Una mañana recibí a Mimi en el Museo, y allí él me pidió si yo podía acomodar un poco sus escritos, darle una cronología y publicarlos. En aquel momento estos fueron publicados en el Semanario El Informe, que dirigía David Castellán, y los firmé sólo con mis siglas P.D.T.. Hoy vuelvo los publico en este blog, y sea mi eterno homenaje a un hombre que aportó mucho por la historia cañadense, brindandos sus recuerdos y anécdotas. No quiero que sea mío este escrito, sino el de todos y todas las cañadenses, ya que en aquel entonces Emidio me pidió que lo hiciera para que no se perdiera en el olvido. Espero que lo disfruten como yo lo hice hace unos años atrás.
Conocí a
Emidio cuando empecé a trabajar en el Museo Histórico Municipal en marzo del
2009 y realmente debo considerar que no existe persona en vida que cuente la
vida del Cañada de entonces como lo narra él a los largo de sus charlas y releyendo
sus cuentos y narraciones. Este tramo de nuestra historia es en realidad un
resumen de todo lo escrito por Capanna sumado a una serie de entrevistas que le
realicé a lo largo de estos años.
Hoy Emidio
se siente orgulloso del crecimiento de la ciudad, y en reiteradas veces expresa
su agradecimiento a la mentora del éxito cañadense en la actualidad, nuestra
Intendente Municipal Dra. Stella Clérici. “He visto administrar a la mayoría de
los intendentes pero como Stella no vi ninguno, tan práctica, tan sencilla, tan
humilde y tan pujante. Si uno recorre los barrios y se acuerda como era antes,
te das cuentas del crecimiento de Cañada, volvimos a nacer desde el momento que
asumió esta mujer.”
La llegada
al país de su familia se debe a las
consecuencias que dejó en Italia la Primera Guerra Mundial donde dejó profundas
grietas económicas y ante el rumor de
otra posible contienda Ángel Capanna decide
venirse a la Argentina junto a su esposa María y sus hijos Natalia, Vicenta y
Emidio de apenas un año y medio de vida.
Emidio, el protagonista de esta historia nació en
Penna Sant´Andrea el 27 de febrero de 1924, y cuenta que en alta mar “vinieron unos
turcos que al verme a mí tan pequeño, rubio y de ojos celestes le ofrecieron a
mi madre comprarme, te podes imaginar el susto de mamá que desesperada les
quería hacer entender que de ninguna manera me vendería, pero fíjese lo que es
la vida en febrero del ´56 me casé con Nieve, una turca, y de esta no me pude
escapar…” Al llegar al país primero se instalaron en Devito, posteriormente en
Marcos Juárez y finalmente en Cañada de Gómez. Al arribar, la familia de Carlos
Bondi le dio hospedaje a los Capanna hasta que Ángel pudo alquilar cinco
hectáreas y poder hacerse una linda quintita.
Emidio siendo un bebé, junto a su madre y hermanas en Italia |
Su notable memoria hace que hoy podamos narrar los
comienzos de Emidio en aquella joven ciudad que era Cañada de Gómez, en esos
duros primeros pasos recuerda que con sólo ocho años caminaba las calles vendiendo en una gran
canasta de mimbre facturas, churros y pan caseros, y la principal clientela la
encontraba en las puertas del viejo Colegio Nacional ubicado en la calle San
Martín entre Ocampo y Ballesteros. Sobre el portón ubicado en esta última se
ubicaba Emidio y su canasta a esperar el alumnado.
Fue así que entre café y café Emidio comienza su
relato recordando que
«En aquel entonces las calles cañadenses eran de
tierra húmeda en el invierno y de polvo volar en las calurosas jornadas del
verano. Los callejones no tenían veredas y la mayoría de los terrenos estaban
cercados con tejidos de alambres y muchos de ellos recubiertos de ligustrines.
Era muy común en esos años ver las patas embarradas,
ya que a raíz de las lluvias y la permanente humedad reinante en la zona, los
habitantes de la ciudad se ensuciaban con el barro de sus calles y
caminos.»
La
etapa escolar fue muy dura, como las de muchos niños de esos tiempos. Concurrió
en la recordada escuela Estrada, un establecimiento concurridos por chicos de
familias humildes de la zona Oeste de la ciudad, donde salieron destacados
profesionales y dirigentes. Emidio nos manifestó que
«Cuando
yo tenía siete años comencé a ir a la escuela, en aquel entonces se empezaba de
grande el ciclo escolar, en la escuela José Manuel Estrada, llamada
popularmente de Los Piojitos. Estaba
ubicada en la calle Rivadavia al 1700, donde hoy funciona una tienda. Después
la trasladaron a la calle Rivadavia al 1400, donde se encuentra un comercio de
venta de vidrios. Tengo los mejores recuerdos de los primeros años de esa
escuelita. Una vez, como quería aprender a silbar me puse cuatro dedos en la
boca y me salió tan fuerte el sonido que la maestra Sara Fredes me pegó con un
puntero en la cabeza. Otro día en que la maestra se tuvo que ausentar unos minutos
y dejó como encargados del cuidado del aula a dos chicas, Esther y Elsa
Disanzo, cuando ella regresó estas niñas
le manifestaron que todos los varones nos habíamos portado mal y de castigo nos
dejó media hora en penitencia. Me acuerdo también que vinieron a vacunarnos a
todos los alumnos, pero con el único que no pudieron lograrlo fue con Carlos
Disanzo por los gritos que daba. A esa escuela fuí hasta tercer grado. Quiero
acotar que la escuela nos regalaba las alpargatas a rayas y guardapolvos porque
todos los chicos de aquella época éramos de familias muy humildes. Luego fui a
la escuela Mariano Moreno, cuyo director era el señor Escrivá, la misma estaba
ubicada en calle Rivadavia al 1100 al lado de donde hoy está la propiedad de la
Unión Obrera Metalúrgica, cursé allí hasta cuarto grado, donde finalicé mi
ciclo escolar, porque tenía que ayudar a mi papá que estaba enfermo, como
consecuencia de haber estado en la guerra del '14. Recuerdo que cuando tenía
ocho años estábamos jugando cerca de la vía y pasaba un tren de pasajeros. Le
arrojamos, con Titi Bertoya, padre del
Dr. Osmar Bertoya, unas piedras y
rompimos un vidrio. Al rato vino la policía nos cargó en el sulqui y nos llevó
a la Jefatura.
