Las mentiras tienen patas cortas

En las frescas tardes de marzo, tres amigos tomaban café en un rincón de un bar centenario. Uno se llama Juan Pedofilich, es un abogado destacado, que nunca ganó un juicio, pero es destacado; el otro es Emiliano Sovergistein, un militante del Partido Obrero, con la característica que nunca trabajó y el último es Rubencindo Moreniesky, un polaco simpatizante de los nazis que en su juventud supo ser dragoneante del ejército argentino.

Los tres tenían un enemigo en común, Mario Alberto Pocchettino, un joven escritor que le interesaba descubrir historias atrapantes de la sociedad conservadora donde se crió. Mario nunca entendió lo gris que era ciudad, sin ideas, con muchas peleas y contradicciones a la vez. Todo era así hasta que llegó a ese pueblo, Las Flores, una mujer a gobernar. La alcalde de Las Flores se llama María de las Estrellas y es una pujante profesional surgida de una familia de ferroviarios y obreros.
Moreniesky trabajaba para el patrón de la estancia, llamado Orione Corlon, un estanciero que prestaba plata y a cambio de la deuda solía quedarse con las propiedades de la gente.


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