LAS DISCUSIONES DEL CONCEJO EN LOS AÑOS 30

Ferruccio Ardigo, concejal del PDP
Quiero compartir una parte de lo que será mi próximo libro, si Dios quiere y la economía también, acá veremos una seguidillas de renuncias y unos debates acalorados del Concejo Deliberante cañadense, en dos etapas, la primera de ellas antes del golpe del treinta y la posterior en las primeras sesiones en tiempos de la Concordancia.

El 10 de noviembre de 1929 se realizan las elecciones a concejales, siendo elegidos Juan Cravero, Hugo Romegialli y Miguel Magallanes, éste último reelecto. Las sesiones de elección de autoridades fueron por demás de polémicas, iniciándose un tiempo de discusiones, incertidumbres y poca tarea en el recinto. Fue así que el 31 de diciembre de ese año se reúnen en la sala de sesiones, asumen los nuevos miembros y deciden comenzar con la votación de la nueva mesa directiva. La primera de las elecciones termina empatada en dos votos entre Ausgburger y Cravero, teniendo un voto a favor el actual presidente Dalledone. Desde el sector de Cravero manifiesta que se debería ir a sorteo, mientras que desde presidencia y sus compañeros de bloques exteriorizan lo contrario, ganando esta última postura 3 a 2. Se vuelve a votar y se vuelve a empatar. De esa manera se llama a un cuarto intermedio, a la vuelta del mismo el triunfo recae sobre Dalledone sobre Cravero 3 a 2. Lo mismo ocurrió con la Vicepresidencia primero, ésta vez, y después de otro cuarto intermedio Cravero es derrotado 3 a 2 quedando ese lugar en manos de Alfredo Ausgburger. Pero la historia no quedaba acá, el 8 de enero de 1930 a llamarse a reunión extraordinaria, sorpresivamente renuncia como concejal el presidente del cuerpo Luis Dalledone, la misma es rechazada por sus colegas que intentan convencerlo de que se quede. Cinco días después, la renuncia es irrevocable, de esa manera, asume en su reemplazo Florencio Varni. A raíz de esos cambios se vuelven a elegir autoridades en el Concejo, y vuelven a empatar Ausgburger y Cravero con 2 votos a favor. Después de varias negociaciones termina siendo presidente Florencio Varni. Sin llegar a tener sesiones, el 7 de marzo Varni, Cravero y Magallanes renuncian como concejales quedando el Concejo en minoría y acéfalo. Inmediatamente se convocan los dos concejales restantes, Romegialli y Augsbruger, quienes toman juramento a Carlos Peverelli y Joaquín Castells y de esa manera conseguir quórum para tratar en sesión la renuncia del presidente Varni. La misma es aceptada en la sesión del 26 de marzo, donde para sumar más idas y vueltas a esta historia, también renuncia Carlos Peverelli como concejal, su lugar fue ocupado por el último de los suplentes en la lista, don Manuel Martínez Pombo. El lugar de Varni no fue ocupado y el concejo quedó con cinco miembros. Finalmente, queda como presidente en ejercicio Alfredo Ausgburger, el mismo que intentó tres veces serlo y las tres veces terminó empatado. Otro de los escándalos vividos en esos años, fue cuando el concejal Castells aduciendo que nunca fue notificado de los días de sesiones, faltó cinco sesiones consecutivas, no pudiendo deliberar el Concejo. El presidente lo mandó a llamar por la fuerza, convocando al Jefe de Policía y ex Intendente Municipal Justo Peralta y esto molestó muchísimo a Castells, que el 28 de mayo al integrarse al recinto manifestó sentirse amenazado y que el Concejo estaba violando la Ley 2147 de Municipalidades al sesionar en minoría. Además agregó “que el Concejo no tiene autoridad para ordenar a la policía su búsqueda. Si tienen apuro en sesionar, sería importante sacar aquellos asuntos pendientes y trabajar por el bien común”. Recordemos que el Concejo tenía mayoría opositora al entonces Intendente radical Alejandro Abaca. La respuesta no se dejó esperar, y el presidente infringiendo el reglamento interno debatió con Castells recriminando que él no había violado la ley ni el reglamento, echando en cara que el concejal había faltado a la mayoría de las sesiones. La sesión terminó de mala manera, a raíz del enojo de Castells, que después de haber votado algunas ordenanzas y resoluciones, Ausgburger antes de terminar comienza a leer una carta partidaria. Castells interrumpe la lectura gritando que “en las palabras del presidente se vislumbra una maniobra de partidismo político, que no podía hacer posible su presencia, pues repugnaba su conciencia de Concejal y Ciudadano”.[1] Es preciso decir, que las discusiones siguieron un par de sesiones más, donde finalmente el 11 de junio de 1930 se realizó la última reunión de concejales, se inició el receso de invierno y posteriormente nunca más se sesionó a raíz del golpe de Estado a Yrigoyen el 6 de septiembre del mismo año. Al cerrar sus puertas el Concejo, durante esos dos años fue accidentalmente sede del nacimiento, en 1931, del Instituto Florentino Ameghino, antecesor del Colegio Nacional que lleva el mismo nombre.


