Hospital San José |
Aunque hoy en realidad estamos sufriendo las
consecuencias de una pandemia mundial, desde 1868 hasta la fecha han sido
muchas las enfermedades que devastaron la vida social de nuestra ciudad. Hoy
voy a recordar los testimonios de tres personas como Margarita Hansen, Elías
Bertola y el Dr. Gerónimo Etchart, que
dejaron plasmados estos importantes datos históricos y material de nuestro
Museo Histórico Municipal Elías Bertola.
La primera de ellas ocurrió en el primer verano en que
los Reün y Hansen se habían instalado en la desolada Estación Cañada de Gómez.
Recordemos que el Capitán Pedro Reün arribó como jefe de la misma el 1º de
agosto de 1867. Así lo describe Margarita Hansen en sus memorias…
«Así transcurrió el invierno y llegó el verano de
1867-1868. Fue el primer verano y se presentó muy difícil. Al llegar la época
más calurosa con ella entró en el país, con gran espanto de los pobladores, el
cólera, estando en aquel entonces la ciencia impotente contra aquel terrible
mal, llevándose numerosas víctimas. En los ranchos de la vecindad fallecieron
siete personas, mientras en la estancia Sccönberg
trece de las personas que habían viajado con nosotros a bordo del Antílope (…) Recién cuando en está
empezó a restablecer en general la salud se vio cuantos de los pobladores
faltaban…»[1]
Esa epidemia destruyó familias enteras de pobladores
que vivían en las estancias aledañas a la Estación, inclusive muchos de ellos
se suicidaron por consecuencias del cólera.
Dos años más tarde la viruela se convertía en otra
preocupación para nuestro país, en el cual todo estaba por construirse. Y la
víctima más reconocida es nuestro jefe de Estación, el Capitán Reün quién
retomando a su cuñada Margarita en su relato expresa…
«Pedro Reün, que veía el futuro tan esperanzado, no
disfruto el premio de sus ahorros y esfuerzos, viendo su casa terminada. Cuando
coloco la azotea, cerró para siempre sus ojos este hombre siempre tan activo y
tan sano, cayendo victima de la viruela. En aquel entonces aun no existía la
obligación de vacunarse y por eso pocos
se libraban de esta perniciosa enfermedad. Según supe más tarde, Reün se
impresionó muchísimo, de regreso de Rosario, cuando vió a una persona amiga con
huellas recientes de viruela en el rostro, agregándose a ello, que por falta de
ayuda, el mismo cooperó a transportar un cadáver que debía conducirse a
Rosario, produciéndose el contagio. Siguió vagando unos días y finalmente se
llamo al viejo doctor Scharn de Rosario, quien diagnosticó un caso de viruela.
Como se habían restablecido tantas personas, nosotros también teníamos
esperanza de salvarlo, pero seguramente la enfermedad ya había avanzado
demasiado y en vez de que el médico volviera al día siguiente, hubo que
telegrafiarle porque ya era demasiado tarde.
