"Cuando escuché: 'El que depositó dólares...' me quise matar"

El ministro de Economía de Eduardo Duhalde hace un repaso por los vericuetos económicos de estas tres décadas en la Argentina  y recuerda con un dejo de humor la frase del ex presidente que se convirtió en un ícono de la crisis de principios de siglo.

Entró pisando cáscaras de maní, como casi todos los visitantes del bar platense La Modelo. En el local  de 54 y 5, fundado en 1894, es una tradición. Mientras Jorge Remes Lenicov se acomoda en la mesa de café, uno de los trabajadores del lugar se explaya sobre el asunto del maní: "Barremos dos veces por día, una a las seis de la tarde y la otra cuando cerramos." La mítica cervecería donde transcurre la entrevista fue elegida por dos razones: "Vivo cerca de acá, y además este fue un lugar donde siempre se reunió a comer el peronismo encabezado por Antonio Cafiero."

–¿Se trajo apuntes?
(Abre un papel prolijamente doblado) –Acabo de dar una conferencia, justamente, sobre los 30 años de la democracia.
–Empezando por el principio, Alfonsín, primer hito político, atravesó años complejos en lo económico. ¿Cómo analiza ese período?
–Ahí hay cosas encontradas. Porque en mi caso y el de varios otros compañeros, no estábamos gustosos con la fórmula (Ítalo) Luder-Vittel, y menos con Herminio Iglesias. Yo no recuerdo haber tenido una sensación de una derrota o una crisis, perdimos simplemente las elecciones. En materia económica, siempre estuve en contra de la política de Alfonsín: lo de Grinspun era inconsistente, y lo del Austral –que en principio sonaba interesante y novedoso– también, por la política monetaria y fiscal. Ya en el '86 empezábamos a vislumbrar que el Austral tenía poca vida. Después vino el Primavera, que fue peor que el Austral y desembocó en la hiperinflación.
–El radicalismo apuntó a Menem como quien impulsó, en las sombras, una fiebre inflacionaria para hacer caer a Alfonsín…
–Por un lado, a la híper la analizo desde el punto de vista económico por la política del Banco Central cuando liberó el tipo de cambio, cuando emitió de manera descomunal, por el déficit fiscal y liberar precios que venían cuasi controlados. Ahora, que políticamente Alfonsín dijera que hubo un golpe de mercado, corrió por su cuenta. No me cierra, porque me acuerdo lo que fue el 6 de febrero de 1989, cuando (José Luis) Machinea liberó el tipo de cambio. Cuando vos liberás, y yo de hecho lo hice, si no tenés un ancla monetaria, salarial o tarifaria, te vas al diablo. ¿Por qué yo no tuve hiperinflación y devalué más que en el '89? Por la sencilla razón de que fuimos muy prudentes en política fiscal, y con los gremios, y congelamos tarifas. Alfonsín cayó por errores propios, lo que no quiere decir que no haya habido sectores del establishment para forzarlo.
–¿El poder residual de cierto sector de las Fuerzas Armadas tampoco influyó?
–Desde el punto de vista político, sí había presiones de los militares, pero en lo económico, lo grave de la dictadura en términos de herencia fueron el nivel de deuda externa y los desequilibrios macroeconómicos. Ya la famosa tablita de Martínez de Hoz generó a principios del '81 devaluaciones en cadena y aumentos de precios. O sea, ya cuando asumió Alfonsín, la situación económica era muy mala. Creo que él no dio en la tecla de cómo armar una estrategia económica que le permitiera sobreponerse a la herencia recibida. Se podrían haber hecho otras cosas. La década del '80 fue mala para toda la región, pero Argentina fue el país que peor la pasó. Acá cayó el nivel del PBI y terminamos en la híper. Desde el punto de vista económico, Alfonsín estaba signado al fracaso, absolutamente.
–¿Y si hubiese ganado Luder?
