El rol de Chiche Gelblung y la revista Gente en la última dictadura militar


Durante la última dictadura militar, la revista Gente, propiedad de Editorial Atlántida, fue uno de los medios más afines a la estrategia comunicacional del régimen instaurado el 24 de marzo de 1976. Sus páginas –como las de otros magazines y diarios de la época– sirvieron de plataforma para los objetivos que los represores se habían fijado de cara a la opinión pública.


En 1976, al frente de Gente se encontraba Samuel “Chiche” Gelblung, a quien por estos días el diputado porteño denarvaísta Daniel Amoroso propuso nombrar “personalidad destacada de la cultura de la Ciudad de Buenos Aires por su larga trayectoria periodística”.
Gelblung había ingresado a Atlántida como cronista en 1966. Cuando ocurrió el golpe de Estado, ya era jefe de redacción de Gente y más tarde fue designado subdirector. En ambos casos, estuvo al tope del staff, sólo por debajo del director ejecutivo Aníbal C. Vigil. Ocupó ese puesto hasta principios del ’81, cuando pasó a editorial Perfil.
Cada vez que se lo cuestiona por su desempeño en los ’70, conduciendo una revista tan asociada con la propaganda de la dictadura, Gelblung repite que se limitó a hacer lo mismo que otros medios, como Clarín y La Nación, y que él también sufrió atentados militares. “No me avergüenza nada de lo que hice. Nadie me obligó. Era una época en la que todos creíamos estar en guerra (…) Había que estar en un bando o en el otro. Y yo elegí”, sostuvo en una entrevista de 2008 con la revista Sociedad. “Hicimos lo que pudimos –agregó–. Y todo estuvo bien mientras mataban a nuestros enemigos. Pero después empezaron a matar a nuestros amigos. A mí me metieron tres bombas.”
Tiempo Argentino presenta hoy un material que vuelve a poner en discusión lo hecho durante la dictadura por gran parte de la prensa. Se trata de un cable desclasificado de la Embajada de los Estados Unidos en la Argentina, fechado el 16 de junio del ’76, donde se menciona a Gente y se hace un relato que involucra al entonces ministro del Interior Albano Harguindeguy con personas “detenidas” por la represión.
El telegrama Nº 3976 –desclasificado por el Departamento de Estado– tiene como tema “el gobierno y los medios” y fue enviado a Washington con la firma de Maxwell Chaplin, subjefe de la misión de los EE UU que en el país encabezaba el embajador Raúl Castro. Se ocupa de la llamada “campaña antiargentina”, una de las estrategias con las que el régimen buscó victimizarse y negar la existencia de secuestros y centros clandestinos de detención. Este supuesto “complot” organizado desde el extranjero tuvo un amplio despliegue en las páginas de Gente. De hecho, en 1978, en vísperas del mundial de fútbol, Gelblung en persona se ocuparía de su cobertura, en una de sus notas más repudiadas por los organismos de Derechos Humanos, titulada “Cara a cara con los jefes de la campaña antiargentina”.
El fin explícito del telegrama era mostrar los “errores” con que la dictadura se manejaba en relación a la prensa, incluso la más afín. “Los intentos más bien ingenuos e ineptos del gobierno por utilizar a los medios argentinos desde el golpe”, resume el texto. En este marco, se refiere a un “incidente ilustrativo”, menciona a Gelblung y describe, según la embajada, el armado de una nota favorable a los represores.
El cable afirma que en su edición del 10 de junio del ’76, Gente publicó un artículo con una serie de cartas enviadas desde el exterior, pidiendo por la liberación de personas que, se sospechaba, estaban en poder de la Junta. “Las cartas –indica el documento– eran parte de lo que el ministro del Interior Harguindeguy llamó ‘un complot internacional contra la Argentina’ en una conferencia de prensa el 2 de junio, y, de hecho, el artículo señaló que eran tan similares que claramente representaban una campaña coordinada.”
En sus declaraciones públicas, Harguindeguy había dicho desconocer el paradero de las personas mencionadas y que la mayoría ni siquiera había estado en el país. Según el informe de Chaplin, Gente solicitó copias de ese material para cubrir el tema. “El ministro aceptó –continúa el relato– pero cuando le mostraron las pruebas de galera de un muy favorable artículo, cambió de opinión y ordenó que las cartas no fueran publicadas. Gente explicó que la edición ya se había enviado a la imprenta y Harguindeguy respondió que si no era retirada iba a tener que confiscar la tirada.”
En ese momento, el cable sostiene: “Cuando fue consultado por el editor ejecutivo de Gente Samuel Gelblung (proteger) sobre el fundamento de su actitud, Harguindeguy admitió tímidamente que había mentido en su conferencia de prensa y que de hecho la mayoría de los individuos nombrados en las cartas estaban en custodia gubernamental.” Ante esa supuesta revelación, el funcionario norteamericano escribió: “Gelblung inmediatamente solicitó un poco de cinta, cubrió los nombres ofensivos y el artículo levemente alterado apareció el día siguiente.”
