EL GIGANTE QUE VIVIÓ EN CAÑADA DE GÓMEZ

Jorge González y León Najnudel en el Florencio Varni de Sport Club Cañadense

Hoy vamos a recordar al querido Jorge González,  aquel Gigante que caminaba las calles cañadenses en los años 80 cuando Sport Club brillaba en lo más alto del básquet nacional.

El 31 de enero de 1966, Jorge González, nacía en la localidad de El Colorado, provincia de Formosa.

Durante su niñez, González empezó a jugar en el club Pabellón Argentino de su ciudad natal. Desde muy pequeño debió trabajar para ayudar a su familia, inmersos en la extrema pobreza. A sus 16 años ya alcanzaba los 2.15 mts. y allí fue descubierto por un dirigente del Club Hindú del Chaco, quién lo reclutó en 1982 después del visto bueno del entrenador Carlos Lutringer. 

En 1984 fue fichado por Gimnasia y Esgrima La Plata donde continuó con su formación. Finalmente, en 1986, el entonces entrenador de Sport Club, el recordado León Najnudel, lo convocó a sumarse al Celeste de la Ruta 9. Durante su primera temporada sufrió una lección que lo alejó gran parte del año, pero en las siguientes tuvo un rendimiento promediando los 19.6 puntos y 9.7 rebotes por partido.

Héctor «Pichi» Campana quién vistiera la casaca de Sport Club, junto al entonces presidente Menem y el Gigante González.


Ahora comparto una nota publicada por Revista El Gráfico, cuando Jorge González fue llamado por Atlanta Hawks…

1988. EL GIGANTE QUE ENCONTRÓ UN TESORO

Había una vez

Y de esto hace muy poco tiempo, un muchacho de apenas 22 años que vivía en una tranquila y pequeña ciudad. Era aquella comarca, estimado lector, famosa por la fecundidad de su tierra, la amabilidad de sus habitantes y las bondades de su clima. Cobijaba apenas unas treinta mil almas. Estaba repleta de fábricas de muebles y abundaba la soja en sus alrededores. Dos cines, unas pocas confiterías y algunos restaurantes servían de atractivo los viernes y sábados por la noche; una pacífica plaza era el lugar predilecto de los jóvenes enamorados y las ancianas parejas en las tardecitas de los domingos. No sólo había tiempo para dormir la siesta, sino que además todos se conocían: de ahí que se conservaban las olvidadas costumbres de saludar a cada paseante, aunque se cruzaran varias veces en el mismo día, y de dejar los autos sin cerrojos. 

Cañada de Gómez se llama esa ciudad y está ubicada en la provincia de Santa Fe, apenas a unos setenta kilómetros de la multitudinaria y ajetreada Rosario.

Allí, en Cañada de Gómez, vivía —y vive— este muchacho protagonista de nuestra historia, nacido el 31 de enero de 1966 en El Colorado, una población de la provincia de Formosa cuya cifra de habitantes, por aquellos años, era de 5.619. No es el motivo de este relato narrar una por una las circunstancias que llevaron a Jorge González —tal el nombre de nuestro héroe— a Cañada de Gómez. Baste decir que fue un hermoso juego, el basquetbol, el que lo proyectó desde su pueblo y la visión de un hombre, León Najnudel, el que le dio la confianza necesaria. 

Nuestro cuento...

Intenta recrear algunas circunstancias que rodean a Jorge González y que deben ser contadas con el único lenguaje posible. El de la puntualidad detallista. No podría ser de otro modo, ya que Jorge es un muchacho que mide 2,29 metros y pesa unos 170 kilos. Su vida, pues, difiere de la del resto de los mortales. 

No puede dormir en ninguna cama común, sus piernas sobrarían; por eso, cuando llegó a Cañada de Gómez, los más puntillosos carpinteros de la fábrica de Hugo Ferraro construyeron una a su medida, de 2,50 metros de largo convenientemente reforzada. Eso no fue todo. Su presencia en el pueblo despertó los más encontrados comentarios: nadie jamás había visto a alguien de semejante talla y peso. 

