Francisco Trujillo: Cañada, en su pasado y mis cosas. Año 1930


En este capítulo la crisis económica mundial llega a la ciudad, también Trujillo nos relata como el Golpe del 30 usurpa el poder también en nuestra ciudad muy a pesar que el Historiador de la dictadura se canse de hablar del notable intendente David Miles.


Ya al llegar diciembre se hablaban cosas
raras dentro del establecimiento
donde trabajaba, así se apagó
aquel año que en sus primeros meses
resulto para mi afligente triste,
trayéndome pasada su mitad
la dicha grandiosa que tan feliz
nos hizo. El treinta se nos presentó
sombrío, con aguda declinación
en el comercio y con escaso “fuego”
en las fraguas de todas las industrias.
Un no sé qué afloraba en el ambiente
que conmovía endurecidos cimientos,
rondaba una desconfianza tremenda
y se advertía un derrumbe general.
Oscuros signos indican el caer
estrepitoso de la economía
de la casa Maranetto y Sidler;
su gerente se nos aleja enfermo
de su actividad y quedan los otros
dos socios solos para afrontar ahí
los acontecimientos que más tarde
se desataron ahogándolo todo.

El progreso edilicio disminuye
su ritmo en los barrios que ayer crecían
se estancan bruscamente en el transcurso
del año que dio la revolución
setembrina. Uriburu se adueñó
de la dirección del gobierno el día
seis de septiembre. El pueblo corrió loco
tras de el pisoteando bárbaramente
al ídolo del veintiocho, al autor
de las ocho horas de trabajo. Aquel
acontecimiento encarno aquí
a nuevos “personajes” que salieron
de todos los rincones con el “animo”
de corregir lo malo y “efectuar”
todo aquello que no se “hizo jamás”.
Se dijo que los “depuestos” robaron
el erario público y defraudaron
al pueblo por no cumplir las promesas
mil veces vertidas en los programas
y en todas las tribunas levantadas
en el país antes de las elecciones;
por todo eso y lo demás, el castigo
aplicarían sin atender las suplicas
de nadie, vinieran de cualquier punto.
En esta no se realizó justicia
tampoco en ninguna parte. Cambiaron
empleados, colocaron en los puestos
más altos a quienes “sanearían” todo
y darían ejemplos de honestidad;
Nada de esto ocurrió, el pueblo otra vez
resulta por el “salvador” burlado.
La radio tuvo ardua labor. Sorondo
con “bravas” proclamas nos aturdió
y sus discursos dijeron bien claro
de su posición nefasta, desgracia

que a patria no podía tolerar.

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