17 del mismo mes aprobaron el estatuto de la sociedad, siendo su primer presidente Eugenio Boschietto y Bautista Nícoli el secretario. Esta agrupación adquirió en 1884 tres lotes de terrenos en la manzana comprendida entre Moreno, Ballesteros, Pacífico –hoy Yrigoyen– y Rivadavia, y por esta calle construyó el recordado Salone XX Settembre, lugar de veladas, fiestas, agasajos y hasta utilizado como lugar de atención en casos de epidemias. En 1906 se construye la primera escuela italiana “Collegio Humberto 1º”, el mismo tiempo después tuvo lugar para internados pero desapareció lentamente con el crecimiento de las nuevas instituciones educativas de la ciudad.

En 1891 la colectividad sufre una importante fractura ya que un grupo nutrido de italianos enojados forman la “Unione Colonia Italiana”, presidida por el cronista e historiador Elías Bertóla. Esta entidad edificó en la esquina de Pacífico (hoy Yrigoyen) y Ballesteros un gran salón de dos plantas que tenía como utilidad las mismas tareas que el XX Settembre. Un fuerte temporal ocurrido el 8 de noviembre de 1900 destruyó el edificio y al poco dejó de existir la Unione reintegrándose sus socios a la Asociación.

En abril de 1923 arriban a Buenos Aires después de un mes de viaje en el recordado barco Tomaso Di Savoia, María Adela Milani de Borsato con su hijo Sergio de tan sólo cinco meses. Ricardo, el jefe de la familia había venido un año antes en busca de mejores condiciones de vida, eran oriundos de la localidad de Vedelago provincia de Treviso, y “estaban acostumbrados a vivir apinados por la falta de espacio para el desarrollo habitacional” nos recuerda Sergio que hoy tiene 88 juveniles años. Su padre realizaba changas rurales, después tuvo una panadería y no pudo sacarle mucho de su pasado italiano ya que “eran muy cortos de palabras, no contaban nada de su vida en Italia.” De sus primeros años en Cañada de Gómez Sergio recuerda que “vivíamos en Centenario al 500, había muy pocas casas y teníamos de vecinos a las familias Di Tomaso, Rubio y Dell Piccollo, el resto era toda la quinta de los Bianchi. Cerca de mi casa estaba la cancha de Everton, y como no sabía nada de fútbol argentino me hice hincha de Estudiantes gracias a mi recordado amigo Américo Di Tomaso. Mi madre murió muy joven, en el año ´31 y tenía 39 años, después mi padre se volvió a casar y tuve más hermanos. Siempre viví en el mismo barrio, hace 66 años que estoy casado con Ida Rodríguez, tuve dos hijos de los cuáles tengo mis queridos nietos. Trabajé durante 34 años en el Ferrocarril y hoy disfruto de su jubilación. He sido muy feliz y agradecido a este país…”

Ángel Capanna había participado de la Primera Guerra Mundial  donde el Reino de Italia participa de una serie de batallas libradas con el ejército de Austria-Hungría, junto con sus respectivos aliados. Italia confiaba que uniéndose a los países de la Triple Entente contra las Potencias Centrales podría rescatar los territorios históricos italianos en manos de austriacos: el Tirol Cisalpino –actuales provincias de Trento y Bolzano–, Istria, Dalmacia y el puerto de  Trieste.  Los principales enfrentamientos italianos fueron en las llamadas Batallas del Isonzo,  teniendo como escenario la zona en torno al río Isonzo en la frontera oriental de Italia entre junio de 1915 y noviembre de 1917. La mayoría de estas ofensivas se libraron en el territorio de la moderna Eslovenia y el resto en Italia. Las tropas italianas, afectadas por una moral baja, eran diezmadas por las deserciones. Los soldados eran obligados a vivir en condiciones infrahumanas, y a enfrentar sangrientas batallas que no reportaban mayores resultados. El 24 de octubre de 1917 las fuerzas austro-alemanas comenzaron la batalla de Caporetto con un incesante fuego de artillería, apoyados de comandos emplazados tras las líneas italianas con el objeto de realizar acciones de sabotaje. Al término del primer día de combates, los italianos fueron obligados a retirarse hasta el río Tagliamento.

Las consecuencias de esta primer contienda del s. XX dejó en Italia profundas grietas económicas y tras el rumor de otra posible guerra Ángel decide venirse a la Argentina junto a su esposa María y sus hijos Natalia, Vicenta y Emidio de apenas un año y medio de vida, siendo estos últimos quiénes aún viven en la ciudad con 94 y 87 años respectivamente.

Emidio Capanna nació en Penna Sant´Andrea el 27 de febrero de 1924, y cuenta que en alta mar “vinieron los turcos y al verme a mí tan pequeño, rubio y de ojos celestes le ofrecieron a mi madre comprarme, te podes imaginar el susto de mamá que desesperada les quería hacer entender que de ninguna manera me vendería, pero fíjese lo que es la vida en febrero del ´56 me casé con Nieve, una turca, y de esta no me pude escapar…” Al llegar al país primero se instalaron en Devito, posteriormente en Marcos Juárez y finalmente en Cañada de Gómez. Al arribar, la familia de Carlos Bondi le dio hospedaje a los Capanna hasta que Ángel pudo alquilar cinco hectáreas y poder hacerse una linda quintita. Emidio recuerda de ese tiempo que “en ese trabajo colaboramos todos, solía acompañar a mi madre con la jardinera a vender todas las verduras que cosechábamos. También otro de los trabajos que yo realizaba junto con mis hermanas era desagranar con una máquina el maíz, embolsarlo al marlo y luego venderlo. Después mi padre se dedicó a criar pollos y gallinas. En 1937, cuando vivíamos en Brown y Belgrano, mi familia instaló una verdulería y un año más tarde al enfermarse mi padre tuve que hacerme cargo de la misma…”.

“Mimi”, como lo conocen en Cañada tuvo una vida marcada por el sacrificio del trabajo, la palabra, la honestidad y el compromiso por el prójimo. Fue panadero, tuvo como patrones a personas como Ricardo Schwarzhans, Dionisio García, Alejandro Peirani, en 1951 ingresó al Ferrocarril, en 1966 la firma Provita lo nombró distribuidor de sus alimentos en toda la zona y finalmente junto a su familia se dedicó a la forrajería “Cristina” hasta jubilarse. Hoy Emidio, es un ferviente colaborador del Museo Histórico Municipal donde aporta importantes datos para la reconstrucción de la historia local y se lo suele ver en el Museo Ferroviario recordando aquel paso por el ferrocarril.

Llegamos al año ´30 y el mundo se hundía en una crisis económica en la Gran Depresión, siendo la más larga en el tiempo, de mayor profundidad y la que afectó a más países de las sufridas en el siglo XX,  se originó en los Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa del 29 de octubre de 1929 y rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo. La Gran Depresión tuvo efectos devastadores en casi todos los países, ricos y pobres. En Argentina gobernaba por segunda vez Hipólito Yrigoyen, quién no supo responder a las nuevas tendencias socio-político-económicas que la crisis estaba señalando y cuando aún faltaban cuatro años para las elecciones presidenciales, la debilidad del gobierno de Yrigoyen se hizo crítica. El radicalismo estaba completamente dividido y el gobierno no tenía diálogo con la oposición. El 6 de setiembre de ese año se produce el primer golpe de estado a un gobierno democrático en el s. XX quedando el país a cargo del dictador José Félix Uriburu. Ese mismo año Cañada de Gómez tuvo tres intendentes diferentes Justo Peralta quién renuncia el 8 de agosto y es reemplazado por Alejandro Abaca. Pero una vez consumado el golpe a nivel nacional, el Dr. Diego Saavedra interventor de la provincia designa como intendente a David Miles, un agricultor de la zona que un destacado renombre por haber sido campeón mundial de polo.

Por ese entonces, Armando Lombardi llevaba tres años de residencia en el país cuando llegaron su mujer Amabile y su hijo José Higinio de 4 años de edad. Procedentes de Aulla, provincia de Massa-Carrara en la región de Toscana está familia sufría la situación espantosa que vivía esa parte de Italia, una zona arrasada por la guerra, sin trabajo y con mucha hambre, Armando que tenía un pequeño corralón decide emprender hacia un nuevo horizonte. Del viaje José recuerda que su madre, por testimonios de ella, que el barco estaba lleno de personas enfermas y que Amabile se había enamorado de las Sierras Cordobesas por su similar apariencia a su vieja ciudad y acostumbrada a tener animales encerrados en el corral no podía ella entender como en Argentina lo podían criar libremente por el campo.

Durante 1938 el país vivía una etapa de fraudes electorales, en un marco de corrupción generalizada con la Unión Cívica Radical proscripta y una fuerte represión hacia los opositores, era presidente de la Nación Roberto Marcelino Ortiz, un radical antipersonalista, que murió pocos meses después de renunciar a ese cargo por una fuerte diabetes que lo había dejado ciego. En Cañada de Gómez, el intendente era Bautista Borgharelo el pionero de la pavimentación local y se inauguraba entre otras cosas el mástil de la Plaza San Martín, obra de Cleber Mascotti. Ese año llega a la ciudad Lidia Norma Favretto junto a su hermana y su tía, su padre hacia un tiempo largo que vivía en Cañada de Gómez trabajaba de sastre primero como empleado en la sastrería ubicada enfrente del Teatro Español (hoy Cervantes) y luego en forma particular en Brown y Maipú.