Después mi papá y el papá de Bertoya nos vinieron a buscar.»
En su preadolescencia Emidio solía acompañar a su madre
con la jardinera a vender todas las verduras que cosechaban en la quinta, donde
junto con sus hermanas trabajan desgranando con una máquina el maíz y
embolsaban el marlo. Otro de las labores a que se dedicaba su padre era criar
pollos y gallinas. En sus descansos suele soñar con aquellas vagonetas tiradas
por caballos utilizadas por los lecheros, panaderos, verduleros, y otros
repartidores. En cambio la mayoría de las mulas era utilizada para los carros
que se recolectaban la basura. Otro de los trabajos que realizó el joven Mimi fue el de ciruja, recolectando huesos, vidrios, hierro, entre otras cosas que
se lo vendía a Mateo Novara.
Continuando
con el relato de Emidio, es envidiable la capacidad de su memoria, que ha sido
fuente de muchos historiadores en la ciudad. Sus recuerdos y su forma de
describir la ciudad de entonces, nos hace sentir los olores y la brisa de
antaño en nuestra piel. Entre esas imágenes que Capanna lleva latente en sus
ojos, es la calle Marconi, que fuera en principio proyectada ser una avenida de
circunvalación, era ancha con zanjas profundas, sobre el este un extenso tejido
dividía a la ciudad de la Estancia y sus plátanos gigantes que hoy vemos fueron
colocados allá por el ´30.
Ahora
bien, pasemos a la descripción de esa ciudad, la que vive latente en los ojos
recuerda Capanna…
«Las vías férreas dividían a Cañada en
una zona Norte y otra Sur. La primera se extendía desde Boulevard Centenario hasta Boulevard
Balcarce, y de este a oeste desde Boulevard Marconi, antes Potosí, hasta
Independencia. Más allá de esta última calle y
hasta la que hoy es avenida Alem había hornos para la fabricación de
ladrillos, explotados en su mayoría por la familia Frangi. Siguiendo hacía el
oeste, donde hoy funciona Papelera Mediterránea, se encontraba el Aero Club,
conformado por dos hangares y una pista de aterrizaje. Un día hubo un gran
festejo, don Juan Arfinetti había ganado la carrera de las Catorce Provincias organizada en homenaje a la malograda
Miriam Sttefford, que se había caído con su avión en el año anterior, y fue
todo un acontecimiento. También allí se
hallaba la fábrica de jabones de Ángel Lovazzano y el vivero de Coloccini.
»Allá por el año 1931 en Cañada de
Gómez se escuchaba, día y noche, desde lejos el silbato del tren que se iba
aproximando, pasando los de pasajeros y los de carga. Sobre los vagones de
estos últimos venía la gente del Norte con sus monos, es decir bolsos, para realizar la cosecha del maíz. Paraban
en la estación, se dirigían al boliche La
Bronca que quedaba en la esquina de Edison y las vías férreas, allí los colonos los esperaban para contratarlos
y llevarlos al campo.
