La silenciosa y solitaria tarea de los custodios de la historia


La Comisión Nacional de Museos y Monumentos es un organismo descentralizado de la Secretaría de Cultura  de la Nación y todos sus miembros, incluyendo su presidente el arquitecto Martín Repetto, trabajan ad honorem.

Qué une al Cementerio de la Recoleta con los Molinos de la provincia de San Juan, o la Sociedad Argentina de Actores, con la casa natal de San Martín? Que todos son monumentos históricos nacionales. Un monumento (del latín monere, recordar) es toda obra de carácter arquitectónico, de justificado valor artístico, histórico o social. Pero ¿quién determina eso? ¿Qué implica ser monumento? ¿Cómo y por qué se declara? Muchas instituciones en la Argentina tienen un funcionamiento silencioso, invisible en los grandes medios y cuyos logros y accionar cotidiano es conocido por unos pocos adeptos a la temática y a los especialistas. Es el caso de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, institución que se ocupa de preservar monumentos, edificios, iglesias, sitios arqueológicos, cementerios, espacios industriales y lugares significativos. La condición es que sean auténticos, identitarios y reconocidos por la comunidad. La preservación hoy es más necesaria que nunca ante la especulación inmobiliaria, la falta de interés de funcionarios o el vandalismo constante. (Durante la crisis de 2001, se sustrajeron los bronces de las estatuas del país y se deterioraron varios monumentos). 
Una variopinta cantidad de sitios –muchos atractivos turísticos importantes– son inventariados, custodiados, estudiados y difundidos por unos pocos especialistas –en su mayoría arquitectos, aunque también la Comisión cuenta con museólogos, abogados y gestores culturales– que donan su tiempo libre en beneficio de la sociedad. La Comisión Nacional de Museos y Monumentos continúa, como en sus inicios, siendo un organismo descentralizado de la Secretaría de Cultura de la Nación y todos sus miembros, incluyendo su presidente que imprime una visión federal, el Arquitecto Martín Repetto, trabajan ad honoren. 
La variedad de sitios declarados sorprende por la diversidad. Sería un verdadero desafío enumerarlos sin contar con la guía impresa en 2009. Desde el Jardín Zoológico de Buenos Aires, con sus edificios de estilo: un templo romano circular, santuarios hindúes y recintos rusos o africanos, ideados por el médico naturalista Eduardo Holmberg en 1874, hasta la Cueva de las manos en la provincia de Santa Cruz, que es el sitio arqueológico con pinturas rupestres de mayor antigüedad de Latinoamérica, asignándoles 9000 años a las manos que dejaran los pretehuelches como testimonio de su arte y comunicación en la estepa patagónica. En la provincia de Buenos Aires y en la Ciudad hay gran variedad pero se destacan el lógicamente declarado Cabildo porteño, la Catedral de Buenos Aires (siete veces reconstruida), la Pirámide de Mayo (incluido su monumento interno, hoy oculto por otro protector). Algunos estilos arquitectónicos, representativos de otros momentos, son salvados de la picota gracias a la prestigiosa declaración de “Monumento”. Así es como se puede disfrutar de edificios tan peculiares como el rascacielos racionalista Kavanagh o la estación ferroviaria de Retiro, mezcla del estilo clasicista de la época Eduardiana y de la arquitectura industrial de principios de siglo o la confitería El Molino. También la residencia de Victoria Ocampo en San Isidro o la de Almafuerte en la Plata que, en verano, conviene mirar con detenimiento. O el casino de Mar del Plata, no sólo como emporio del juego, sino como la joya arquitectónica. 
El Noroeste es privilegiado en monumentos ya que allí se asienta lo que queda de arquitectura colonial: el Cabildo y la Iglesia de San Francisco en Salta, con su fachada de estilo italiano y su torre con una compleja ornamentación de colores terracotas y marfiles.
A medida que avanza la Quebrada, tanto salteña como jujeña, aparecen las capillas de Yavi, Tumbaya, o Uquía por mencionar algunas que conservan el arte cuzqueño con tradicionales cuadros de arcángeles arcabuceros. 
Hay monumentos desde el norte hasta el último confín de la tierra, ya que el penal de Ushuaia, espacio magnífico e imprescindible de la historia argentina, tuvo presos a los mayores asesinos de la década del ’20 y del ’30 como el Petiso Orejudo, el anarquista Simón Radowitsky, el escritor Ricardo Rojas y hasta a Carlos Gardel. 
Y es que los monumentos no son sólo obras físicas, arquitectura para especialistas, todo edificio cuenta historias, esas que son “intangibles” y que forman parte de la identidad. 