Lidia nació en Riesce hace 85 años y su padre dejó Italia cuando ella tenía 2 meses de vida, vivió su infancia junto a su hermana mayor llamada Teresa y su madre. Su madre fallece cuando tenía 5 años y no tuvo otra opción que ir de pupila a un Colegio ubicado muy cerca de su casa natal, a pocas cuadras de la plaza central y la iglesia del pueblo. Huérfana y con su padre a miles de kilómetros fue su tía la persona que la ayudo a sobrevivir en esos difíciles tiempos de la niñez y pre adolescencia. Después de seis años, su padre decide que su hermana acompañe a sus hijas a la Argentina. El viaje fue muy largo, pasaron por las costas de África donde ella vio por primera vez aterrizar un avión en el agua. Llegaron a Buenos Aires el 14 de noviembre de 1938, previamente habían sido separadas, junto al resto de los inmigrantes, a una sala aparte. Cuando arribaron al puerto todos descendieron del barco con una custodia policial y separadas de su tía, quién las seguía por detrás. Su padre que estaba presente en el lugar divisa primero a su hermana, quién corre a abrazarla fue ahí cuando las niñas se dieron vueltas y reconocieron a su papá que las había dejado hacía muchos años. Después de esperar un par de días para que le dieran el embalaje, vinieron en tren a Cañada de Gómez donde arribaron a la una de la madrugada del día 17 o 18, no recordaba bien Lidia, y el primer recuerdo que tiene es por demás de feo. En la ciudad hacía varios días que llovía, la noche era muy oscura con muy pocos faroles en algunas cuadras siendo el último de ellos el ubicado en la esquina de Quintana y Brown, su padre se hospedaba sobre esta calle a la altura del 1600. “Todo era campo, todo era barro, llegamos a donde dormía mi papá muy sucias con mi tía y mi hermana. Al poco tiempo me fui al Chaco con la tía, pero no nos acostumbramos ella volvió a Italia y yo a Cañada de Gómez. Desde ese día hasta hoy vivo en el mismo lugar, es que mi padre tenía una sastrería al lado de esta propiedad en Maipú y Brown” recordó con mucha emoción Lidia.

En  Argentina aprendió a leer y escribir en forma particular con la Srta. Bardone, se casó con Vicente Bondoni, tuvo cinco hijos, seis nietos y cuatro bisnietos. Al finalizar la entrevista Lidia recordó aquellos años de niña rebelde cuando nevaba en su pueblo y junto a sus amigas patinaban en el hielo del pequeño arroyo que cruzaba su inolvidable tierra natal.

La Italia fascista de Mussolini entra a la Segunda Guerra Mundial en junio de 1940 como aliada de la Alemania nazi de Hitler, tres años después los aliados invadieron el Reino de Italia ocupando gran parte del sur del país. Las consecuencias de la derrota fueron estrepitosas como el hambre, la malaria, el cólera y la desilusión de miles y miles italianos que buscaron como única salida la huida de la península.

En todo el mundo se conformaron comités de ayuda para colaborar con los italianos con donaciones de dinero, ropa, alimento, libros para llevarlos hacia Europa. En Cañada de Gómez ese Comisión de ayuda al pueblo de Italia estuvo integrado por Arnoldo Migoni, Tiziano Beltrame, Carlos Scaparapeccia, José Travaglino, Florencio Varni, Luis Valentino, José Vicario, Félix Nícoli y Bautista Borgarello. Entre su manifiesto se podía leer

“Ayudemos a Italia para que canten otra vez nuestros labradores en todos los crespúsculos de la tierra para que trabajen en calma nuestra hacendosas mujeres para que sonrían otra vez los niños…”[4]

Oriundos de Pinerolo llegaron en 1947 los hermanos Antonio y Enrique Pacchiotti a nuestra ciudad. María Luisa, hija de Enrique, nos describió como su padre decide venirse a la Argentina, “mi papá era un hombre de paz, un artista. Tenía su grupo de teatro, su saxo, su mandolina y su voz inolvidable. Amaba la vida. Un día se vio envuelto en una guerra salvaje, sucia y dolorosa y se enfrentó con la muerte. Vio morir a sus amigos y a sus enemigos. Lloró, sufrió, pero también en ese tiempo se enamoró, se casó y tuvo una hija, yo. Ese hombre de paz se quebró y resurgió. Mi mamá lo acompañó en su silencio y en su dolor y esperó ansiosa las largas cartas que llegaban del frente de batalla… La guerra terminó y este hombre de paz volvió a su hogar a proteger a su familia. Al cabo de un tiempo se rumoreaba el estallido de una nueva guerra y el corazón de este hombre dijo basta. Una triste mañana lluviosa y fría partió para encontrar una tierra de paz. Dejó la mitad de su corazón en Italia y se llevó con él la otra mitad cargada de esperanza y desilusión, amor y deseos de trabajar. Después de un largo viaje, triste, desolador, sin saber, sin querer, llegó a la Argentina con su hermano.  Aquí los esperaban ansiosos, llegaron los primos de Italia…decía la gente.”

Esos primos que residían en Cañada eran los Rosso, Vasallo y Rey, quiénes alentaron a los hermanos para que comiencen a desenvolverse económicamente en la región. Antonio era carpintero de oficio así que se iniciaron con un modesto taller en calle Brown para un tiempo después trasladarse a Ocampo al 1500 donde hoy quedan rastros de aquella, la primera gran industria del mueble cañadense. En 1948 Luisa Baronetto, esposa de Enrique, y María Luisa llegaron a la ciudad y recuerda ese tiempo con mucha nostalgia, cuando su padre “en su bagaje de desarraigo también hizo pie la alegría. Su corazón artista le permitió conectarse con la gente y cantó, cantó mucho a todo el que se lo pedía y recordaba y trabajaba en silencio, esperando siempre ese día  del reencuentro (…)  cuando ya se había establecido, organizado una fábrica de muebles esmaltados, la primera de Sudamérica, llegamos nosotras, el pedazo de corazón que él esperaba recuperar. Fueron años difíciles, sin familia, sin amigos, los queridos, los de la infancia, los de la vida.”

También recuerda los duros momentos que su madre Luisa, hoy con sus más de 90 años encima, “acompañaba y lloraba siempre en este mundo desconocido. Se puso a trabajar como modista, ella era muy buena y así salieron adelante de a poco y trabajando. Nos recibió una familia solidaria y afectuosa que nos quería como a los hijos y nietos que no tuvieron, eran los Mascotti – Vasallo. Las hermanas Vasallo, docentes, ayudaron a que mis padres hablaran perfectamente el castellano.”

María Luisa, quiénes muchos recordamos como bibliotecaria del Instituto José Razetto y a que gracias a esos libros que supo recomendar a quién esto escribe, nació en mi el amor por las lecturas describe sus primeros años en la ciudad que la adoptó y acobijó, “yo como todo niño, aprendía muy rápido y con mis cuatro años quise ir a la escuela. Me hacía entender y me entendían. Un día…regresé de la escuela sola, llorando, mi mamá estaba muy angustiada y yo le decía: -“vine sola, pobrecita” y mamá: -“vino y soda tengo, pero carnecita no”… Finalmente, la hija del querido y recordado Enrique Pacchiotti agrega “este país nos acogió con toda su grandeza y pronto nos sentimos parte de él. La vida, el trabajo, transcurrían en este país de paz. La guerra no estalló, el corazón sí, pero, este país humano y amigo curaba nuestras heridas. Todo esto que yo escribo no lo recuerdo personalmente, es como si algo me hubiera anulado la zona del recuerdo…la guerra, el llanto, la soledad, el alejamiento. Sólo comprendí lo que esto significaba cuando fui mayor, y la palabra desarraigo se hizo carne en mí, pero yo, ya era feliz y el hombre de paz y su mujer amada y solidaria, también.  Mi papá hoy ya no está, pero está en el corazón de todos los cañadenses que lo amaron. Su música y su voz son un arrullo frente a los dolores de la vida y en los momentos de felicidad. Cuando él se fue, ya no cantamos, sólo queríamos escuchar su voz. Él y mamá apostaron a una nueva vida, lo lograron, pero nunca dejaron de pensar en su Patria, en sus vidas truncas y en lo que este desarraigo significa, pero dejaron sus frutos en esta Argentina: el trabajo incesante, el valor de la palabra dada, el canto, la alegría, sus hijos, sus nietos, para que todos formen una nueva y gran familia en un país de paz.”

            Otro inmigrante relacionado directamente con la guerra es Rodolfo Marión un italiano que nació en África, más precisamente en Eritrea en su capital Asmara, colonia de Italia en 1948. Rodolfo llegó a la Argentina tres años después y recuerda porque su padre estuvo en esas tierras “mi padre fue a África por la pobreza que había en Italia, allí estuvo aislado en el ejército italiano en época de Benito Mussolini. Estuvo solo por once años a cargo de hornos para pan, para soldados y ya oficial llamó a su esposa. Casados por poder, provenientes los dos del mismo pueblo, en el norte italiano. Cuando llegó su esposa, me tuvieron a mí, estando en casa y muy buena vida. Luego se perdió la guerra, entrando los ingleses. A raíz de eso tuvimos que abandonar Africa, pasar por Italia y desembocar en Argentina. Tanto mi madre como mi padre jamás pudieron ir a Italia para ver a sus padres y hermanos, falleciendo en 1990 y 2000 respectivamente. Nuestra vida fue de sacrificio y trabajo. Formé una familia junto a mi esposa Susana y mi hijo José María. Gracias a Dios y a la Argentina que tanto amamos, trabajamos los tres y soñando algún día poder visitar la tierra de mis padres y el lugar de mi nacimiento.”