»Donde
hoy es el barrio de las Piletas era todo campo. Por allí estaban instalados
los Munini, que eran muchos y tenían un gran monte frutal, y también nosotros,
los Capanna, que todos los años carneábamos siete u ocho cerdos, uno para la
familia Ferrari y el resto los facturábamos y los vendíamos a un grupo de
obreros que trabajaban en la cuadrilla ferroviaria kilometro 8. La mayoría de
esos empleados eran rusos y polacos que consumían mucho tocino y grasa de
cerdo. También vivían por esa zona los Dick, Aeschlimann, Lino Quagliotti, y
Amadeo Cimarelli, algunos de los cuales tenían quintas mientras que otros
criaban gallinas y cerdos. Cuando se mudó la última de las familias nombradas,
ese terreno lo alquiló el señor Ërcole Có, que tenía un empleado llamado
Alfredo Frangi y se dedicaba a la venta de pasto, muy común en ese tiempo. En
un pequeño triángulo, pasando las vías, se encontraba la casa de fin de semana
de la familia Mascotti, donde había
montes frutales y en el centro una gran pileta que funcionaba como criadero de
ranas; y en una fracción de campo, de tres hectáreas, vivía un señor Pérez que
se dedicaba a la venta de leche. En los terrenos donde hoy está el
polideportivo de la “Cooperativa” vivía una familia suizo-alemana, los
Augsburger. En ese lugar, anteriormente había existido la fábrica de caña que contaba con una chimenea, conservándose
actualmente parte de ella. La familia Augsburger explotaba todo el campo, pero especialmente se dedicaba a la crianza
de cerdos. Esta familia tenía una hija que se llamaba Dorita, un día el papá le
compró un auto y como ella lo conducía, la gente la llamaba machona porque no era habitual para la época
que una mujer condujera. En el mismo establecimiento donde vivía Augsburger
residía la familia donde Lucía nos enviaba a cazar cuises y nos pagaba cinco
centavos por cada una. En ese mismo campo, donde sembraban alfalfa, había una
casita con molino y tanque donde vivían los Cabrera, cuya esposa,
Casimira, era conocida como la señora que fumaba. La familia de Juan
Abregú, apodado “El Pastero” y padre de Manuel, Sergio y Ceferino, famosos
ciclistas, explotaba un campo donde hoy es la quinta de Romegialli, sembrando
también alfalfa, la que traían en su chata a la ciudad y distribuía por unas
ventanitas que generalmente estaban en los callejones o calles suburbanas.
El presidente Justo, pasando por Cañada, en la inauguración de la Ruta Nacional 9 |
La
Ruta Nacional N° 9 fue inaugurada por el presidente Agustín P. Justo el 5 de
junio de 1937, pero esa arteria mucho tiempo antes de esa jornada era apenas un
angosto camino de tierra donde Emidio y sus amigos solían jugar desde la salida
del sol hasta la llegada de la oscuridad. Esos años lo recuerda de la siguiente
manera
«No existía la Ruta 9 y al norte de su
actual emplazamiento había otros hornos de ladrillos de la familia Bianchi.
Nosotros vivíamos donde cruza la
Ruta 9 con el paso a nivel de la vía, en aquel tiempo era una
calle angosta con plantas de naranjas a ambos lados, las llamábamos naranjas salvajes porque eran todas
verdes. Camino a la escuela, también veíamos pasar los camiones de Enrique
Maier que en aquel tiempo tenían ruedas macizas, y los chicos de Munini, los
Bertoya y yo nos sentábamos en el eje del acoplado, porque venían muy despacio
y muchas veces así cruzábamos el tambo de Castro Martínez.»
El tambo que recuerda Emidio y que
pertenecía a los Castro Martínez era ni más ni menos que donde hoy está
emplazado el Parque Municipal y los puesteros del pequeño establecimiento
familiar partían a la ciudad con tres vacas a vender leche y esto se llamaba venta de leche al pie de la vaca...
Antes de que el intendente Borgarello
tomara la decisión de pavimentar la ciudad, fue la construcción de la actual
Ruta 9 la obra vial más imponente de esos tiempos. Sobre ese tema Mimi recuerda que…
«En el año 1933 aproximadamente, en el
cruce de las calles Mendoza y Santa Fe se inició la obra de pavimentación de
Rosario a Córdoba. Desde ese lugar hacia el Este se hizo pavimento, que era de mayor
calidad y hacia el oeste asfalto, llamado entonces macadam. En nuestra ciudad el obrador estaba ubicado en la calle
Marconi y las vías férreas, desde donde se llevaba el material para la obra. El
mismo era trasladado en una especie de zorrita,
yo la llamaba así porque era parecida a la que se utilizaba en el ferrocarril
para cargar carbón a las locomotoras. Esa zorrita
se deslizaba por vías realizadas a su medida, por tramos de diez metros, en
forma paralela al asfalto. A medida que avanzaba la obra se desarmaban los
tramos que quedaban atrás. Así se continuó hasta el 5 de junio de 1937, cuando
se realizó la inauguración, a la que concurrieron el presidente de la nación
Agustín P. Justo; el Intendente Bautista Borgarello y las escuelas con sus
alumnos. En ese mismo día de inauguración se mató en un accidente
automovilístico en la ruta Juan Abregú.»
Era
muy común en aquellos tiempos en organizarse torneos de fútbol entre amigos o
comercios en conjunto con los clubes, ya que la Liga Cañadense no estaba armada
de la forma en que hoy la disfrutamos. El día que Newell´s inauguró en los años
´30 su segunda cancha, situada en las calles Derqui y Alvear, organizó un
torneo de fútbol, y Emidio jugó para uno de los equipos.
«Fuimos
todos los jugadores del equipo rojo
en una vagoneta de mi papá, arrastrada por un caballo, por supuesto. Como era
todo campo cruzamos de la calle Oroño, atravesamos Suipacha, la Calle Honda, que era amplia y baja,
pasamos por el Sport Club Cañadense, que tenía una cancha de fútbol con una
gran tribuna, y un velódromo donde pasaron los mejores ciclistas del mundo,
como Loatti de Italia, Petri de La
Plata entre muchos otros hasta llegar a la cancha de
Newell´s.»
