De
todas maneras, ni siquiera su rol de militar le impidió al creador de la
bandera acordarse de la educación y su puesta en marcha. En agosto de 1810, y
por iniciativa de Belgrano, quien para la época ya era vocal de la Primera
Junta, se resuelve fundar la Escuela de Matemáticas, destinado a la preparación
de oficiales del ejército. La escuela fue inaugurada el 12 de septiembre de
1810, en uno de los salones del Consulado, con gran presencia de público. Sería
su primer director el coronel Felipe Sentenach, el cual elaboró un plan de
estudios que fue aprobado por los miembros del primer gobierno patrio.
El
día de la inauguración, hicieron uso de la palabra Manuel Belgrano –designado
primer inspector del establecimiento-, el coronel Sentenach y, seguidamente, el
padre Zambrana. Las vicisitudes surgidas al calor de los sucesos posteriores al
25 de mayo de 1810 determinaron que, en 1812, Felipe Sentenach fuera ahorcado
en Plaza de Mayo por habérsele implicado como conspirador que deseaba el
derrocamiento del Primer Triunvirato junto con Martín de Álzaga.
Clausurada
ese mismo año, la Escuela de Matemáticas reabrió en 1816 bajo la dirección de
Felipe Senillosa, la que contó con una división de diecinueve alumnos. Tres años
más tarde, tendría lugar el primer curso de pilotaje.
Al
ser designado como jefe del Ejército del Norte (o Auxiliar del Perú), Belgrano
mandó fundar un periódico que se llamó “Diario Militar”, pionero en su tipo. El
12 de marzo de 1818, la nombrada publicación sacó la siguiente reseña: “Ayer 11
–de marzo de 1818- se presentó al público un espectáculo interesante y que
manifiesta los grandes destinos á que la Patria se elevará por sus hijos. Los
Caballeros Cadetes que cursan la Academia de Matemáticas fueron examinados en
toda la aritmética á presencia del Exmo. S. Gral. en Gefe, S. Governador de la
Provincia, Ylustre Ayuntamiento, todo el Estado mayor del Exto. SS. Xefes y
oficiales de los cuerpos y de un numeroso concurso de vecinos de todas
profesiones…”.
Tras
erigirse como vencedor en la batalla de Salta el 20 de febrero de 1813, el
general Manuel Belgrano es distinguido por la Asamblea General Constituyente
con un decreto fechado el 8 de marzo de ese mismo año por el cual se le otorgó
un sable de oro y 40.000 pesos fuertes de la época. En un gesto poco usual en
la historia argentina, Belgrano destinó esa suma de dinero para la construcción
de cuatro escuelas en las provincias argentinas de Jujuy, Tarija, Tucumán y
Salta –o, en vez de esta última, Santiago del Estero, según las fuentes
consultadas-. En ellas, a los niños argentinos se les enseñaría “a leer y
escribir, la aritmética y la doctrina cristiana y los primeros rudimentos de
los derechos y obligaciones del hombre en sociedad, hacia ésta y al gobierno
que rige”.
En
un reglamento que para la ocasión dictó el propio Manuel Belgrano, decía que
“el maestro debe ser dechado de amor al orden, amor a la virtud y a las
ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, despego del interés,
desprecio a la profusión y lujo en el vestir y demás necesidades de la vida y
un espíritu nacional que le haga preferir el bien público al privado, y estimar
en más la condición de americano que la de extranjero”. Tales conceptos,
esbozados en los primeros años del siglo XIX, fácilmente tendrían una brillante
aplicación en el presente.
Sin
embargo, fue tan realista en sus decisiones que, considerando los peligros a
que se veía expuesta la Revolución de Mayo y sus principios debido a la escasez
de recursos para proveer de armamento a las tropas, desde la Villa del Luján
envió un oficio al gobierno de Buenos Aires el 18 de junio de 1814 cediendo
para gastos militares la suma que él había destinado a la fundación de
escuelas.
Casi
al final de su existencia, y en carta dirigida a su amigo y camarada de armas
Tomás Guido el 24 de diciembre de 1818, Belgrano le hacía ver los logros que la
instrucción había cimentado en las tropas nacionales de entonces: “…Quiero
conversar un poco más con V. y hacerle saber que ya cuenta este Ejército con
jóvenes aprovechados en su Academia de Matemáticas, y que les ha entrado con
mucho calor a los oficiales, el deseo de aprender, en término que pienso dentro
de tres meses, tener una docena de ingenieros que han de hacer honor a la
Nación”.
Al
estudiar profundamente a Manuel Belgrano, notamos que se trató de un educador
excepcional no reconocido que, ante cada situación que le tocó vivir, sea en la
milicia o como funcionario de una junta gubernativa, intentó propiciar las
ventajas de la formación y la instrucción educativas. A los habitantes de la
patria naciente, había que hacerlos hombres morales y honrados; a los soldados
y milicianos había que prepararlos para que sean los futuros oficiales del
ejército nacional. De cara al Bicentenario de la patria, el redescubrimiento
del general Manuel Belgrano merece ser fomentado para que sirva de ejemplo a la
población argentina en su totalidad. No son épocas para quedarnos con la
acartonada versión que de él nos ha ofrecido en todo este tiempo la historiografía
dominante.
Autor:
Gabriel O. Turone
Bibliografía
Batalla
de Salta – Portal de historia argentina www.revisionistas.com.ar.
Belgrano,
General Manuel. “Escritos Económicos”, Círculo Militar, Buenos Aires, Octubre
de 1963.
Quartaruolo,
V. Mario. “Belgrano y el Ejército Auxiliar del Perú”, Todo es Historia, Año
VIII, N° 87, Agosto de 1974.
Rivas,
Marcos P. “Sarmiento. Mito y Realidad”, A. Peña Lillo Editor, Buenos Aires,
Abril de 1961.
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