Llegamos a 1955 y el país comienza a vivir etapas de turbulencias políticas, económicas y sociales. El presidente Juan Domingo Perón es derrocado un 16 de setiembre y las diferencias entre sus seguidores y los contras se profundizaron aún más. Cañada de Gómez no es ajena a esta situación, vale recordar que el busto de Evita fue arrancado del lugar y arrastrado por la ciudad como si fuera un trofeo de guerra, una imagen que muchos no olvidan y sigue latente en la memoria colectiva de los cañadenses. Ese año llegó a la ciudad Roque Casalaspro con un viejo Ford 38 vendiendo telas, al llegar por la ruta a calle San Martín ve un cartel que dice “Hotel Mayo a pocas cuadras” y decidió bajar por esa arteria al encuentro del mismo, que se encontraba en la intersección con el callejón 7 de octubre. Al parar su auto, encuentra enfrente del hospedaje una verdulería y a la par de la puerta de entrada una familia sentada afuera, era la de don Luis Perrone con sus hijas sin saber ese día que una de ellas, Rosa, sería la mujer de su vida.

Roque nació en Tricarico, provincia de Matera el 1 de marzo de 1928. Era un pueblito lleno de campesino que trabajan la vid, el olivo y el trigo. Su abuelo, su padre y su hermano menor trabajaron de guardia cárceles, un oficio que por entonces requería del estudio y la dedicación. De joven trabajó en un aserradero y posteriormente se dedicó a la trilla del trigo, pero los años de guerra dejaron la región muy pobre y hambrienta. Muchos y tristes recuerdo le vienen a su memoria de esos años, “estábamos tranquilos sentados con la familia en casa cuando de repente sonaba la sirena, teníamos que irnos al sótano porque seguro caía una bomba o varias, pobrecito mi hermano murió junto a su hijo en uno de esos bombardeos. Ni te cuento lo que fue la retirada de los alemanes estaban furiosos porque se los había traicionado, los yanquis entraron a Italia por el sur, en Sicilia e iban detrás de ellos. Los alemanes a medida que se iban yendo mataban a niños, mujeres, hombres, robaban, quemaban casas, violaban mujeres y adonde había puentes los destrozaban. Pero lo que hicieron los yanquis, fue fabuloso, con los tanques y jeep de guerra venían unos camiones que traían los puentes artificiales y así no encontraron obstáculos y pudieron echar a los alemanes de Italia.”

Llegó a la Argentina el 4 de febrero de 1950 después de haber viajado una veintena de días en el barco “Corrientes”, acá lo esperaba su hermano mayor que hacía un tiempo ya residía en Buenos Aires y tenía trabajo seguro. Fue en esa gran urbe donde Roque pasó sus primeros años en la Pampa Gringa, se hospedaba en Pola y Alberdi del barrio de Mataderos. El primer trabajo fue en una concesionaria de Ford ubicada en la tradicional esquina de San Juan y Boedo, cuyo titular se llamaba Juan Butassi homónimo del cañadense que tuviera un importante comercio durante décadas y fuera intendente municipal en la última etapa de la dictadura entre los años 1982-1983. Como la paga no era abundante, decide emprender para otros rumbos cayendo en una fundición ubicada en Cochabamba y Pichincha, el dueño era un italiano que lo apreciaba mucho y tenía un sueldo digno… Pero Roque no quería estar encerrado, estaba para otras cosas. Así nos recordó esos años, “me sentía mal adentro de la fundición, yo me dedicaba a soldar en bronce hasta que un día me fui al café del Teatro Colón, yo sabía que iban muchos inmigrantes y encontré una mesa donde estaban sentados un grupo de napolitanos. Les comenté que buscaba trabajo y uno que vendía telas para trajes me ofreció trabajar en el mismo rubro, me llevó a Once y me presentó al dueño de la retacería. Me regaló cuatro paquetes de distintas telas, me los envolví en papel, me caminé todo el barrio puerta por puerta y a las pocas horas vendí todo. Gané lo que ganaba en tres meses de trabajo en otros lados, y así de a poquito empecé a vender telas, al tiempo me compré un Ford 38 con el que llegué a Cañada en el ´55, acá trabaja mucho en los campos, en los bancos, vendiendo ropa, camisas, telas, etc.” Y así Roque comienza otra etapa en su vida, se casa con Rosa la primer chica que vio en la ciudad, y con quién en 1963 visitaron Italia, después vinieron  sus dos hijos y ahora a disfrutar de sus nietos. Mantiene intactos sus recuerdos de sus primeros amigos, las comidas en el patio de la panadería Tomasito, su etapa de transportista, sus trabajos en la Sociedad Italiana, agradeciendo siempre las oportunidades que le dio la Argentina.

Antonio Mainieri e Inmacolada Aita vinieron junto a sus dos hijos en agosto de 1955, salieron de Nápoles el día 17 pasando por los puertos de Barcelona, Montevideo y Buenos Aires para desembarcar en la madrugada del 28 en Rosario, cuando el barco carguero “Santa Fe” amarró dejando salir a los últimos de los cuatrocientos europeos que vinieron a América. Antonio que cuenta con 88 años de edad recuerda aquellos duros tiempos que le tocó estar como soldado en la Segunda Guerra, días difíciles de olvidar como por ejemplo la cruel retirada alemana de las tierras italianas, un hecho que se repite a lo largo de todas las entrevistas con la mayoría de los inmigrantes. Inmacolada, que hoy con 86 años vive al lado de ese hombre que conoció de niña y espero que volviese de la guerra para casarse, alentados por un familiar de ellos en Argentina decidieron venirse con sus dos hijos mayores, hoy solamente Carmela vive en el país ya que su hijo mayor decidió volverse a Italia. El jefe familiar trabajó en su granja criando animales, después estuvo un tiempo en la forestal hasta el día que embarcaron rumbo a nuestro país. Aquí los recibieron la familia Vitola, que vivía por calle Libertad y era familiares de Antonio, vivieron un tiempo en ese barrio hasta que pudieron comprar la coqueta casa que aún hoy viven, acompañándose mutuamente como en esos años de su adolescencia italiana.

Trabajó toda la vida en el ferrocarril donde comenzó a trabajar apenas vino a Cañada de Gómez, el primer recuerdo de la ciudad fue la desolación y el abandono de ese barrio que lo acobijó en sus primeros tiempos. El barrial era impresionante y desde el primer momento que caminó por calle Iriondo empezó a extrañar las montañas de su pueblo natal, Morano Calabro, provincia de Cosenza en la región de Calabria. Vivieron juntos buenos y malos momentos, sin perder el amor entre ambos, perduran en su memoria aquellas noches en la precaria casa que vivió por primera, que los días de lluvia hacían imposible la cordialidad del mismo. Con el esfuerzo de su trabajo pudo comprarse su casa en Maipú al 300, donde actualmente reside junto a su mujer. Antonio siente que su corazón está en paz, es que cuando pudo viajar a su pueblo natal gracias a unos ahorros y un dinero ganado con un billete de lotería, se reencontró con su madre que lamentablemente falleció a los pocos días de ese reencuentro, “me estaba esperando” culminó emocionado Antonio.

María Aita es hermana de Inmacolada y arribó al país con sólo 20 años el 17 de julio de 1955, su vida en Italia fue muy dura quedó huérfana de padre de muy niña y solían acompañar a su madre en las tareas rurales. A la Argentina vino primero como un viaje de placer, pero como dice la novela “Muchacha italiana viene a casarse”, siendo ese el destino de su vida. Recuerda que cuando llegó a Cañada de Gómez era un día muy lluvioso, de mucho barro, pasando por su cabeza pegarse la vuelta automáticamente.  Al llegar a la casa de su hermana, el mismo día le presentan a un amigo, José Luis,  que terminó siendo a los meses su marido y padre de sus hijos. Muchas veces pensó en volverse antes de casarse, pero su hermana decía que si hacía eso era como si se quedaba sola, sentiría el mismo dolor que la muerte. Esa demostración de afecto de Inmacolada aflojó su corazón, quedándose en Cañada. Volvió muchas veces a su terruño, la primera en la década de 1970 y la última en el 2010. Su casa paterna sigue en pie, en ese pueblito llamado Morano Calabro, en el medio de las montañas calabresas. Hoy, jubilada después de haber trabajado muchos años como costurera y en el Hotel Universal manifiesta que “cuando nos decían que América era un paraíso uno venía muy ilusionado, pero la realidad era y es otra, pero estoy muy agradecida por lo que me dio la Argentina a pesar de haberme llorado todo cuando llegué.”

Al comenzar los años ´60 nuestra histórica Revista Estrella que ya existía por entonces, editó los recordados Libros Estelares y en uno de ellos describió a Cañada de Gómez como La Perla del sur santafesino:

“…el crecimiento de su población urbana y rural, el avance de su industria pujante, el vigor de su comercio, ya nos mostraba a la población que dejaba de ser una niña, para convertirse en moza… Y así surgió el agua corriente, después el pavimento, remodelación de la plaza, ampliación del cementerio, construcción de modernos edificios para Correos y Telecomunicaciones, escuelas, vías blancas y últimamente los teléfonos automáticos, que hacen de este pedazo de tierra santafesina, un oasis que presenta a los ojos del viajero…
Sus fábricas se ensanchan, se agranda y multiplica su comercio, su rica zona agrícola y ganadera aportan al brillo de esa perla que es orgullo de todo el que, sintiéndose cañadense, hace un poco por ella cada día.”[5]

Ese era el marco cuando llegó a Cañada de Gómez, nueve integrantes de la familia Bredice. Oriundos de San Marco La Cotola, provincia de Foggia en la región de Apulia, que en la década de 1960 contaba con más 3.000 habitantes y que hoy cuenta con apenas 1.110.  Luisa, Fidel, Antonio, Miguelina, Nicola, Julián y Viviana vinieron junto a sus padres a probar suerte a la Argentina, es que en Italia la economía no andaba del todo bien se trabajaba apenas para comer aunque si se quedaban seis meses más no se hubiesen venido ya que la realidad cambió para bienes en la vieja península. 

