Malestar en la Federación Agraria por la protesta de la Mesa de Enlace

Aunque la medida sirvió para ganar protagonismo en los medios gráficos y en los noticieros, Buzzi está preocupado porque varios directivos opinan que se trata de un lockout ruralista por el libre mercado. La presión de sus pares.
  En las oficinas de la Federación Agraria Argentina (FAA), la entidad más compleja de la Mesa de Enlace hay por estas horas, un zumbido, un malestar, una mueca de enojo sostenida. Una inquietud que va a contramano de los últimos sucesos: el regreso a las primeras planas de los diarios, a los primeros títulos de los noticieros y a los rotativos del aire. Eduardo Buzzi, el presidente, de nuevo en las carreteras con Mario Llambías y Hugo Biolcati, debe estar preocupado. No son pocos los directivos que están en desacuerdo con lo que pasó y con lo que está pasando y que cuestionan el modo en que se decidió empujar un nuevo conflicto. No son pocos los que, pidiendo reserva de su nombre, admiten: “Esto es un paro ruralista por el libre mercado. Es claramente político.”
El origen del enojo tiene fecha: 12 de enero de 2011. Ese día, la cúpula de las entidades tenía pautada una entrevista con el ministro de Agricultura, Julián Domínguez. El funcionario les ofreció la apertura inmediata del saldo de cupos de exportación para trigo. El problema central es que los exportadores y los molinos les están pagando a los productores 200 pesos menos por tonelada del precio, conocido como FAS teórico, el mismo que se comprometen a pagar con el gobierno el mismo que, en líneas generales, nunca terminan pagando.

PROPUESTAS Y RAZONES. La excusa que esgrimen los exportadores es, justamente, que no tienen cupos de exportación. La medida, entonces, podía ayudar a resolver el problema. En la Federación Agraria ya conocían cuál iba a ser la propuesta oficial. Con ese dato, la Comisión de Acción Gremial, compuesta por los diez dirigentes de mayor peso de la FAA, discutió largo y tendido qué hacer. Se puso sobre la mesa que la entidad supo conseguir en los últimos meses, a través de un diálogo eficaz con Domínguez, subsidios, créditos e influencia en algunos de los planes y programas del ministerio. Algunos directivos de la FAA subrayaron los acuerdos a los que habían llegado, después de mucho trajinar: “No romper ni fortalecer la Mesa de Enlace, simplemente dejar que se extinga.” La decisión consensuada fue no ir al paro.
Sin embargo, esa misma tarde, desde Buenos Aires, Eduardo Buzzi y los vicepresidentes Julio Currás y Omar Barchetta, más Omar Príncipe, decidieron darle un giro de 180 grados al mandato que traían desde Rosario. Se dieron vuelta. Los otros seis integrantes de la Comisión de Acción Gremial se enteraron por la televisión que, otra vez, resurgía de sus cenizas, al menos por un rato, la famosa comisión que los juntó en 2008 con la Sociedad Rural Argentina, con Confederaciones Rurales Argentinas y con Coninagro.

ALGUNAS PISTAS. Y es difícil determinar por qué, aunque pistas no faltan. La explicación de los dirigentes federados fue que, según un análisis de la Bolsa de Comercio, la liberación para exportar de 3 millones de toneladas, en rigor, sólo iban a representar menos de 1 millón de  toneladas para el productor. Una se correspondía con lo que ya tenían acopiado las exportadoras. Otra, con una especie de trigo de alta calidad que no sale de las tierras chacareras sino de las grandes empresas con gran ingeniería financiera (más conocidas como pools de siembra). Lo que sobraba, eso sí, iba a poder ser vendido por los pequeños y medianos empresarios rurales a molinos y multinacionales exportadoras.
Hay, sin embargo, otros dos factores de peso. En la Federación Agraria, una entidad casi centenaria que surgió con una revuelta de arrendatarios, conviven hoy, tras el auge de los precios internacionales y la tremenda valorización de la tierra, un productor pequeño que sabe apreciar lo que pudo conseguir por haber abierto el diálogo con el gobierno; y otro productor mediano, enriquecido, con más espalda económica, que guarda aún hoy un gran resentimiento con el gobierno nacional, una intransigencia similar a la que muestran los líderes más conservadores del ruralismo.  
El último factor, pero no el menos importante, recae sobre la espalda de Eduardo Buzzi. El presidente de FAA no pudo, como ha ocurrido otras veces, asumir la idea de que sus pares, si no se sumaban a la medida de fuerza, iban a denunciar con insistencia un supuesto pacto suyo con el gobierno nacional. Buzzi decidió entonces volver a los viejos tiempos. Consiguió, como contrapartida, una nueva estadía en las tardes, mañanas y noches de los millones de argentinos que consumen noticias como pan. Eso le sirvió  para olvidar, al menos por unos días, que él dice no creer en el libre comercio, que su entidad tiene un programa que apuesta a una fuerte regulación estatal y que desprecia a Llambías y a Biolcati, sus socios de correrías.
Mañana termina el cese de comercialización de granos y oleaginosas decretado por la Mesa de Enlace y Buzzi volverá a su rutina en la Federación Agraria Argentina. Hay cosas, parece, que ya no serán como antes.
Tiempo Argentino

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