Pero
quizás no sea esa la parte más importante de su vida deportiva, Emidio integró
durante 62 años consecutivos los equipos de bochas del Club Atlético Almirante
Brown. En 2005, cuando como corresponde todo los años la Municipalidad de
Cañada de Gómez homenajea a los deportistas destacados del año, la Intendente
Municipal Dra. Stella Clérici le entregó una medalla por su trayectoria
deportiva, cabe aclarar que no hay persona alguna que haya estado tantos años
en forma consecutiva vistiendo la misma casaca en un deporte a nivel nacional.
En
ese viaje imaginario por las calles del Cañada del ayer, Emidio describe a otro
de las zonas populares, donde hoy se encuentra el Barrio Jardín…
«De
la calle Ayacucho hasta la actual Ruta 9 y calle Mitre, los terrenos estaban
ocupados por las plantas frutales de la Quinta del Ñato Bianchi. La calle Mitre
llegaba hasta Jorge Newbery, no hasta la Ruta como ahora. En calle Oroño se encontraba la
cancha de fútbol de Everton y de ésta hacia el oeste era todo un parque con
eucaliptus llamado el Prado Español, donde se solían juntar los españoles que
bailaban las danzas de su patria, siendo
don Corcuera el más afamado bailarín de jotas. Centenario, Marconi, Ayacucho y
la hoy Ruta 9 era todo descampado, sólo había tres o cuatro casas por manzana, e íbamos a cazar con los perros galgos. De
Marconi al este era todo campo, donde actualmente se encuentra el barrio
Fonavi, y lo explotaba la familia Bosco y después Antonio Amondaraín, hacia
1944-45.»
Entre
las imágenes que tiene latente Emidio fue la inundación ocurrida cerca del año
1940, se había formado una gran laguna en la zona donde hoy está el acceso a la
Autopista Rosario-Córdoba. No hubo víctimas porque esa parte del barrio Sur no
estaba tan habitada como hoy.
Los
comercios de entonces fueron de los más variados y quiénes nos apasiona la
historia local debemos recurrir a periódicos de antaño para poder descubrir que
rubros existían en Cañada de Gómez. Emidio lo hace muy fácil, papel y lápiz en
mano, acompañado de un plano dibujado por él mismo empieza a enumerar uno por
uno los negocios, bares, fábricas. Les puedo asegurar que las nombró a todas
pero por una cuestión de espacio les detalló las más importantes que citó…
«Voy a
tratar de recordar, también, los negocios e instituciones que había en nuestra
ciudad en las décadas de 1930 y 1940. Comenzando, en Lavalle y Chacabuco estaba
el taller de zapatería de Molinari; en la primera cuadra de Marconi se
encontraba la feria ganadera de Amalio Rey y Roque Desimone, donde luego se
hizo un circuito de motos. El día de la inauguración corría una mujer, cosa nada común para la época, la señorita
Dolly Borsini, quien al tomar la primer curva tumbó haciendo que el resto de
los participantes rodaran con sus respectivas motocicletas, situación que
obligó a reiniciar la carrera, a posteriori en ese lugar se instalaron la
Cooperativa Mixta y la Federación Agraria; también en esa cuadra, sobre los
terrenos del ferrocarril, se hallaban los bretes, donde se abastecía de agua y
comida a la hacienda que se transportaba por tren.
»En
Rivadavia y Ayacucho, el almacén y fábrica de chacinados y embutidos de Armando
y Gino Ripessi; en Ocampo y Ayacucho, el almacén y tienda de Elías Rafael; en
Lavalle y Ayacucho, el negocio de Araya, padre del gran cantor Rogelio Araya,
casa que todavía sigue en pie; en Balcarce al 200, estaba instalada una bomba
que suministraba agua a todas las instalaciones ferroviarias; (…) en Ocampo y
Colón Federico Otman tenía su casa de ramos generales, contando con un enorme
sótano cuya tapa se hallaba en el centro del comercio. En una oportunidad ésta
se encontraba levantada y una clienta sin darse cuenta se cayó al mismo y don
Federico que había ido en busca de la mercadería por ella solicitada, al no
presenciar la escena se pensó que ésta se había ido del negocio, pero al oír su
llamado supo donde se hallaba, rescatándola sin consecuencia alguna...
»Siguiendo,
por Lavalle al 200 estaba la fábrica de
escobas de Juan Casalegno y al 100 la carpintería de Polla; en Belgrano y
Balcarce, la tienda de Daud; en Lavalle y Belgrano, la venta de cloro de Carlos
Sassi; (…) en Belgrano y Rivadavia, la carnicería Farías, hoy de la familia
Natali; (…) en Rivadavia y Mitre, una casa de venta de fardos de pasto, luego
almacén de Coccalotto, y actualmente casa de enseñanza del idioma inglés, My
Flower; en la misma esquina la Escuela Juan Bautista Alberdi, llamada por
muchos la Escuela Pombo.
»En la
manzana que encierran Brown, Colón, Ayacucho y Necochea estaba el Club Argentino Juniors, que luego
se unió con Everton, dando origen a Everton Argentino Juniors. Durante los
partidos de fútbol el vestuario del equipo local estaba al aire libre en los
fondos de la casa de la familia Fredes, mientras que el visitante lo hacía
también al aire libre sobre los fondos
del tapial de la familia Disanzo; (…) en Brown y Belgrano, la panadería
Robledo, del padre del destacado político Ángel Federico Robledo, luego de Juan
y Poli Johansen; en frente, la
verdulería de Ángel Capanna y en la vereda contraria, el almacén de ramos
generales de Sassi… Por ese barrio
siempre se veía caminar a Don José Deganutti, con el torso desnudo, larga
melena y descalzo aún en pleno invierno. Se destacaba por su gran generosidad.
