HISTORIAS DE NOTICIAS XII: LA MUERTE DE MONSEÑOR MARTIN



El Pbro. Guillermo Martin llegó a nuestra ciudad después del fallecimiento de Monseñor Manuel Aizpuru, en marzo de 1952, quién había sido cura párroco durante casi tres décadas en Cañada de Gómez.


Durante sus primeros tiempos, Martin continúo las obras edilicias que venía haciendo su antecesor finalizando la actual casa parroquial, que fuera construida por el constructor José Bardone que reemplazó a la antigua construcción de ladrillo visto que también tenía dos plantas. También tuvo injerencias en la llegada de los Hermanos del Sagrado Corazón en la fundación del Instituto Razetto cuando él mismo convenció a los Corazonistas que aceptaran el inmueble que los descendientes de José Razetto tenían destinado para tal fin. Cuando comenzaba el año 1962, diez años después de su llegada, Guillermo Martin se convierte en Monseñor y es designado vicario general de la Diócesis de Rosario. Finalmente, el 18 de marzo, una multitud de feligreses los despidió en los actos que se desarrollaron por su traslado a Rosario. En aquella misa, al lado suyo se encontraba el Pbro. Ignacio Aparicio, por ese entonces secretario de la Obra Vocaciones Eclesiásticas y al finalizar, el entonces Intendente Municipal Gerardo Cabezudo le entregó el documento que acreditaba al padre Martin como «ciudadano honorario de Cañada de Gómez», pronunciando un discurso el Dr. Fernando Calderó. Según expresa Estrella de la Mañana, «fue la demostración más grande hecha a una sola persona, de que se tenga conocimiento en la vida ciudadana de Cañada de Gómez». Aquella jornada se cerró con un banquete en las instalaciones de La Helvética con la presencia de Monseñor Guillermo Bolatti. Una semana después, el 25 de marzo, llegaba a Cañada de Gómez como nuevo cura párroco Armando Amirati, y otra sería la historia…

Ahora bien, vayamos a lo sucedido el 28 de agosto de 1964 y como Estrella de la Mañana nos anoticiaba a los cañadenses del accidente donde perdiera su vida Guillermo Martin.


La editorial del director José Ramacciotti, describe la personalidad del sacerdote…

«Tan sólo 49 años tenía Mosneñor Guillermo Martin, cuando en un alto del camino entre Capitán Bermúdez y Fray Luis Beltrán la fatalidad agazapada habría de tenderle su trampa mortal. a tan temprana edad halla la muerte una alta dignidad de la Iglesia, que tuviera en Cañada de Gómez y Carcarañá una larga actuación como Párroco, y donde para muchos amigos y colaboradores, fue un verdadero impacto doloroso la noticia de su repentino deceso.
»Guillermo Martín había nació allá por 1915, destacándose desde joven en la práctica deportiva. Su carrera dentro de la Iglesia fue rápida y logró prontos ascensos en razón de su arraigo dentro y fuera de las esferas eclesiásticas. Poseia el magnetismo de una personalidad agradable y difícilmente quienes se le acecaban y le trataban, no se juzgaran luego amigos del sacerdote. Atraía y sabía actuar como hombre entre los hombres, y formó a su alrededor grandes sentimientos de adhesión y apoyo.
»Deja a un progresista Instituto Razetto por el que bregó. Deja Emirtas donde periódicamente se celebran misas en los campos, allí donde se cimenta la grandeza de la patria. Obras que supieron de su sentido práctico y empeñoso. Obras que dicen que fue, ante todo, un coordinador, un progresista…»[1]

Sobre la crónica del accidente, la entonces revista semanal expresaba que…

«Alfredo Antonio Pitilini es uno de esos camioneros que no reparan en la vida y la seguridad ajena. Uno de las tantos que encontramos en las rutas que debieran incluso ser raleados de la sociedad mediante la acusación de intento de homicidio indiscriminado. Estos incapaces e indignos seres que juegan con la vida ajena con sus tremendos vehículos son los que representan dentro del sacrificado y trabajador gremio de los camioneros, su rama degenerada. Pero las leyes son demasiado indulgentes, y los accidentes prosiguen y proseguirán, porque nuestra justicia vive atrasada 1000 años, y porque nadie se inquieta por ello…
»Allí en uno de esos actos atentatorios contra cualquier ser humano que ande en las inmediaciones, cayó una figura ampliamente conocida. El camión de Pitilini, parado, sin luces, entre Fray Luis Beltrán y Capitán Bermúdez, fue embestido violentamente por el coche Renault conducido por el reverendo padre Ignacio Víctor Aparicio, al que acompañaba el vicario general de la Arquidiocesis de Rosario, Monseñor Guillermo Martin. el violento choque produjo a la alta dignidad eclesiástica heridas y golpes que le produjeron una muerte instantánea. El deceso de Monseñor Martín, a los 49 años de edad, conmovió a las esferas de la curia. Monseñor Guillermo Bolatti, que se aprestaba a partir a Roma, regresó de Buenos Aires a Rosario para asistir al sepelio de los restos de Monseñor Martin. A las 10 horas del día domingo 30, recibieron cristiana sepultura en el Cementerio El Salvador[2]».

[1] Revista Estrella, Nº 316, 4 de Setiembre de 1964.

[2] Idem.

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