El vocero de este testimonio es Nicola, de oficio carpintero que vive en el mismo barrio donde se instalaron la mayor parte de la familia en cercanías del Club Almirante Brown, quién recordaba que “en el año 1953 o 1954 comenzamos con los trámites en el consulado para venirnos, mi papá tenía unos hermanos y se quería venir. Vendimos nuestra casa y partimos para acá, cuando llegamos ese dinero valía trece veces menos que la moneda argentina. Lo primero que hicimos es ir a vivir con nuestros tíos y primos, nos repartimos un poco en cada lado. Mi papá comenzó a trabajar en la sodería con su hermano, que estaba ubicada en la esquina de Sarmiento y Necochea, después trabajo un tiempo en la Municipalidad y por último vendió carbón en bolsita en su casa.”

Nicola se siente muy agradecido a sus familiares que lo acobijaron en sus primeros tiempos, a sus tíos y primos de apellido Bredice y Lembo. Unos de sus primos es Monseñor Rinaldo Fidel Bredice, obispo emérito de Santa Rosa que actualmente reside en la localidad de Rosario. Sus recuerdos de Italia, país que volvió en cinco oportunidades muchas de ellas a trabajar, rondan la tristeza y la nostalgia, “tenía 14 años cuando me vine, yo disfrutaba de mis amigos y alguna que otra amiguita, y tuve que obedecer a papá que quería venirse, no nos quedaba otra. Mis tíos y primos me dieron de todo, les estoy muy agradecido, pero cuando llegué a Argentina me sentí solo, sin mis amigos, sin mi lugar en el pueblo. El viaje fue muy duro aunque por las noches tocaba el acordeón en las rondas de amigos que iniciamos en alta mar, y cuando llegamos a Buenos Aires nuevamente separarnos de ellos, nuestros nuevos compañeros. Te soy muy sincero, yo soy italiano!!!!!, aunque acá nunca me faltó nada, sentí mucho la ausencia de mi pueblo.”

Aparte de los testimonios que hemos compartido, la comunidad de inmigrantes italianos cuenta con la presencia de Elisa Favrin, Adelino Bessi, Carla Piva, Carlo Piva, Concepción Lembo, Luciano Dale, Luis y Luisa Del Salvio, María Forte, María Marai, Santina Gazziero, Giovanni Lovato, Francisco Maineiri, Asunción y Antonio Maranghello, Domenico Capitano, Paola, Jorge y Ubaldo Bartolucci, Santina Vissani… Quiénes no solo comparten el origen sino que muchas de las consecuencias por la que hoy están viviendo en el país, lugar que sienten como propios y donde dedicaron parte de su vida al trabajo y regalándole a esta, su segunda patria, el fruto de sus hijos y nietos… 


“Le Marche” en Cañada de Gómez

“Le Marche” es una región de Italia con una extensión de 9.700 Km2 limita al norte con la Emilia Romagna y la República de San Marino, al oeste con Toscana, Umbria y Lazio, al sur con Abruzzo y al oeste con el Mar Adriático. Está dividida en cuatro provincias: Pesaro, Ancona, Macerata, Ascoli Piceno y Fermo. La capital convencional es Ancona y las capitales históricas de la región fueron Urbino y Macerata. Antiguamente habitada por los Picenos y los Gállicus siendo conquistada por los romanos en el siglo III antes de Cristo. Su nombre aparece en el año 1000, Le Marche  porque allí terminaban “las marcas” del dominio papal del cual  dependían también Lazio y Umbria.  El nombre proviene de la raíz germánica Mark, que significó confín o límite. El plural utilizado para  la denominación se debe a que en un principio el territorio se dividía en pequeñas marcas hasta su definitiva unificación.

En la década siguiente del surgimiento de la Colonia Cañada de Gómez,  el pequeño núcleo urbano y su fértil zona rural comenzaron a recibir a miles de inmigrantes que en su mayoría eran piamonteses, lombardos y vénetos. A principio del siglo XX los inmigrantes italianos que arribaron y se establecieron fueron en su mayoría marchigianos. Es por ello que el 7 de febrero de 1995 los hijos y nietos de estos inmigrantes fundaron la Asociación Marchigiana de Cañada de Gómez.

Desde su fundación la Asociación tiene como finalidad la conservación, defensa y desarrollo de los aspectos e intereses culturales, sociales y económicos de los nativos y descendientes de esa Región de Italia que viven en esta ciudad. Ha contribuido a través de reuniones periódicas mantener vivo el recuerdo, la historia, el idioma, el folklore y todas las manifestaciones del pueblo marchigiano. Se han establecidos relaciones e intercambio de información con instituciones y organismos oficiales y privados con presencia en la Región Marche. La Asociación obtiene su Personería Jurídica mediante Resolución Nro. 225 de fecha 11 de abril de 2000, habiendo sido sus socios fundadores: Dante Boccolini, Humberto Molini, Roberto Taborra, Marisa Moracci, Martha Amadio de Torresi, Analía Torresi, Pedro Ventura, Fanny Morello de Badaloni, Armindo Torresi, Maria Rosa Barbaresi, Diego Leandro Torresi, Julio Bonfigli, Santiago Torresi, Roberto Perletti y  Nelio Badaloni. La Asociación se encuentra además inscripta en el “Albo Regionale” de la Región Marche, encuadrando susa actividades dentro de las previsiones y  beneficios de la Ley N° 39  de Intervención a favor de los marchigianos residentes en el exterior.

Entre sus actividades se pueden destacar la realización de cenas, encuentros de camaradería,  auspicio de conciertos y actividades culturales Participación en todas las ferias de Colectividades organizadas por la Municipalidad de Cañada de Gómez. Mediante acuerdos con Instituciones educativas italianas se posibilitó el intercambio de estudio en Italia con jóvenes de nuestra ciudad entre los que se pude citar: Dr. Gabriel Ventura. Dr. Diego Torresi, María Cecilia Millan, Franco Mogliani y la Prof. Mara Anticini.

La Asociación ha entronizado una escultura de la Virgen de Loreto – patrona de los inmigrantes – en la Capilla Virgen de Guadalupe de nuestra ciudad, en cuya Capilla anualmente se celebra Misa en idioma italiano a cargo de Mons. Renaldo Ferrero en ocasión de conmemorarse el Día del Inmigrante en el mes de setiembre. La Asociación a tenido participación y representación en la Federación de Asociaciones Marchigianas de Argentina (FEDEMARCHE) habiendo desempeñado el Dr. Diego Torresi el cargo de Vice Presidente de es federación durante varios períodos. También mantiene estrechos vínculos con la Asociación de Empresarios Marchiginiar  que actualmente se encuentra trabajando en acciones conjuntas con la Municipalidad de Cañada de Gómez y FUDECA en la realización de estudios de complementariedad con el sector del mueble de la Región Marche.

 Felisa Di Nucci Vda. de Chialvo, nacida en Treia, Maccerata hace 99 años, recordó a su manera como su familia decidió venirse a la Argentina. Ella tenía apenas 9 años cuando bajó del barco en el puerto de Buenos Aires, “éramos muy pobres, mi papá primero se fue a los Estados Unidos a probar suerte pero cuando vio que las mujeres trabajaban en las fábricas no quiso quedarse allí, por eso se vino a la Argentina. Nos vinimos con mi mamá y cuatro hermanos, uno de ellos estaba muy enfermo. Nos fuimos a vivir a Las Parejas donde un pariente tenía una linda estancia y empezamos a trabajar el campo” manifestó en la fragilidad de su memoria doña Felisa, que con nostalgia recordaba ese pasado tan lejano en la vida y tan cercano en su corazón.

