Francisco Trujillo: Cañada, en su pasado y mis cosas. Año 1931


En el relato de Trujillo, vemos como Cañada sufrió la crisis del treinta


Resquebrajándose llegó el treinta y uno,
andrajoso, sumido en palidez
de enfermo, con sus orbitas sombreadas
y sus pómulos feos y descarnados, 
y la desocupación hizo crisis
en los hogares más pobres del barrio
sur. Allí los niños el dolor sufren
profundamente, llorando sus padres
lagrimas amargas que brotan mientras
 la herida se ensancha en el mismo centro
del corazón. La falta de trabajo
agudiza en un mal que los ataña,
desmoralizando espiritualmente
hasta el más insensible e indiferente.
La época ya  no era brillante, en esos
momentos, muy difícil resultaba
encontrar soluciones a problemas
que se multiplicaban más y más.
Salíamos de vivir horas felices
surgidas de años halagadores,
donde un obrero de galpón ganaba
mensualmente opíparo emolumento,
y en el transcurso del mismo, quedé
sin trabajo por efectuar la casa
el despido de la segunda tanda
de empleados que hasta entonces trabajaron.

Mi hogar recogió con resignación
el infortunio y tracé cien proyectos
para aliviar el mal que me afectó
por largo tiempo y con tanta crueldad.
Dura la suma de un peso por más
de dos meses sin ser utilizado
debajo de una caja en el tualet.
A mi esposa retienen nueve sueldos
y por tal tiempo sufren todos nuestros
acreedores aquellas consecuencias,
y por ello, nosotros privaciones.
Fundo una empresa para encerar pisos
y salgo a llamar a todas las puertas
existentes en las calles Balcarce
y Lavalle, sin conseguir un solo
abonado. Ese fracaso lesiona
mi espíritu y me quiebra el interés
por el trabajo, quedándome allí,
a un lado, como las cosas inútiles
cuando únicamente tenia veintiocho
años de edad. Mi desesperación
fue muy grande mientras noté impotente
mis esfuerzos, y ya al finalizar
ese año, de triste recordación,
los españoles hacer romerías
en el Prado. Otra vez gaita y dulzaina
matizan el ambiente de aquel campo
que otrora estuvo cubierto de tréboles
y pastos silvestres, y allí nos ponen
detrás del mostrador para que como
dueños atendamos el gran bufet

donde unos pesos con suerte ganamos.  

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