Zonceras de Cañada: Los que asustan del lavado tienen la ropa sucia

Dedicado a las familias patricias de Cañada de Gómez que me mandan mensajes privados (sólo para entendidos)


Jorgito era un tipo simple, trabajaba entre ocho y nueve horas por mes en la fábrica de muebles que estaba en su barrio.
Esa fábrica había sido fundada unos treinta años atrás por el padre de su actual patrón, y en los últimos años a raíz de las políticas económicas iniciadas con Carlos Saúl Menem y seguidas hasta el hartazgo por Fernando De la Rúa, la empresa iba en picada libre hacia el abismo.
Jorge estaba casado con María Isabel, todos la conocían como Marisa, y tenía familiares en Australia que ante la situación que vivía el país en reiterada veces le ofrecieron irse a vivir a esa gran isla que es parte de Oceanía.
La navidad del 2001 en la casa de Jorge fue de terror.
Su patrón, el 23 por la mañana, con lágrimas en los ojos, les comunicó a todos los empleados que tenía que cerrar la fábrica a fin de año.
Todo fue llanto. Todo fue dolor.
Una veintena de hombres se sumaban a los millones de argentinos que se quedaban sin trabajo por culpa de los horrores de nuestros gobernantes.
Jorge decidió comunicarse con sus amigos ante de decirle a Marisa que se había quedado sin laburo. Primero lo llamó al Negro, un tipo con pinta que supo ganarse la vida por las vaquitas que solía vender su padre, pero su amigo le dijo, “no Jorge, no puedo ayudarte, me van a rematar todo, no sé por dónde empezar…”
Esa noticia no lo puso mal a Jorge, porque por más que sea su amigo el Negro, sabía que el ganado vendido por la empresa familiar fue siempre de lo ajeno. Lo que sí lo puso mal, fue como le cerró la puerta su amigo.
Después lo llamó al Alberto, otro de sus amigos, un tipo de noche, con muchas minas en su pasado y según algunas versiones también algunos chicos. Su amigo, un poco ronco por el pucho que le deterioraba la voz, le comentó, “mira Jorgito, las cosas se pusieron fea, bajaron las impresiones y las aceitunas y vinos que vendía en los comercios bajó tremendamente, si queres te puedo dar a vender algo de eso…”
A la noche, no tuvo remedio que enfrenta a Marisa y decirle que ya no tenía trabajo. Su esposa lo abrazó y le dijo, “vamos Negro, acá no tenemos futuro, allá en Australia mis primos nos pueden dar una mano”.
Y así fue, en el verano del 2002 viajaron hacia el extremo del mundo y comenzaron una nueva vida…
Jorge, que era Técnico Mecánico, comenzó a trabajar en un taller que pertenecía a la familia que los albergó. Su vida comenzó a sonreír, pero en las noches, cuando la luz de la habitación se apagaba comenzaba a recordar las cosas que había dejado en su tierra.
Un buen día, del año 2005, su anterior patrón lo llamó sorpresivamente. Le comunicó que había abierto nuevamente la empresa y que las cosas en el país habían cambiado. Le ofreció buen sueldo y poder recuperar su casa.
Jorge la convenció a Marisa, que poco creía que en Argentina las cosas habían cambiado. Y fue así que a mediados de ese año llegó a Cañada. El recibimiento fue muy emotivo. Lo esperaban su madre, que con sus 80 años encima comenzaba a rejuvenecer, sus hermanos y su patrón, que, con las mismas lágrimas en los ojos le volvió a dar a Jorge la posibilidad de trabajar en su tierra.
Un domingo, salió a caminar por el centro. Al llegar a La Imperial se encontró con el Negro y Alberto que estaban desayunando juntos.
Los dos sorprendidos lo vieron y no sabían que hacer. Es que los dos se habían olvidados de Jorge, pensaban que nunca más volverían.
Jorge, los saludo fríamente, y se sentó junto a ellos.
Contó parte de su historia, con los ahorros que obtuvo en Australia pudo pagar su casa e invertir en un departamento para alquilarlo. Y también le contó que se volvió porque le ofrecieron ser Gerente de la empresa donde había trabajado toda su vida en la ciudad.
“No podes ser boludo!!!”, le dijo el Negro que con los años estaba cada vez más rengo.
“Estos peronistas, nos cagan a dos manos, son corruptos, lavan dinero y se quieren perpetuar en el poder” recriminó Gualberto.
Jorge, se asustó, y dijo “pero locos, yo veo otra cosa, en la fábrica no paramos nunca, estamos con mucho trabajo. Mi señora consiguió trabajo, mi vieja se puedo jubilar y veo que las cosas marchan. Mirá la chata que tiene este gringo, si cuando me fui andaba en una F100!!!!”
“Eso es mentira, va a pasar lo mismo que pasó con Menem!!!” le gritaron los dos.
Al ver que perdía el debate, cambiaron de tema y al llegar al mediodía Jorge salió para su casa.
Cuando llegó a su casa, Jorge preocupado se reencontró con Abel, hermano de Marisa y le preguntó en que andaba sus amigos que lo había visto muy cómodos económicamente.
“El Rengo vende IVA y Alberto fabrica las facturas para que él las venda. Hacen fortunas, pero nadie dice nada…”
Jorge se llamó a silencio.
Se sintió usado, forreado y hasta manoseado por sus amigos.
Ellos, sus amigos, hablaban de moral, de la corrupción en el gobierno, y eran ampones de la corrupción local. Esa noticia le cagó la comida, no tuvo apetito y marchó sin hablar directo a dormir la siesta pensando “que sociedad hipócrita, se llenan la boca de hablar de transparencia y tienen sus calzones llenos de mierda…”
Hoy vemos día a día, en las redes sociales, a muchos “señores y señoras” hablar de las boludeces que le vende Lanata y compañía, donde en el mundo que le venden Macri, Binner y sus aliados son las excelencias de la moral argentina.
Se asustan del lavado de guita, yo los invitó a que caminen los bares de la ciudad y unos cuántos viven sin trabajar, viviendo en grandes mansiones…
Nunca se preguntó de dónde viene la fortuna????
El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra.


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