Cuando Felisa llegó al país gobernaba el primer presidente elegido por el voto popular, el radical Hipólito Yrigoyen que había iniciado una etapa de grandes cambios en una Argentina que venía de años comandada por la oligarquía y los terratenientes. Fueron los años de las primeras conquistas sociales como el descanso dominical, la Reforma Universitaria, la creación de YPF y la reorganización del Banco Hipotecario apoyando con créditos a los pequeños chacareros;  pero también de una fuerte represión como la sucedida en la Semana Trágica y los fusilamientos de la Patagonia. Cañada de Gómez estaba en la plena transición entre la realidad del pueblo y el futuro de ciudad, con la intervención de Florencio Guinle que al frente de la Comuna dejó al primer intendente un superávit económico muy pocas veces visto en esos años.  Francisco Trujillo describe esos años donde
“la edificación ponía raíces hondas sobre el suelo de altos yuyos tupidos (…) Quería la plaza, linda como está sin la verjas y aquellos molinetes que tanto giraron y más giraron cuando allí pasaron Pagani, Schnack y otros que en la historia de esta Cañada figuran sin extinguirse jamás…”[6]

Gina Attaccalite nació hace 80 años en la comuna de Campocavallo, provincia de Ancona, vivía con sus padres, hermanos, tíos y primos lo que hacía seguramente los domingos al mediodía una gran mesa a la hora del almuerzo familiar. Cuando terminó la Segunda Guerra se rumoreaba que podría venir otra contienda de envergadura y por el temor a revivir esas imágenes, su padre decidió venirse a la Argentina. Viajó durante dieciséis días en el barco carguero Entre Ríos, llegando al puerto de Buenos Aires cuando transcurría el año 1947. Allí los esperaba un familiar que vivía en el país, y como no se conocía tenía que ponerse un sombrero con plumas, de esta manera pudieron conocer a esos primos que vivían en la América. Gina recuerda esos días, “llegué al país con apenas 16 años, allá en Italia dejé familiares, amigos y hasta un noviecito. Papá tenía mucho miedo que venga otra guerra y se lo lleven a mi hermano, él había pasado por esa etapa durante tres meses, siempre trabajamos en el campo inclusive cuando vinimos acá y nos instalamos en una estancia en Las Parejas de un primo de papá.” Como muchos, sigue intacto el recuerdo de las hostilidades vividas, “la retirada de los polacos fue muy fea, muy triste, nos robaron todo, comida, ropa, mataban a quién encontraban en el camino. Nosotros nos refugiamos en un sótano que había construido la familia, creo que eso nos sirvió para ser fuerte y defendernos en la vida”. Gina, que volvió en 1991 a su patria natal hoy disfruta de su vida junto a sus dos hijos y cuatro nietos, mantiene firme en su memoria los días de su infancia vividos en Ancona donde nada le fue fácil pero tampoco imposible.

Augusta Cavalieri con tan sólo 12 años viajó con su madre y dos de sus hermanos durante dieciocho días en el barco Marco Polo para llegar a las nuevas tierras, donde su padre ya se encontraba trabajando con un tío en la localidad vecina de Armstrong. Y fue allí donde Augusta se instaló en 1948 junto a su familia mientras su papá trabajaba como peón de campo. Ella nació el 11 de agosto de 1936  en Corridonia, provincia de Macerata y recuerda que en los años de guerra perdió el habla a causa del susto producido por las bombas caídas muy cerca de su casa. Se casó con Raimundo Drisaldi con quién vivió primero en campos pertenecientes a la localidad de Cañada de Gómez y ciudad en la que finalmente se quedó residiendo. Visitó dos veces Italia donde vive la hermana que se quedó y que hoy cuenta con 91 años de edad.

Bruna Isidori nació en Potenza, provincia de Macerata el 24 de octubre de 1930 y de muy pequeña conoció a Nazareno Caracini, un ex soldado de la guerra mundial que había sido prisionero de los alemanes en los campos de concentración. Fueron novios durante dos años, cuando Nazareno decide venirse a la Argentina proponiendo que sea él quien venga a probar suerte primero pero Bruna se mantuvo firme y le dijo, “o te vas conmigo o no nos casamos”. Ellos en Italia estaban acostumbrados a trabajar en los campos, pero las consecuencias del conflicto bélico dejaron el hambre y la miseria como principal característica de la región.

Impulsados por un tío de Nazareno, llegaron a Buenos Aires en 1949 después de haber viajado casi un mes en un pequeño barco carguero. Quién debía esperarlos en el puerto era una tía, pero al estar enferma fueron los patrones de ella, al llegar nadie se conocía pero en un momento llegan dos personas con una foto de ellos, que al sorprenderse por el momento se presentan y emprenden el viaje para su primer parada en la nueva tierra, Montes de Oca donde al igual que su próxima posta la localidad de Acebal se dedicaron a trabajar quintas. Luego vinieron a la vecina localidad de Armstrong donde permanecieron durante doce años hasta 1965 cuando compraron una pequeña porción de campo donde actualmente reside Bruna junto a la familia de su hijo Antonio.

Con lágrimas en sus ojos y su voz entrecortada por la emoción, recuerda aquellos años en que se “extrañaba mucho, lloré mucho es una sensación que no se lo deseo a nadie. Gracias a Dios pudimos ir varias veces a Italia, en el ´76 cuando regresé por primera vez mi padre había fallecido y posteriormente en el ´85 también mi madre había muerto. Pero realmente fue muy duro el destierro, muy triste…”

Gina Calamante y Arduino Falappa nacieron en Assingoli, provincia de Macerata, en el mismo año 1924 pero con cuatro meses de diferencia siendo mayor ella que él, ambos fueron no solamente vecinos, también compañeros de la escuela, de los bailes, de las reuniones en la plaza de su pueblo, novios y llevan más de 63 años de casados. Llegaron al país el 9 de junio de 1949, después de que Arduino sobreviva a la guerra mundial. Recuerda que fue prisionero de los alemanes cuando Italia rompe relaciones con el ejército de Hitler, pasó cuatro meses de mucha hambre y temor en el cuartel, “una noche un capitán nos confesó que iban a prender fuego a todos nosotros fue así que empezamos a planear la huida, nos fijamos que por la ventana podíamos lograr la meta, y una noche hicimos una especie de soga con las sábanas y varios pudimos salvarnos la vida…” comentó Arduino. Además tuvo que caminar meses hasta llegar a su pueblo es que para que los alemanes no lo descubrieran caminaban de noche, lejos de las rutas y las vías, tomaban agua de algunos tachos en los campos o de los baños públicos, fue una travesía larga, penosa pero con final feliz.

Una vez salvados se vino junto a Gina a la Argentina, el primer lugar de residencia fue en San José de la Esquina donde una tía le consiguió trabajo en un campo, posteriormente cuando estaba visitando a su amigo Italo Michelangeletti, conocido popularmente como “Miquelo”, se encontró con un directivo de La Helvética de apellido Caronni y cuando le preguntó donde vivía y que hacía le ofreció trabajar en la empresa. De esta manera llegan Gina y Arduino a Cañada de Gómez a mediados de los ´50. De su vida en Italia recuerda que “éramos cinco hermanos, todos fuimos a la guerra lamentablemente el del medio nunca volvió, no supimos nada de él.” Y de su llegada nos comentó “no sabía ni hablar en español, la única palabra que sabía decir era perro, después cuando arribamos al puerto no nos esperaba nadie y nos dio una mano el tío de un amigo que era Jefe de la estación de Lanús quién me quedó grabada sus palabras: Bambino, usted ayudó a mi sobrino, entonces yo lo ayudo a usted…

En la provincia de Ascoli nació el 1 de abril de 1920 Brandina Fedelli, su padre y algunos de sus tíos habían estado en la Argentina antes de la guerra del ´14 trabajando en las cosechas pero ante el pedido de sus abuelos volvió a Italia solamente el papá de Brandina, a quién le tocó ser protagonista de la Primera Guerra Mundial. Dante Cimadamore era su esposo, combatiente de los últimos tres años de la Segunda Guerra Mundial que salvó su vida de milagros, ya que se enfermó de malaria y le dieron un par de días de licencia en el cuartel donde se encontraba, al volver no encontró a nadie, todos habían sido prisioneros y posteriormente fusilados. Dante y Brandina se casaron en Italia pero a raíz de las duras consecuencias dejadas por la guerra deciden emigrar a pesar del embarazo de siete meses que llevaba Brandina. Llegaron un 14 de noviembre de 1948, la primera noche la pasaron en Migraciones y al día siguiente un cuñado de Brandina los llevó hacia Trenque Lauquén, el nuevo destino. En esa ciudad y en la Maternidad Evita nacieron los mellizos Juan Domingo y María Eva, a raíz de esto le escriben una carta a Evita quién se la devolvió con una importante ayuda económica.

Allí Dante empezó a trabajar en el frigorífico y descubrió un nuevo oficio que no se iría a través de las generaciones, la construcción, comenzando como ayudante de albañilería. Vivieron trece años en el sur hasta que decidieron trasladarse hacia nuestra provincia donde habitaban familiares de Brandina, residieron un tiempo en Campo Mosca donde Dante y el pequeño Juan construyeron las viviendas y la escuela de la citada zona rural, tiempo después se trasladan a la quinta donde aún hoy viven ubicada en Mitre y Av. La Plata, en el límite norte del radio urbano cañadense. Este lugar pudo comprarse gracias a que edificaron nuevas casas a la familia Cesoni, su antiguo propietario, y por ese trabajo se pago parte del mismo. Brandina hoy tiene 91 años y recuerda que no le fue fácil sobrevivir sus primeros tiempos en la Argentina, a pesar de tener muchos familiares, no sólo por no entender primero el idioma sino también extrañar su lugar de nacimiento.

Los hermanos José y Alfiero Bonci llegaron a Cañada de Gómez el 16 de abril de 1950 junto a su madre Anita Tarucci. Su padre, Duilio hacía un año que ya estaba en la ciudad, tuvo que venirse antes a raíz del fallecimiento de un familiar de su madre Gilda Carbonari y debía recibir la herencia en nombre de ella y de sus hermanos que habían quedado en Italia. Los Bonci son oriundos de la provincia de Ancona, Anita nació en Cupra Montana, en cambio sus hijos en Serra San Quirico.  José recuerda que conoció a su padre recién cuando tenía 6 años ya que nació en 1939 cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial y Duilio volvió al pueblo en 1945 cuando finalizó, “vi caminar un soldado por el pueblo, fui corriendo y lo abracé… era mi papá” recuerda emocionado. El primer hogar donde residieron fue en Balcarce 1145 de la familia Carbonari para posteriormente trasladarse al campo de su propiedad, vivieron ahí hasta que ambos se casaron. Alfiero manifiesta que “tenía 3 años cuando vine de Italia, Argentina nos brindó todo, nunca renegué del país porque sería renegar de la decisión que tomó mi padre de venir. Volverme a Italia, y ambos lo sentimos, era como faltarle el respeto a papá.”