Fabricaba pan y lo regalaba a los vecinos y al hospital. En un terreno armó una
plaza para diversión de los niños con hamacas, calesita, sube y baja, por él
construidos.
»Al oeste
se encontraba, por Maipú al 100, una herrería exclusiva para herraduras de
caballos; en Ocampo al 1400, la fábrica de helados de Lopresti, realizados
artesanalmente, entre dos barriles de acero se ponía hielo, se colocaba la
crema en el barril más pequeño y manualmente se lo giraba hasta que se
convertía en helado…
»En 9 de
Julio y Moreno, la cancha de fútbol del Club Sarmiento; en San Martín y hoy
Ruta 9, el comedor de Faggioli, frente a la fábrica de aceite de don Hugo
Romegialli que contaba con más de cien obreros.
»En el
barrio sur en calle Edison y López, un
surtidor de combustible, del que aún se conserva su fachada; en frente la
canchas de fútbol y de bochas del Club América; el boulevard López era ruta principal de Rosario a Córdoba hasta que
se inauguró la Ruta 9, por la misma calle detrás de la Estación del Ferrocarril
se hallaba la cancha de tenis Lawn Tennis Club; en boulevard López y Libertad, el almacén de Miguel Chale; en boulevard López al 400, la cancha de
fútbol del Club Tigre; al 500 el galpón de máquinas del Ferrocarril Central
Argentino; en boulevard López y San
Lorenzo, la cerealera de Montesi, luego fábrica de alimentos balanceados para
animales Provita; en Patagonia y
Callao, la pileta El Círculo; en Rawson al 700, la Comisaría II del barrio Arroyito; en Bolívar al 200, el bar Don
Lino de Lino Cuagliotti; entre Bolívar, Rosario, Urquiza y Venezuela estaba
situada la cancha de fútbol del Club Arroyito. Allí en un partido de fútbol el
equipo local marcó un gol y un espectador que se hallaba sobre el techo de su
casa, muy emocionado por festejarlo dió un paso adelante cayéndose, con suerte
para continuar celebrando. En Bolívar y Libertad, la casa de compra-venta de
Mateo Novara y en Bolívar al 700, la verdulería de los hermanos Martínez,
frente al bar Rógani, haciendo esquina con Iriondo, el almacén y bar Pedelini,
la panadería de Pedro Bondi y la vieja Escuela Almafuerte; en Urquiza al 200,
la chatarrería Cuagliotti; en Urquiza y Libertad, en la casa de la familia
Argüello donde había una pista de baile, de tierra, preparada por el Club
Arroyito; en Urquiza al 700, la verdulería Bondi, frente al Hospital San José;
en Urquiza e Iriondo, el almacén de Luis Ferrigno; en Ovidio Lagos al 60, la
Cooperativa Mixta; en Ovidio Lagos y boulevard
López la casa de venta de ramos generales de la familia Cantori, una de las más
prestigiosas de Cañada; en Ovidio Lagos, entre Callao y Roldán, el prostíbulo
La Carmelita; en Bolívar y Paraguay, la panadería de Juan Santilli; en Callao
al 1700, el almacén de Ida Beltramo; en Ovidio Lagos y Castelli, el almacén y
bar de Lancioni; y en Lagos al 600, la carnicería de Mogetta.
La vuelta al perro no quedó borrada en su presencia
y más aún es presente en la retina del entrevistado el inicio de la
pavimentación de la ciudad allá por finales de la década del treinta. La obra
comenzó a hacerse en Ocampo y Quintana continuándose hasta Mitre. El obrador
donde se preparaba todo el material se hallaba en la calle Yrigoyen, frente a
la actual Escuela Técnica. En ese lugar se encontraba trabajando Américo
Rastaldo, el Tarzan cañadense, apodado
así porque se disfrazaba de Rey de la
Selva, haciendo alarde de su físico, para los carnavales, donde iba en una
jaula arrastrada por una camioneta. Dada su fortaleza se dedicó al boxeo y tuvo
la valentía de enfrentar a Abel Cestac, invicto con veintiuna peleas ganadas
por knockout, siempre en el primero o segundo round, siendo el primer
contrincante que le aguantó la pelea hasta el final en el Teatro Verdi.
Mientras recuerda con humor y nostalgia a ese personaje cañadense retoma los
nombres de los negocios céntricos
«En
Balcarce y Oroño, la carnicería de Castells; en Oroño y Carcarañá, la Unión
Ferroviaria, lugar de reunión de los empleados ferroviarios con excepción del
personal de máquinas;(…) en Balcarce y Sarmiento, la Casa Crosignani; en
Sarmiento y Lavalle, la sede de Everton; en la misma esquina la Farmacia de
Elizabeth Cabezudo de Bertone; en Ocampo y Sarmiento, la farmacia García,
Hispano Argentina; en Sarmiento y Ballesteros, la panadería Tavonatti; en
Sarmiento y Brown, el boliche La Patona;
en Balcarce y España, la estación de ómnibus; en la vereda opuesta, la Casa
Vázquez, que también tenía un par de secciones, zapatería y juguetería, en
Lavalle y España, sobre ésta última había un gran portón de entrada al
corralón, el cual hoy se encuentra en un galpón en la calle Colón al 1200; en
frente la farmacia Mamprín; en la otra esquina la Tienda La Imperial, hoy un
bar con el mismo nombre; y en la restante Juan Feno, con su agencia y venta de
autos.
