Rodolfo Walsh, la vida por un ideal
Querida Vicki.
La noticia de tu muerte me llegó hoy a las tres de la tarde. Estábamos en reunión… cuando empezaron a transmitir el comunicado. Escuché tu nombre, mal pronunciado, y tardé un segundo en asimilarlo. Maquinalmente empecé a santiguarme como cuando era chico. No terminé ese gesto. El mundo estuvo parado ese segundo. Después les dije a Mariana y a Pablo: “Era mi hija”. Suspendí la reunión.
Estoy aturdido. Muchas veces lo temía. Pensaba que era excesiva suerte, no ser golpeado, cuando tantos otros son golpeados. Sí, tuve miedo por vos, como vos tuviste miedo por mí, aunque no lo decíamos. Ahora el miedo es aflicción. Sé muy bien por qué cosas has vivido, combatido. Estoy orgulloso de esas cosas. Me quisiste, te quise. El día que te mataron cumpliste 26 años. Los últimos fueron muy duros para vos. Me gustaría verte sonreír una vez más.
No podré despedirme, vos sabes por qué. Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizá te envidio, querida mía.
Así despedía Rodolfo J. Walsh a su hija asesinada el 26 de septiembre de 1976 en manos del ejército. Este hombre que nació en 1927 en la localidad de Choele-Choel, provincia de Río Negro. Fue escritor, periodista, traductor y asesor de colecciones. Walsh es para muchos el paradigmático producto de una tensión resuelta: la establecida entre el intelectual y la política, la ficción y el compromiso revolucionario. El 25 de marzo de 1977 un pelotón especializado emboscó a Rodolfo Walsh en calles de Buenos Aires con el objetivo de aprehenderlo vivo. Walsh, militante revolucionario, se resistió, hirió y fue herido a su vez de muerte. Su cuerpo nunca apareció. El día anterior había escrito lo que sería su última palabra pública: la Carta Abierta a la Junta Militar.
Walsh es el más cabal ejemplo de lo que debe ser un periodista y su deber. Un periodista no puede ni debe esconderse detrás del disfraz de la imparcialidad «objetivista», el deber de cada periodista, como testigo escriba de la realidad no es reportarla solamente sino cargar con ella y admitir que se es parte de la misma. Jamás un periodista puede manejar la información como un biólogo analiza la materia desde un tubo de ensayo, y Walsh marcó ese camino, no sólo con sus escritos, sino con su ejemplo. Walsh era un periodista militante, y en ello dejó la vida. Se puede afirmar que Walsh, con una enorme formación cultural, estuvo lejos del vedetismo, y Rodolfo Walsh, como decía Oesterheld, era un «héroe en grupo», jamás individual, aunque su obra le merece los lauros que le corresponden como ser humano.
No sólo hacía periodismo, aunque algunos busquen acotarlo a esa etiqueta ocultando su rol de militante popular. Era también un destacado escritor que supo mezclar la ficción aplicándola a la realidad. En el mundo de las academias de periodismo se enseñaba la obra de Truman Capote, «A sangre fría» (1966) como la primer novela periodística, inaugurando un género que sería explotado de ahí en más. Pero esto fue producto de entregarle el premio a un escritor de un país central. Sin quitarle méritos a Capote, en los últimos años y en el mundo entero, «Operación Masacre» es aceptada como la primer obra en su género y Walsh como fundador del mismo, y camino que seguiría transitando en trabajos como «¿Quién mató a Rosendo?» o «El caso Satanowsky». Apasionado de la investigación, Walsh participó en Cuba de la fundación de la agencia Prensa Latina, donde volcó toda su inteligencia en la sección «Servicios Especiales». Fue él mismo quien desencriptaría un cable de una embajada del imperio estadounidense y descubriera cuándo y donde se daría lo que luego fue la invasión a Playa Girón: el resultado fue que la gusanera entrenada por la CIA y con apoyo aéreo estadounidense, se encontró con que al momento de querer desembarcar, todas las fuerzas revolucionarias repelieron la agresión del Imperio. Walsh, desde una pequeña oficina del barrio El Vedado, entre papeles y cables, había prestado un servicio que visto a la luz de la historia, fue crucial. El resto de la historia es conocida, y en este sitio trataremos de suplir todos juntos, entre ustedes y nosotros, para rearmar la historia Walsh, e intentaremos ser dignos de su legado. Él buscó romper el cerco de la Dictadura y hoy el muro es levantado por las corporaciones multimediáticas, porque como Walsh encabezara los cables de ANCLA, «millones quieren ser informados y el terror se basa en la incomunicación», y en tal sentido, el esfuerzo está en romper el aislamiento «como satisfacción ética de un acto de libertad».
Para finalizar este pequeño homenaje transcribiremos los primeros párrafos de la famosa Carta abierta a la Junta Militar:
“La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años. El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades…
Pablo Di Tomaso
Bibliografía y fuentes: wwww.rodolfowalsh.org
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