El secreto de mis ojos Conversaciones con Emidio Capanna, un testigo de nuestra historia. Segunda Nota

Continuando con el relato de Emidio, es envidiable la capacidad de su memoria, que ha sido fuente de muchos historiadores en la ciudad. Sus recuerdos y su forma de describir la ciudad de entonces, nos hace sentir los olores y la brisa de antaño en nuestra piel. Entre esas imágenes que Capanna lleva latente en sus ojos, es la calle Marconi, que fuera en principio proyectada ser una avenida de circunvalación, era ancha con zanjas profundas, sobre el este un extenso tejido dividía a la ciudad de la Estancia y sus plátanos gigantes que hoy vemos fueron colocados allá por el ´30.

Ahora bien, pasemos a la descripción de la ciudad, que con lágrimas en los ojos recuerda Capanna…

«Las vías férreas dividían a Cañada en una zona Norte y otra Sur. La primera se extendía desde Boulevard Centenario hasta Boulevard Balcarce, y de este a oeste desde Boulevard Marconi, antes Potosí, hasta Independencia. Más allá de esta última calle y hasta la que hoy es avenida Alem había hornos para la fabricación de ladrillos, explotados en su mayoría por la familia Frangi. Siguiendo hacía el oeste, donde hoy funciona Papelera Mediterránea, se encontraba el Aero Club, conformado por dos hangares y una pista de aterrizaje. Un día hubo un gran festejo, don Juan Arfinetti había ganado la carrera de las Catorce Provincias organizada en homenaje a la malograda Miriam Sttefford, que se había caído con su avión en el año anterior, y fue todo un acontecimiento. También allí se hallaba la fábrica de jabones de Ángel Lovazzano y el vivero de Coloccini.

»Allá por el año 1931 en Cañada de Gómez se escuchaba, día y noche, desde lejos el silbato del tren que se iba aproximando, pasando los de pasajeros y los de carga. Sobre los vagones de estos últimos venía la gente del Norte con sus monos, es decir bolsos, para realizar la cosecha del maíz. Paraban en la estación, se dirigían al boliche La Bronca que quedaba en la esquina de Edison y las vías férreas, allí los colonos los esperaban para contratarlos y llevarlos al campo.

»Donde hoy es el barrio “de las Piletas” era todo campo. Por allí estaban instalados los Munini, que eran muchos y tenían un gran monte frutal, y también nosotros, los Capanna, que todos los años carneábamos siete u ocho cerdos, uno para la familia Ferrari y el resto los facturábamos y los vendíamos a un grupo de obreros que trabajaban en la cuadrilla ferroviaria kilometro 8. La mayoría de esos empleados eran rusos y polacos que consumían mucho tocino y grasa de cerdo. También vivían por esa zona los Dick, Aeschlimann, Lino Quagliotti, y Amadeo Cimarelli, algunos de los cuales tenían quintas mientras que otros criaban gallinas y cerdos. Cuando se mudó la última de las familias nombradas, ese terreno lo alquiló el señor Ërcole Có, que tenía un empleado llamado Alfredo Frangi y se dedicaba a la venta de pasto, muy común en ese tiempo. En un pequeño triángulo, pasando las vías, se encontraba la casa de fin de semana de la familia Mascotti, donde había montes frutales y en el centro una gran pileta que funcionaba como criadero de ranas; y en una fracción de campo, de tres hectáreas, vivía un señor Pérez que se dedicaba a la venta de leche. En los terrenos donde hoy está el polideportivo de la “Cooperativa” vivía una familia suizo-alemana, los Augsburger. En ese lugar, anteriormente había existido la fábrica de caña que contaba con una chimenea, conservándose actualmente parte de ella. La familia Augsburger explotaba todo el campo, pero especialmente se dedicaba a la crianza de cerdos. Esta familia tenía una hija que se llamaba Dorita, un día el papá le compró un auto y como ella lo conducía, la gente la llamaba machona porque no era habitual para la época que una mujer condujera. En el mismo establecimiento donde vivía Augsburger residía la familia donde Lucía nos enviaba a cazar cuises y nos pagaba cinco centavos por cada una. En ese mismo campo, donde sembraban alfalfa, había una casita con molino y tanque donde vivían los Cabrera, cuya esposa, Casimira, era conocida como la señora que fumaba. La familia de Juan Abregú, apodado “El Pastero” y padre de Manuel, Sergio y Ceferino, famosos ciclistas, explotaba un campo donde hoy es la quinta de Romegialli, sembrando también alfalfa, la que traían en su chata a la ciudad y distribuía por unas ventanitas que generalmente estaban en los callejones o calles suburbanas.


Epígrafe de la foto: La antigua calle Marconi con sus jóvenes plátanos

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