LA RESTAURACIÓN NACIONALISTA. La intención de preocuparse sobre el estudio y preservación arquitectónica, aparentemente tan alejada de la vida cotidiana, nace hacia 1930. La “restauración nacionalista” era un movimiento cultural que estaba en pleno auge por entonces. Acorde con las vertientes nacionalistas y románticas que surgieron en Europa, se plasmó también en la Argentina pero con una mirada dirigida hacia las expresiones autóctonas y coloniales. Sus orígenes fueron diversos pero tomó su nombre del título de la obra de Ricardo Rojas de 1909 La Restauración Nacionalista y Eurindia desde donde preconizó principios para el rescate de lo nativo frente a las políticas migratorias y una cierta visión extranjerizante, que se imponía desde el gobierno desconociendo valores y expresiones locales. A principios del siglo XX se perdieron edificios importantes y fueron remplazados por obras arquitectónicas de influencia europea. Rojas sostenía: “La estética americana, fundada en nuestra experiencia histórica, concilia la emoción indígena con la técnica europea, muestra la unidad cíclica de todas las artes, y extiende nuestra nacionalidad artística a todo lo americano.” Algo que, de haberse experimentado en la práctica, haría más sencilla la inclusión cultural con Latinoamérica hoy. 
Otros gérmenes de esa corriente fueron la reforma universitaria de 1918 más el Yrigoyenismo y su política integradora de lo popular en el poder. Ciertamente, este movimiento tuvo en la arquitectura, como en la literatura y en la música, estupendos creadores y grandes investigadores. El marco de acción de esos intelectuales abarcó el acerbo colonial, y las expresiones hispanas e indoamericanas  de la América toda; y aún las expresiones del siglo de oro español tuvieron cabida en este nuevo historicismo reivindicatorio. Entre los teóricos y documentalistas del movimiento se destacaron los arquitectos Juan Kronfuss, Vicente Nadal Mora, y el sacerdote Guillermo Furlong. Y como proyectistas e investigadores también, descollaron Martín Noel, Ángel Guido, Estanislao Pirovano, y Jorge Buschiazzo. Si se “googleara” cualquiera de esos nombres tendríamos dimensión, en cantidad y calidad, de la tarea de estos hombres.
Ese embrión de reconocimiento de la arquitectura argentina establece un principio de protección hacia el patrimonio construido. Algunos años después se unificó la administración y el control del variado y rico patrimonio histórico cultural con la promulgación de un decreto del presidente Roberto M. Ortiz que, en 1938, creaba la Comisión Nacional de Museos y Lugares Históricos. Se daba origen de esa manera a una institución pública colegiada que venía a remplazar la antigua Superintendencia de Museos y Lugares Históricos. Algunos de sus miembros iniciales son figuras que todos los argentinos deberíamos reconocer, más allá del nombre de una calle o una estación de subte o ferrocarril. La Comisión inicial era presidida por el abogado Ricardo Levene, prolífico historiador. Los vocales eran también historiadores prestigiosos, como el Dr. Ramón J. Cárcano, Emilio Ravignani, o Rómulo Zabala. Se destacó el padre de la museología argentina Enrique Udaondo, nombre que hoy lleva el complejo museográfico de Luján y el coleccionista Alejo González Garaño cuyas colecciones se preservan en los museos Histórico Nacional Isaac Fernández Blanco de Buenos Aires. A esos hombres y a otros, debemos los primeros conceptos, escritos y acciones concretas que tenían por objetivo proteger el patrimonio. Pero, ¿por qué se apasionaban sobre estatuas de bronce, edificios y monumentos? Propongo al lector que inicie una investigación sobre los monumentos de su barrio, luego si se entusiasma de su ciudad, más tarde de la provincia y finalmente del país. Respóndase preguntas como ¿Qué artista o arquitecto lo construyó?, ¿En qué momento? ¿Para qué?, ¿Con que materiales?, ¿Qué se quería rememorar y porqué? Tómeles fotografías y siga un registro. Le garantizo que es el comienzo de una aventura entretenida, llena de satisfacción espiritual, descubrimiento y placer, todo gratuito. Confirmará que detrás de cada monumento hay historias para descubrir y que tiene que ver con nosotros, con lo que somos como sociedad y como país.
Inmediatamente, junto con la creación de la Comisión, se determinó que el Cabildo de Buenos Aires fuera el ámbito ideal para su funcionamiento. Hoy sigue siendo la sede de la misma. Se involucra por entonces, y a iniciativa del Dr. Levene, el arquitecto Mario J. Buschiazzo, gran patrimonialista y estudioso quien se encargaría de la restauración del histórico edificio y actuaría como Arquitecto Adscripto a la Comisión. Dos años más tarde, se sancionó la Ley Nacional N° 12.665 de 1940 y se estableció la Comisión Nacional. Más del 30% de los casi 480 monumentos hoy existentes fueron nominados en los primeros cuatro años con el impulso inicial del Dr Levene. El primero en ser declarado Monumento Histórico Nacional por la Comisión fue la casa natal de Domingo Faustino Sarmiento, en la ciudad de San Juan, aunque cronológicamente el primer monumento argentino data de 1915 por una ley nacional “Monumento de Gratitud Nacional” al templete de la casa natal de Don José de San Martín. La actual gestión que asumió sus funciones en 2002 y que continuará hasta 2015 tuvo como política federal contar con asesores que fueran los más destacados especialistas en la materia en cada provincia. Con esa visión federal, es posible monitorear más de cerca a través de un veedor el estado de los monumentos de todo el país. Es una institución que va a cumplir 75 años de tarea, silenciosa, prestigiosa y modelo en los estándares internacionales de protección patrimonial. Tal vez tenga el inconveniente de ser desconocida por gran parte del público, y que aún no cuenta con una legislación moderna que le permita actuar más libremente, pero que todos los interesados en el patrimonio conocen y reconocen fuertemente su accionar. 
A partir de 1950, se fue transformado una visión inicial, extremadamente monumentalista, donde tenían preeminencia los estilos arquitectónicos representantes de la élite dominante con palacios o caserones a otra, más moderna y popular, donde convive una valoración de no sólo el edificio o monumento sino también su entorno y las comunidades asociadas. 

