EL NUNCA MÁS CAÑADENSE... ACÁ TAMBIÉN PASÓ... Vigésima tercera parte


Talio y el Trucha... 

La militancia de Armando en su ciudad natal no fue tan destacada como sí la que realizó en Rosario y en el cordón industrial de esa metrópoli. Se lo recuerda muy activamente en la toma del Colegio Nacional, ocurrida entre septiembre y octubre del ´58, en la famosa Laica o Libre cuando promediaba su segundo período en el nivel medio. El recordado Daud Turco Mamet siempre recordaba aquellas jornadas, donde fue uno de los oradores en la multitudinaria movilización realizada en la Plaza San Martín. Cabe agregar que la mayoría de los alumnos que adherían a la laicidad de la enseñanza tomaron sus escuelas cuyos edificios eran custodiados por los mismos en turnos rotativos donde no dejaban ingresar a los docentes y las asambleas se realizaban en el ahora desaparecido solar Salone XX Setiembre ubicado por calle Rivadavia al 900 enfrente del hoy Sanatorio Regional. En otros de los conflictos que marcaron fuertemente la sociedad cañadenses y donde Armando Giordano también participó fue en la Pueblada del ´69 en defensa del Padre Amiratti donde Trucha, haciendo un piquete frente al Club América junto a otros compañero, no dejaron avanzar a la caballería de Rosario que estaba dispersando a la gente que se movilizaban en defensa del párroco.

Trucha en Rosario adhirió y militó en las filas del Socialismo Revolucionario siendo uno de sus cuadros más importantes. Ellos apostaron a la proletarización insertándose en las fábricas ya que estaban convencidos que la verdadera revolución se hacía desde las bases y junto a la clase obrera. Es por eso que decide entrar a trabajar en el Frigorífico Swift, donde funda la Agrupación La Chaira, motivo que ocasiona el despido de la empresa por su militancia obrera. Pero quién lo conoció como nadie a ese Trucha militante, solidario y soñador es Leonidas Ceruti, conocido como el Noni, quién café de por medio, pude ver en sus ojos la enorme emoción de recordar al amigo que ya no está pero aún sigue vivo en el corazón de un hombre que salvó de milagros su vida y, aún hoy después de cuarenta años, sigue militando con la misma energía que en esos maravillosos años...

«Trucha era muy misterioso, muy solitario. Vivía de lunes a sábado para la militancia, después él se iba y no nos veíamos hasta el lunes a la mañana. Sabía moverse muy bien en la clandestinidad. Pero nunca contaba que hacia, a veces decía que fue a bailar o a escuchar alguna orquesta, pero en si era muy reservado de su vida privada.... Una historia que Trucha la contaba y hasta se reía cuando lo expresaba, fue cuando repartió volantes en contra de Cabrera que era un dirigente del sindicato de la carne en aquellos años, entonces los matones de Cabrera lo agarraron al Trucha y lo llevaron hasta un descamparon donde le empezaron a disparar cerca de los pies mientras Trucha corría en círculos, una locura, pero así se vivía en esos años la militancia, arriesgábamos la vida en cada instante.»[1]

Ambos amigos estuvieron presentes en Plaza de Mayo cuando el 11 de marzo Héctor J. Cámpora asumió como presidente y después se dirigieron a la cárcel de Devoto, cuando muchos de los presos políticos fueron liberados. También Noni nos describe como fue la vida de Armando cuando el clima político se puso pesado y la vida de los militantes sociales corría riesgo...

