La Matanza de la Cañada de Gómez



Luego de la derrota de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros, ocurrida el 3 de febrero de 1851, se profundizó aún más el enfrentamiento entre unitarios y federales, produciendo la secesión de Buenos Aires del resto del país el 11 de septiembre de 1852 naciendo por esos años la Confederación Argentina con su capital en Paraná. Ocurrida la Batalla de Cepeda en 1859 pareció lograrse la reunificación nacional, cuando el 23 de octubre las tropas confederadas de Justo José de Urquiza vencieron al ejército porteño conducido por Mitre. Como secuela de la misma se firmó, el 11 de noviembre siguiente, el Pacto de San José de Flores, a través del cual Buenos Aires se obligaba a reingresar a la Confederación, reservándose el derecho de revisar la Constitución de 1853 y de proponer modificaciones a su texto, lo que en verdad ocurrió con la reforma Constitucional de 1860. Sin embargo, diversas circunstancias, cuestiones no resueltas e intereses contrapuestos provocaron la reanudación de las hostilidades, por lo que los dos ejércitos, el mitrista y el provinciano, volvieron a encontrarse, esta vez en los campos de Pavón, el 17 de septiembre de 1861[1].



Según José María Rosa, en una informe titulado El Misterio de Pavón, publicado en Retorno el 5 de noviembre de 1964, expresa que

«Chocan cerca de la estancia de Palacios, junto al arroyo Pavón en la provincia de Santa Fe, los ejércitos de Urquiza y Mitre. A Urquiza, a pesar de Caseros, lo rodea el pueblo entero; Mitre representa la oligarquía porteña. Aquél es un militar de experiencia, éste ha sido derrotado hasta por los indios en Sierra Chica. El resultado no parece dudoso, y todos suponen que pasará como en Cepeda, en octubre de 1859, cuando el ejército federal derrotó a los libertadores.

»Parece que va a ser así. La caballería de Mitre se desbanda. Ceden su izquierda y su derecha ante las cargas federales. Apenas si el centro mantiene una débil resistencia que no puede prolongarse, y Mitre como Aramburu en Curuzú Cuatiá, emprende la fuga. Hasta que le llega un parte famoso: “¡No dispare, general, que ha ganado!”. Y Mitre vuelve a recoger los laureles de su primera –y única– victoria militar.

»¿Que ha pasado? Inexplicablemente Urquiza no ha querido coronar la victoria. Lentamente, al tranco de sus caballos para que nadie dude que la retirada es voluntaria, ha hecho retroceder a los invictos jinetes entrerrianos. Inútilmente los generales Virasoro y López Jordán, en partes que fechan “en el campo de la victoria” le demuestran el triunfo obtenido. Creen en una equivocación de Urquiza. ¡Si nunca ha habido triunfo más completo! Pero Urquiza sigue su retirada, se embarca en Rosario para Diamante, y ya no volverá de Entre Ríos.

»¿Qué pasó en Pavón? Es un misterio no aclarado todavía. Se dice que intervino la masonería fallando el pleito en contra del pueblo, sin que Urquiza pagara las costas (las pagó el país), que un misterioso norteamericano de apellido Yatemon fue y vino entre uno y otro campamento la noche antes de la batalla concertando un arreglo, que Urquiza desconfiaba del presidente Santiago Derqui, que estaba cansado y prefirió arreglarse con Mitre, dejando a salvo su persona, su fortuna y su gobierno en Entre Ríos. Todo puede conjeturarse. Menos que lo que dirá en su parte de batalla: que abandonó la lucha “enfermo y disgustado al extremo por el encarnizado combate” »[2]

Algunas tropas rehusado seguir a Urquiza, muchos de ellos mal armados, desmoralizados y con sus caballadas en mal estado. Esos valientes soldados quedaron a las órdenes del brigadier general Benjamín Virasoro, a quien el presidente de la Confederación designó jefe de su ejército, quien contando únicamente con el débil apoyo del gobernador de Santa Fe, Pascual Rosas, dispuso una rápida retirada hacia esta jurisdicción, estableciendo su campamento en la “costa del Carcarañá”, según consta en los documentos de la época, no lejos de la ciudad que hoy lleva ese nombre, trasladándose luego a la cercana Cañada de Gómez [3] que parecía un lugar más seguro, apartado de los dos viejos caminos que cruzaban, al norte y al sur del río, el pago de los Desmochados. El primero de ellos era el Camino del Sur o Camino Real que unía Buenos Aires con Córdoba,  y el restante era el que unía a Rosario con la ciudad mediterránea, atravesando el Desmochado Abajo, donde los viajeros descansaban mientras se procedía al recambio de los animales de tiro, en las postas de las Totoras, ubicada en el actual pueblo de Bustinza [4]. Benjamín Virasoro intenta concentrar a sus combatientes en Cañada de Gómez, junto a él se aglutinan los ejércitos encabezados por Cayetano Laprida, Baldomero Lamela, José María Pita, esperando más refuerzos e instrucciones de Justo José de Urquiza.[5] Pero Bartolomé Mitre se anticipa a Urquiza, quien nunca llegará, y divide a su ejército en tres formaciones, la primera de ellas al mando de Wenceslao Paunero, quién debe ir a Córdoba y repartirse por las provincias lindantes; la segunda con Emilio Mitre a la cabeza, tiene como misión esperar en Rosario refuerzos de Buenos Aires y estar alerta por si Urquiza ataca la zona y la tercera a las órdenes de Venancio Flores, es el encargado de “batir a Virasoro y Laprida y ocupar Santa Fe”.[6] El general Flores pone en marcha a su gente y en la madrugada del 22 de noviembre de 1861, sorprende a  los confederales. Con cuchillo en mano y al grito de “’¡Viva Buenos Aires!’, asesinan a degüello y a punta de lanza a los dormidos federales. Fue tan cruenta esa matanza de la Cañada de Gómez que el mismo general Gelly y Obes, que se mostraba esperanzado en los resultados del ataque de Flores, escribe el 23 de noviembre una nota a Manuel Ocampo en la que reflexiona:

«El suceso de la Cañada de Gómez es uno de esos hechos de armas muy comunes, por desgracia, en nuestras guerras, que después de conocer sus resultados aterroriza al vencedor, cuando éste no es de la escuela del terrorismo. Esto es lo que le pasa al general Flores, y es por ello, que no quiere decir detalladamente lo que ha pasado. Hay más de trescientos muertos y como 150 prisioneros, mientras que por nuestra parte, sólo hemos tenido dos muertos y cinco heridos»[7].

Según el Parte detallado de la Acción de Cañada de Gómez, donde una copia de la misma se encuentra en el Museo Histórico Municipal Elías Bertola, el mismo expresa que

«En este orden emprendimos nuestra marcha con dirección a la Cañada de Gómez a donde se encontraba el enemigo a una distancia de dos leguas. Como a las 4 de la mañana, ordene al Coronel Sandes marcharse a cubrir  el frente de la columna con una guerrilla de 60 hombres, y una protección de lanceros de más o menos número.

»A pocos instantes ordene al Coronel Caraballo dejar al costado izquierdo de nuestros batallones solo el Regimiento Nº 7 de línea y con los demás Regimientos y Escuadrones a su mando, se pusiera a trote y galope escalonándolo en dirección que debía encontrar al enemigo recomendándole que según el numero de la fuerza enemiga y según las circunstancias en que encontrase, la hostilizase con toda prudencia.

»No bien anduvo veinte cuadras cuando se encontró con el enemigo que lo sintió a muy corta distancia teniendo la mayor parte de su fuerza con los caballos ensillados, los que luego montaron, formaron y marcharon de frente sobre nuestros escalones que eran muy inferior en numero a los enemigos que no bajaban de mil doscientos a trescientos, empezaron a cambiarse tiros de parte a parte. Entonces el Coronel Caraballo previno a los Jefes de Escuadrones que iban a retirarse sobre nuestra columna con el interés de atraer el enemigo, lo que efectivamente dio el resultado que se esperaba, pues los enemigos del paso llegaron al gran galope, pero nuestros soldados venían formados en línea como si fuera una tabla, y como a una distancia de 6 u 8 cuadras de nuestra columna de infantería, mando el intrépido Coronel Caraballo dar media vuelta a la izquierda por compañía, y toco a degüello, operación que nuestra caballería hizo con precisión y denuedo.

»En esos mismos momentos ordene al Coronel García que con su división y la del Coronel Machado, se pusiera a gran galope lo que acabo de desconcertar al enemigo, y ya no tubo reacción por su parte, siendo perseguido el enemigo con seis leguas por nuestros valientes soldados que los dispersaron en todas direcciones.

»Entre tanto, nuestros bizarros batallones marchaban con intrepidez y a paso de trote, hasta una distancia como de seis cuadras en que hicimos alto y formaron cuadro, por la aproximación de nuestros soldados en su vuelta cara, a los dos o tres minutos de esta operación, le hice tocar marcha y seguimos adelante, porque ya nuestros soldados habían arrollado al enemigo y lo llevaban lanceando, siendo el resultado de esa gloriosa jornada para las armas del ejercito de Buenos Aires, dejar el enemigo en el campo de batalla, como ciento noventa muertos , ciento cuarenta y cuatro prisioneros, entre jefes, oficiales y tropa, cuya lista nominal se acompaña, 1750 caballos, 143 lanzas, 14 fusiles, 47 tercerola, 32 sables, una carreta, 6 carros, 4 cornetas, una interesante correspondencia de Pedernera, Rosa y carios otros jefes del partido retrogrado, algunos útiles y municiones, de estos en pequeña escala. Por nuestra parte solo hemos tenido dos soldados levemente heridos, uno del Regimiento “Sol de Mayo” y otro del escuadrón Arrecifes.»[8]

Entre los soldados federales que salvaron sus vidas se encuentran José Hernández, autor del Martín Fierro,  su hermano Rafael Hernández un destacado político de la provincia de Buenos Aires y Leandro N. Alem, que todavía no había cumplido los veinte años y estaba lejos del político que crearía la Unión Cívica Radical. Entre los muertos estuvo Joaquín Rivadavia, un hijo del ex presidente Bernardino Rivadavia, y el Coronel Pita, jefe del estado mayor de la Confederación.


[1] Busanidu, José Luis: “Historia Argentina”, Bs. As., Solar-Hachette, 1973, pág. 63
[2] Retorno, 5 de noviembre de 1964, por José María Rosa.
[3] Archivo del General Mitre: Tomo IX. “Campaña de Pavón”, Bs. As., “La Nación”, 1911, pág. 226 y sgtes.
[4] Demarchi, Domingo, Historia de Bustinza
[5] Sierra Vicente D. Historia de la Argentina. Editorial Científica Argentina. 1980. p.581.
[6] José María. Historia Argentina. El Cisma. Editorial Oriente. Buenos Aires.1979. p. 406
[7] Archivo del General Mitre, op. cit., pág. 277 y sgte.
[8] Venancio Flores, general del Ejército de Buenos Aires que venció al Ejercito de la Confederación Argentina comandado por el Brigadier General Benjamín Virasoro en la batalla de Cañada de Gómez.

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