La extorsión de una multinacional lo decidió a crear YPF, la empresa orgullo que condujo durante largos años. Lo desplazó la primera dictadura militar de nuestra historia. Y fue designado director de Tiro y Esgrima del Ejército.
Por Hernán Brienza
El recuerdo de Enrique Carlos Alberto Mosconi está indisolublemente ligado a ese material negro, viscoso y altamente inflamable del que depende el desarrollo de cualquier nación: el petróleo.
Mosconi, cuyo apellido surca como avenida los barrios porteños de Villa Devoto y Villa Pueyrredón, da nombre a sendos pueblos de Salta y Formosa y al aglomerado urbano de Comodoro Rivadavia, fue el primer director de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), la empresa que hasta su privatización en 1999 fue orgullo nacional. Alguna vez resumió su pensamiento en una sentencia simple: "Es bueno vitorear a la Patria, pero es mejor ayudarla a vivir contribuyendo a su engrandecimiento y bienestar".
Nacido el 21 de febrero de 1877, Mosconi es hijo del ingeniero italiano Enrico y de María Juana Canavery, una mujer de ascendencia irlandesa. Su padre quería que fuera médico y su madre, militar, para que siguiera con la tradición familiar, ya que el tío de ella, Ángel, había participado de la Campaña de Desierto.
Enrique respetó el deseo materno e ingresó a los 14 años en el Colegio Militar, del que egresó con el grado de subteniente de infantería. Su carrera fue un ascenso constante e incluyó viajes por la Patagonia, Cuyo y Europa. Pero en 1896 ingresó en la carrera de Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires, donde conoció a un hombre que despertaría en él una obsesión: la energía. Era el experto en minería Enrique Hermitte, quien descubrió el primer pozo de petróleo en Comodoro Rivadavia.
Transferido a la división de Ingeniería del Ejército en 1903, se especializó en el estudio de construcción de plantas hidroeléctricas en Italia, Bélgica y Alemania, donde conoció las concepciones industrialistas de Friedrich List, el economista alemán que profesaba el crecimiento aislado de las naciones basado en el desarrollo del sistema energético y el proteccionismo industrial. Con esas ideas en la cabeza, Mosconi se asentó definitivamente en la Argentina antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. La política criolla se transformaba de raíz con la llegada al poder de Hipólito Yrigoyen.
En 1920 fue nombrado director de la división Aeronáutica. Ese cargo le cambió la vida y profundizó sus concepciones políticas. Una mañana de agosto de 1922, la empresa West India Oil Co –que tenía el monopolio de ventas de naftas para aviones– anunció que no iba a suministrar más combustible si no se le pagaba por adelantado, pese a que el Ejército no tenía mora alguna en sus pagos. Mosconi se reunió con el gerente general de la compañía extranjera y exigió abortar esa maniobra que juzgaba unilateral y extorsiva. Ante la negativa del ejecutivo norteamericano, el militar argentino se juramentó romper con los monopolios extranjeros y su consecuencia natural, la dependencia energética. Y esa fue la misión que emprendió apenas un mes después cuando el gobierno fundó YPF y el 16 de octubre nombró a Mosconi como su primer director general.
El espíritu con que el militar emprendió su misión al mando de YPF estuvo signado por aquella experiencia con la West. Nombrado por ocho años y con un capital inicial de ocho millones de pesos, construyó una empresa autosuficiente y autosustentable y logró que pasara de una producción de casi 349 mil metros cúbicos de petróleo en el primer año de gestión a casi 900 mil en 1929. Y si bien en un primer momento era partidario de una asociación mixta de capitales públicos y privados, hacia 1928 se convenció de que "no queda otro camino que el monopolio del Estado pero en forma integral, es decir, en todas las ramas de la industria: la producción, la elaboración, el transporte y el comercio. Porque sin monopolio del petróleo es imposible para un organismo del Estado vencer en la lucha comercial contra las organizaciones de capital privado".
El modelo YPF, una experiencia que atentaba contra los intereses de empresas multinacionales como Royal Dutch o la Standard Oil, fue un espejo en la región. Y Mosconi viajó por toda América latina para explicarlo. Así nacieron, emulando a la empresa estatal argentina, la uruguaya Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Pórtland (ANCAP), la boliviana YPF y, en Brasil, el Consejo Nacional de Petróleo.
Pero la perla de su gestión fue la Destilería de La Plata –fundada en 1925– que produjo naftas, kerosene, fuel-oil y... nafta de aviación. El militar saldaba así aquella cuenta-preocupación pendiente.
Su obra comenzó a resquebrajarse a partir del golpe militar del 6 de septiembre de 1930. Nacionalistas de palabras, José Félix Uriburu y los suyos echaron de inmediato a Mosconi de YPF y cedieron a los intereses de firmas extranjeras –como Shell– que querían explotar los yacimientos de Salta recientemente descubiertos por la empresa nacional.
Casi como una burla, el gobierno de Agustín Justo lo designó director de Tiro y Esgrima del Ejército. Tamaña ingratitud fue demasiado para este hombre que había enfrentado a los trusts más poderosos del mundo. A los pocos meses sufrió una hemiplejia y en diciembre de 1931 se retiró con el grado de general de división. Murió ocho años después, el 4 de junio de 1940, absolutamente olvidado, mientras la Década Infame intentaba en vano derrumbar su gigantesca obra en YPF. Patriota convencido, luchador incansable, trabajador aguerrido, el padre de YPF era de aquellos que creían que "el triunfo es siempre obra del carácter y de la voluntad".