Según un artículo de Mario Bunge titulado «El inicio de la decadencia», publicado en Perfil, el 27 de septiembre de 2009, expresa que 


«El golpe militar del 6 de septiembre de 1930 terminó un período de medio siglo de paz interior y progreso continuo del país en lo económico, político y cultural.


»Fue también la primera vez en el continente que el fascismo levantó la cabeza; la primera en la historia del país que las Fuerzas Armadas encabezaron el poder político; la primera, desde la Semana Trágica (1919) y la represión de los obreros patagónicos (1922), que el gobierno fusiló a militantes sindicales; y también la primera vez, desde la caída de la tiranía de Rosas, que la Iglesia Católica volvió a meterse en política, esta vez con una orientación netamente fascista.»

Esa dictadura, la primera en instaurarse en nuestro país en el siglo XX, terminó sus días el 20 de febrero de 1932 cuando Agustín Pedro Justo y Julio Argentino Roca (h.), asumen como presidente y vice respectivamente. Esas elecciones nacionales marcadas por el fraude, siendo el comienzo de la llamada Década Infame, de la mano de la Concordancia, alianza política entre Radicales Antipersonalista, Socialistas Independientes y Demócratas Nacionales tiene en Santa Fe y en Cañada de Gómez un oasis. La fórmula conformada por Luciano Molinas como gobernador e Isidoro Carreras como vice asumen la provincia, iniciando las reformas políticas necesarias que requerían los santafesinos, entre ellas la puesta en vigencia aquella Constitución provincial sancionada en 1921 y vetada por Enrique Mosca, la primera en Argentina en incorporar los derechos de los trabajadores y del constitucionalismo social. En nuestra ciudad es designado Intendente Municipal Luis Dalledone, quién había sido concejal y presidente del cuerpo en el primer período democrático cañadense. También en 1932 asumen como ediles de la ciudad Ernesto Thomolhem, Ferrucio Ardigó, José Díaz, Félix Pagani, Agustín Borgogno y Genaro Aguilera, siendo este el primer concejal socialista en la historia local.


En esas sesiones inaugurales de 1932 se caracterizaron por las polémicas declaraciones y denuncias que el líder del P.D.P. Ferrucio Ardigó manifestó en las mismas. La primera de ellas fue la expulsión como Secretario del Concejo de Francisco Terúe, con quién había tenido un grave conflicto en su anterior gestión en 1928. En su reemplazo fue elegido Emilio Augsburger. Ese primer día de marzo, Genaro Aguilera propone que los concejales tengan una pequeña dieta, ya que él era empleado debiendo cumplir horario en su trabajo y además, el 50% de esa dieta sería destinada al Partido Socialista para la concreción de actividades educativas y culturales. Aguilera en su exposición declara que «...sin querer ofender, hace memoria de aquellos ex Concejales que en forma jactanciosa demostraban renunciar a las dietas, pero en chanchuyos, ganaron mucho más para su peculio...»[2] Esta declaración fue apoyada por Ardigó quién agregó «veo legal y obligatoria la moción del Sr. Concejal Aguilera, ya que bien podrían cobrar los ediles si se tiene en cuenta, que otras veces mientras estos renunciaban a las dietas, los Intendentes ponían las manos hasta el codo en las arcas fiscales...»[3]