–Es una pregunta contrafáctica... Con las cosas que yo veía, y las internas, por ahí era peor. Nosotros nos sumamos a Luder casi por obligación, porque Cafiero nos dijo que vayamos, pero no sabíamos ni quién era su referente económico. Nunca escuché de parte de Luder una propuesta mejor que la de Alfonsín. Era muy abogado constitucionalista. Se ve que la economía no le gustaba mucho.
–Luego llegó Menem. Con su experiencia en economía, ¿no leyó un mensaje subliminal que previera lo que realmente hizo?
–Hablaba de salariazo y revolución productiva. Cuando estaba próximo a asumir, hizo un acuerdo con Bunge y Born. Para nosotros, Bunge era mala palabra. Después se volcó a la Ucedé, con Alsogaray. También nos llamó la atención la propuesta privatizadora, algo ajeno al peronismo. Hay otra cuestión: cuando asumió, Menem, una parte del cafierismo, Felipe Solá y Guido Di Tella, por ejemplo, se pasó a sus filas. Nosotros nos quedamos con Cafiero, pero no entendíamos demasiado. Él era presidente del partido, pero el presidente del país era Menem. Lo recibía muy poco a Antonio. Yo lo acompañé alguna vez: las antesalas eran muy duras. Se recriminaban mucho. Incluso, cuando salió la Convertibilidad, le preparé un artículo a Antonio muy crítico y lo publicó generando un gran escándalo. La Convertibilidad eliminaba la política monetaria y cambiaria, dejaba al Estado sin herramientas. Después todos se fueron haciendo menemistas.
–¿Y la figura de Cavallo?
–Un personaje muy particular, muy individualista, pero a Menem le dio un gran aire porque bajó la inflación. Tanto que en el '95, a pesar de la crisis del Tequila, gana las elecciones muy bien. Nosotros teníamos nuestras aprehensiones por Cavallo, pero el peronismo en eso es muy particular. Cuando acompaña al ganador, se le aceptan muchas cosas.
–¿Veían venir el final?
–En el '97 ya planteábamos que había que cambiar, y en el '99 la renegociación de la deuda y la salida de la Convertibilidad. Pero la gente quería la Convertibilidad porque le daba cierta seguridad, y votó a De la Rúa. En el '98, la economía argentina ya había caído en recesión, y en 2001 el PBI había caído 20 por ciento. Me acuerdo una discusión que tuvimos con una visita de Teresa Terminacián, del FMI, en Diputados, en 1998. Ella decía que todo estaba bien y lo único que había que hacer era la desregulación del mercado laboral. La única propuesta era la baja salarial.
–Socialmente, ¿cómo entendía que la gente creyera en la paridad un peso un dólar?
–Pensemos que en los primeros años de la Convertibilidad hubo crecimiento, estabilidad, créditos a mediano y largo plazo, capacidad de compra. Fue como una gran fiesta, y de tanto insistir por parte del gobierno de que un peso era un dólar, la gente lo creyó. El retraso cambiario que fue generando la Convertibilidad empezó a facilitarle a la clase media la salida al exterior, y eso tiene votos. En el '80 había mucha gente a la que no le gustaban los militares pero sí su política económica porque viajaban al exterior. Con Menem, de tanto insistir con que estábamos en el Primer Mundo, se creó una ficción. Le funcionó: en el '95 ganó muy bien. Con De La Rúa pasó lo mismo en un principio, querían mantener la Convertibilidad. En un encuentro en la Asociación de Bancos Argentinos (ABA), en la que había unas 500 personas, Duhalde habló de las pymes y la renegociación de la deuda: lo aplaudieron por educación. Cuando le tocó a De la Rúa, lo ovacionaron de pie cuando dijo que su objetivo era mantener la Convertibilidad. El establishment y los medios  estaban con él. Sobre todo La Nación y Ámbito Financiero.
–¿Dónde lo halló la crisis de 2001?
