Cristina Fernández de Kirchner un día
dejará de ser presidenta. Mientras, mal que les pese a algunos, con
"colección subdural crónica" o sin el menor malestar, seguirá siendo la
jefa de Estado electa democráticamente por casi el 55% de los votos. En
tanto, Joaquín Morales Solá nunca dejará de ser lo que es: silenciador
del mayor genocidio de la historia argentina que, cuando tuvo voz de
mando en la redacción de Clarín, la usó para censurar a Caloi y a su
popular Clemente en lugar de denunciar las atrocidades que sus jefes
civiles cometían junto a sus socios militares.
Fue y es, Joaquín Morales Solá, la pluma del poder corporativo. A
través de su última columna dominical de La Nación –de ayer nomás–
vuelve a supurar lo más rancio y maniqueo del "periodismo
independiente". Claro que no es el único. Va y viene con estilo florido,
sembrando incertidumbre donde no la hay. Especula sobre la salud de la
presidenta y, al igual que su par Nelson Castro, diagnostica. Con una
salvedad: Castro es médico y sus diagnósticos orillan la mala praxis
profesional. En el caso de Morales Solá no hay dudas: se hunden en la
mala leche.
Quien escribe considera que la comunicación oficial sobre la salud
de la presidenta, emitida el sábado por la noche, debería haber sido más
amplia, detallada, y con la participación de los médicos responsables,
en una conferencia en la que se saldasen todas las dudas que pudiesen
surgir sobre el tema para evitar falsas elucubraciones. Quien escribe,
también, sabe que los caranchos mediáticos dirán –como lo hicieron ahora
y en enero de 2012 cuando Fernández fue operada de tiroides– lo que se
les antoje sobre una cuestión de Estado que debería ser tratada con
mesura y respeto. A esta altura, es pecar de ingenuo esperar rasgos
humanos en sujetos que hacen de la rapacidad su estilo de vida. Pero el
pueblo argentino, está más que demostrado, es mucho más que unos cuantos
bebedores empedernidos de vinagre. Entonces, a ellos, a los millones y
millones de compatriotas que en verdad les preocupa la salud de Cristina
hay que comunicarles certezas.
Sigamos. Morales Solá afirma en su artículo que "la guerra y el
rencor son malos consejeros para la salud y la vida". Se atrevería a
decir algo así de su empleador Héctor Magnetto, hombre poderoso si los
hay, que desde hace años padece una visible y dolorosa enfermedad. Y en
esa lógica "joaquiniana", ¿dónde cuadran los tantísimos hijos de puta
como Videla que murió de anciano y que gozó de vida y salud por muchos,
muchos años?
Así las cosas. Al castrista Síndrome de Hybris como enfermedad del
poder, Morales Solá le sumó "la colección subdural crónica". Teatraliza
Joaquín: "¿qué pasó realmente durante ese misterioso sábado?" Antes
había arriesgado: "La enfermedad de la Presidenta es inescrutable hasta
para los propios médicos. ¿Por qué consultaron con un prestigioso
neurólogo?" Increíble. ¿A quién se debería haber consultado: a un médico
residente de guardia? Un parágrafo más adelante, Morales Solá vuelve a
pendular: "No pocos argentinos se preguntaban anoche si la enfermedad
presidencial no estaba siendo dramatizada con fines electorales. La
suspicacia se respaldaba en el uso y abuso que el kirchnerismo hizo del
duelo por la muerte prematura de Néstor Kirchner. Es difícil que esa
especulación electoral exista ahora. La Presidenta se ha puesto en manos
de muchos médicos que no conoce y de un sanatorio, como la Fundación
Favaloro, que no se prestaría a semejante maniobra política. La
enfermedad existe. Su gravedad es un enigma."
¿Cuál es el enigma? ¿El prestigioso neurólogo Facundo Manes miente?
¿Qué gravedad se oculta? Y algo más en esta lógica del derrape
constante en la que incurren las plumas del poder: como corresponde en
una democracia, escriben libremente lo que se les antoja –para ocultar
sus verdaderas intenciones–; mientras denuncian una atormentante
limitación a su libertad de expresión, ellos mismos, que siembran
incertidumbres –qué es si no esa retórica de Joaquín: "¿Estará la
Presidenta en condiciones físicas de concluir su mandato?"–, también
quieren imponerle a una mujer que quedó viuda cómo debe sobrellevar el
duelo por la pérdida del hombre que amó toda su vida, que no use ni
abuse, ella ni sus seguidores, del dolor que provoca la ausencia.
En esa misma ensalada dominical, el editorialista de los
Mitre-Saguier afirma que Cristina "ordenó descerrajar un conflicto
enorme con Uruguay". Obviamente, se refiere a la tensión diplomática
suscitada entre ambos países hermanos luego de la autorización
unilateral del Pepe Mujica a la pastera UPM –ex Botnia–, de ampliar su
producción. La cuenta al revés.
Cómo no enfermarse, ¿no?
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