Después de tres meses de sugestivo silencio, y tras declarar ante la jueza federal María Romilda Servini de Cubría, el columnista de La Nación Joaquín Morales Solá utilizó por primera vez las páginas del diario en el que escribe para referirse públicamente a la fotografía publicada por Miradas al Sur el 5 de diciembre del año pasado, donde se lo ve junto con el genocida Adel Vilas, jefe de la Operación Independencia (tal su verdadero nombre), en un lugar que dos fuentes consultadas en su momento por este dominical identificaron como el centro clandestino de detención conocido como La Escuelita de Famaillá. La declaración de Morales Solá ante la jueza porteña –a quien también entregó un escrito– se debió a una citación del juez federal de Tucumán Daniel Bejas para interrogarlo sobre su presencia en el lugar y sus relaciones con los jefes del operativo represivo en esa provincia durante 1975 y 1976.
En la nota de La Nación –publicada sin su firma para poder referirse a sí mismo en tercera persona–, Morales Solá dice que la citación forma parte de “una campaña de desprestigio profesional y de persecución personal por parte de la ex Side, de funcionarios del gobierno y de medios de comunicación público y privados financiados por el Estado”.
Quemá esas fotos I. Es la primera de una larga serie de mentiras e inexactitudes que contiene el artículo. La foto en cuestión (que se reproduce en esta página) fue obtenida por Miradas al Sur a través de un periodista que, en su momento, integró un grupo de colegas tucumanos que colaboró con el director de este dominical, Eduardo Anguita, y con Alberto Elizalde Leal en la producción del documental El azúcar y la sangre. Algunos de ellos son Marcos Taire, Ramiro Rearte, el corresponsal de Clarín en Tucumán, Rubén Elsinger, y el secretario del Sindicato de Prensa de Tucumán, Oscar Gijena. No hubo nadie de los servicios de informaciones ni del gobierno que colaborara con la investigación ni del documental en su momento ni ahora con lo publicado por este dominical. Ambos trabajos periodísticos son parte de la recuperación de la dignidad y la memoria.
A continuación, la nota publicada en La Nación incurre en una falacia interesada. Dice que se trata de una “fotografía tomada en plena democracia en la que Morales Solá aparece como periodista en una actividad de Vilas”. A fines de 1975 –cuando fue fotografiado junto al jefe de la Operación Independencia–, Tucumán distaba de ser un lugar donde reinaba la “plena democracia”. Territorio de prueba para el plan sistemático de exterminio que la dictadura ensancharía a todo el país a partir del golpe del 24 de marzo de 1976, la represión ilegal y los campos de concentración eran parte de la realidad cotidiana de la provincia. Con la excusa de “combatir” a la guerrilla del Ejército Revolucionario del Pueblo en los montes, el Ejército había desplegado 5.000 efectivos en el territorio provincial. Un número desproporcionado, si se tiene en cuenta que la Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez” del ERP –el enemigo a combatir en los montes tucumanos– nunca contó con más de 90 guerrilleros. El grueso de las tropas comandadas por Vilas no combatió a la guerrilla, sino que sembró el terror generalizado en toda la provincia mediante detenciones ilegales, torturas, ejecuciones fraguadas como enfrentamientos y la persecución constante de cualquiera que fuera sospechoso de disidencia.
Pero Morales Solá se contradice a sí mismo. No se entiende que diga que la fotografía fue tomada en “plena democracia” si en el mismo artículo asegura que la de Vilas en Tucumán fue una “gestión criminal”. No la calificaba así en 1975, cuando en las páginas de La Gaceta de Tucumán –donde por entonces trabajaba– ni en las de Clarín –diario del que era corresponsal– escribía sobre la represión: “Han pasado ya 36 semanas, el tiempo de una gestación. (La Operación Independencia es) el primer síntoma de que las Fuerzas Armadas adoptaban una posición ofensiva frente a la intolerancia ideológica (…). La presencia militar ha aquietado las aguas siempre turbulentas y, como barridas por un fuerte viento, han desaparecido huelgas, manifestaciones y disturbios.”
El artículo de La Nación dice también que “Morales Solá le dijo a la jueza que la foto publicada por Miradas al Sur nunca fue publicada por La Gaceta, pero sí estaba en sus archivos”. “Esa foto fue robada de esos archivos”, dice la nota que Morales Solá le aseguró a Servini de Cubría, a quien le entregó también “una copia original de la foto”. No se entiende nada: si la foto fue robada, de dónde sacó Morales Solá una copia original para llevar al juzgado.
Quemá esas fotos II. No es la primera vez que una fotografía le juega una mala pasada a la historia oficial que Morales Solá intenta escribir sobre sí mismo. Hace unos años, otra toma desmintió una versión que el periodista siempre había sostenido: que nunca había conocido personalmente al genocida Domingo Bussi, primer gobernador de la provincia durante la dictadura, porque en 1976 ya no vivía en Tucumán, sino que se había radicado en Buenos Aires. El columnista de La Nación sostuvo esa historia hasta 2003, cuando volvió a salir a la luz una vieja edición de La Gaceta de Tucumán. Allí, en la página 5 del diario del 8 de junio de 1976, la nota titulada “El gobernador Bussi agasajó al periodismo” está engalanada por una clarísima fotografía a cuatro columnas que muestra al genocida acompañado de funcionarios y periodistas, entre los que se destaca la presencia (segundo a la izquierda de la foto, con una mano llevada pensativamente al mentón) de… ¡Vaya! ¡Joaquín Morales Solá!
No se trató de la presencia casual de un periodista enviado desde Buenos Aires. Varios periodistas tucumanos, entre ellos Marcos Taire, confirmaron que en marzo de ese año Morales Solá participó de un monumental asado ofrecido por Bussi, al cabo del cual el genocida le regaló a cada uno de los asistentes un pergamino en el que les agradecía su “colaboración en la lucha contra la subversión”.
Unos días después, más precisamente el 23 de abril de 1976, Morales Solá escribió la nota de tapa de La Gaceta donde saludó la designación de Bussi como gobernador de Tucumán. Del hombre que luego dijo no conocer, por entonces aseguraba: “El general conoce el ámbito local y no ignora las necesidades y las urgencias de la provincia”.
Hasta que la “aparición” de esa foto y esas notas lo desmintieron sin lugar a dudas, Morales Solá había sostenido que en 1976 se había ido de Tucumán, amenazado por la Triple A. Lo de las amenazas lo reflotó esta semana ante la jueza Servini de Cubría y lo reafirmó en la nota de La Nación: “Dijo –escribió Morales Solá sobre su propia declaración– que existía un antecedente en sede judicial sobre esa amenaza porque el periodista Ricardo Kirschbaum (N. de la R.: Clarín editor general de Clarín) recordó el año pasado, como testigo en el juicio por crímenes de lesa humanidad contra Antonio Domingo Bussi, que ambos estaban incluidos en la misma lista de amenazados”.
Lo que Morales Solá olvidó decirle a la jueza –y omitió escribir en su artículo de La Nación– es que Marcos Taire, en aquellos tiempos secretario adjunto del Sindicato de Prensa de Tucumán, ha desmentido pública y reiteradamente esa parte de su historia oficial: “Yo estuve en el Sindicato hasta abril de 1976. Teníamos un registro de todos los periodistas amenazados, y Morales Solá nunca figuró en él. A él nunca lo amenazaron”, dijo a Miradas al Sur.
Un par de fotos, otras tantas publicaciones de época y más de un testimonio obligaron a Joaquín Morales Solá a bajar al llano… aunque todavía pretenda sostener su imagen subido a las marmóreas columnas de La Nación.
Miradas del Sur
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