La destitución del intendente Pedro Turner, un  joven militante peronista, que luego fue perseguido y asesinado por la  Triple A, le permitió acceder al ex cacique bonaerense al poder. De la  masacre de Pasco al indulto de los sicarios. 
           Uno era delegado gremial de base, obrero  gráfico y andaba por los barrios difundiendo el mensaje del líder  exiliado, por las calles de su Ingeniero Budge, con un viejo grabador  Geloso. Militante peronista, tiempo completo. El otro fue director de  Asuntos Legales de la Municipalidad de Lomas de Zamora durante la  presidencia de Lanusse, oportunidad que no desaprovechó para armar una  estructura política que le permitió acceder a un cargo legislativo, a la  par de hacerse de una red de contactos políticos, cívico militares.  
Uno  nació en Chaco, en el invierno de 1940 y lo mató el terrorismo de  Estado. De lo que fue su historia quedó un certificado de defunción en  manos de sus hijos y un cuerpo incierto, cubierto de cal, casi  irreconocible en un zanjón de Avellaneda. Al otro lo parieron en la  primavera del ’41,  fue tres veces intendente de Lomas de Zamora, dos  veces gobernador de la provincia de Buenos Aires, vicepresidente por  acción y presidente por omisión, coronando una zaga de veinte años en el  ejercicio pleno del poder.
Uno y el otro compartieron lista de  concejales en Lomas de Zamora, cuando en 1973 la fórmula encabezada por  Héctor Cámpora resumía 17 años de rabia  y esperanza, de resistencia.  Uno, Pedro Pablo Turner, encabezó esa lista en nombre de la mayoritaria  JP lomense; el otro, Eduardo Alberto Duhalde, logró acceder al segundo  lugar en virtud de una afiliación tardía –había pasado por la Democracia  Cristiana– y sus servicios como abogado a algunos gremios de las 62  Organizaciones.
Las casualidades bien direccionadas han sido  generosas con Duhalde. Así, la renuncia forzada de Turner al cargo de  intendente y las gestiones desde la provincia del inefable Victorio  Calabró,  lo depositaron en la intendencia de su municipio en agosto de  1974. Durante su período sucedió el más emblemático de los actos de la  Triple A en el sur del Conurbano, “La masacre de Pasco” en la que  asesinaron a nueve militantes peronistas que desarrollaban su trabajo en  la zona en oposición a Duhalde, el intendente no electo.  Más de 25  años después, en 2002, tras la caída de Fernando de la Rúa, repetiría la  misma fórmula: detentar un cargo ejecutivo sin ganar la elección. No se  puede negar la coherencia en la acción política de Duhalde a lo largo  de su historia. Tampoco, el trazo grueso de su ideología. A saber: en  1974, en vísperas de su asunción, aseguraba a la revista El Caudillo  –cloaca de difusión inorgánica de las Tres A– que “existe una masa  minoritaria contagiada del infantilismo revolucionario, bien a las  claras el General Perón ha puesto fuera del Movimiento a quienes se  automarginaron del proceso”.  Muchos de aquellos “automarginados”, a  decir de Duhalde, engrosan las listas de los 30 mil detenidos  desaparecidos, víctimas del terror militar. 
La destitución de Turner  puede encontrar su matriz ideológica en la misma edición de El Caudillo  (número 29, del 31 de mayo de 1974), donde se lo menciona como  “perfecto burócrata marxista”, y se lo acusa de haber convertido a Lomas  de Zamora en “un aguantadero de cuanto guerrillero y delincuente se  hallase prófugo”. En lo formal, su remoción del cargo se produjo por una  acusación de haber donado 5000 ladrillos a una sociedad de fomento sin  autorización del Concejo Deliberante. 
Turner había sido electo  primer concejal, por lo que accedió a la conducción del municipio cuando  Ricardo Ortiz, el intendente electo, fue separado de su cargo por  acusaciones de corrupción. La breve gestión de Turner es recordada por  la mejora de la infraestructura urbana para los sectores más humildes,  el tendido de redes de agua potable, la participación militante de la  Juventud Peronista en tareas junto con los vecinos y la mejora del viejo  Camino Negro, en el Operativo Camino Blanco, que incluyó el tendido de  luminarias en toda la traza, coronado con un acto que contó con los  discursos del propio Turner y el emblemático Oscar Smith, dirigente de  Luz y Fuerza también desaparecido. En lo administrativo, además, las  cuentas del municipio tuvieron un superávit que rondó 500 millones de  pesos. Pero el golpe palaciego, que contó con el respaldo de la mayoría  de los concejales de entonces –algunos de ellos se arrepentirían años  más tarde–, lo alejaron del poder a mediados de 1974. 