El recuerdo de Enrique Carlos Alberto Mosconi está indisolublemente ligado a ese material negro, viscoso y altamente inflamable del que depende el desarrollo de cualquier nación: el petróleo.
Mosconi, cuyo apellido surca como avenida los barrios porteños de Villa Devoto y Villa Pueyrredón, da nombre a sendos pueblos de Salta y Formosa y al aglomerado urbano de Comodoro Rivadavia, fue el primer director de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), la empresa que hasta su privatización en 1999 fue orgullo nacional. Alguna vez resumió su pensamiento en una sentencia simple: "Es bueno vitorear a la Patria, pero es mejor ayudarla a vivir contribuyendo a su engrandecimiento y bienestar".
Nacido el 21 de febrero de 1877, Mosconi es hijo del ingeniero italiano Enrico y de María Juana Canavery, una mujer de ascendencia irlandesa. Su padre quería que fuera médico y su madre, militar, para que siguiera con la tradición familiar, ya que el tío de ella, Ángel, había participado de la Campaña de Desierto.
Enrique respetó el deseo materno e ingresó a los 14 años en el Colegio Militar, del que egresó con el grado de subteniente de infantería. Su carrera fue un ascenso constante e incluyó viajes por la Patagonia, Cuyo y Europa. Pero en 1896 ingresó en la carrera de Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires, donde conoció a un hombre que despertaría en él una obsesión: la energía. Era el experto en minería Enrique Hermitte, quien descubrió el primer pozo de petróleo en Comodoro Rivadavia.
Transferido a la división de Ingeniería del Ejército en 1903, se especializó en el estudio de construcción de plantas hidroeléctricas en Italia, Bélgica y Alemania, donde conoció las concepciones industrialistas de Friedrich List, el economista alemán que profesaba el crecimiento aislado de las naciones basado en el desarrollo del sistema energético y el proteccionismo industrial. Con esas ideas en la cabeza, Mosconi se asentó definitivamente en la Argentina antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. La política criolla se transformaba de raíz con la llegada al poder de Hipólito Yrigoyen.
En 1920 fue nombrado director de la división Aeronáutica. Ese cargo le cambió la vida y profundizó sus concepciones políticas. Una mañana de agosto de 1922, la empresa West India Oil Co –que tenía el monopolio de ventas de naftas para aviones– anunció que no iba a suministrar más combustible si no se le pagaba por adelantado, pese a que el Ejército no tenía mora alguna en sus pagos. Mosconi se reunió con el gerente general de la compañía extranjera y exigió abortar esa maniobra que juzgaba unilateral y extorsiva. Ante la negativa del ejecutivo norteamericano, el militar argentino se juramentó romper con los monopolios extranjeros y su consecuencia natural, la dependencia energética. Y esa fue la misión que emprendió apenas un mes después cuando el gobierno fundó YPF y el 16 de octubre nombró a Mosconi como su primer director general.
El espíritu con que el militar emprendió su misión al mando de YPF estuvo signado por aquella experiencia con la West. Nombrado por ocho años y con un capital inicial de ocho millones de pesos, construyó una empresa autosuficiente y autosustentable y logró que pasara de una producción de casi 349 mil metros cúbicos de petróleo en el primer año de gestión a casi 900 mil en 1929. Y si bien en un primer momento era partidario de una asociación mixta de capitales públicos y privados, hacia 1928 se convenció de que "no queda otro camino que el monopolio del Estado pero en forma integral, es decir, en todas las ramas de la industria: la producción, la elaboración, el transporte y el comercio. Porque sin monopolio del petróleo es imposible para un organismo del Estado vencer en la lucha comercial contra las organizaciones de capital privado".
El modelo YPF, una experiencia que atentaba contra los intereses de empresas multinacionales como Royal Dutch o la Standard Oil, fue un espejo en la región. Y Mosconi viajó por toda América latina para explicarlo. Así nacieron, emulando a la empresa estatal argentina, la uruguaya Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Pórtland (ANCAP), la boliviana YPF y, en Brasil, el Consejo Nacional de Petróleo.
Pero la perla de su gestión fue la Destilería de La Plata –fundada en 1925– que produjo naftas, kerosene, fuel-oil y... nafta de aviación. El militar saldaba así aquella cuenta-preocupación pendiente.
Su obra comenzó a resquebrajarse a partir del golpe militar del 6 de septiembre de 1930. Nacionalistas de palabras, José Félix Uriburu y los suyos echaron de inmediato a Mosconi de YPF y cedieron a los intereses de firmas extranjeras –como Shell– que querían explotar los yacimientos de Salta recientemente descubiertos por la empresa nacional.
Casi como una burla, el gobierno de Agustín Justo lo designó director de Tiro y Esgrima del Ejército. Tamaña ingratitud fue demasiado para este hombre que había enfrentado a los trusts más poderosos del mundo. A los pocos meses sufrió una hemiplejia y en diciembre de 1931 se retiró con el grado de general de división. Murió ocho años después, el 4 de junio de 1940, absolutamente olvidado, mientras la Década Infame intentaba en vano derrumbar su gigantesca obra en YPF. Patriota convencido, luchador incansable, trabajador aguerrido, el padre de YPF era de aquellos que creían que "el triunfo es siempre obra del carácter y de la voluntad".
El Argentino
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