El secreto de mis ojos Conversaciones con Emidio Capanna, un testigo de nuestra historia. Cuarta nota


Emidio tuvo una niñez muy dura, marcada por la pobreza que sólo pudo salir de ella gracias al sacrificio de sus padres y el suyo mismo. La parte más emotiva de la entrevista fue sin lugar a dudas sus recuerdos de la etapa escolar, donde sus palabras fueron acompañadas con alguna que otra lágrima al evocar la antigua escuela Estrada…

«Cuando yo tenía siete años comencé a ir a la escuela, en aquel entonces se empezaba de grande el ciclo escolar, en la escuela José Manuel Estrada, llamada popularmente de Los Piojitos. Estaba ubicada en la calle Rivadavia al 1700, donde hoy funciona una tienda. Era una casa grande con frente de ladrillo visto y tenía tres piezas con pisos de ladrillos, un patio amplio y a la izquierda el “excusado”, después la trasladaron a la calle Rivadavia al 1400, donde se encuentra un comercio de venta de vidrios. Tengo los mejores recuerdos de los primeros años de esa escuelita. Una vez, como quería aprender a silbar me puse cuatro dedos en la boca y me salió tan fuerte el sonido que la maestra Sara Fredes me pegó con un puntero en la cabeza. Otro día en que la maestra se tuvo que ausentar unos minutos y dejó como encargados del cuidado del aula a dos chicas, Esther y Elsa Disanzo, cuando ella regresó estas niñas le manifestaron que todos los varones nos habíamos portado mal y de castigo nos dejó media hora en penitencia. Me acuerdo también que vinieron a vacunarnos a todos los alumnos, pero con el único que no pudieron lograrlo fue con Carlos Disanzo por los gritos que daba. A esa escuela fuí hasta tercer grado. Quiero acotar que la escuela nos regalaba las alpargatas a rayas y guardapolvos porque todos los chicos de aquella época éramos de familias muy humildes. Luego fui a la escuela Mariano Moreno, cuyo director era el señor Escrivá, la misma estaba ubicada en calle Rivadavia al 1100 al lado de donde hoy está la propiedad de la Unión Obrera Metalúrgica, cursé allí hasta cuarto grado, donde finalicé mi ciclo escolar, porque tenía que ayudar a mi papá que estaba enfermo, como consecuencia de haber estado en la guerra del '14. Recuerdo que cuando tenía ocho años estábamos jugando cerca de la vía y pasaba un tren de pasajeros. Le arrojamos, con Titi Bertoya, padre del Dr. Osmar Bertoya, unas piedras y rompimos un vidrio. Al rato vino la policía nos cargó en el sulqui y nos llevó a la Jefatura. Después mi papá y el papá de Bertoya nos vinieron a buscar.»

Después de recordar esos años escolares, Emidio vuelve al relato de los comercios de entonces, que fueron de los más variados y quiénes nos apasiona la historia local debemos recurrir a periódicos de antaño para poder descubrir que rubros existían en Cañada de Gómez. Pero Capanna lo hace muy fácil, papel y lápiz en mano, acompañado de un plano dibujado por él mismo empieza a enumerar uno por uno los negocios, bares, fábricas. Les puedo asegurar que las nombró a todas pero por una cuestión de espacio les detalló las más importantes que citó…

«Voy a tratar de recordar, también, los negocios e instituciones que había en nuestra ciudad en las décadas de 1930 y 1940. Comenzando, en Lavalle y Chacabuco estaba el taller de zapatería de Molinari; en la primera cuadra de Marconi se encontraba la feria ganadera de Amalio Rey y Roque Desimone, donde luego se hizo un circuito de motos. El día de la inauguración corría una mujer, cosa nada común para la época, la señorita Dolly Borsini, quien al tomar la primer curva tumbó haciendo que el resto de los participantes rodaran con sus respectivas motocicletas, situación que obligó a reiniciar la carrera, a posteriori en ese lugar se instalaron la Cooperativa Mixta y la Federación Agraria; también en esa cuadra, sobre los terrenos del ferrocarril, se hallaban los bretes, donde se abastecía de agua y comida a la hacienda que se transportaba por tren.

»En Rivadavia y Ayacucho, el almacén y fábrica de chacinados y embutidos de Armando y Gino Ripessi; en Ocampo y Ayacucho, el almacén y tienda de Elías Rafael; en Lavalle y Ayacucho, el negocio de Araya, padre del gran cantor Rogelio Araya, casa que todavía sigue en pie; en Balcarce al 200, estaba instalada una bomba que suministraba agua a todas las instalaciones ferroviarias; (…) en Ocampo y Colón Federico Otman tenía su casa de ramos generales, contando con un enorme sótano cuya tapa se hallaba en el centro del comercio. En una oportunidad ésta se encontraba levantada y una clienta sin darse cuenta se cayó al mismo y don Federico que había ido en busca de la mercadería por ella solicitada, al no presenciar la escena se pensó que ésta se había ido del negocio, pero al oír su llamado supo donde se hallaba, rescatándola sin consecuencia alguna...


La foto pertenece a Celina Ausgburger, directora de la Escuela Estrada

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