»En 7 de
Octubre y España, estaba el bar de Los Cuatro Escalones; en Ocampo y España, el
Bar de Juancito Mussi; en España y Ballesteros, la panadería La Piamontesa de
Di Tomaso; (…) en Yrigoyen y Lavalle, el
Bazar Laguna, que fue trasladado a Lavalle al 1000 luego de que sufriera
un gran incendio, hoy allí se encuentra el bar Van Gogh, en Ocampo e Yrigoyen
el bar de Gregorio, actual plazoleta
de las colectividades; en Yrigoyen al 200, la fábrica de sodas de González…
»En calle
Pagani se encontraba el Restaurante de Lorenzo Vaquero, hoy Galería Mario; en
Moreno y Balcarce Montesi y Cía.; en Moreno y Lavalle la Casa Radical, frente a
la confitería Los Dos Chinos, y en otra esquina la Casa Boston. En Moreno al
100, la Cooperativa Mixta; en 7 de Octubre y Moreno, la verdulería Virgili; en
Moreno al 100, la carnicería Pasquiero; en Moreno y Ocampo, la casa de ramos
generales Fausto Aboitiz; en Moreno y Rivadavia, el café Parón, especializado
en remos (submarinos).
»En
Necochea al 900, la cancha de básquet y de bochas del Sport Club Cañadense, que
contaba además con la mejor pista de baile de la ciudad. Allí se contrataban
grandes orquestas de Buenos Aires y concurría la gente a diversos eventos,
entre los que se destacaban los bailes de disfraces a la salida de los corsos.
En San Martín y Balcarce estaba la casa Abate y en San Martín y Carcarañá, la de ramos generales
de Baccifava, en frente la licorería Bravi, y en la otra esquina otra
licorería; en San Martín y Lavalle el taller de hojalatería Crossetti hermanos;
en Lavalle y San Martín, la tienda Barato Argentino, luego Arteta y Galver,
ahora Casa Pardo; en la otra esquina la librería
La Chapira; a mitad de cuadra sobre la vereda oeste se encontraba la Tienda de
la familia de Rodolfo Punte; en San Martín y 7 de Octubre, la verdulería
Perrone, hoy zapatillería Rosmar; en frente, el Hotel Mayo; en San Martín al
100, la carnicería Tocalli; en San Martín y Ocampo, el viejo edificio del Colegio
Nacional; frente a la panadería Sonet posteriormente de la familia Di Tomaso
con el recordado Tomasito; en la
esquina de San Martín y Ballesteros, la oficina del cerealista Ridiero, frente
al boliche Martinelli; en Rivadavia y San Martín, la casa Cañón, frente a la
casa Rímoli; en San Martín y cortada Beltrame el bar de Negri; en San Martín y
Brown, el bar Menghi, en frente la fábrica de mosaicos Perrone; en San Martín y
Necochea, la panadería de Cabero y Zorzi;
en frente la fábrica de soda de José Benedetti y sus hermanos; en Centenario
y Suipacha, el Sindicato de Panaderos;
en Balcarce y Schnack, el bar Dóntico; en Balcarce al 1000, la Empresa Constructora
Evidente, frente a la verdulería Bocolini; en Balcarce al 1100, la peluquería
Maccari, frente al almacén Carbonari, cerca de la verdulería Drago; en
Pellegrini y Balcarce, había una gomería, y en frente pintura y chapería de
Pérez; en Balcarce al 1400, el taller de Batisttini; en Balcarce al 1400, el almacén
de Aparicio; en Balcarce y Quintana, la Maestranza Municipal; en Lavalle y
Quintana, la escuela Domingo Faustino Sarmiento; en Ocampo y Quintana, casa
Garino, frente a la panadería de Mariano Serrano, después de Dionisio García,
donde trabajé durante tres años aproximadamente, luego se establecería la
fábrica de galletitas Serrano hermanos; en cuyo frente estaba la fábrica de
chacinados de Ottone Widman y el almacén de José Garino; en Quintana y
Ballesteros, la carnicería Carmassi. Muy cerca, en la manzana comprendida
entre, Quintana, Rivadavia, Brown y Maipú la gran Curtiembre de Antenor
Beltrame, de la que hoy queda la fachada del acceso en Rivadavia y Quintana
intacta. Allí trabajaban más de cuatrocientos obreros, era una de las
curtiembres más grandes de Sud América, orgullo cañadense. Frente a ésta se
encontraban los boliches de Batisttini y Gelabert, lugares de encuentro de
estos trabajadores a la salida de su trabajo.