Así, pronto descubrieron que era capaz de comerse un kilo de peras o manzanas o dos docenas de medialunas, beberse durante una comida el contenido de tres sifones y hasta despacharse cuatro bifes de chorizo en una cena. Tales problemas con la alimentación —hay quienes juran y perjuran que se lo ha visto pasar el rato comiendo entre 16 ó 18 alfajores, por ejemplo— no eran los únicos que se le presentaron a los sencillos vecinos de aquella población. ¿Qué hacer cuando quería ir al cine, por ejemplo? No cabía en una butaca y teniendo en cuenta que sentado mide 1,17 m, era un problema para quienes estuviesen detrás de él. Se solucionó todo montándole una plataforma especial e invitándolo gratis cada vez que quisiera ver una función... 

Es que la bondad de aquellos habitantes procuró entender tal suma de enigmáticos problemas. No era fácil para esas gentes asimilar que Jorge, por ejemplo, tenía inconvenientes muy serios para ingresar en los automóviles. Y aunque tras azarosos movimientos lograba introducirse en algunos, su extremado peso los desbalanceaba. A tal punto que hay quienes cuentan que rompió más de un elástico y que algún vehículo debió ser reparado. Un hombre semejante motivó que se construyese especialmente para él una tabla para hacer ejercicios abdominales con medio metro más largo que las corrientes, que sólo eran de dos metros, y que, al calzar 56 y 1/2, obligaría a buscar zapatillas a medida —exclusivamente realizadas para él y por él— en la no muy lejana ciudad Capital del país, en una fábrica llamada Topper.



Una vez, por aquellas tierras...

Llegó un preguntón, armado de una coraza de paciencia, una armadura de expectativas y quien, cuaderno de apuntes y birome en ristre, recorrió calles y entrevistó a personajes para saber más de aquel muchacho. 

No era para menos: desde otras tierras, muy al Norte, donde se encontraba el legendario castillo de la NBA, habían requerido su presencia para que jugara entre ellos. 

"Es casi como cruzar los Andes a pie", le dijo el Gigante al Preguntón sin saber que, efectivamente, otro gigante, el boxeador Luis Angel Firpo, lo hizo siguiendo la ruta de los arrieros. "Lo más difícil será cuando esté allá, en el campus, hay que ser realista. La historia recién empieza"..., continuó el Gigante, quien, al estar sentado junto al Preguntón, atenuaba hasta disimularla, la diferencia de estaturas. Estaban tomando unos mates en la casa donde vive este muchacho. Una vieja casona de la calle España 418: un patio, enmarcado por seis habitaciones, un comedor, una cocina, dos baños y una sala de videos. Allí transcurren las horas de este joven junto a otros ocho muchachos, todos venidos de diferentes comarcas y enrolados en el futuro que les ofrece el básquetbol del Sport Club Cañadense en la Liga Nacional de Argentina. La charla sería amable y sosegada y continuaría más tarde, entre mate y mate, en la casa, y entre café y té, en una de las confiterías, Danubio.

El muchacho transcurre sus horas lentas en Cañada de Gómez. No le ocultó al Preguntón su interés por la radio —es un escucha insaciable, que sintoniza con una Hitachi J3 Radio Nicaragua, Radio China o La Voz de los Estados Unidos de América— y por la televisión, pues compró un aparato que, aunque utiliza él, pronto irá a sus pagos de El Colorado para sus padres, Felipe y Mercedes. "Es en ellos en quienes pienso, no en mí; en mi familia, porque si en la NBA podré cobrar mucho dinero, quiero que sea para ellos..." 

Pero nuestro relato...