»El tiempo que siguió a este triste desenlace fue muy
penoso. No podíamos ni debíamos mantener al recién fallecido en casa, porque
muchas personas frecuentaban diariamente la misma y por doloroso que fuera,
tuvimos que llevarlo inmediatamente al pequeño galpón de enfrente de las vías,
donde quedo hasta que a la mañana siguiente trajeron el ataúd desde Rosario. El
señor Meier fue el único que acompaño los restos dándole sepultura en el
cementerio alemán de allí, mi pobre hermana quedo completamente abatida y
tuvimos que prepararle una cama en la cocina. El último suspiro lo habrá oído
únicamente su hermanastro[2]
quien con tantas emociones sufridas, también casi enfermo, pero el deber de
suplir a su hermano fallecido hasta tanto llegara un reemplazante lo mantuvo
alerta. Mi hermana se traslado con sus hijos a la chacra Heiland, quienes ya
vivían hacía un tiempo allí y nos asistieron en tan duro trance como fieles
amigos. Así no podía evitarse que Augusto Schnack y yo quedáramos en la
estación, haciéndonos compañía durante un tiempo el viejo señor Heiland.»[3]
Pedro Reün, murió por viruela en 1870 |
La entonces Colonia Cañada de Gómez, reconocida
oficialmente como tal por la provincia de Santa Fe cuando el 5 de abril de 1873
Cirilo Peralta se convirtió en Juez de Paz, tuvo unos años de tranquilidad en
lo que respecta las epidemias. También comenzaron a llegar los primeros
médicos, siendo el Dr. Bruno Scharn el primero de ellos en instalarse. Cuando
finalizaba el ´83 una nueva división política de la provincia hace que nuestra
colonia se transforme en pueblo y sea cabecera del flamante Departamento
Iriondo y en marzo de 1885 se conforma la primera comisión directiva de la
Comuna siendo Félix Freyer el presidente de la misma. Su sucesor fue Santiago
Ríos que asumió el 17 de mayo de 1886 y quién debió enfrentar otra epidemia de
cólera. El 10 de
noviembre Ríos le dirige a Enrique James una carta donde manifestaba que se
tenía conocimiento de la invasión de cólera en Rosario y que en una reunión de
vecinos realizada dos días antes se tomaron las primeras medidas de prevención,
la primera de ellas fue la de juntar fondos y que el pueblo designaba a James
como tesorero. Se clausuraron los bares, las casas de tolerancia, se mandó a
construir un lazareto y se convocó a la ciudadanía a una campaña de limpieza. La
Comuna citó a los doctores Marcelino Soulages, Agneto, Miranda y Alcáceres para
que tomen las medidas necesarias para evitar los contagios. El
día 28 de diciembre, Santiago Ríos remitió una carta a Manuel Moreno y cuya
dirección según consta en el copiador de cartas que perteneció a la Comuna, fue
a la casa particular del Presidente Miguel Juárez Celmann. La
correspondencia expresaba que
«Recibí
tarjeta, precisamos dinero. Anoche ocho defunciones, cólera y tifus. Hay
sesenta enfermos, aumentando manera alarmante. Gobernador Gálvez estuvo aquí
seis horas acompañado Intendente Municipal Rosario, Inspector General Higiene
Sr. Machani, dos médicos doce a quince personas más, dejando un médico a
disposición pueblo. Visitó lazareto. Tenemos malas condiciones, falta recursos.
Allanó dificultades teníamos entre comisiones dejando cosas su lugar. Dio a
Comisión Fomento 800 pesos, 200 para Armstrong, trajo carpas, desinfectantes.
Autorizó Comisión de Fomento crear impuestos extraordinarios, ofreciendo toda
clase elementos así Intendente y Inspector Sr. Machani. Vamos construir esta
semana espacioso lazareto madera. Pueblo decidido atacar epidemia nos diezma,
ayúdenos con todos elementos a su alcance, mucha miseria. Nombraremos comisión
hacendados para dar carne gratis.»[4]
Los
muertos nunca fueron contados con exactitud, pero la memoria colectiva y el
mismo Bertola expresaron que muchos de ellos eran tirados en las calles
cañadenses siendo levantados por carros y enterrados en fosas comunes. Pero el
Dr. Gerónimo Etchart expresó que en esa epidemia «Se instaló Barraca sanitaria para atender los enfermos;
se lee en una publicación local que los muertos fueron enterrados en el
cementerio de la población, en una fosa común y sin identificarlos. Todo el que
pudo hacerlo se dirigió a otros lugares y, siempre según la publicación que
comentamos, los muertos eran llevados a su última morada en el único carro
recolector de basuras»[5]. Se
realizaron reuniones populares en los galpones de los vecinos, siendo la más
concurrida la del día de Nochebuena, realizada en el Hotel Universal, cuando el
Gobernador José Gálvez, entregó víveres, medicamentos y con su presencia los
cañadenses sintieron un poco de alivio ante tan tamaña tragedia. Mientras
tanto, en una casona perteneciente a Félix Pagani ubicada en La Plata, hoy
Moreno, casi esquina Lavalle, un puñado de empleados, un par de peones y un
sepulturero mantenían en vida una población destruida por la pobreza y el
cólera seguía esperando ayuda del Estado Nacional, algo que nunca llegó. A
decir de Bertola, en medio de la tragedia una pequeña anécdota cuando
manifiesta que «el señor Andrés Frey que un vecino conocido, y es lástima que
ya no recuerde el apellido, fue llevado para ser enterrado, pero al
descargarlo, sea que le hiciera bien el paseo como haberle pasado una soberana mamurria, se incorporó de pronto y
extrañando el lugar, disparó veloz como una bala de fusil... y cuanto más lo
llamaban más corría... Y tal vez siga corriendo todavía... porque dice Don
Andrés, que no lo vio más...»[6]
En
1890 comienza a funcionar un precario Hospital de Caridad, que cuatro años más
tarde al fundarse en el pueblo la Sociedad de Damas de Beneficencia, las mismas
se hicieron del nosocomio siendo por aquel entonces su médico a cargo el Dr.