QUIÉNES SE OCUPAN HOY DE LA CUESTIÓN. Hoy, como en el pasado, quienes se ocupan de esta tarea merecen ser reconocidos. El Arq. Carlos Moreno, vocal de la Comisión, ha sido un gran impulsor del rescate de la vivienda popular, como las casas “chorizo” o el rancho rural, como lo es el Arq. Jorge Tartarini en la preservación del patrimonio industrial, con el rescate de la estaciones de ferrocarriles o fabricas abandonadas en todo el país. Un nuevo concepto, impulsado por el Arq. Jorge Bozzano, y que esta tratando de incluirse en los acuerdos internacionales, es el de “Paisajes históricos urbanos”, comprende aquella zona urbana resultante de una estratificación histórica, lo que trasciende la noción de “conjunto” o “centro histórico” para abarcar el contexto urbano general a través de una secuencia paisajística que sea representativa. El rescate historiográfico que fuera el desvelo del Dr. Levene, continúa en la minuciosa labor del Dr. Oscar De Masi, abogado patrimonialista, quien como vocal-secretario de la comisión, exhuma la memoria del pasado a través de publicaciones y la web del organismo. 
El futuro se presenta promisorio ya que se está trabajando intensamente en dar una respuesta, desde las necesidades del siglo XXI, a las demandas en materia de actualización jurídica y doctrinaria de la Ley 12.665 referente al patrimonio. Al mismo tiempo se propone el traslado físico de la Comisión a la Histórica Manzana de las Luces y ya fue aprobado el concurso de anteproyectos para la realización, en la misma manzana, del conjunto edilicio que albergará a la sede de la Comisión, a la Escuela Nacional de Museología, y al Centro Nacional de Patrimonio que nucleará a organizaciones no gubernamentales  como el CICOP Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio), el CEDODAL (Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana) o el ICOM (Consejo Internacional de Museos). La Manzana histórica que fuera el “centro luminoso de la cultura nacional” será un “centro nacional del patrimonio”, donde todos los  argentinos podamos conocer, estudiar y reconocer nuestro pasado para ir programando con orgullo,el futuro como nación.
Por Lic. Carlos Fernández Balboa
Tiempo Argentino

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