Entonces,  Turner partió de Buenos Aires cuando se produjo el golpe del ’76. Cinco  días más tarde fue detenido en un operativo por un grupo de la Policía  Bonaerense, junto con miembros de la Triple A, en la localidad de Campo  Bermejo, en el Chaco. Dos meses después, su familia recibió la noticia  de su muerte. Su hijo Oscar recuerda: “Sólo recibimos el certificado de  defunción por paro cardiorrespiratorio y nunca tuvimos acceso al  cadáver.” Oscar es uno de los cuatro hijos de Turner que aún vive en el  exilio. En las fotos se lo ve junto a su padre intendente. “Lo que  nosotros queremos saber es qué pasó con el cuerpo y cómo aparece muerto  si fue detenido legalmente y puesto a disposición del PEN”, denuncia  Oscar, que cuando tenía tan sólo 12 años, se vio obligado a cuidar de su  hermano menor y a abandonar el colegio. Sin hogar y sin escuela, se la  rebuscó desde muy chico en la quema, vendiendo cartón y hierro. Luego  partió a Suecia, donde ya se había exiliado parte de su familia. Hoy,  junto a los suyos, reclama los restos de su padre. La demanda incluye  una revisión de la actuación de las fuerzas de seguridad y del rol  político de quienes participaron en la destitución, la persecución y la  muerte de Turner. Sobre el día en que Duhalde se quedó con el poder  municipal lomense, el día en que le arrancaron la intendencia a su  padre, Oscar recuerda: “nos tuvieron chupados en un sótano hasta que mi  viejo dejó el cargo, después nos largaron”. Así comenzó el derrotero de  dolor, muerte y exilio en Suecia y en España para la familia Turner, que  aún no termina. También, su demanda de justicia y verdad.
La  historia negra de Lomas de Zamora conoce su peor página en la Masacre de  Pasco (ver recuadro) en la que fue asesinado, entre otros militantes,  el concejal Héctor Lencina, presidente del bloque de la Juventud  Peronista.
Lencina representaba al sector más emblemático de la  izquierda peronista de Lomas de Zamora. Su figura despertaba respeto y  liderazgo entre las huestes de la JP, en la que era reconocido como el  cuadro político más importante del distrito. Por esos días, Duhalde  disfrutaba del poder municipal. 
Hugo Sandoval, ex concejal lomense  electo en 1973 con tan sólo 27 años, recuerda que “la orga nos había  indicado levantar las casas, pero Héctor (Lencina) no lo pudo hacer.  Creo que cuando lo llevaron con Benítez (Aníbal, otra de las víctimas)  evitó resistir porque estaban los hijos. Si no él podría haber dado  batalla”. Sandoval formaba junto con Lencina y César Dolinsky el bloque  de la JP. “Yo llevé a su compañera y al bebé, mientras el Loco César  (Dolinsky) reconocía los cuerpos de los compañeros”. 
Cuando la  oposición a la intendencia de Duhalde era perseguida, en acciones en las  que al menos debieron contar con la complicidad por omisión del  ejecutivo municipal, el flamante intendente disponía de tiempo para  contarle a El Caudillo sus desvelos por el distrito: “Así es que  registramos grandes zonas donde faltan todo tipo de infraestructura  sanitaria, existen vastas zonas densamente pobladas que carecen  absolutamente de agua.” Y agregaba: “Además hay zonas del partido que  tienen la más alta tasa de mortalidad infantil, un índice comparado a  las provincias más pobres de la República”. Ante los escribas de la  Triple A, Duhalde se mostraba concentrado en la realidad de su Lomas.  Sólo palabras pronunciadas por un joven ambicioso, que detentaba el  poder lomense, algo que hizo durante lustros. Lo concreto es que hoy, 35  años más tarde, el distrito alberga uno de los peores índices  habitacionales de la provincia de Buenos Aires. 
Duhalde siempre supo  manejarse bien con los medios. En su momento, lo mimó El Caudillo. Años  después Clarín. 
En 1999, el día en que el ex gobernador bonaerense  sería derrotado por De la Rúa, el diario de Héctor Magnetto hizo una  curiosa descripción para registrar su primer paso por la intendencia:  “También en 1974, en un marco más conflictivo y violento, su capacidad  para convertirse en una especie de mínimo común denominador –y su perfil  más técnico que militante– lo habían ayudado a llegar a la intendencia  desde su cargo de concejal”. Nada de conspiraciones palaciegas. Menos  aun, del trágico derrotero de Turner y su familia. 
Otra anécdota  describe a Duhalde. La tarde previa al derrocamiento de Isabel Perón, el  intendente de Lomas le advierte a un grupo de concejales que el golpe  sería a la medianoche. Les dijo: “Tengan cuidado, que los iban a ir a  buscar”. Duhalde tenía información reservada. 
Para entonces, Turner  había partido a su Chaco natal, donde el 29 sería detenido. Luego  asesinado. Duhalde, en tanto, continuó en su cargo hasta que lo entregó a  la intervención militar, días después. Y siguió viviendo y operando en  Lomas de Zamora. 
De uno, sus familiares y compañeros, reclaman el  cuerpo y exigen Justicia, para intentar, al menos, cerrar las heridas.
El  otro, en tanto, quiere clausurar la memoria, archivar el pasado en la  impunidad. Pero Duhalde desconoce que lo único que no existe es el  olvido.
Tiempo Argentino 

 
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