»Conocí La
Helvética, que había fundado en 1904 don Abel Romegialli, cuando su edificio
abarcaba sólo treinta metros de frente sobre boulevard Centenario, tenía siete años y llevaba en el sulqui a
Alfredo Cavalieri a trabajar allí. Yo la miraba de afuera y veía que tenía
fragua a fuelles. Luego se convertiría en la fábrica de acoplados más grande de
nuestro país. No puedo dejar pasar por alto lo importante que ha sido y es esta
fábrica dirigida por su titular, Mario
Romegialli, es decir, don Ricardo…
»Continuando
de este a oeste, por Lavalle al 500, se
ubicaban la Cochería Campagnucci, hoy cochera y la Cooperativa Popular de Pan;
en Lavalle y Oroño, el almacén Mary, hoy Mercado Perrone; en Lavalle al 600 la
sastrería Tancredi y una fábrica de cromados; en Lavalle al 700 el Club Social;
en Lavalle al 800, la sastrería de Tomassi y Salcedo, hoy venta de artículos
del hogar de Juan Butassi, la sastrería Debernardi hermanos, hoy óptica Lorbaz;
la relojería Calderó; el Círculo Católico de Obreros hoy Asociación Nazareth; el
local de venta de revistas Grisale, hoy Casa Comarf, el Bar Sitjar, luego
fábrica de pastas de Serrano, donde hoy se encuentra La Unión Sport ; en
Lavalle al 900, la Librería de Adolfo
Strajelevich, Joyería y Relojería Ribotta, hoy Rocky Café; la Peluquería
de damas y lustrado de zapatos de
Biscoglio; en Lavalle y Pagani, la Tienda Central de Pérez Vázquez y Casariego,
hoy Casa de deportes Rossetti; en Lavalle al 1000, la casa de fotografía
Bossio, la Relojería Tula y el Correo, donde hoy se encuentra Galería
Batisttelli, la Sede Social del Sport Club Cañadense, la Farmacia Palchik, la Tienda
Barato Argentino, luego Casa Arteta a posteriori Casa Galver, hoy Casa Pardo
venta de electrodomésticos, peluquería Sánchez-Contreras y el famoso Quiosco
del Manco Chini; en Lavalle al 1100,
la Imprenta Gusmano, hoy fábrica de pastas El Porvenir, el taller y venta de
bicicletas de Horacio Abregú, hoy Unidad Básica, la talabartería de Drab, hoy
pollería Drab, florería Rossi, la carnicería de Tosero, y el bar de Darío
Crescini, con una cancha de bochas; en Lavalle al 1200, el corralón de
construcción Casa Palmano, hoy papelera Bertolini; la Maternidad Cagnín, donde
hoy se encuentra el Hospedaje Genga; en Ocampo al 600, la Pensión Lorenzetti, hoy tintorería Capriotti;
en Ocampo al 800, el Banco Provincial de Santa Fe, Venta de repuestos del
automotor de Fantuzzi; Distrito Militar N° 35, actual Sociedad Italiana,
Jefatura de Policía, Banco de la Nación Argentina; en Ocampo al 900, se ubicaba
la cerealera de Enrique Maier, actualmente Banco Credicoop, la Venta de
combustible de Young Hermanos, hoy Relojería Krauchuk; en Ocampo al 1000,
la Cochería Sironi; en Ocampo al 1300,
la fábrica de Pachiotti, novedosa por la construcción de muebles esmaltados; en
Ocampo y Pellegrini, la Imprenta Iérmoli
Emidio
entre tantas cosas que hizo en su vida, no pudo escapar a la vida de
ferroviario como miles de cañadenses. Y de su paso por los rieles recuerda que…
« Era tan
lindo ver a los trenes pasar que mi
sueño era poder estar más cerca aún de estos, y un día ocurrió que este sueño
se hizo realidad... Allá por el año 1948, comencé a pedir el ingreso al
ferrocarril, las solicitudes no eran respondidas favorablemente. En ese momento
uno debía pertenecer a determinado partido político para poder ingresar. No
obstante ello, cierto día me hallaba jugando a las bochas, deporte que aún
practico, cuando se acercó el señor Dante Antonucci y me preguntó si quería
trabajar en el Ferrocarril, a lo que respondí afirmativamente.
»Mis
inicios en la ciudad de Rosario, de 1951 a 1955, comenzaron en el galpón de
máquinas de la Estación Rosario Norte. Como todo principiante, durante los
primeros tiempos, me dedicaba a la carga y descarga de carbón, luego pasé a la
sección mecánica y fui nombrado mecánico por mi dedicación y habilidades.
»Viajaba
diariamente de Cañada de Gómez a Rosario, saliendo a las cuatro de la mañana y
regresando a las veinte, hasta que un día solicité el traslado a mi querida
ciudad. Pero los comienzos no fueron fáciles, ya que no fui bien recibido por
los compañeros por haber hecho una buena carrera en tan poco tiempo, condición
que otros con más años de servicio no habían logrado. Al tal punto que querían
hacer un paro, cosa que no podían realizar, ya que habían aplicado el estado de
sitio por la situación política que atravesaba el país. Con el tiempo estas
asperezas se fueron limando porque llegaron a reconocer en mí a un verdadero
compañero...