A la semana de habilitada la etapa ordinaria del Concejo, Ardigó vuelve a polemizar cuando denuncia que «vengo peleando contra la quiniela desde 1928, pero no encontré réditos en mis colegas. A pesar que el 28 de febrero de 1931 se decretó la prohibición del juego de azar, poniendo como plazo el 31 de marzo, ese mismo día el Intendente de Facto (David Miles), decretó la continuación del juego».[4] Aguilera, a raíz de esta denuncia, propone crear una ordenanza que prohiba el juego de azar, lotería, quiniela y boleta de sports, la misma fue aprobada y llevó el número 104. Ese mismo día, el 8 de marzo del treinta y dos, el líder democrataprogresista, continúa con sus denuncias, esta vez atacando a los mandatarios anteriores a Miles, donde según Ardigó, los ex intendentes radicales que estuvieron en 1928 se manejaron de forma dudosa en la firma de un contrato entre el Municipio y una empresa contratista de obra. Ese contrato destinaba $16.000 para la construcción de baños públicos en la Plaza San Martín, que finalmente salió $30.500, pero los baños fueron al templo parroquial. «Ese contrato fue el último malón a los dinero de la Municipalidad de Cañada de Gómez por parte de los radicales unificados», añadió don Ferrucio, «en cuyo mal proceder lo siguieron los llamados radicales yrigoyenistas. Este contrato fue una vergüenza desde el principio hasta el fin». Ese día, entre las denuncias opositoras y el silencio oficial, nació la Comisión Investigadora de la Construcción de Retretes en la Casa Parroquial.

Finalmente, a la semana siguiente, Ardigó fue más directo hacia el supuesto mal desempeño de David Miles como Intendente de facto local. En una nota que contenía dieciséis puntos, el concejal declaró

«Se tranzó un pleito, el de caminos, cuya probabilidad de ganarlo era inmensamente superior al de perderlo, dándolo por perdido, con grave perjuicio de las finanzas comunales.
»Malversación de fondos en la obra de cloacas y agua para la Parroquia, malgastó fondos en vinos para la inauguración de las Obras Sanitarias en la ciudad, abusó del uso de los autos oficiales y de los gastos reservados.
»Si alguna dádiva otorgó el Intendente, varias de ellas fueron para sostener y propagar sus sentimientos clericales, respetables sin duda, como todas creencias, pero es necesario criticar porque ese dinero de gente de muchas creencias, y por lo tanto no se le debía dar ese destino.
»El 3 de marzo de 1931, el Intendente de facto, dio un decreto cuyos considerandos son pobrísimos, en el cual exonera de patentes de rodados a los coches fúnebres. Este decreto es una enormidad, por cuanto es sabido que los dueños de coches fúnebres, pueden muy bien pagar los impuestos de rodados, por ser elevadas las sumas que perciben cuando salen en función dichos carros.»[5]




[1] Libro de Sesiones del Concejo- Archivo del Museo Histórico Municipal “Elías Bertola”
[2] Libro de Sesiones del Concejo- Archivo del Museo Histórico Municipal “Elías Bertola”
[3] Libro de Sesiones del Concejo- Archivo del Museo Histórico Municipal “Elías Bertola”
[4] Libro de Sesiones del Concejo- Archivo del Museo Histórico Municipal “Elías Bertola”
[5] Declaraciones de Ferrucio Ardigó, Libro de Sesiones del Concejo- Archivo del Museo Histórico Municipal “Elías Bertola”.

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