Lucio Funes |
Una vez un profesor de historia
se atrevió a decirnos que cada uno de nosotros somos partes de la historia y
los constructores de la misma. Este es el caso de Lucio Funes, un hombre que
vivió más de un siglo y fue testigo del nacimiento de la Cañada de Gómez.
Fue así que el 9 de octubre de
1943, en el periódico La Nota
de don Nemesio Valbuena salió una entrevista titulada «Una página viviente de la historia cañadense
- Don Lucio Funes» y su contenido es parte de los archivos del Museo Histórico
Municipal “Elías Bertola”.
Por ese motivo he decidido
transcribir y compartir con ustedes, queridos lectores lo expresado allí:
«Contados son los pobladores de los primeros tiempos de Cañada de Gómez
que aún restan en la ciudad y en la colonia. Entre la escasa media docena de
personas que pueden hablarnos de los tiempos viejos y relatarnos cosas de la
formación de este núcleo poblado y de su campaña, figura el centenario don
Lucio Funes, tronco de respetables familias cañadenses y una página interesante
de la historia de Cañada de Gómez. Interesados en escuchar de sus labios el
relato de su establecimiento en este lugar, que es como sacar del olvido viejos
pergaminos, y al propio tiempo recoger informes para una historia completa de
Cañada de Gómez, nos llegamos hasta el domicilio de este viejo criollo, a
hacerle una entrevista. Sencillo, acogedor y afable, nos recibió cordialmente
al mencionarle el motivo de la visita y que éramos de La Nota.
»De entrada nomás, el señor Funes nos abrió el cofre inestimable de sus
recuerdos, y mientras íbamos en busca de la grata y tibia comodidad de la
cocina familiar, más propicia para la evocación y la confidencia, don Lucio nos
venía regalando una tras otra las cuentas de su rosario de recuerdos, y ya
cómoda y campechanamente instalados, abrimos la tranquera a la charla y
entramos en materia
-¿Usted nació por estos pagos, don Lucio, o la marejada de la vida lo
trajo a estas tierras?
-No, soy de las provincias… Cuando muchacho mi hermano Cleto, que ya
había andado por aquí me pidió a mi madre y me trajo.
Hurga un poco en el recuerdo y agrega…
-¡Qué frío bárbaro pasé en la travesía!... Anduvimos a lomo de mula por
los cerros bravos… Si hasta sentía ganas de volver…
-¿De qué pueblo y provincia es?
-De la pampa de San Luis. Cuando llegué esto era un desierto. Había
alguno que otro ranchito. Todo el movimiento era en la llamada Cañada Vieja,
donde don Cirilo era el jefe. Allí me enrolé yo. Me enrolaron, mejor dicho,
porque ignorando lo de la papeleta un día me prendió el comandante Oroño, allá
por Bustinza, y me tuvo en el cepo con otros paisanos, atados con una soga de
la pata.
-¿Entonces usted estaba en San Luis en la época brava de las
montoneras?, preguntamos tratando de hilvanar en orden los recuerdos del
anciano.
-Pues claro… Entonces el Chacho Peñaloza estaba en la guerra contra los
del coronel Sandes, y en el pueblo, frente mismo a nuestra casa, un día
pelearon. Yo era muchacho, y desde arriba de un algarrobo vi como se
preparaban. Después avisaron a la gente que nadie saliera de los ranchos; que
se encerraran… ¡Pero qué, si las puertas eran unos cueros!. La impresión fue
grande y disparé hacia unos cerros, desde donde se oía el ruido de la pelea,
que fue a lanza y cuchillo. Al volver, el campo estaba sembrado de muertos.
Después supe que habían ganado los de Sandes, del gobierno de San Juan.
Recuerdo, -dice sonriendo el viejito-, que las mujeres nos hacían saltar sobre
los cadáveres para hacernos perder el miedo. Así templaban el ánimo de sus
hijos las bravas mujeres de aquellos tiempos heroicos.
-Recuerda, don Lucio, en que año llegó a Cañada?
-Hace muchos; era entonces un muchacho. Trabajé durante muchos años con
mister Grime.
-¿Cuándo usted llegó que había de lo que actualmente es Cañada de
Gómez?
-Nada, se puede decir. Había una que otra casita donde ahora está el
pueblo, aunque en aquel entonces el poblado estaba en la Cañada Vieja , núcleo
habitado que se había formado alrededor de la antigua estancia de Lorenzo
Peralta, a una legua al sur de los que hoy es la estación Las Trojas, lugar
donde funcionaba la jefatura de policía y demás dependencias de gobierno. En
este lugar, agrega, se reunía la gente de los alrededores cuando los chasques
de la Guardia
de la Esquina
avisaban que venía la indiada.
-¿Usted vio a los indios o presenció algún malón, don Lucio?
-Para que voy a decir una cosa por otra, indios salvajes no vi nunca,
aunque si muchos ya bautizados y mansos. En la Guardia de la Esquina mataron un año a
varias personas y entonces salimos un grupo armado a perseguirlos por el lado
de Fraile Muerto (hoy Bell Ville), pero no les dimos alcance y nos volvimos. En
la parte donde los indios se mostraban más bravos era por las cercanías del río
Carcarañá, y recuerdo que en una ocasión a mi hermano Cleto, que trabajaba en
la estancia de don Juan Martínez, en un malón los indios le robaron la mujer y
también se llevaron la mujer del capataz de la estancia, y tiempo después
fueron devueltas, canjeadas por el hijo de un cacique que había sido prisionero,
dos mujeres cautivas, la de mi hermano y otra señora.
-¿Sabe usted el por qué del nombre de Cañada de Gómez que se le dio a
este pueblo? ¿Conoció a algún Gómez entre los antiguos pobladores que pudiera
ser el origen de la denominación?
Hurga en su memoria el viejito rebuscando el recuerdo preciso, pero al
final concluye por manifestar su desconocimiento del misterio que rodea el
nombre de la población.
-No, no lo sé, pero sí conocí a un tal Juan Gómez que sabía vivir por
allá donde hoy es lo de Cantori. Nunca he oído decir a qué se debe lo de Cañada
de Gómez.
-¿Usted se casó aquí, don Lucio?
-Sí, me casé aquí con Carmen Díaz, que era de La Travesía , en la provincia
de Córdoba, fallecida no hace mucho a la edad de 115 años. Yo cumplí 102 el 7
de agosto de este año.
»Del matrimonio nacieron varios hijos, de los que restan vivos nada más
que Julia y Eugenio. Fallecieron, Benito a los 87 años, Félix a los 68,
Alejandro a los 59, Cipriano a los 68 y Marcial que murió más joven que los
anteriores. Nos cuenta luego que al tiempo de haber llegado a este pueblo,
trajo a su señora madre y a sus hermanos Virginia y Saturnina, quiénes
contrajeron enlace con Figueroa y Ciani (…)»
Finalizando la entrevista, don
Lucio Funes recuerda que el vivía en la manzana donde hoy esta la sede social
de ADEO, en Rivadavia y Mitre, donde recuerda que:
«La manzana en la que está comprendida la cancha de Olimpia supo ser
toda mi propiedad. La compré en 100 pesos oro a la empresa del ferrocarril, que
era dueña de estas tierras, y el ombú por el que me preguntan lo planté yo hace
una cosa de 50 años; me lo había regalado don Antonio Rey».
Lucio Funes un protagonista de la
antigua Cañada Vieja y la progresista Cañada de Gómez que nacía allá por el
1866…
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