LAS MANOS DE EVA EN CAÑADA, GRACIAS A LA JUANA

 


A nuestra ciudad muchas fueron las figuras que pasaron por la misma, ya sea por actividades socio culturales como el freno del tren en la histórica Estación. Una de ellas fue María Eva Duarte de Perón.

Existe una duda profunda de su paso como actriz en el Teatro Verdi, aunque nada niegue que haya estado presente en el legendario escenario. También existen versiones orales que la vieron vacacionar de muy joven en la Estancia Del Sel junto a otras colegas de la farándula.

Tampoco hay registros fotográficos de sus pasos por la Estación Cañada de Gómez, aunque muchos testimonios aseveran su presencia en la misma. Entre las mujeres que lideraron esa movida esperando a Evita en Cañada se encontraba Angelita Cremona, quién fue la encargada de entregarle un ramo de flores.

Pero quizás la mujer que haya estado más cerca de Eva fuera Juana Sala de Ledesma, la mujer más destacada en el trabajo social del barrio Sur.

Juana Sala de Ledesma

En un testimonio que Juana Ledesma hiciera al Museo Histórico Municipal Elías Bertola, la misma relata cómo fue su llegada a Eva Perón:

«Corría el año 1949, el sueldo de mi marido apenas nos alcanzaba para vivir, yo no tenía trabajo, esta casa en que vivo estaba por caerse, y entonces me dije ‘le voy a escribir a la Señora pidiéndole algo’, y le escribí... Y entonces me citan de la Policía, tenía que hacerme presente inmediatamente, y yo me dije ‘Qué hice yo para que me citen...?’ Cuando llegué el Comisario me preguntó ‘Ud. le escribió a la Señora Eva?’ Y entonces entendí y le contesté ‘Ah, sí, yo le escribí pidiéndole trabajo para mis hijas y para mí’. El Comisario me dijo que tenía que viajar inmediatamente, que esas oportunidades no se pierden, y entonces le dije ‘Bueno, voy a viajar’ y la busqué de acompañante a la Adolia Hernández, la amiga que ayudaba a Almanzor Molina, ‘Cachón’, en las murgas. Viajamos en el ‘Rayo de Sol’, no me acuerdo bien si era el 22 de mayo cuando llegamos a Buenos Aires, en la estación Retiro estaban esperándonos los ayudantes de ella. Cuando llegamos la Señora estaba rodeada de gente pobre como yo, y ella me dijo ‘Bueno, vos me escribiste’ y le contesté ‘Sí, Señora, yo le escribí sobre todo para mejorar la situación de las chicas...’ Entonces le dijo a un ayudante ‘Llévelas a Tablada a ver una casa para ella’. Cuando llegamos no lo podía creer, era un chalet, todo amoblado y yo enseguida dije ‘No, yo no quiero esta casa’ y el que nos había llevado me miró y dijo ‘Mire que la Señora no va a aceptar, si Ud. quiere la llevamos de nuevo a hablar con ella pero no creo que la convenza’. Cuando llegamos el ayudante le comentó que yo no quería esa casa y ella me preguntó ‘Por qué no querés vivir aquí’, a lo que respondí ‘Señora, no me gusta porque es muy lujosa, en la casa de los patrones sí hay lujo’ y ella me contestó ‘Sí, ya sé que tienen lujo...’ Entonces me dijo ‘En Cañada de Gómez hay comedor infantil?’ y le dije ‘Ay, Señora, Ud. no sabe cuánta es la pobreza de la gente, hay muchos chicos que necesitan pero no tenemos nada’. Y después me preguntó ‘No tenés ganas de organizar un comedor?’ y le dije ‘Sí, Señora, yo me animo’. Ella me dijo entonces ‘Si me mandás 90 firmas te abro el comedor’, le contesté ‘Le voy a mandar más, Señora’ y ella agregó ‘A que vos sos una negra pícara y las conseguís?’. ‘Bueno, -me dijo- yo te voy a dar una orden y vos la llevás a la Policía, tenés que viajar esta misma noche’. Entonces agarré y le dije a la Adolia que teníamos que irnos enseguida y llegamos en tren a Cañada como a las dos de la madrugada’. Al otro día tenía 120 firmas, no hubo uno solo que me dijera que no. no teníamos nada, completamente nada... La Adolia salió por un lado y yo salí por otro y todo el comercio se prestó a ayudarnos, la gente respondió... Los Krauchuk me prestaron la cocina, tenedores, cucharas y cuchillos, platos, vasos y el local de Concepción y Bolívar, ya teníamos para empezar. Todo lo puso el pueblo, sillas, mesas, cubiertos, de eso estoy tan agradecida...»[1]

De esa manera, la querida Juana consiguió que se abriera el Comedor Infantil «Evita», que contó con la colaboración de la ya citada Adolia, de Angelita Cremona entre otras militantes sociales.

Ese sueño, finalmente cayó, como muchos otros, en 1955 cuando se produjo el golpe de estado al presidente Juan Domingo Perón y se dispusiera que tanto el comedor como su personal se incorporaran al existente comedor de la Escuela Almafuerte. Y en el recuerdo de aquellos años, Juana no se olvida cuando los golpistas y los antiperonistas de la ciudad, después de arrastrar el busto de Evita fueron por ella hacia el Comedor. Ella los enfrentó: «Si yo me tengo que irme me van a sacar Uds., pero yo a los chicos les tengo que dar de comer»

El paso imborrable de Eva, a través de las manos de Juana.



[1] Historia de la Escuela Almafuerte, escrita por Gerardo Álvarez. Museo Histórico Municipal Elías Bertola.

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