–Cuando cae De la Rua, creímos que Rodríguez Saá se iba a quedar seis meses más. Con todos mis compañeros economistas, Todesca y Pignaneli, habíamos alquilado en la Costa para irnos de vacaciones. Cuando pasó todo volvimos y nos pusimos a manejar Economía.
–¿Sorprendió que Rodríguez Saa dijera que no iba a pagar la deuda?
–La forma en que lo dijo. Nosotros hablábamos de renegociación. Una de las primeras medidas que tomé fue cambiar el no pago por las renegociaciones. Jugó cierta ignorancia respecto a cómo se maneja el mundo. El mundo no acepta no pagar una deuda. Ni los países ni los organismos internacionales. Sí aceptan la renegociación porque es parte del sistema. Es famosa la anécdota de MikhailGorbachov. Cuando se disolvió la URSS, apareció Rusia, y él empezó una gira por Europa en la que fue aclamado como el nuevo presidente ruso. Alfombras rojas por todos lados. Pero cuando llegó a Londres, en la primera reunión de trabajo le dijeron: "Mire, usted es presidente de Rusia, pero acá tenemos unos papeles de Nicolás II que él nunca los pagó. Y cuando asumió Stalin, él dijo que no era Rusia sino la Unión Soviética, y tampoco los pagó." Y le pidieron que antes de seguir hablando, les dijera qué iban a hacer con esos papeles...
–Después de los cuatro presidentes, llegó Duhalde al gobierno. Usted fue el primer ministro de Economía. Más allá de las medidas, de esa época quedó en el ideario la frase "el que depositó dólares, recibirá dólares". ¿Fue idea suya?
–No la recomendé yo. Trabajamos el 31 de diciembre hasta tarde en su casa de Lomas, haciendo el discurso, la parte económica. Y al día siguiente, el 1º de enero, fui a Diputados a la asunción. Cuando dijo esa frase, la verdad que me quise matar. Yo creo que fue alguno en Casa Rosada que, para calmar los ánimos o no sé qué, le dijo que lo dijera. Era un absurdo:  más allá de las voluntades, había 50 mil millones de dólares de depósitos y las reservas del Banco Central eran 7000 millones. El corralito de Cavallo era explosivo. Hubiesen ido todos a los bancos a buscar sus dólares, y los bancos les hubiesen pagado a los dos o tres primeros, después cerraban la puerta y quebraban.  Por eso evitamos la transferencia interbancos, para no descapitalizar los bancos oficiales, y reprogramamos los depósitos a dos años. Después formalizamos la devaluación y cambiamos la Carta Orgánica del Central para que pueda intervenir en el mercado de cambios.
–¿Por qué se fue del gobierno?
–Tenía unas presiones terribles del establishment, les congelamos los precios. Y después Duhalde empezó a tener ciertas dudas y empezó con actitudes más facilistas, como aumentar el gasto para inversión pública. Le dije que me iba y llamó a los gobernadores para decirles estos cambios y contarles que iba a romper con el FMI. Los gobernadores le dijeron que no estaban de acuerdo y ahí cambió. Lavagna continuó el rumbo.
–Luego, el crecimiento se consolidó en el período 2003-2007.
–Tengo un muy buen análisis de ese período, se mantuvieron los equilibrios macroeconómicos, esto es el crecimiento más o menos estable entre consumo, inversiones y exportaciones. Aunque se debió haber rediscutido el marco tarifario. Y en la renegociación de la deuda, que estuvo muy bien, hubiera hecho algo diferente con el cupón PBI. Después vino la AUH, muy positiva, pero eso fue más adelante. Hubo una mejora social más ligada al crecimiento que a la política social.
–¿El período de Cristina?