«Cuando la cosa ya se puso pesada el Trucha se fue a vivir a una casa de tres pisos, donde a su vez vivía el Colorado Roth con su esposa. Y desde ahí se escribían los manifiestos, los panfletos y cartas. Trucha era muy rápido con la máquina de escribir, entonces el Colorado le dictaba y Armando escribía. Pero para que los vecinos no sospechen del ruido de la máquina de escribir, había puesto un par de frazadas debajo de la misma. Al altillo iban de día, y de noche bajaban para no levantar sospecha. Es que se dudaba de todo y de todos, nunca sabías quién podía delatarte... Para finales del setenta y seis ya veíamos que la militancia se estaba complicando y que no podíamos seguir de la manera que lo hacíamos. Pensamos en poner una imprenta en Buenos Aires, entonces Trucha estaba con los compañeros allá pero iba y venía. Tuvimos entre todos los del grupo un fuerte debate del papel de participación que teníamos y la autodisolución era una idea firme y una salida inmediata. Irse del país, a través de Brasil era el camino que todos habíamos diagramado. Pero empezaron a caer de a uno, primero fue Tito, después lo siguieron Alejandro Pastorino, Rodolfo Fito Gallo de Cañada de Rosquín y finalmente el Trucha. Ahí fue que no me quedó otra que acelerar mi salida, yo acá ya tenía una hija con mi primera mujer, a su vez estaba en pareja con la que fue mi segunda esposa y me despedí de las tres sin decirles adonde iba. Tenía pactado encontrarme con un compañero que tenía que darme un dinero para irme a Brasil, el compañero nunca apareció así que después de varios días de encuentros y desencuentros me llega la posibilidad de ir a trabajar a Hughes y así comenzó el exilio dentro de mi país...»[2]

Armando cayó en la noche del 12 de enero de 1977, por esos días Leonidas disfrutaba de unas vacaciones y al llegar a la Terminal Mariano Moreno de Rosario se encuentra con algunos compañeros que hacían guardia para su llegada. En ese instante recibe la noticia que a Trucha lo había chupado tres o cuatro días antes de su llegada. En ese momento Ceruti decide esconderse ya que ambos tenían una norma el que caía primero debía bancarse tres días de torturas sin decir nada y al tercer día batía adonde estaba el otro. La mamá de Ceruti, quién fue un pilar fundamental en esa durísima etapa de la familia, un par de semanas después se dirigió a la casa de su hijo encontrando todo en perfecta condiciones, lo que me hace pensar que el Trucha nunca mandó al frente a nadie.

«A los pocos días fuimos con el Pelado Castillo, que se conocían ya que ambos eran cañadenses, a la casa de Evaristo Monti que era el tío de Trucha. Fue una locura, porque Evaristo tenía contactos con el poder por su rol de periodista, y pensábamos que él podía ayudarnos a salvar al Trucha. Pero fue en vano, nuestro amigo nunca apareció...»[3]

Sobre Armando hay muchos recuerdos sobre su vida, sus locuras, sus pasiones. Sin lugar a dudas la persona indicada en describirlas es su amigo Talio Peloni quién en un emotivo cuento titulado XXXXX recuerda la última vez que vió a Trucha...

«Te vi por última vez en la esquina de Córdoba y Entre Ríos, en Rosario. Recuerdo el instante, como si tuviera una vieja foto entre mis manos, haciéndome retrotraer en el tiempo (...) Yo estaba parado frente al puesto de praliné del viejo Sixto cuando te vi venir caminando por Córdoba y lo primero que atiné a hacer fue esconderme detrás de las columnas del viejo edificio de la esquina para que no me vieras. Tu sagacidad y mis miedos pudieron más que el deseo de abrazarnos, luego de casi un año en que nadie supiera nada de vos.

»Finalizado el secundario en el viejo Nacional Florentino Ameghino de Ocampo y San Martín, había llegado el momento de comenzar a los zarpazos con la vida. Algunos comenzaron a trabajar, otros decidieron dar nuestros inseguros primeros pasos por la Universidad (…) Y vos, casi con la misma orfandad que nosotros, iniciaste un largo y sostenido romance con la aventurera figura del Ché y los vibrantes discursos de Fidel y de su revolución recién inaugurada, comenzando así a mechar tu carrera de abogacía con tu cada vez más profundo compromiso social, en donde comenzaste a transitar casi siempre por el escabroso camino de lo prohibido. Solamente cuando venías ocasionalmente a Cañada nos permitíamos el abrazo fraterno, ante alguna que otra mirada recelosa y preocupada de nuestros padres. Cuando en 1976, la Junta Militar usurpa el poder constitucional, te diste cuenta que habías quedado en clara posición adelantada...