José Ciccorossi dejó Italia en 1949 por temor a otra guerra, se rumoreaba que la China comunista invadiría a Europa y de esta manera abandonó sus tareas rurales emprendiendo para la Argentina. Allá en Morovalle, provincia de Macerata, quedaron esperando señales de vida su esposa Josefa Mireio y sus hijos Ángel, Sixto, María, Gabriel y Vicente. En Cañada de Gómez trabajó en la estancia de Moreno ubicada enfrente de la escuela Marinsalta. Dos años más tarde arribaron a Buenos Aires el resto de la familia.

Vivieron sus primeros seis meses en una propiedad ubicada en España pasando Necochea, recientemente destruida, posteriormente residieron en calle Urquiza cerca del Club San Martín cuando solamente estaba pavimentada desde Ovidio Lagos hasta el Hospital. Los entrevistados de la familia fueron el mayor y el menor de los hermanos, Ángel y Vicente respectivamente, quiénes recordaban esos primeros años en la ciudad, por ejemplo cuando a Sixto, Ángel fue a trabajar por primera vez a la cartonera hasta que una crisis de la empresa los obligó a dejar sus puestos. Al poco tiempo se incorporaron a La Helvética donde se jubilaron después de estar ahí durante más de cuarenta largos años. En cambio Vicente se dedicó a la fabricación de ropa de trabajo siendo la primera empresa donde entró la recordada TAYCA de Tagliotti y Cavalín ubicada en calle Lavalle frente a la estación de servicios, posteriormente se trasladó a Venado Tuerto participando en el mismo rubro. De sus recuerdos en Italia José manifiesta que cuando iba a la escuela en plena etapa del fascismo “debíamos vestirnos con un uniforme que comprendía una camisa negra, un pantalón gris con tiradores y un pañuelo atado atrás en los hombros con una hebilla con las iniciales del Duce” Vicente en cambio era muy pequeño cuando llegó a la Argentina “mis primeros años fui al colegio San Antonio de Padua, después estuve seis años en el seminario hasta que dejé para salir a trabajar.”

Con 25 años de edad llegó al país Eszio Scalella, proveniente de su pueblo natal Monte Giorgio, provincia de Macerata. A diferencia del resto, no se escapó de la guerra, no vino por la miseria ni vino por amor, vino a conocer y probar suerte. En Italia trabajaba normalmente en el campo, había ido a la escuela cuando se daba clases hasta los sábados a la mañana y educación física a la tarde, la guerra la vio pero no le tocó de cerca, y un bueno día decidió visitar a su tío Scalella que vivía en Cañada de Gómez. Cuando llegó le gustó mucho la ciudad, vivó unos días en la casa de la familia Arcángelli, al tiempo comenzó a trabajar de empleado en la carpintería de Ciani, después conoció a María Inés Córdoba con quién se casó y tuvo dos hijos, Sandra y Mauricio. En 1973 y 1991 visitó a su pueblo natal, inclusive su hija actualmente vive en la península italiana. Hoy pasa sus días disfrutando de su jubilación y su hermosa nieta.

Llegamos a 1958 y en el país asume la presidencia Arturo Frondizi, un intelectual impulsor de las teorías desarrollistas, y uno de los políticos más polémicos de la historia argentina que había logrado su triunfo con el apoyo de Juan Domingo Perón en el exilio. En Santa Fe gobernaba Carlos Sylvestre Begnis y un cañadense ocupaba un lugar como ministro, el Dr. Félix Pagani, la ciudad era dirigida por Gerardo Cabezudo y en esos años se continúa con la obra de pavimento, se adquieren nuevos vehículos para recolectar basuras, barredoras y arreglo de caminos. Una prolija administración obstruida en 1962 por el golpe de estado a Frondizi y siendo reemplazado por un triunvirato comandado por Antonio Bártoli, Juan Santana y Hernán Petersen, único caso donde tres personas ocupan el cargo de intendente a la misma vez.

En ese contexto llegan a la ciudad la familia Silenzi-Moreschini, con seis integrantes de los cuáles dos de ellos viven actualmente en la ciudad. Oriundos de Monte Giorgio,  Stella la menor de ellos, era muy pequeña cuando arribaron al país pero amablemente nos relató la experiencia familiar, “mis padres y abuelos se vinieron porque habían sufrido muchísimo las guerras mundiales en las que participaron ambos, mi papá por ejemplo le tocó experimentar con el hambre, la malaria y estar a punto de la muerte. El temor a otra guerra y que lo tocará a mi hermano le hizo tomar la decisión de venirse a Cañada de Gómez, acá residía una hermana de él casada con Arcángelli. Viajamos con un boleto muy barato en el barco, el viaje fue horrible, mi abuela se enfermó gravemente despertándose un tumor, falleciendo a los pocos meses de la llegada. Vivimos un tiempo en la casa de mis tíos, papá hacia de todo para sobrevivir, trabajó en distintas actividades hasta que pudo entrar a La Helvética donde ganaba bastante bien, gracias a eso y una ayuda de un tío de Santa Fe pudieron comprar su terreno y edificar su casa en la esquina de Alberdi y Primera Junta. Trabajó casi hasta su muerte, se jubiló a los 65 y cuatro años más tarde mi padre falleció…”

Hoy, su madre cuenta con 79 años se conoció con su esposo en las fiestas patronales del pueblo y lo acompañó a esta nueva aventura. Su etapa inicial en el país fue muy dura y triste, se sentía muy sola, había dejado todo en Italia. Durante 15 años no supo nada de su familia, no pudo escribirse, no había teléfonos. Con el tiempo y gracias a la colaboración de sus hermanos en Italia pudo viajar en varias oportunidades a su lugar natal, pero según expresa su hija, “mamá sufrió muchísimo el desarraigo y creo que esa es la causa por la que no quise irme a vivir a Italia cuando en Argentina las cosas andaban mal…”

Asterio Boletta nació en Jesi, provincia de Ancona el 23 de febrero de 1947, quién compartió su experiencia de vida, “me vine de Italia con mis padres y mis abuelos paternos, ellos tenían miedo que comenzara pronto la guerra de los siete días, allá por el año 50. Viajamos en un barco durante poco más de dos semanas. Mi padre había estado en la Segunda Guerra Mundial y mi abuelo en la Primera y en la Segunda, entonces te podes pensar que ellos estaban muy susceptibles a que ocurriera otra y de tener que soportarla. De la guerra recuerdo que mi papá era marino y el barco donde navegaba fue hundido, recibió fuertes heridas en el rostro que le dificultaron escuchar, a raíz de eso recibió una pensión. Mi papá tenía un campito de tres hectáreas que valían oro y era empleado público, celador en una escuela pero la economía no era buena y como te decía antes el temor a otra guerra le hizo tomar la decisión de venirnos a la Argentina junto a toda la familia. Yo era el hijo más grande, único en ese entonces ya que mis hermanos son argentinos.  Al primer lugar donde fuimos es a Córdoba, allá mi abuelo tenía unos hermanos que llegaron al país en los años 20. De allá se trajo una motito, máquina de coser y algunos instrumentos musicales. Mi padre se dedicó a muchas cosas,  muy trabajador, fue colectivero, chofer de taxi, tuvo un criadero de aves en una pequeña granja, y por último una imprenta.” Asterio es de últimos en llegar a Cañada de Gómez, a comienzos de los 80, con su mujer y su hija. Trabajó durante más de 20 años en el diario “Estrella de la Mañana” y hoy se dedica a realizar cobranzas.

Hoy la comunidad marchegana que vive en Cañada de Gómez la componen además Nelio, Pierino y Rosana Leoncelli; Darío Farfaglia; Carola Orazi; Giovanna Pistarelli; Delio Arcángelli; Elisa Carbonari… 


El suizo


De aquella imponente colectividad suiza que viniera a poblar la provincia de Santa Fe y nuestra ciudad, solamente contamos con un solo inmigrante suizo nacido en el país helvético. Recordemos que a ellos debemos el nacimiento de ciudades como San Carlos, San Jerónimo Norte y Esperanza como para citar a las más sobresalientes. La puerta al país se las abrió Urquiza desde Entre Ríos donde entre muchas colonias fomentaron el crecimiento de San José. Se dedicaron a sembrar trigo, maíz, cebada, lino y algodón; plantaron frutales, papas, hortalizas, legumbres, vides y olivos; produjeron miel, leche en abundancia y manteca. Así todo existió inmigración suiza individual, al menos después de 1820, por más que no haya estadísticas al respecto, ni mucha información. Se dedicaron al comercio y al trabajo manual. En Suiza, el período 1845 – 1855 se caracteriza por una serie de crisis en todos los órdenes. Además de la intranquilidad política social y religiosa, se registraron malas cosechas y una baja en los productos agrarios, progresiva desocupación en la industria textil a partir de los adelantos técnicos, crecientes clausuras aduaneras en los estados vecinos, etc. Esto hizo que aumentara la inmigración hacia los países de América y sobretodo en Argentina.

