Segundo
lunes de marzo del ´91, el despertador me indicaba que eran las seis y media de
la mañana. Mi ansiedad podía más que mi sueño y mis ganas de seguir durmiendo.
Los desayunos en esos cuatros años que vendrían eran la única y primera
oportunidad que tenían en el día de charlar con mi Viejo, él entraba a las 7.15 al Banco y yo, un poco más tarde,
ingresaba a la escuela. Ese año y ese mes con camisa blanca, corbata azul –cuyo
nudo y color se mantuvo hasta quinto año-, pantalón gris y saco azul comencé el
secundario. Todos los días me pasaba a buscar Lomba, en su vehículo o patas, durante toda esa etapa viví en
Centenario al 1500 y posteriormente una cuadra más al este donde mi familia
tuvo un negocio. Al pasar por la escuela Lisandro
nos encontrábamos con Laura que salía de la casa de sus abuelos, al principio
desconfiaba de nosotros, pero con el tiempo fue aflojando y finalmente Javier
se sumaba a la caravana para caminar todos juntos las dos últimas cuadras en
las que nos cruzábamos con los obreros de una Helvética trabajando a full.