Representante
de un ciclismo en el cual el esfuerzo físico no contaba con la tecnología de
las bicicletas actuales ni con rutas asfaltadas, el pedalista hizo historia en
Italia por sus logros deportivos, pero sobre todo por poner su talento al
servicio de la Delegación
para la Asistencia
de Emigrantes Judíos.
Por
Alejandro Duchini
En
el Museo del Holocausto de Buenos Aires acaba de exhibirse una muestra en
homenaje a Gino Bartali organizada por la embajada italiana en Buenos Aires.
Bartali, nacido el 18 de julio de 1914 en Ponte a Ema, Florencia, Italia, es
uno de los ciclistas más emblemáticos. Representante de un ciclismo épico, en
el que el esfuerzo físico no contaba con la ayuda tecnológica de las bicicletas
actuales ni con rutas asfaltadas, ganó tres veces el Giro de Italia (1936, 1937
y 1946) y dos el Tour de Francia (1938 y 1948). Pero tuvo otra particularidad:
tres años después de su muerte, ocurrida el 5 de mayo de 2000, se supo que
integraba la Delegación
para la Asistencia
de Emigrantes Judíos, organización de resistencia que entre 1939 y 1947 ayudó y
rescató a judíos en Italia. Así, personas de diferentes credos salvaron a cerca
de 800. Bartali no se lo contó a nadie. Su nieta, Gioia, quien visitó Buenos
Aires para presentar la muestra, recuerda, sin embargo, que de chica se hablaba
del tema en su casa.
Bartali
recorrió entre 1943 y 1944 cerca de 300 kilómetros diarios yendo y volviendo
con documentación escondida en su bicicleta. Con la excusa de entrenar en
tiempos de suspensión de carreras por la guerra, si lo detenía la policía pedía
que no le toquen la bicicleta porque estaba calibrada. Como era ídolo, firmaba
autógrafos y lo dejaban ir.
El
músico italiano Piero Nissim leyó en 2003 un diario íntimo de su padre,
Giorgio, opositor al fascismo, en el que contaba el papel del ciclista en el
rescate de judíos. “Descubrir que en medio del Holocausto salvaba vidas lo
volvió un héroe silencioso. Además, nunca hizo alarde: la historia se conoció
años más tarde, a través de un sobreviviente. No conozco otro caso así en el
deporte”, dice Jonathan Karszenbaum, director del Museo del Holocausto. Y
agrega: “Hubo mucho de inconsciencia entre quienes hicieron este tipo de cosas
en esos años”. Según registros, se conocen 26 mil casos documentados de
personas que rescataron judíos del exterminio, pertenecientes a 44
nacionalidades.
A
Bartali se lo consideraba un referente del fascismo porque Benito Mussolini le
pedía que gane carreras para que Italia esté a la altura de Alemania. Y Bartali
las ganaba. Pero no por fascista, sino porque era el mejor.
Ejemplo
claro es cuando las autoridades le pidieron a Bartali que gane el Tour para
calmar los ánimos tras el atentado del 14 de julio de 1948 contra el líder
comunista italiano Palmiro Togliatti. Ese ataque dejó a Italia al borde de una
guerra civil. “No prometo la carrera, pero la etapa de mañana la gano”,
respondió el ciclista. El líder en la general, el francés Louison Bobet, le
llevaba 21 minutos. Tras diez horas de carrera, Bartali ganó y descontó casi 20
minutos a Bobet, que terminó desgastado por el esfuerzo físico. Togliatti se
recuperó, los ánimos de calmaron y Bartali ganó esa edición del Tour francés.
De
físico privilegiado, a Bartali lo apodaban también “el hombre de fierro”. Era
invencible en las escaladas. Fumaba y no se privaba del vino. En su mejor momento
no pudo correr por la
Segunda Guerra Mundial. Encima apareció otro ídolo del
ciclismo, Fausto Coppi. Se inventó que se odiaban. Italia se dividió en
bartalinistas y coppianos. Pero ellos fueron amigos. Incluso coincidieron en el
dolor de la muerte de hermanos: Bartali casi abandona el ciclismo cuando murió
el suyo, Giulio, en 1936. Serse, el de Coppi, falleció en 1951.
Hay
una fotografía emblemática en la que se pasan una caramañola durante el Tour de
1952. No se sabe cuál de los dos la entrega, pero la imagen se incluyó como un
ícono de valores por sobre el resultado deportivo. Después siguieron juntos.
Tanto en el ciclismo como en la vida en general. Coppi tenía 40 años cuando
murió el 2 de enero de 1960, por malaria. Bartali falleció a sus 86 años, el 5
de mayo de 2000, de un ataque al corazón. Desde ese día no sólo se convertiría
en leyenda. También sería un héroe. “Se arriesgó demasiado. Demasiado. No
estaba obligado a hacer algo así, pero lo hizo”, rescata Karszenbaum. Y
arriesga: “Estas historias invitan a cualquier educador a trabajarlas como
modelos de altruismo, de ayuda. Bienvenidas sean”.
Fuente: Página 12
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