Los bombos de las personas que se movilizaron para la última audiencia del juicio contra Luis Abelardo Patti retumbaban ayer en el salón del Auditorio Hugo del Carril de José León Suarez, cuando la jueza Lucila Larrandart comenzó con la lectura de la sentencia a cadena perpetua contra el ex policía, quien deberá cumplir la pena en cárcel común.
Adentro y afuera, a través de una pantalla gigante, todos los presentes hicieron silencio para seguir el dictamen con atención. La primera condena fue contra Santiago Omar Rivero, el ex comandante de Institutos Militares de Campo de Mayo, quien fue sentenciado a prisión perpetua. El auditorio estalló en aplausos. Luego reinó el silencio, hasta que la jueza, titular del Tribunal Oral Federal N° 1 de San Martín, lo nombró a Patti, a quien sentenció a perpetua por haber secuestrado y torturado al ex diputado Diego Muniz Barreto y su secretario Juan José Fernández, y por el secuestro, torturas y homicidio del militante peronista Gastón Gonçalves. Siguieron los anuncios de las perpetuas para el ex dictador Reynaldo Bignone y el ex agente de Inteligencia del Ejército Martín Rodríguez. También dictó seis años de cárcel contra el ex comisario de Escobar, Juan Fernando Meneghini, el único de los acusados que eligió permanecer en el recinto durante el veredicto.
La máxima pena para Patti llevó alivio al público, pero sobre todo llevó tranquilidad a los rostros de los familiares de las víctimas, que permanecieron tensos en los asientos de las querellas: Manuel y Gastón Gonçalves, junto a Juana, Diego y Antonio Muniz Barreto y María Isabel D'Amico, hermana de Guillermo y Luis D'Amico, ambos desaparecidos. Todos se habían sentado en fila en el lugar de las querellas y rompieron en llanto y abrazos al conocer la sentencia que durante tantos años habían buscado.
“Al escuchar las condenas a perpetua sentí que ya estaba. Ya cumplí con mi papá, me gradué de hija y ahora me voy a dedicar a mis dos hijos, a quienes creo que les dejo un buen legado”, dijo Juana entre lágrimas. Manuel, a su lado, remarcó su alivio: “Siento que todos estos años en los que nunca claudicamos valieron la pena y de que por fin logramos algo que es para todos. Así como toda la sociedad tuvo que atravesar la impunidad y convivir con los genocidas, esto es una condena que nos excede a nosotros, es algo para toda la sociedad.” También recordó los largos siete años que mantuvieron viva la causa y aseguró que todo ese tiempo, en el que dejaron de lado sus vidas cotidianas para trabajar en el caso, “valió la pena”.
Además de las perpetuas, el Tribunal encuadró todos esos delitos como de “lesa humanidad” y ordenó que todas las penas sean de cumplimiento efectivo en establecimientos del Servicio Penitenciario, revocando la prisión domiciliaria de la que hasta ayer gozaba Meneghini.
Patti, el único de los acusados que permanecía internado en un centro de salud, seguirá en el Instituto Fleni de Escobar hasta que se pueda hacer efectiva la prisión perpetua.
Ante la ausencia de los acusados, el auditorio estuvo repleto de familiares y miembros de organismos de Derechos Humanos. En la sala estuvieron la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, acompañando a Manuel Gonçalves, uno de los nietos recuperados.
También estuvo una de las sobrevivientes de la Noche de los Lápices, Emilce Moler, quien identificó al nieto en 1995 junto al Equipo Argentino de Antropología Forense.
Además, presenciaron la audiencia Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, quien fue amigo del ex diputado de la Tendencia Peronista, Muniz Barreto. “La condena me llena de satisfacción porque se trata de un peligroso homicida, aunque haya teatralizado su estado de salud”, dijo el funcionario.
Durante años, la figura de Patti fue un ícono de la impunidad. Cuando todavía no llegaba a los 25 años ya se había convertido en un represor temible, como lo comprobaron en carne propia Muniz Barreto y Gonçalves. “Que digan que participé en la lucha contra la subversión, que digan que soy un torturador; yo no lo niego. Pero no me acusen de chorro y de corrupto”, decía Patti durante los ’90.
En el juicio de ayer, el cuarto que termina en el año, según informó la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de las Causas por violaciones a los Derechos Humanos, finalizó con esa impunidad y el ex comisario e intendente de Escobar se convirtió en uno más de los 204 condenados en el país por esos delitos.
“Patti fue uno de los íconos de la impunidad, trató de zafar con la inmunidad que le daba el cargo de diputado, pero no lo logró. Todavía falta otro ícono, Ernestina, pero con la misma fuerza de hoy vamos a llegar a ese caso”, sostuvo el abogado querellante Pablo Llonto, minutos después de la sentencia desde el escenario montado frente al auditorio.
Tiempo Argentino
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