Ranchos de la Cañada, Óleo de Andrés Acuña |
Comenzamos hoy una serie de crónicas describiendo como era Cañada de Gómez en años terminados como el actual.
Las casualidades de la historia nos mandan al primer origen de nuestra actual ciudad, aquel paraje llamado Cañada Vieja o Pueblo Argentino. El mismo estaba ubicado a una legua y media de la actual estación del ferrocarril, hacia el sur de la actual estación Las Trojas aproximadamente. Este paraje fue fundado en 1863 por Lorenzo Peralta y su hijo Cirilo, provenientes de San José de la Esquina, cuando se comenzaba en Rosario la construcción de las vías férreas que unieran esa localidad con Córdoba. Se construyeron algunos ranchos y se juntaron algunas familias criollas formando un pequeño núcleo poblacional.
Hacia 1868, a pedido de Peralta la Compañía de Tierras proyectó la formación en dicho paraje de un pueblo y debía llamarse Pueblo Argentino. A raíz de no tener comunicación directa con la vía férrea y la proximidad con Cañada de Gómez el proyecto fracasó y según Bértola este sitio «constituye el primer núcleo de pobladores en el Desmochado Abajo dentro del territorio de la actual comuna y los primeros pobladores de la Colonia Cañada de Gómez (…) La “Cañada Vieja” –“Pueblo Argentino”–, ha sido baluarte contra algunos indios dispersos que todavía merodeaban por esos campos (…) Más tarde tuvo su renombre cuando la propiedad pasó a ser la Estancia de Cirilo Peralta»
También por Bértola podemos saber que eran propietarios de terrenos además del citado Cirilo Peralta, Pilar Peralta, Micaela Correa, Luis Acuña, Ángel Acuña, Lorenzo Acuña, Francisco Rodríguez, Nicolás Acuña y Mariano Rodríguez. En este lugar tuvo sus inicios la primera escuela de la Colonia siendo su docente Francisco Rodríguez.
En el periódico Tribuna del 29 de junio de 1924, el cronista Hermand Rousset perteneciente a las primeras familias afincadas en Carcarañá y Cañada de Gómez, le escribe al historiador Bertola sus remembranzas de aquella Cañada Vieja, donde expresa recordar que «era un lindo pueblito o villa, como quiera llamársele: varios ranchos construidos de tierra, y techados con paja de la misma Cañada; había muchos árboles de enredaderas y flores…» y además manifestaba el miedo de sus habitantes ante los ataques de malones de indios donde ante esa posibilidad una noche vio a «varios hombres armados, algunos con una caña de regular largo en cuyo extremo llevaban cuchillos fuertemente atados con tiras de cuero, otros tenían grandes facones a la cintura y las boleadoras. Vestían el chiripá tradicional y creo haber visto algunos con las botas de potro. Debo hacer constar que no había alumbrado...»
Panteón donde descansan los restos de la Familia de Lorenzo Peralta |
Finalmente, Teodoro Chacón, en un par de notas publicadas en el diario rosarino La Capital en el años 1869 y tituladas «Los Argentinos no pueden vivir en la tierra que nacen» expresó parte del problema del porqué aquel primer núcleo habitacional cañadense, debió partir de esos lugares e instalarse a la vera de la flamante Estación…
»..Ni el Gobierno Nacional, ni el Provincial de entonces, o no la conocían, o dejaron abandonados a su suerte a los sufridos moradores de aquella localidad, pues tal es de suponer cuando al celebrar el contrato con la empresa del Ferrocarril Central Argentino, para la concesión de las leguas de tierra, a cada costado de la vía, no se acordó que la Empresa respetase a las diferentes agrupaciones de población que hubiese.
»Hoy, pues, los habitantes del pueblito que indicamos, están amenazados del lugar en que moran, y esas familias en el numero 37 afligidas y desesperadas, después de largos años de penurias en la vida de la frontera, soportando todas las inclemencias y miserias, amenazadas por largos años en su vida y perdiendo constantemente el fruto de su trabajo por la rapiña de los indios de la pampa, esos infelices, vanguardia de seguridad de las propiedades de los ricos, hoy se encuentran amenazados de ser arrojados por la Empresa del Ferro Carril».
»Del seno de los congresos mismos debía levantarse la voz que pidiera cuenta al Gobierno sobre la penosa condición de esos argentinos. Parias modernos en esta tierra que se jacta de ser libre.
»Déseles por un arreglo con la Empresa, cuatro mil varas por todos los frentes – para no hacer desaparecer un pequeño pueblo, pero al fin pueblo argentino.
»Si ha habido profusión, largueza sin prudencia para concederle tanta tierra a la empresa del Ferro Carril Central Argentino; haya ahora justicia para no arrojar de su hogar a los hijos de esta tierra, sacrificados siempre por la mala política e imprudencia de los gobiernos»[1].
Así concluimos
hoy, lo ocurrido en estas tierras hace exactamente 170 años atrás. Un pueblo
que a raíz de las políticas implementadas debió realizar su propio éxodo hacia
donde hoy yace nuestra ciudad.
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