Más allá que desde la dirigencia rural se intente minimizar la cuestión,
el retraso de más de 15 años (el gobernador era Eduardo Duhalde) en la
actualización del valor fiscal de la tierra favoreció notablemente el
negocio del sector agropecuario.
Según un informe del Centro de Estudios
Económicos y Monitoreos de Políticas Públicas (CEMOP), en 2002, la
hectárea en la zona pampeana costaba alrededor de U$S 3000, valor que
hoy oscila en los U$S 17.100. La cifra es impactante porque supone un
salto del 570% en solo diez años y tira por la borda cualquier queja
respecto al revalúo que se viene y que deberá discutir esta semana la
Legislatura bonaerense. Además, hay que considerar que el mayor peso
tributario de la provincia se lo lleva el sector de la industria
manufacturera y no el campo. “Un kiosco paga más que una hectárea de
campo”, fue la frase que eligió días atrás el vicegobernador bonaerense
Gabriel Mariotto para graficar la necesidad de reacomodar los valores de
las parcelas productivas en Buenos Aires. Y no estaba errado si se
observa el desglose de aportes al fisco.
Según datos de la Dirección de Estadísticas bonaerense, en la balanza de
tributos al fisco, el Impuesto Inmobiliario Rural y Recaudación
Provincial (Inmobiliario Edificado, baldío, automotores, sellos,
POPROVI, contribución a la Energía) tienen un 20% de la torta; mientras
que el 80% corresponde a Ingresos Brutos.
Asimismo, el CEMOP consigna que entre los años 1999 y 2011, el impuesto
rural tiene una incidencia de sólo el 2% en la recaudación fiscal
provincial, mientras que el IIBB y la Recaudación Provincial totalizan
el 95% del aporte fiscal.
En este contexto, y si bien la cotización internacional de los
commodities agropecuarios es variable y, en algunos casos, ha tendido a
la baja durante este año, no es menos cierto que el agro atravesó un
puñado de años de bonanza por sus exportaciones. Sobre todo por la soja,
que sigue cotizando en torno a los U$S 500 la tonelada. Actualmente,
casi el 60% de las 10.285.064 hectáreas productivas de la provincia
están sembradas con soja.
Cabe recordar que, por ejemplo, la provincia de Córdoba aumentó el
inmobiliario rural en marzo último. Los aportes de ese inmobiliario ya
habían subido casi 590% desde 2002 a la fecha, mientras que en los
terrenos de Buenos Aires ese incremento, en igual período, fue cero.
La queja injustificada de los ruralistas se contrarrestó desde los
municipios con datos concretos, para mostrar que, en la mayoría de los
casos, la gente común paga más de inmobiliario que un campo con alta
rentabilidad. Por citar un ejemplo, una casa tipo en Lanús abona por mes
alrededor de $ 70 en concepto de inmobiliario urbano, casi lo mismo que
un campo con altísimas ganancias en los últimos años.
Tiempo Argentino
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