En Cañada de Gómez nace a comienzos de la última década del s. XIX la institución coral “Germania Helvética”, esto tenía como prioridad formar un ente que uniese a la suizos instalados en el pueblo. Esta institución duro muy poco tiempo y recién en 1897 le nace a un grupo de inmigrantes la idea de crear una sociedad que acogiera a los miembros de  la colectividad suiza, hecho realidad el 19 de setiembre de 1897, en que se resolvió la instauración de un centro social, que finalmente tuvo forma el domingo 7 de noviembre del mismo año, cuando constituyeron la Sociedad Suiza de Cañada de Gómez. Siendo sus fundadores los señores: Cristián Augsburger (p), Federico Augsburger, Jacobo Augsburger (p), Juan Aeschlimann (p), Alejandro Affolter, Juan Frey (p), Eduardo Andrés y Juan Frey, Rodolfo Húrzeler, Juan Koller, Luis Mayer, Federico Neuhaus, Félix Schaer, Félix Schaer (h), Federico Steiner, Santiago Schaer, Ulrich Steiner, Cristián Stuky, Nicolás Thuler, Federico Urfer, Alejandro Leiser, Conrado Weber (p), Federico Weber, Carlos Zürcher, Federico Gerber, Godofrido Schindler, Alfredo Reimond y Rodolfo Lang. La primera comisión directiva estuvo conformada por Federico Urfer, presidente; Luis Mayer, secretario; Andrés Frey, tesorero; Nicolás Thuler, Ernesto Geisbuhler, Santiago Schaer, Eduardo Frey y G. Schindler, vocales.

Gottfred Hausmann oriundo de Lotzwil, provincia de Berna en Suiza, un pequeño pueblo que sus comienzos remontan al 1194 aproximadamente, nació hace 75 años en ese tranquilo y modesto rincón helvético. Llegó de muy pequeño al país en 1939 junto a sus padres y hermanos, viajaron tres meses en barco y durmieron la primera noche en el Hotel de los Inmigrantes. Al día siguiente toda su familia fue llevada a la provincia de Misiones engañados de que le darían cincuenta hectáreas para descansar, cuando arribaron era puro monte, la casa no existía la debieron construir, y lo único que se podía sembrar era arroz. Su padre que era químico textil debió rebuscarse la vida con la plantación de cañas. A los 19 años debió viajar a Buenos Aires por un problema grave de salud, sufrió de anemia a causa del agua que bebía en el monte misionero, estuvo internado tres meses en el Hospital Alemán. Al tiempo comenzó a trabajar en el Correo con la instalación de centrales telefónica recorriendo el país, por ese motivo llego en el año ´60 a Cañada de Gómez a la sucursal local. Allí se enamoró y por más que prosiguió sus series de viajes laborales en 1975 se instaló definitivamente en la ciudad. En 1980 la Municipalidad de Cañada de Gómez lo contrató para trabajar en la parte eléctrica de los vehículos en la Maestranza, que estaba ubicada en Bv. Balcarce entre Quintana y Maipú donde hoy en uno de sus lotes está instalada la Casa del Bicentenario. Hausman es considerado una persona callada, muy especial, con una generosidad extrema y una bondad cosechada en esas épocas duras en la selva misionera donde supo ganarse el significado de la Vida

Las manos del portugués…


La inmigración de portugueses al actual territorio argentino durante la colonización española, sobre todo a Buenos Aires y la zona de las Misiones Jesuíticas, fue considerable, especialmente durante el periodo de unión dinástica entre Castilla y Portugal. Los portugueses radicados en Buenos Aires durante la colonia, casi en su totalidad varones, establecieron una red de relaciones comerciales y familiares de gran influencia en la vida económica de la capital del virreinato. Tras la restauración de la independencia de Portugal, prosiguió una cierta inmigración — en este caso bastante forzada— con destinos bastante singulares, por ejemplo a poco de ser creado el Virreinato del Río de la Plata el naturalista y viajero Thadeus Haenke cita la presencia de portugueses dedicados al cultivo de la vid y la producción del vino en tierras de Mendoza confinados allí por los españoles quienes los habían deportado desde la isla de Santa Catarina y la Colonia del Sacramento. La cultura portuguesa tuvo una gran influencia en la cultura argentina, en especial en lo relacionado con la cultura gaucha y en la cultura y habla rioplatense.

En nuestra ciudad no existe información exacta acerca de que haya habido alguna colectividad portuguesa, sin lugar a dudas que a comienzos del s. XX pudieron haber habitado la ciudad descendientes de Portugal. Hoy un solo inmigrante vive en Cañada de Gómez, José Da Costas Santos nacido hace 89 años en Anjos, una comunidad perteneciente al concejo de Lisboa de apenas 0.48 km2.

José arribo al país el 24 de octubre de 1934 con 13 años de edad, su padre había fallecido cuando él era un niño y su madre residía en Argentina tiempo antes a raíz de que una tía la trajo a la ciudad de Santa Fe, y fue hasta allí donde se dirigió cuando su padrasto se encargó de ser su tutor hasta que obtuviera mayoría de edad. Tiene muy pocos recuerdos del viaje, “ha pasado mucho tiempo” nos comentó, pero una vez que pudo independizarse se dirigió a Buenos Aires donde comenzó a trabajar en empresas constructoras, después se trasladó, en 1950,  a Chañar Ladeado donde se casó y tuvo a sus hijos. Diez años después es convocado por Mario Serrano y Emilio Terrádez para que trabaje en la empresa que construiría la Galería Mario, desde ese año quedó definitivamente en la ciudad salvo un pequeño tiempo que trabajó en la ciudad de Campana. Por sus manos pasaron las construcciones del Instituto José Razetto, la Ford, el edificio de tres pisos ubicado en Lavalle al 1000, la Escuela San Martín, las oficinas de la usina y el místico Florencio Varni, el estadio de básquet del Sport Club Cañadense. También supo rebuscarse trabajando horas extras como mozo, en los servicio que prestaban primero Lorenzetti en el Suizo y posteriormente el recordado Colorado Varvello. “Es cierto que no me críe en el país que nací pero me toco estar en el país que pude vivir, y acá gracias a mi trabajo nunca me faltó nada…” José Da Costas Santos, por sus manos pasaron la concreción de importantes obras que quedaron fijas en el patrimonio arquitectónico de la ciudad.




La patria grande…


El sueño de patria grande que mantenía los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín nunca pudo ser llevado a cabo a lo largo de 200 años de historia. Podemos tomar como iniciativa la de 1985 cuando el presidente argentino, Raúl Alfonsín y su par brasilero, José Sarney firman la Declaración de Foz de Iguazú dando la base de lo que hoy conocemos como MERCOSUR. Pero se fortaleció aún más cuando se firmó el 23 de mayo de 2008 en la ciudad de Brasilia la creación de la UNASUR, Unión de Naciones Suraméricanas. La primera en ocupar la presidencia pro tempore fue la por entonces presidenta de Chile, Michelle Bachelet, en un mandato de un año de duración.  El día 4 de mayo de 2010, en la cumbre extraordinaria en Campana, provincia de Buenos Aires, se designó por unanimidad a Néstor Kirchner como primer secretario general de Unasur por un periodo de dos años siendo interrumpido por la súbita desaparición del expresidente argentino.

Nuestro país ha recibido innumerables ingresos de personas de parte de nuestros hermanos americanos, como por ejemplo de Bolivia donde se calcula que cerca de tres millones de bolivianos habitan la Argentina, inmigrantes que vinieron a principios del s. XX para dedicarse a las cosechas de tabaco y azúcar destacándose hoy en los trabajos de construcción y en tareas hortícolas.

Desde Chile particularmente se asentaron por cuestiones laborales en parte de la Patagonia y Cuyo, donde predominan características similares a las que se viven en el país trasandino. La última etapa inmigratoria está relacionada con la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), lapso durante el cual se alcanza el pico de emigrantes hacia la Argentina. Desde entonces se ha registrado un importante retorno, con el efecto de la emigración hacia Chile de una gran cantidad de niños argentinos, hijos de los chilenos que están retornando. Nuestra ciudad cuenta con un importante número de inmigrantes y descendientes chilenos, Guillermo Estay Araya fue quién nos relató su experiencia personal, “vine hace 36 años a causa del golpe militar del ´73, la situación se volvió caótica todo fue muy cruel sobretodo en las ciudades grandes como Viña del Mar, de donde provengo, Valparaíso, Santiago. El gobierno de Pinochet tomó medidas muy duras, había toque de queda en cualquier momento del día, las fábricas estaban cerradas, te perseguían por tus ideologías, despedían a los obreros” Cuando le consultamos como era el gobierno de Salvador Allende, lo recordó de la siguiente manera, “tomó importantes medidas sociales, fue un reformista nacionalizando las riquezas del país como el cobre, entregaba un litro de leche a cada chico en cada colegio del todo país, mejoró los hospitales, e intentó mejorar la generación que venía en caída”.

En el primer lugar que se instaló en el país fue en la provincia de Mendoza y por intermedio de un amigo conoció a Hugo Bertoya, que lo invitó a venirse a Cañada de Gómez para trabajar en carpintería, tallando muebles a mano. Durante un tiempo formaron una agrupación pero al quedar el cupo mínimo no pudo seguir adelante, manteniendo una buena relación con el Consulado chileno, mantuvieron las tradiciones como la comida, el baile a la nueva generación de hijos y nietos nacidos en la Argentina. Hoy milita en tareas sociales, defendiendo los intereses de su querido barrio 2 de Abril.