Contactado por Tiempo Argentino, Gelblung negó lo planteado en el cable. “En mi vida crucé una palabra con Harguindeguy –sostuvo–. No recuerdo este episodio puntual, pero, independientemente de eso, en mi vida he tenido un diálogo con Harguindeguy”. También agregó: “En mi vida la revista Gente le remitió a ningún ministro, estando yo a cargo de la redacción, ni un solo papel, ni un print, ni una prueba de nada, digamos, que yo tenga conocimiento.” Incluso, Gelblung llegó a asegurar que “la relación con la casa de gobierno en el ‘76 era nula” y que lo único que recibían de los militares eran “puteadas”. Sobre el artículo en cuestión, dijo no recordarlo: “No lo tengo presente, tendría que revisarlo”, respondió.
La nota de Gente mencionada en el telegrama se tituló “¿Quién está detrás de todo esto?” Anunciaba “las pruebas de una campaña contra el país” y ocupó cuatro páginas donde se mostraron siete cartas, de las cuales seis llevaban bandas negras tapando los nombres de las personas por las que se intercedía. “El país enfrenta un hecho gravísimo. El ministro del Interior ha denunciado que hay una campaña del terrorismo internacional para desprestigiar a la Argentina en un momento clave del proceso de reorganización nacional”, afirmaba el primer párrafo de la nota. “Desde 14 países llegan a diario cartas que reclaman la ‘liberación’ de presuntos detenidos políticos que ni siquiera han estado como turistas”, agregaba.
Sobre una misiva enviada desde Suecia con once firmas, la revista dijo que para los peritos habían sido escritas por sólo dos personas. “Una vulgar falsificación. Una burda mentira que intenta entorpecer el camino del país”, consideró Gente. De una carta con membrete de la universidad británica de Bradford, que intercedía por dos científicos, el artículo volvió a hacer suya la versión militar: después de poner en duda la existencia misma de esas personas, sentenció que “nunca estuvieron en la Argentina”. En cuanto a un reclamo con remitente de Palma de Mallorca, aseguró que pedía “la ‘liberación’ de personajes convertidos en ‘caballitos de batalla’ por el terrorismo internacional”.
La única carta sin tachaduras fue una dirigida al dictador Jorge Rafael Videla desde Alemania, exigiendo por la libertad de ocho ciudadanos chilenos. De acuerdo con los documentos públicos consultados por este diario, todos ellos estuvieron efectivamente en poder de los represores, en el marco del Plan Cóndor y en sintonía con la dictadura de Augusto Pinochet.
Retomando los dichos de Harguindeguy en su conferencia de prensa, Gente también vinculó otros hechos resonantes con la teoría conspirativa que buscaba instalar la Junta. Entre los episodios reseñados estaba el asesinato del ex presidente de Bolivia Juan José Torres, exiliado en Buenos Aires y muerto el 2 de junio del ’76. La revista, que le dedicó un recuadro al tema, lo definió como “uno de los hitos más dramáticos de la campaña terrorista internacional lanzada contra la Argentina”. Luego se sabría que a Torres lo asesinó la represión conjunta de los gobiernos de Videla y del boliviano Hugo Banzer. Asimismo, se recordó el homicidio de Zelmar Michelini, periodista uruguayo y denunciante de los crímenes militares en su país. Michelini había sido asesinado en Buenos Aires dos meses después del golpe. En 2006, la responsabilidad intelectual de su muerte, también ejecutada dentro del Plan Cóndor, se le imputó a la dictadura que en Uruguay encabezaba Juan María Bordaberry.
“Son parte de este plan oscuro”, sostenía Gente en el ’76. Por entonces, la misma tónica se replicaba en otros medios de Atlántida. De hecho, existen tres denuncias que piden investigar el vínculo entre los uniformados y esa editorial. Una fue hecha en 2009 por el abogado y periodista Pablo Llonto, que presentó un escrito en la causa Nº 14.216, del 1º Cuerpo del Ejército, para que se determine la relación entre los represores, Clarín y la revista Somos (ver recuadro). Por otra parte, está la causa Nº 7.650, impulsada en 2008 por Thelma Jara de Cabezas, sobreviviente de la ESMA, a raíz de una nota publicada por Para Ti en 1979. Allí, por “conexidad”, sumó su denuncia Alejandrina Barry, hija de militantes montoneros asesinados en 1977 en Uruguay. En su caso, los artículos en cuestión aparecieron en diciembre del ’77 en Somos y en enero del ‘78 en Gente y Para Ti.
Según adelantó Llonto, el cable presentado por Tiempo puede agregarse a los elementos acumulados en estos expedientes. También afirmó que “Gelblung tiene que ser llamado a declarar como imputado”.
“Si la justicia me quiere preguntar algo, no tengo ningún problema. No tengo nada que ocultar”, respondió el ex director de Gente.
Cuando ya pasaron 36 años del golpe de Estado, el rol cumplido por la prensa sigue aguardando a ser esclarecido.  <
 