–Poco a poco me fui oponiendo. Se centró más en el consumo que en la importación y exportación. Y la inflación fue distorsionando los precios relativos. Para pasar del crecimiento al desarrollo hacen falta dos cosas: primero tener una economía de corto plazo más equilibrada, tanto en demanda global como en precios relativos. Y esa base se fue distorsionando. Trabajar en largo plazo en educación e infraestructura. Y algún tipo de acuerdo para que no haya cambios tan bruscos en las políticas económicas. Cuando uno ve estos 30 años, lo que ocurrió está por debajo de la potencialidad argentina,  de las expectativas de la gente y de las promesas de los dirigentes.
–Los promedios son frío y calor, y dejan afuera que hubo una crisis monumental en 2001…
–Eso es la democracia. Con un agravante, de esos 30 años, 20 crecimos y diez caímos. Y para las inversiones no es lo mismo crecer y caer que crecer parejo. Y después hubo una brutal inflación, 7 millones por ciento de inflación en 30 años, le sacamos siete ceros a la moneda en 30 años. Tenías 10 millones de pesos en el '83, los guardaste y ahora te quedó un peso, tres nos sacó Alfonsín y cuatro Menem. A la luz de estos datos, debería haber un mea culpa y un replanteamiento de toda dirigencia. En materia económica, las cosas en la democracia no fueron un fracaso, pero…
–Lo que se pondera de los últimos años tiene que ver con políticas macroeconómicas que sacaron al país del riesgo de estallido social constante.
–Hoy la economía no tiene los niveles de desequilibrios que tuvo en 1998 y 2001, eso está claro. Aquello fue totalmente terrible, pero venimos desde fines de 2011 con un estancamiento e inflación alta, y esto es problemático si no se controla. La recuperación de las paritarias fue algo muy bueno que ha hecho este gobierno.
–Uno de los últimos y más inmediatos desafíos de la democracia sería cerrar el capítulo de una deuda externa privada que fue estatizada y que hoy se renegocia. ¿Cómo lo ve a futuro?
–Hubo un error del gobierno cuando sacó la ley famosa de que no se negociaba más.Uno siempre tiene que dejar una puerta abierta. Y después hubo actitudes verbales que no se condicen con el funcionamiento de la justicia norteamericana. En las presentaciones formales, el gobierno tiene razón. Es un absurdo pagarles el 100% a los holdouts cuando hubo una quita importante para el resto.
–Aseguró que la inflación fue un problema a lo largo de la democracia. Ese tema y la escasez de dólares que generó el control de cambios están a la orden del día.
–La inflación se puede resolver en un par de años, cambiando la política monetaria y fiscal. Pero se puede hacer un plan anti-inflacionario. Y el cepo al dólar depende del programa que se aplique. Hoy no se puede sacar, va a tener una salida paulatina. Salir del cepo no puede ser una promesa de campaña, pero una cosa es salir mañana y otra en un par de años.  «


Por qué Remes Lenicov
Porque fue un protagonista central de la economía de estos años, y fue el funcionario encargado del Corralón y de la salida formal de la Convertibilidad. Remes integró el staff bonaerense entre 1987 y 1997, y empezó de la mano del ya mítico hombre del peronismo. En 1991, conoció a Duhalde y "cuando ganó las elecciones, me ofreció continuar".


Levantamiento carapintada
"Vino a mi mente la foto de Ricardo Alfonsín y Antonio Cafiero juntos contra el levantamiento carapintada. Fue un ejemplo a imitar, ya que el oficialismo y la principal oposición se juntaron para fortalecer la novel democracia contra el golpismo. Cafiero tuvo una actitud ejemplar porque dejó de lado los intereses electorales para abrazarse con Alfonsín y darle su apoyo. Posteriormente, en la interna partidaria del PJ hubo quienes, muy mezquinamente, criticaron esa actitud de apoyar a un gobierno que estaba perdiendo mucha popularidad, olvidándose que todo es posible dentro de la democracia y que nada se puede construir fuera de ella."
Fuente: Tiempo Argentino

 

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