Mario Angeleti, quién junto a los doctores Víctor Pinol y Juan de Dios Doquier eran los únicos residentes en
Cañada. Entre 1890 y 1894 existieron algunos casos de viruela y cólera que no
alarmaron al pueblo pero si obligaron a las autoridades a la instalación de
lazaretos en lugares aislados para la recuperación de los enfermos como así
también el cierre de las escuelas. La tercera epidemia importante llega hacia
finales del ´94, nuevamente el cólera azota al país y Cañada no queda afuera. Según
expresa Elías Bertola en sus Apuntes…
«El
único médico local Dr. Angeletti se ausentó para las Sierras de Córdoba... Enviado
por el Consejo de Higiene, prestó óptimos servicios el joven Doctor Arsenio de
la Colina, asistido por un practicante. También prestó servicio el Delegado
Sanitario Señor Angel Godoy»[7]
Quién
llega en estos tiempos, es el Dr, Teófilo Queirel, una figura muy destacada de
la ciudad quién fuera presidente del Club Social y presidente comunal. Siendo
con De la Colina y Godoy, los únicos médicos que enfrentaron la epidemia en ese
verano de 1895. Siendo el Dr. Godoy un enviado del Hospital Militar de la
Nación. Aquella epidemia de cólera, que se extendió un año más, enfermó a unas
231 personas y 123 de ellas fallecieron.
Llegamos
al 1900 y nuevamente las epidemias amenazaban a la población, durante el verano
aparece en Rosario un brote de peste bubónica. El Lic. Arnoldo Gualino en su
blog expresa que
«En
este momento la prensa difunde la existencia de un complot para boicotear la
economía portuaria rosarina, a través de la presencia de una peste generadora
de pánico. El gobierno local ordena incendiar en barrio Refinería un millar de precarias viviendas; donde se había
detectado el foco de la enfermedad por la presencia de ratas; pero para no
alarmar y perjudicar el trabajo portuario las acciones no fueron difundidas. El
gobierno nacional de Julio A. Roca envía
una tropa militar para controlar el ingreso a la ciudad. Llegan a la ciudad
médicos sanitaristas a combatir la peste, 24 mil personas, son desinfectadas en
baños químicos. Se impuso un cordón sanitario; produciendo aislamiento y
efectos negativos a la economía local. Algunas tumbas del Cementerio del
Salvador de nuestra ciudad, está escrito Morto
da Crudel Morbo.»[8]
Estas noticias llegan a nuestra ciudad y la Comisión
de Fomento comenzó con los trabajos preventivos. Primero fue reclamarle a la
provincia que le abone una deuda al pueblo y de esa manera conseguir fondos
suficientes ante una posible crisis sanitaria, se enviaron cartas a las
empresas fúnebres, por ejemplo a la de Ernesto Villa, donde se le prohibía
llevar cadáveres cuyas muertes hayan sido por la peste bubónica sin antes
desinfectarlo y obligó a las instituciones educativas a que no abrieran sus
puertas hasta tanto no cesara la epidemia en la región. En abril del 900 otro
problema quejaba al pueblo ya que su único médico oficial, el Dr. Queirel, se
encontraba muy mal de salud y no tenía reemplazante. Eso hizo que Pagani,
presidente comunal, le reclamara al gobernador la llegada de otro profesional.