 
 
Llonto: “Hay que juzgar el rol de la prensa”
Pablo Llonto, abogado en varias causas por crímenes de la dictadura, presentó en 2009 una denuncia en el Juzgado Federal Penal Nº 3, de Daniel Rafecas, para que se investigue el papel que en el plan de la Junta Militar ocupó la prensa. Su caso testigo fueron notas publicadas en 1977, donde se mostró a los centros clandestinos como “establecimientos” de detención y se contó “cómo viven los desertores de la subversión”. Llonto explicó que “la denuncia fue hecha en función de editorial Atlántida y Clarín, y para que se investigue el rol cumplido por otros medios”. En ese sentido, sostuvo que Samuel “Chiche” Gelblung “debe ser llamado a prestar declaración”.
Su hipótesis es que “varios medios formaron parte de una campaña de desinformación a la sociedad, como parte del plan de ocultamiento de la dictadura”. Mencionó el antecedente internacional de los juicios por crímenes de lesa humanidad cometidos en Ruanda, donde se juzgó el rol de los medios. “Argentina tiene que juzgar penalmente el papel que tuvo la prensa, investigar cuál fue el rol de los medios y de determinados periodistas en hechos concretos.”
 
–¿Qué lectura hace del caso puntual de Gelblung?
–Creemos que es alguien que debe ser citado como imputado, por la responsabilidad jerárquica que tuvo y por distintos elementos que fuimos agregando.
–¿Cómo cuáles?
–La nota que para Gente va a hacer a Francia en el ’78, por la “campaña antiargentina”, donde es él quien pone los adjetivos y califica a los organismos de Derechos Humanos. También está la entrevista que en 2008 dio a la revista Sociedad. Ahí dice que había una guerra y que él eligió un bando, y queda en claro que ya el ’76, con lo que cuenta de “Jarito” Walker, fue testigo de un secuestro. No de haberlo visto, pero sí de saber que Jarito tenía tres días para irse del país (ver aparte).
–¿Fue llamado a declarar?
–Nunca. Lo pedimos varias veces. El juez lo tiene que citar para que haya una conclusión, en uno u otro sentido.
 
 
El caso “Jarito” Walker
Enrique “Jarito” Walker fue periodista y militante montonero, desaparecido el 17 de julio del ’76. En los ’60, fue secretario de redacción de Gente. En 2008, en una entrevista con Juan Salinas para la revista Sociedad, “Chiche” Gelblung dijo lo siguiente: “Me llamó el general Samuel Cáceres (sic), que había sido jefe de la Policía Federal, y me preguntó si Jarito era amigo mío. Le dije que sí (...). Cáceres me dijo que tenía tres días, 72 horas para irse del país. Me apuré a ponerme en contacto con él y lo cité en la Cámara Argentina de la Construcción. Ahí, en el ascensor, le transmití el mensaje. Y él me dijo: ‘Es lo único que te faltaba: ser el vocero de los secuestradores.’ ‘Andá a la mierda’, le contesté, muy amargado. Pasó el plazo fijado y a Jarito lo chuparon en un cine de la avenida Rivadavia al cinco mil.”
 
Tiempo Argentino

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