«En un
comienzo mis jornadas de trabajo eran de ocho horas repartidas en cuatro y
cuatro, es decir por la mañana y por la tarde. Mi sección era en Tracción, en
ajustaje de locomotoras listas para iniciar su recorrido. Con el tiempo
solicité trabajar de turno, que significaba horario corrido, lo que me permitía
realizar otras tareas fuera del ferrocarril,
hasta que logré mi propio negocio de venta de alimentos balanceados para
animales, trabajo que realicé hasta mi jubilación.
«No todo
era sólo trabajo, teníamos quince minutos de tachada, así llamábamos a tomar un mate cocido con el sándwich que
cada uno llevaba. Algunos compañeros, específicamente los que trabajaban con la
carga y descarga del carbón, también allí se duchaban. El baño era muy precario
y como ducha se usaba un tarro de durazno al natural agujereado del cual pendía
una manguera. Aquí va uno de mis recuerdos que aún hoy me hacen sonreír, porque
en ese ambiente de hombres de trabajo, a veces se gastaban bromas muy, pero muy
pesadas. Cierto día un compañero descuelga el tarro y dentro deja depositada su
materia fecal, volviéndolo a colocar en su lugar. Cuando le toca el turno a su
compañero de ducharse abre la canilla diciendo ¡qué olor! Mientras su cuerpo se
iba cubriendo de un baño muy especial...
«En cierta
oportunidad reparábamos una máquina contigua a la vía principal, salía un tren
de pasajeros desde la Estación, mientras mi compañero acotaba que todas las
damas que allí viajaban iban a la ciudad de Rosario en busca de placer carnal (no
precisamente en estos términos) cuando al pasar frente nuestro se asoma su
señora esposa agitando su mano y diciéndole: “Chau viejo”... Gratos momentos
aquellos...»
Emidio
luego de trabajar en la sección tracción, fue traspasado a sección externa, que
consistía en la reparación de balanzas, no sólo en la ciudad sino también en
todas las estaciones que correspondían al Distrito. Eso le representaba estar
desde los lunes por la mañana, haciendo la recorrida por todas las estaciones y
regresar a Cañada el sábado a la tarde. Al impedirle atender su negocio, que
para ese entonces iba prosperando rápidamente, solicitó seis meses de licencia sin
goce de sueldo presentando luego su renuncia, justo el día de nacimiento de su
segunda hija, el cinco de septiembre de mil novecientos sesenta y cinco.
Mimi, como lo conocen en Cañada tuvo una vida marcada
por el sacrificio del trabajo, la palabra, la honestidad y el compromiso por el
prójimo. Fue panadero, tuvo como patrones a personas como Ricardo Schwarzhans,
Dionisio García, Alejandro Peirani y Juan Johansen, en 1951 ingresó al
Ferrocarril, en 1966 la firma Provita
lo nombró distribuidor de sus alimentos en toda la zona y finalmente junto a su
familia se dedicó a la forrajería Cristina
hasta jubilarse. Hoy Emidio, es un ferviente colaborador del Museo Histórico
Municipal donde aporta importantes datos para la reconstrucción de la historia
local y se lo suele ver en el Museo Ferroviario recordando aquel paso por el
ferrocarril. Se siente muy orgulloso de la ciudad donde vive, ha visto crecer a
la ciudad como si fuera su hermana mayor, ha sido testigo del trabajo de muy
buenos dirigentes locales pero como dijera él al principio de esta crónica,
considera que la que verdaderamente le dio el empuje necesario a Cañada de
Gómez y la visitó de gala es la actual intendente municipal Dra. Stella M.
Clérici.
El 1 de julio de 2018, estando fuera de mi ciudad,
recibo la noticia de su fallecimiento a los 94 años. Comparto con ustedes la despedida
que escribí al enterarme…
«GRACIAS POR TODO MIMI CAPANNA
Este fin de semana recibimos la triste noticia del
fallecimiento de Emidio Capanna.
Mimi, como lo conocíamos todos en Cañada, fue un
gran colaborador en nuestro Museo Histórico, sus memorias son partes del
archivo y han sido fuentes primordiales en la construcción de los libros
históricos que se han publicado desde nuestro Museo en los años 2008, 2010,
2011, 2012 y 2013. Cómo así también, desde su lugar en Amigos del Museo
colaborando y apoyando a la construcción de la nueva sede que actualmente
disfrutan todos los cañadenses. No queremos olvidarnos, que fue uno de los
fundadores del Museo Ferroviario y hasta hace muy poco tiempo se lo solía ver
sentado los jueves en el andén de la Estación custodiando la historia
ferroviaria. También fue deportista, y por sus sesenta años consecutivos de
bochófilo fue distinguido por su trayectoria en el año 2014.
El 7 de octubre del año pasado fue la última vez que
se vio públicamente. Estuvo presente, a pesar de sus problemas de salud, en la
inauguración de la ampliación del Museo Histórico Municipal Elías Bertola a la
que él llamaba su otra casa.
Amigo Mimi, no pude irte a despedir por no estar en
la ciudad, pero quiero que sea éste el homenaje que te mereces. Te digo gracias
por todo lo que nos diste, por tu honestidad, por tu bondad, por tus consejos.
Fuiste panadero, ferroviario, deportista, empleado, empresario, jubilado pero
por sobre todas las cosas fuiste un hombre honrado. Personalmente te he dicho cuánto
te quería.
Llego la hora que descanses en paz!!! Con el amor de
siempre, hasta pronto Mimi!!!»
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