Un año nuevo, el comienzo de otro período presidencial, incita a mirar hacia adelante y avizorar lo que viene, partiendo de la experiencia de lo que pasó. El reciente Bicentenario contribuyó a recordar que llevamos ya dos siglos tratando de construir una república independiente y democrática. ¿Adónde llegamos, y cuánto falta?
La generación de los patriotas revolucionarios conquistó la independencia política, debilitada por la fragmentación de los nuevos estados y la presión de las potencias capitalistas. Las demandas federales de los pueblos fueron aplastadas por los vencedores de las guerras civiles. La democracia era una utopía para los países hispanoamericanos en las condiciones en que emergían del coloniaje. La Argentina oligárquica fue una semicolonia que creció con monstruosas deformidades, bajo una fachada republicana desvirtuada por el fraude; pero la resistencia nunca cesó.
Con los movimientos populares y obreros del siglo XX, el radicalismo y luego el peronismo, el país ganó en autonomía y avanzó hacia una democracia social, desafiando a los imperios, pero la reacción de rostro militar arrasó aquellos logros, desató una espiral de violencia y, después del terrorismo de Estado, la ola neoliberal llegó a tocar fondo. El pueblo se sublevó en un estallido que generó otro escenario. Por las vías constitucionales, la república se recuperó y encontramos un marco mundial y sudamericano favorable para el desarrollo y la democratización, en el cual se dieron pasos fundamentales.
Este camino inédito que se abre tiene sobre todo dos obstáculos: los intereses del poder económico trasnacional y la incomprensión de los sectores sociales que deben aprovecharlo. El contexto internacional ya no será quizás tan propicio, y habrá muchas presiones para que los ajustes los paguen los más débiles. La compleja y rebelde sociedad argentina, sin dar ni un paso atrás, tiene que valorar lo alcanzado y encauzar sus conflictos con inteligencia y coherencia.
Los desafíos actuales del gobierno son perfilar más claramente el proyecto de futuro, ensanchar el frente social interno y profundizar la integración con los países hermanos para forjar un bloque capaz de gravitar en el mundo. La ayuda que podemos prestar los historiadores, desde una visión retrospectiva, es contribuir al diagnóstico y la reflexión sobre la gran oportunidad que vivimos de realizar los sueños de las generaciones pasadas.
Hugo Chumbita para Tiempo Argentino
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