Hasta 1865, Paraguay, bajo los gobiernos de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López, construyó astilleros, fábricas metalúrgicas, ferrocarriles y líneas telegráficas. La mayor parte de las tierras pertenecía al Estado, que ejercía además una especie de monopolio de la comercialización en el exterior de sus dos principales productos: la yerba y el tabaco. El Paraguay era la única nación de América Latina que no tenía deuda externa porque le bastaban sus recursos. Esta bonanza finalizó cuando el gobierno argentino de Bartolomé Mitre, junto al brasilero y al uruguayo más la financiación de la corona británica invadieron a Paraguay destruyéndola por completo, matando a niños y hombres,  robando sus tierras, sus casas. Al inicio de la contienda Paraguay contaba con 1.500.000 de habitantes, finalizada apenas llegaba a 300.000, un verdadero genocidio americano donde lamentablemente nuestro país tuvo un lugar detestable en la historia.

Ciriaco Orue es un cañadense oriundo de la República hermana de Paraguay, nacido en Asunción en 1941, su padre Germán era funcionario del presidente paraguayo Higinio Morínigo Martínez que en 1940 tomó el gobierno tras el fallecimiento del entonces presidente José Félix Estigarribia, al ser designado presidente provisorio, por el consejo de ministros y en 1943 fue elegido Presidente constitucional para un período de 5 años. Al ser derrocado, después de una penosa guerra civil iniciada en 1947, por el dictador Alfredo Stroessner, Germán Orue se exilia en Buenos Aires. Un año después su familia hace lo mismo, siendo Ciriaco un niño de apenas 8 años. Su arribo a Cañada de Gómez es consecuencia que Germán, su padre, consigue trabajo en el ferrocarril en 1955. Su primer trabajo fue en la carpintería de Ciani-Cárdenas hasta que un incendio lo dejó sin trabajo, posteriormente en 1960 por intermedio de un señor de apellido Zanardo ingresó a La Helvética hasta el 2001 cuando cerró por la crisis financiera de la empresa y del país. Desde 2003 es empleado en una importante industria metalúrgica de la localidad de Las Parejas.

La inmigración uruguaya a la Argentina se remonta a los orígenes mismos como país independiente. Miles de artistas y deportistas uruguayos migrantes se han vuelto famosos en la Argentina, entre ellos figuras de gran reconocimiento popular como Horacio Quiroga, Enzo Francescoli, Horacio Ferrer, Luis Cubilla, Irineo Leguisamo, Julio Sosa, China Zorrilla, Natalia Oreiro, Víctor Hugo Morales, Osvaldo Laport, Ricardo Espalter, Henny Trailes, William Adolfo Torena de León, entre muchos otros.

El censo 2001 registró 217.564 uruguayos que significa el 7,67% de los extranjeros, convirtiéndola en la sexta comunidad. Entre 1960 y 1980, debido a razones políticas y económicas, inmigraron a Argentina 118.000 uruguayos, casi el 4% de la población total del Uruguay. Cabe destacar que las semejanzas culturas y étnicas de uruguayos y porteños, hace que, en la ciudad de Buenos Aires, las diferencias sean muy poco notables dentro de la población local, a diferencia de lo que ocurre con otras comunidades como los italianos, españoles, bolivianos, chilenos, japoneses, etc., etc.

Ángela Cantera de Saires nos dejó su testimonio de su historia en Uruguay, “en Montevideo había una situación muy complicada de trabajo, mas o menos 1968, nosotros con mi marido Rafael teníamos vidriería y él a su vez trabajaba en una mueblería, yo cocía para una fábrica, pero meses en los que no había nada de trabajo, entonces teníamos la idea de venirnos a Buenos Aires pero mi familia nos pidió que nos quedáramos y compramos una casa con ayuda pero resultaba difícil salir adelante porque el salario era muy bajo, solo para vivir y mantenernos los tres. En el año 72, vinimos a Cañada a visitar a la familia de mi marido, su hermana y su madre, y con la idea de quedarnos si es que había trabajo, dejamos dicho en Montevideo que nos vallan vendiendo las cosas, al mes viaje para allá , y en trayecto, en el colectivo iba pensando que cuando llegara a mi casa le iba a escribir a mi marido para que se vuelva y cuando llegue me habían vendido todo…No había muchos medios para comunicarse solo por carta en aquella época. Solo me traje una valija de herramientas y un poco de ropa, con eso nada más empezamos acá. Nos quedamos un tiempo en la casa de mi cuñada y con el dinero de la venta de nuestras cosas nos compramos el terreno. Como mi marido era carpintero enseguida se puso a trabajar e hicimos el rancho fueron épocas de mucho ahorro, pesito por pesito para hacer lo mas que se podía. Yo estoy contenta de estar en Cañada de Gómez, no se como hubiera sido nuestra vida si nos quedábamos allá, extraño mi familia sin dudas, nos vemos seguido gracias a Dios, hablamos por teléfono, por mensaje de texto, hasta por Chat!!! Jaja parece mentira antes era solo por carta que tardaban como quince días en llegar o por telegrama pero era un lujo, grabábamos casettes charlando y mandando saludos esa era nuestra conexión.”

Finalmente debemos recordar que en Cañada de Gómez también viven oriundos de Uruguay la familia Izquierdo integrada por Evergito, María del Pilar, Luis Rodolfo y Rosa Isabel.

La comunidad de Brasil está cercana a 35.000 individuos y los provenientes de Colombia a los 20.000, la gran mayoría en la ciudad de Buenos Aires. En Cañada de Gómez se aloja Regina Kardos, proveniente de Brasil.


Conclusiones

Que habría pasado en la historia de Cañada de Gómez sin la presencia de los inmigrantes, desde el primer jefe de estación pasando los pioneros de la industria, la construcción, la política, el comercio fueron nacidos en otros países. Hasta tuvimos curas párrocos provenientes del extranjero. Somos consecuencia de un crisol de razas muy poco característico en la zona, pero en proporción muy similar al del país.

Muchos de nosotros somos hijos, nietos o bisnietos de inmigrantes y es nuestra obligación mantener en alto los valores que ellos nos transmitieron a lo largo de las generaciones, como el amor al trabajo, a nuestra patria y a la de ellos, el valor de la palabra, la fuerza de la amistad, la solidaridad, el compañerismo, la ayuda mutua. Como sociedad hemos crecido de la mano de inmigrantes que dejaron su tierra, con una valija cargada de esperanza. Por esos motivos se festeja su día, con el fin de cultivar las tradiciones de las distintas colectividades que viven en nuestro suelo.

Es bueno volver a citar las letras de la canción escrita por Rafael Amor y conocida por la interpretación de Facundo Cabral, No me llames extranjero…

No me llames extranjero, por que haya nacido lejos,
O por que tenga otro nombre la tierra de donde vengo
No me llames extranjero, por que fue distinto el seno
O por que acunó mi infancia otro idioma de los cuentos,
No me llames extranjero si en el amor de una madre,
Tuvimos la misma luz en el canto y en el beso,
Con que nos sueñan iguales las madres contra su pecho.

No me llames extranjero, ni pienses de donde vengo,
Mejor saber donde vamos, adonde nos lleva el tiempo,
No me llames extranjero, por que tu pan y tu fuego,
Calman mi hambre y frío, y me cobije tu techo,
No me llames extranjero tu trigo es como mi trigo
Tu mano como la mía, tu fuego como mi fuego,
Y el hambre no avisa nunca, vive cambiando de dueño.
Y me llamas extranjero por que me trajo un camino,
Por que nací en otro pueblo, por que conozco otros mares,
Y zarpé un día de otro puerto, si siempre quedan iguales en el
Adiós los pañuelos, y las pupilas borrosas de los que dejamos
Lejos, los amigos que nos nombran y son iguales los besos
Y el amor de la que sueña con el día del regreso.
No me llames extranjero, traemos el mismo grito,
El mismo cansancio viejo que viene arrastrando el hombre
Desde el fondo de los tiempos, cuando no existían fronteras,
Antes que vinieran ellos, los que dividen y matan,
Los que roban los que mienten los que venden nuestros sueños,
Los que inventaron un día, esta palabra, extranjero.

No me llames extranjero que es una palabra triste,
Que es una palabra helada huele a olvido y a destierro,
No me llames extranjero mira tu niño y el mío
Como corren de la mano hasta el final del sendero,
No me llames extranjero ellos no saben de idiomas
De límites ni banderas, míralos se van al cielo
Por una risa paloma que los reúne en el vuelo.

No me llames extranjero piensa en tu hermano y el mío
El cuerpo lleno de balas besando de muerte el suelo,
Ellos no eran extranjeros se conocían de siempre
Por la libertad eterna e igual de libres murieron
No me llames extranjero, mírame bien a los ojos,
Mucho más allá del odio, del egoísmo y el miedo,
Y verás que soy un hombre, no puedo ser extranjero.


[1] Texto original del primer Preámbulo de la Constitución Nacional Argentina, 1853
[2] Alberdi, Juan Bautista (1879), "Gobernar es poblar", página explicativa incluida en Bases y puntos de partida para la reorganización nacional, Buenos Aires: La Cultura Argentina, 1915, pág. 18.
[3] - «Un siglo de presencia Hispana en Cañada de Gómez», en Estrella de la Mañana, 29 de julio de 1989 y días ss
[4] La Nota, Cañada de Gómez, 7 de julio de 1945
[5] Revista Estrella, Libro Estelar Nº 4, Nº 197, diciembre de 1961
[6] Trujillo Francisco, trabajo mecanografiado,

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