El 25 de enero de 1908, ante la posible llegada de
una epidemia por las altas temperaturas reinantes y tomando medidas para la
higiene pública y saneamiento de la población, el presidente Schnack convoca a
diecisiete vecinos del pueblo de los cuales cinco aceptaron ir a la reunión
siendo ellos Miguel Magallanes, Juan Malberti, Enrique Zanotta, Fronchetti y
Rosendo Casañas, mientras que faltaron a la misma Andrés Malen, V. Bondoni,
Antenor Beltrame, Miguel Garrone, S. Bandisone, Koller (hijo), Manuel Pando,
Antonio Fossatti, Amado Borras, Antonio Culaciatti, Antonio Amadeo y Fermín
Fernández. Ese verano murieron veintiséis personas por la ola de calor y en
terrenos prestados por Camilo Soto, en la zona norte de la ciudad donde
actualmente un barrio lleva su nombre, se armó el Lazareto para la atención de
los enfermos estando al frente el Dr. Teófilo Queirel. El 8 de noviembre de
1908 asume la presidencia de la Comisión de Fomento Servando Martínez
acompañado de Octavio Koller en la tesorería y Antenor Beltrame como vocal. Las
nuevas autoridades debieron afrontar los gastos ocasionados por la última
epidemia de viruela y la ola de calor, y en carta enviada al ministro Lassaga
el 12 de noviembre le expresan que
«No habiendo recibido nota en referencia sobre los
gastos originados en la instalación de la casa de aislamiento, lazareto, y
habiendo solicitados fondos la anterior Comisión, verdaderamente nos
encontramos en la más precaria situación, y sin poder atender y apenas pagar
los gastos de personal y encontrarnos en la época de menos entradas y casi sin
recursos. Confiamos en toda la buena atención del Sr. Ministro y esperando esta
Comisión una favorable contribución.»[9]
En
septiembre de 1909, la Comisión le notifica al Consejo de Higiene la
imposibilidad de devolver el lazareto por estar ocupado por enfermos a raíz de
un nuevo brote de viruela que tuvo en vilo a la ciudadanía hasta finales de
octubre cuando le dieron de alta al último de los afectados.
El
27 de marzo de 1913, bajo la presidencia de José Razetto, llegaban noticias
desde la capital provincial, desde otras provincias y desde Rosario con los
primeros casos de peste bubónica. Inmediatamente conocida la noticia la
Comisión Comunal se encargó de buscar un local para instalar un lazareto. El
lugar elegido era una propiedad que pertenecía a la Sucesión de Antonio
Culaciatti y estaba en el antiguo camino que nos conducía a la fábrica de
cañas, actualmente el polideportivo de la Cooperativa. Con trece mil pesos, la
Comisión adquiere definitivamente la propiedad a la viuda y sus hijos. Esa
casa, de las cuáles no tenemos registros, estaba a unas veinticinco cuadras del
éjido urbano de entonces. A pesar que fueron pocos los enfermos, recién el 24
de julio el Dr. Queirel le dio de alta al último de los pestosos.
El
8 de enero de 1914 se detecta en el pueblo un nuevo caso de peste bubónica en
la fonda de Santiago Pooli, aislando y clausurando provisoriamente el lugar.
Por su parte esta comisión reguló el funcionamiento de las Casas de Tolerancia.
Entre los finales del ochocientos y comienzos del novecientos entre sus calles
de tierras se entremezclaban cabarets como Sullier en Balcarce y Belgrano,
Recreo en Centenario y Suipacha, Café Inglés en Ocampo y Alberdi donde
posteriormente fue la sede social de Newell´s y el Bajo que se encontraba en
Ovidio Lagos y Roldán. Fue así que el 12 de enero se le encomendó al Dr.
Queirel el control de las pupilas de dichos lugares, evitando el abuso de la
policía que solía invadir temas que no les era inherentes. También se le impuso
un impuesto de $150 a cada propietario de las Casas de Tolerancia con la
obligación de que las prostitutas se sometieran dos veces por semana a un
control médico. Acompañado de estas normas, se le envió una correspondencia al
Comité Argentino de Moralidad Pública y Control de la Trata para que colabore
en el control de menores de edad y mujeres secuestradas en esos lugares. Otra
de las tareas que durante este período se reguló fue la del médico comunal, que
estaba obligado al menos dos veces por semana atender a los indigentes en forma
gratuita y seguirle como corresponde el tratamiento adecuado para la salud de
los mismos.