Proseguirá nutriéndose también de las palabras del protagonista, aunque entretiene y hasta maravilla conocer algunas de sus hazañas y costumbres. Por ejemplo: su habitación, tapizada con fotos de basquetbolistas y de colores riverplatenses; sus mates —casi siempre en solitario, pues sus compañeros de vivienda no gustan demasiado de la yerba y el agua caliente— degustados a toda hora. Y aunque es una tentación contar que toda su ropa es a medida y que jamás usó un traje, es bueno escucharlo cuando narra sus horas cotidianas. 'No, no soy de ir a bailar; en realidad no me gusta y no es fácil para un hombre de mi altura. Además, aquí en Cañada la vida es más pacífica. Cuando vivía en La Plata la cosa era otra...", explica sin entrar en demasiados detalles. Le gusta leer y así, por ejemplo, le detalló al Preguntón que estaba enfrascado en "El cielo es el límite", una novela de Wayne Dyler. Y no ocultó que a veces, con ayuda de un diccionario, practica inglés. Y el Preguntón debió admitir que le escuchó una pronunciación acertada y precisa. 'Es que tengo facilidad, eso es todo", le confesó el Gigante, mientras agregó extendiendo el dedo índice derecho: 'Como tengo facilidad para el buen recuerdo, por eso te ruego que no dejes de anotar el nombre de mi pueblo. El Colorado, porque de allí salí y jamás lo olvido..." Y así, entre mate y mate, fue cayendo el sol de la tarde. El Pregutón y el Gigante callaron un rato. El Preguntón se quedó haciendo algunos apuntes...

El gigante de este cuento...

Amante de los valses vieneses, los chamamés y hasta del rock. Hincha de River Plate. Entusiasta de las ganas de Kareem Abdul-Jabbar, el tiro impresionante de Larry Bird, la magia de —justamente-- Magic Johnson y el ataque de Michael Jordan, los dioses de la NBA, ofrecería otros aspectos. Es que aunque pesa unos 170 kilos, debería tener unos treinta menos; aunque es capaz de trabajar con pesas de 60 kilos para dorsales, 55 para cuádriceps, 22 para bíceps y 50 kilos en remo, es también un introvertido. Difícilmente salga de su casa salvo para entrenarse a la mañana o al atardecer, aunque es de levantarse a las siete de la mañana. Supo del apoyo de gente generosa. Cuando tuvo una lesión en su rodilla izquierda, en abril del año pasado, debió ir a la ciudad Capital de esta historia. Y así, el doctor Manuel Piñeyro lo operó, Hugo Zorzoli le brindó su casa y su restaurante, Adolfo Mogilevsky se ofreció para hacerle la recuperación, el doctor Alberto Cormillot lo albergó un mes en su clínica para ayudarlo a bajar de peso (efectivamente, la balanza descendió 12 kilos) y Carlos Salvaneschi lo transportó en su auto. Todos gratis, sin pedir un centavo, pues querían ayudarlo. Todo eso motivó el héroe de nuestra historia...

Colorín colorado...

Un martes 28 de junio, a eso de las cinco de la tarde, sonó el teléfono en el Sport Club Cañadense. Atendió Najnudel. Es hecho reciente y sabido. Era la confirmación de que, desde un lejano país, convocaban a Jorge al mágico y legendario castillo de la NBA, que guarda un tesoro: el mejor básquetbol del mundo. Como en los viejos cuentos, en donde los milagros se confunden como realidades en nuestra memoria; como en esas narraciones que escuchábamos admirados en la tibieza de nuestra cama, pendientes de la voz materna, aquí también se produjo el milagro de un tesoro hallado. Es cierto, empezará una nueva historia. Pero por ahora soñemos un poco. Imaginemos que este gigante convocado desde las tierras de los gigantes para ser uno más de ellos, para disfrutar y sufrir de la fama y la fortuna en lares lejanos e increíbles, vivirá feliz por los años de los años... 

 

Fuente: El Gráfico. Nota realizada por CARLOS IRUSTA con fotos de JULIO GIUSTOZZI y JULIO CASTAGNELLO


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