Por Alberto Dearriba. Fuente: Infonews.com
Los tres ex postulantes a presidente de la Nación del kircherismo puro, ya no están en carrera: Agustín Rossi, Jorge Taiana y Sergio Urribarri, acataron sin dilaciones el llamado de la presidenta Cristina Fernández a redondear una oferta electoral más prolija en la primaria nacional y en la provincia de Buenos Aires que la de la Capital Federal.
Nadie sabe a ciencia cierta si el tercer puesto del Frente para la Victoria (FPV) en la Capital Federal obedeció a la probable confusión de una oferta excesiva, o a errores políticos más profundos en el distrito. Sea como fuere, el sentido común indica que puede haber matices ideológicos que justifiquen hasta tres postulantes dentro de una misma fuerza, pero no tantas discrepancias como para justificar doce competidores, como había en la provincia de Buenos Aires antes del llamado de Cristina a "un baño de humildad."
Los electores del oficialismo sólo tienen ahora dos precandidatos presidenciales: Daniel Scioli y Florencio Randazzo. Tal vez hubiera cabido un tercero surgido de la unificación de personería de los tres postulantes de la centroizquierda oficialista, pero ninguno de ellos despegó como para organizar ese espacio.
La militancia más dura del FPV y los simpatizantes no peronistas que apoyan al oficialismo ya no deberán romperse la cabeza para decidir entre los tres postulantes con los que tenían afinidad ideológica. Pero se verán en aprietos cuando se vean obligados a elegir a su candidato presidencial entre dos precandidatos provenientes del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires. Pero a la fuerza ahorcan y optarán por el mal menor.
Dese el punto de vista del proyecto nacional del FPV, la idea de concentrar candidaturas obedece a la necesidad de evitar que los medios no presenten a la primaria como una derrota estrepitosa del kirchnerismo frente al PRO de Mauricio Macri y el Frente Renovador de Sergio Massa, que no dividirán votos porque no hay competencia interna.
Es probable la Casa Rosada haya intentado evitar que Scioli aparezca despegado de su más inmediato perseguidor. Pero muchos de los que consolidaron el proyecto, ya no podrán votar con el corazón, sino que deberán hacerlo con la cabeza.
Los dos fundadores del movimiento que cambió al país conformaron una sociedad política en la que se planteaban alternarse en el poder para eludir las limitaciones constitucionales. Pero la biología le ganó a la política cuando Néstor tuvo la pésima idea de morirse en 2010. Desde entonces, en casi cinco años, el kirchenrismo puro no logró modelar un sucesor de Cristina que garantizara la perdurabilidad del modelo y menos su profundización.
Para algunos, la responsabilidad de esa vacancia es claramente de la conducción nacional. El intento de instalar como delfín a Amado Boudou en 2011 fue frenado a cañonazos mediáticos. Tras ese fracaso, en los últimos tres años, tampoco se logró armar "desde arriba" un sucesor confiable, como lo hizo Lula en Brasil al ir posicionando a Dilma. Jorge "Coqui" Capitanich fue otra tentativa que sucumbió en el camino. Seguramente tiene que ver en esa falencia, el hecho de que el kirchnerismo haya concentrado siempre las decisiones en una sola cabeza. Heredera de la organización vertical del peronismo, la fuerza que cambió el país no dio lugar a liderazgos emergentes. Pero tampoco se pudo "desde abajo".
Si la exhortación presidencial en favor de "un baño de humildad" pudo producir renuncias en tropel a las precandidaturas, una palabra de aliento en sentido contrario para alentar a un precandidato más afín ideológicamente, lo hubiera potenciado de un modo imposible de medir. Algunos intuyen que Cristina no quiso pronunciarse para no enemistarse con los que quedarían heridos, pero esa opción no es afín a su carácter. Tal vez la presidenta no haya querido correr el riesgo de una derrota o simplemente se haya rendido ante la realidad que le indicaron las encuestas. Ni siquiera ella puede hacer claramente lo que le plazca, sin un correlato con el consenso social.
Scioli no fue elegido por Kirchner con amor para la vicepresidencia de la Nación, ni para la gobernación de la provincia de Buenos Aires, sino porque contaba con una sólida base territorial en el principal distrito electoral. No fue bendecido por el kircherismo, sino que se sumó al FPV con votos propios. Tampoco jugó su partido esperando el respaldo presidencial y por el contrario debió soportar algunos palos sin sacar los pies del plato. Tampoco es que la fidelidad haya sido una virtud, como se la vende, sino una especulación legítima: sus mediciones son unas dentro del FPV y otras lejos de Cristina. Pero se las arregló solito. En cambio, los sectores más progresistas del kirchnerismo no lograron instalar un postulante.
La discusión acerca de la responsabilidad por la falta de un delfín confiable –si es "de arriba" o "de abajo"– ya no tiene demasiado sentido. En política, no aconsejan llorar sobre la leche derramada. La cuestión ahora es ahora cómo se acompañará (o condicionará) a Scioli o Randazzo si resultaran presidentes de la Nación. Se trata de dos bonaerenses del PJ, lo cual conlleva la suposición de un corrimiento hacia el centro.
Para el núcleo duro, la supervivencia pasa ahora por le elección de los vice y los legisladores para sobrevivir sin la madre en la casa Rosada.
En la Provincia de Buenos Aires, parece haber más reticencia a la renuncia de postulantes a la gobernación. Pero la presencia de Aníbal Fernández y de Julián Domínguez apunta a disciplinar a la tropa.
Durante su reciente visita a Moscú, Cristina dijo que no tenía "favoritos", pero si algún precandidato recibió mimos presidenciales ese fue Randazzo. El último favor fue la decisión de pasar la Dirección Nacional Electoral del Ministerio del Interior a la cartera de Justicia, ya que, como candidato, Randazzo no hubiera podido continuar al frente de su cargo. De este modo, el ministro seguirá obteniendo réditos con la transformación del sistema ferroviario y el nuevo sistema de confección de documentos, sus dos caballitos de batalla.
Por otra parte, la declinación de los tres candidatos más identificados con el kirchnerismo puro favorece claramente a Randazzo, ya que entre su moderación y las ambigüedades de Scioli, los sectores progresistas del FPV optarán sin duda por el ministro.
Randazzo es un severo crítico de la falta de definición de Scioli sobre algunos aspectos del modelo que preocupan al establishment. Ir o no ir a bailar con Tinelli, no hace ganar o perder una elección, pero al núcleo duro le gustó más la inasistencia de Randazo que la participación de Scioli.
La herencia natural que recibirá el ministro está lejos de asegurarle una victoria, pero le sumará algunos puntos. De todos modos, el núcleo duro está resignado: si como auguran las encuestas, el gobernador se consagra candidato presidencial del FPV tras vencer en la Primaria, volverán a votar con la cabeza y no con el corazón en la general.
No tendrán alternativa:para entonces, en la vereda de enfrente estará, muy posiblemente, el principal candidato de la derecha.
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