En
1918, Cañada de Gómez vuelve a vivir tiempos de epidemias y muertes injustas
arrojando 16 muertes en
1918 y 37 en 1919, la
Comuna debió reunir de urgencia a los médicos locales para evaluar la situación
y pedirles informes al Consejo de Higiene de Rosario, en la Historia Sanitaria
del Dr. Gerónimo Etchart expresa que..
«Los
años de más alta mortalidad para nuestra ciudad fueron 1901 y 1918: el primer
arrojo ciento ochenta y seis defunciones para una población de 6.454 habitantes
y el segundo trescientas dos defunciones para 10.363 habitantes. Los índices
fueron idénticos, 29 por mil en ambos casos. Si analizamos las causas de muerte
en estos dos años de tan alta mortalidad, veremos que, en 1901, nos encontramos
con fallecidos de menos de un año, sin incluir los nacidos muertos que fueron
nueve y ciento de más de un año de edad. Las causas fundamentales fueron, en
todas las edades las edades, diarrea y enteritis con treinta y cinco
defunciones; bronquitis, neumonía y bronco neumonía con cincuenta y uno; y
luego un extenso número de causas sin predominio de ninguna de ellas. En 1918,
como volverá a ocurrir en 1919, la alta mortalidad está condicionada por la
pandemia gripal, por la fiebre tifoidea y por las enteritis. Por gripe y sus
complicaciones, mueren en todas las
edades treinta y tres personas; por fiebre tifoidea unas treinta y ocho
personas; por diarrea y enteritis, ochenta y cuatro. Sumado, además, una
elevada mortalidad por tuberculosis pulmonar veinticuatro, y por muerte
violenta trece»[10]
Ya
entrados en la historia más contemporánea unas de las epidemias más trágicas
fue la Poliomielitis, que en el verano de 1942 tuvieron sus focos más
importantes en ciudades como Mar del Plata, Santiago del Estero y Rosario. En
aquellos tiempos eso originaba verdaderos éxodos de la población infantil
movidos por el pánico de sus padres. Sin embargo la ciudad más afectada fue
Buenos Aires con 2000 casos. En esa primera epidemia dos niños murieron por ese
flagelo. Es en este contexto que desde la sociedad civil surge, en 1943, la
Asociación para la Lucha Contra la Parálisis Infantil, que ofrece tratamiento
gratuito, pionero en la rehabilitación en nuestro país, manteniéndose
únicamente gracias a la ayuda de una comunidad solidaria.
Pero
en 1956 «llegó el gran brote que marcó a una generación. Se registraron 6500
casos, para una población total argentina de 18 millones de habitantes. Fue un
salto exponencial respecto al año anterior, con 256 casos. El 71% de los
pacientes fueron menores entre cero y cuatro años. El Golpe de 1955 eliminó el
Ministerio de Salud y la primera actitud fue ignorar la epidemia, pese a que
los diarios informaban los casos todos los días»[11]
En esta segunda etapa fueron infectados algunos niños y niñas en la ciudad que
sus consecuencias podemos verlas hoy en día en algunas de ellas. Por su parte, Sergio
Wischñevsky publicó que..
«El
12 de abril de 1955 Estados Unidos comunicó al mundo que la vacuna creada por
el doctor Jonas Salk era efectiva. Sin embargo, la fabricación a gran escala
demoró mucho tiempo. Se intentó la fabricación nacional, pero resultó inviable.
La dictadura de Pedro Eugenio Aramburu solo tenía una alternativa, importarlo.
»Estados
Unidos se resistió a exportar la vacuna, pero los desastres de la epidemia en
Argentina la pusieron como prioridad número uno a nivel mundial y recibió el
apoyo de la ONU y de la OMS. El 1° de septiembre llegaron al país 470.000
dosis.
