En 1912 en la región pampeana se realizó una formidable cosecha en la que pequeños y medianos arrendatarios rurales luego de vender su producción y honrar sus deudas se dieron cuenta de que muy poco quedaba para ellos y que sus economías familiares continuaban depauperadas.
Esa realidad hizo que lejos de naturalizarse diera origen a la lógica protesta por las malas condiciones de contratación que los vinculaban a los terratenientes y diera origen a la rebelión agraria que sacudió el sur de la provincia de Santa Fe, se extendió por toda la región pampeana y dio nacimiento a la Federación Agraria Argentina (FAA).
Todo comenzó en un día como hoy de 1912 cuando se realizó una asamblea en la Sociedad Francesa de Alcorta, en la provincia de Santa Fe, de la que participaron varios cientos de agricultores que declararon una huelga por tiempo indeterminado, que marcó un punto de inflexión en el gremialismo agrario argentino.
Fue la respuesta de los trabajadores de la tierra al modelo agroexportador de la Generación del '80, un modelo excluyente y a favor de la concentración de la tierra.
El movimiento tuvo un éxito muy relativo y con alcances muy limitados al no cuestionar la estructura básica de la tenencia de la tierra, la comercialización y el crédito.
El tratamiento político del conflicto convierte la cuestión agraria en tema de la agenda gubernamental; este primer ciclo culmina con la sanción de la primera ley de arrendamientos rurales, que quedó demostrado a través del tiempo que fue insuficiente.
Si bien transcurrieron cien años la historia vuelve a repetirse con matices distintivos pero con idénticas causas ahora los actores de la agricultura son los grandes los fideicomisos, los pooles de siembra, las empresas multinacionales y las corporaciones y los marginados los mismos: los chacareros, los humildes trabajadores de la tierra.
La renta agraria hoy se concentra de una manera inaudita y los grandes beneficiarios son un pequeños grupo de empresas que tienen en sus manos toda la cadena de valor: producen, transportan, procesan y embarcan sin intermediación con obvia ganancia extraordinaria que la usan para producir las condiciones de contorno para que los pequeños chacareros le alquilen sus campos y a acentúen el proceso de concentración hasta niveles insospechados.
Las capas medias agrarias del siglo XXI hoy continúan alzando su voz para el reclamo por la inexistencia de una Ley de arrendamiento ágil y que esté pensada en los chacareros, agricultores y productores tradicionales que ordene el uso de la tierra y que les permita ser partícipe de la renta agraria, porque la estructura latifundiaria del agro argentino continúa intacta.
Ricardo Alberto Arrúa
Periodista
TerritorioDigital.com
Periodista
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