»En el frío julio de 1977 me enteré leyendo en los diarios, de algunos operativos de los milicos, uno de ellos en la pensión de la calle Rodríguez, viejo bastión de estudiantes mirando el sudeste, con un resultado trágico para los muchachos. Después, hubo que llorar a escondidas durante varios años hasta que el sol decidió volver a salir. Durante todo ese tiempo, cada vez que yo viajaba a Rosario, terminaba dando una vuelta por Córdoba y Entre Ríos, esperando, incrédulamente quizás, que por algún mágico encantamiento emergiera de golpe tu imagen, como si nada hubiera pasado, como si el tiempo no hubiera transcurrido.»[4].

Mucho se ha dicho que una vez vuelta la democracia se lo ha visto a Trucha con vida en Buenos Aires y en Rosario. Pero podemos suponer que fue la ilusión de querer ver a ese ser querido que hoy ya no está. La leyenda de Buenos Aires la relata Peloni cuando nos expresa que «el Pelado Castillo, cañadense de pura cepa, que vivió también los últimos años en Rosario porque el también se quedó a militar en la izquierda, por supuesto no termino los estudios, fue militante eterno de izquierda, me cuenta una historia como que Altube lo había visto en Buenos Aires pero resulta que después, Altube se lo había contado al otro y el otro se lo había contado al otro, como que un día estaba Armando en una esquina y cuando van a saludarlo, dice que lo miro se subió a un taxi y se fue. Pero claro, prefiero quedarme con esa anécdota, como que el siguió,  porque era tan zorro, tan vivo que andaba siempre buscando la historia para poder zafar que uno se cree lo que quiere creerse nada más.»[5] También Ceruti nos relató algo parecido pero le pasó a él personalmente y en la ciudad de Rosario cuando «en calle San Luis entre San Martín y Maipú y al llegar a calle Rioja veo adelante mío alguien que camina igual que el Trucha. Lo alcanzo y veo que usaba saco y el cuello de la camisa arriba del mismo como lo usaba él, veo su cara y era igual con algunos años más, y le digo ¡Que haces García!. El tipo me mira y no dice nada. Pero no quedamos ahí, llegamos a la parada del colectivo y saca un billete, al agarrarlo juega con el billete en la mano como hacia Trucha. Te imaginas, yo ya no tenía dudas que era él, y al subirse al colectivo, me mira y me dice... Anda tranquilo pibe!!!! No sé, será que lo lloré montonazos al Trucha, nos queríamos mucho. Soñaba siempre con él, que se me aparecía. Siempre tuve la ilusión que su tío Evaristo Monti lo hubiese salvado... Todavía guardo en mi memoria las largas noches en los bares comiendo sándwich de mortadela con vino y de postre queso con dulce de batata.»[6]

Para finalizar este capítulo donde recordamos a Armando Luis Giordano, conocido como El Trucha, pero que sus amigos del Socialismo Revolucionario lo llamaban García, es preciso citar una vez más a Talio Peloni en otro trabajo suyo que se archiva en el Museo Histórico Municipal donde recuerda a ese hermano del alma como alguien que sigue «saltando y bailando para contagiarnos a nosotros y a la gente ese espíritu noble, ese espíritu que tuve la suerte que me acompañara luego a lo largo de nuestro secundario, esa alma que con el tiempo se llenó de utopías, esa alma que por no claudicar jamás, varios años después le arrebataron su cuerpo, pero estoy seguro que aún sigue soñando instalada en nuevos corazones... Trucha ya no está. Pero como dijo Centeya en su lunfardo qué mundo habrá encontrado en su apoliyo, si es que hay un mundo pa´ los que se piantan, sin duda el cuore suyo se hizo grillo y su mano cordial es una planta...»[7]




[1] Entrevista a Leonidas Ceruti, 5 de julio de 2017, archivo del autor.
[2] Idem.
[3] Idem.
[4] ... Y ese enorme clavel rojo en el ojal. Texto de Jorge Peloni.
[5] Testimonio de Jorge Peloni. Archivo del Museo Histórico Municipal
[6] Entrevista a Leonidas Ceruti, 5 de julio de 2017, archivo del autor.
[7] Archivo del Museo Histórico Municipal

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