»El
polaco Albert Sabin, a quien el antisemitismo había obligado a abandonar su
país en la década del 20 y radicarse en los Estados Unidos, tomó como punto de
partida lo investigado por Salk. Demostró que el virus infectaba a la persona a
través del sistema gastrointestinal para después propagarse por la sangre. Así
fue como desarrolló una vacuna oral con virus vivos debilitados, que resultó
más eficaz que la inyectable de Salk, ya que ampliaba el período de inmunidad»[12]
Sobre
esta epidemia recomiendo ver el siguiente video, realizado por el Museo
Histórico Municipal y dirigido por quién esto escribe, en el año 2017 con
motivo del 50º aniversario de Alpic Cañada de Gómez.
Nuestra
ciudad no tuvo víctimas fatales en la Gripe Asiática de 1957 y 1958, causada por el virus H2N2 donde murieron 2
millones de personas. Tampoco entre 1968 y 1969 con la gripe de Hong Kong,
causada por el virus H3N2, donde fallecieron 1 millón de personas.
En
1992 durante la presidencia de Carlos Menem, volvió un brote de cólera que
causó 15 muertes sobre 451 casos, en nuestra ciudad fueron muy pocos los
enfermos sin registrarse víctimas fatales.
En
el 2009, el mundo se sorprende con otra enfermedad, la popularmente conocida
como Gripe A o Porcina, y científicamente llamada Influenza A arribó a la
Argentina a finales de abril de 2009, por medio del contacto aerocomercial con
las áreas endémicas, principalmente México y Estados Unidos. De esta manera,
Argentina se convirtió en el octavo país en reportar casos de gripe A en el
continente americano. Durante el mes de junio y julio, el municipio conducido
por la intendenta municipal Dra. Stella Maris Clérici, conformó un Comité
Sanitario integrado por el Hospital San José, sanatorios privados y
profesionales junto a la Municipalidad. Se suspendieron las clases en las
escuelas y actividades en clubes, no se realizaron actos y actividades
públicas, los bares y comedores debían atender con el 50% de su capacidad, se
suspendieron las elecciones legislativas y se realizaron tareas de fumigación y
limpieza en todos los espacios cañadenses. Así y todo, en aquella epidemia
nuestra ciudad se vio afectada por el fallecimientos de tres personas. Nuestra provincia
tuvo 760 infectados de los más de 12.000 en toda la Argentina.
Hoy,
11 años después de aquellas tristes jornadas, nos vuelve atacar una nueva
enfermedad. No sólo a nosotros, sino al mundo entero. Dejando hasta el día de
hoy más de un millón de infectados y unas 75 mil víctimas fatales en todo el
planeta siendo Estados Unidos, Italia, España, Alemania, Francia y China los
países más afectados hasta hoy. Una enfermedad llamada Covid-19, o Coronavirus,
que tuvo su origen en la ciudad de Wuhan de la República Popular China.
El
cierre de esta historia no tiene fin, sabemos que no será tan feliz aunque
quizás el día que se encuentre la cura, ojalá podamos decir que sea la última
pandemia de un mundo castigado por el hombre.
[1] Quién
realiza un viaje tiene algo para narrar. Margarita Hansen de Schnack. Año 1934
[2] Augusto Schnack era su hermano
[3] Quién
realiza un viaje tiene algo para narrar. Margarita Hansen de Schnack. Año 1934
[4] Comisión
de Fomento de Cañada de Gómez, Libro Copiador de Cartas, Archivo Museo
Histórico Municipal
[5] Historia
Sanitaria de la Ciudad de Cañada de Gómez, Dr. Gerónimo Carlos Etchart, Tesis
de Profesorado, 1953
[6] Apuntes
Históricos de Cañada de Gómez, Elías Bertola, 1923. Reedición año 2013
[7] Bertóla,
Elías, op. cit., pág. 177
[8] http://arnoldogualino.blogspot.com/2013/01/epidemias-historicas-en-rosario.html
[9] Actas
comunales, año 1908, Archivo del Museo Histórico Municipal Elías Bertola.
[10] Historia
Sanitaria de la Ciudad de Cañada de Gómez, Dr. Gerónimo Carlos Etchart, Tesis
de Profesorado, 1953
[11] https://www.pagina12.com.ar/257946-la-epidemia-de-la-poliomielitis-y-la-pandemia-del-coronaviru
[12] Idem.
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