LEVINGSTON, EL DICTADOR ARGENTINO MÁS LONGEVO DE LA HISTORIA


Hablar de Roberto Marcelo Levingston para muchos jóvenes de hoy parece algo desconocido. ¿Usted sabe que este dictador aún vive con sus 95 años a cuestas?
Ahora repasemos su biografía, videos y hasta ahora su último reportaje brindado al diario golpista La Nazión, donde ellos, siempre se sienten cómodos salir...

Roberto Marcelo Levingston (n. San Luis, 19 de enero de 1920) es un militar argentino, actualmente retirado con el grado de General de Brigada, quien en junio de 1970 fue designado por la Junta de Comandantes en Jefe de las tres fuerzas armadas (Ejército, Marina y Aeronáutica) Presidente de la Nación Argentina, el octavo de facto para reemplazar a Juan Carlos Onganía, quien gobernaba el país desde 1966, a partir del golpe de estado autodenominado Revolución Argentina.

Carrera militar
Nació en el seno de una tradicional familia puntana, hijo de Guillermo David Levingston Sierralta y Carmen Laborda Guiñazú. Roberto Marcelo contrajo matrimonio en 1943 con Betty Nelly Andrés Llana, nacida en Buenos Aires el 4 de mayo de 1926, hija de Joaquín Andrés y Lía Edith Llana, y con quien tuvo sus tres hijos: Roberto Antonio Levingston Andrés (1945-1967), María Cristina Levingston Andrés (n. 1946) y Alberto Marcelo Levingston Andrés (n. 1961).
Tras haber finalizado sus estudios secundarios, Roberto Levingston ingresó al Colegio Militar de la Nación el 15 de febrero de 1938. Una vez dentro de dicha academia de formación militar, Levingston optó por seguir la rama de oficial tanquista. Finalmente egresó como subteniente de caballería a finales de 1941, siendo parte de la promoción número 68 del Colegio Militar de la Nación.

Primeros años como oficial subalterno
Entre sus destinos de mayor relevancia se destaca su paso por el Ministerio de Guerra desde el 28 de enero de 1948 hasta finales de ese año, cuando el entonces Teniente Primero Roberto Levingston obtuvo su ascenso a la jerarquía de Capitán.
Desde comienzos de 1949 hasta el 1 de marzo de 1951 el Capitán Levingston prestó servicios en la Subsecretaría de Guerra, ocupando nuevamente un cargo administrativo. Posteriormente se graduó como oficial de Estado Mayor y realizó con éxito el curso de Oficial de Inteligencia.

Oficial jefe
El 22 de marzo de 1956, siendo Mayor, fue destinado "en comisión" a la Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE) hasta finales de ese mismo año, cuando fue promovido a Teniente Coronel.
Desde el 21 de marzo de 1957 hasta finales de 1960 fue profesor de la Escuela Superior de Guerra. En 1957 también realizó un curso superior de transporte dictado por el agregado militar de los Estados Unidos en Argentina.
El 14 de diciembre de 1960, Levingston fue destinado a prestar servicios dentro del Comando del III Cuerpo de Ejército, días después fue promovido al rango de Coronel.

Oficial superior
En 1961, el Coronel Levingston fue destinado a la Dirección de Intendencia. El 26 de septiembre de 1962 se lo destinó al Servicio de Informaciones del Ejército, mientras que el 29 de enero del año siguiente fue puesto al frente de la Subjefatura ejecutiva del Estado Mayor General del Ejército.
El 7 de enero de 1965 Levingston fue nombrado director de la Escuela Logística General Lemos y el 25 de octubre de 1966 se lo destinó a una misión no permanente como subordinado directo del agregado militar estadounidense. En diciembre de ese mismo año Roberto Levingston ascendió a General de Brigada.
Durante 1967 fue destinado nuevamente al Estado Mayor Conjunto y se desempeñó en primer lugar como Jefe de Personal y posteriormente como Jefe de Inteligencia hasta 1968.
El 11 de noviembre de 1968 fue enviado a cumplir servicios en el Estado Mayor General del Ejército. Este militar desconocido para la opinión pública fue destinado el 1 de enero de 1969 a desempeñarse como agregado militar en la Embajada Argentina en Washington D.C. hasta el 13 de junio de 1970, cuando recibe un llamado de la Junta Militar solicitándole que se haga cargo de la Presidencia de la Nación Argentina.

Presidencia

El malestar social agravado por la situación económica había puesto en jaque al presidente de facto Teniente General Juan Carlos Onganía. Pero tras el secuestro y posterior asesinato del Teniente General Pedro Eugenio Aramburu por parte de la guerrilla Montoneros, que tuvo lugar el 29 de mayo de 1970, el gobierno de Onganía sufrió un desgaste terminal, ya que perdió el apoyo de los jefes militares, el respaldo más fuerte de su mandato y fue destituido el 8 de junio de 1970. La Junta de Comandantes en Jefe compuesta por el Teniente General Alejandro Lanusse, el Brigadier General Carlos Rey y el Almirante Pedro Gnavi que designó presidente al General de Brigada Roberto Marcelo Levingston pretendía que el nuevo mandatario de facto siguiera las políticas socioeconómicas diagramadas por los titulares de las tres fuerzas armadas. Pero el Presidente llevó a cabo sus propias políticas, las mismas consistieron en "argentinizar" el proceso de crecimiento económico y estimular la industria por medio de una consigna, el "compre nacional", aplicada por las empresas estatales y préstamos a bajo costo. Con aumentos salariales, Levingston intentó atraer a las bases sociales y darle algún grado de adhesión popular a su gobierno. Pero sus medidas generaron una espiral inflacionaria, una fuga de capitales extranjeros debido a las políticas nacionalistas y un aumento del descontento social.
Si bien Roberto Marcelo Levingston trató de llevar a cabo un acercamiento con los partidos políticos, éstos rechazaron la propuesta. La Hora del Pueblo comenzó a exigir una salida electoral y de común acuerdo. Jorge Paladino, delegado de Juan Domingo Perón, y Ricardo Balbín fueron los principales mentores de esta propuesta. En la Confederación General del Trabajo (CGT), José Ignacio Rucci es designado Secretario General y la central obrera comienza una serie de paros generales que afectan a la industria, el transporte y los servicios. La huelga llevada a cabo por trabajadores del Chocón, que también fue apoyada por la población y el obispo Jaime de Nevares, desmejoró aún más la ya frágil situación social.
En marzo de 1971, tiene lugar una masiva protesta social en Córdoba tras la designación del dirigente conservador Camilo Uriburu. En medio de este hecho la CGT convocó a un nuevo paro general para el 12 de marzo que se transformó en una insurrección general que tomó el control de unas 500 manzanas de la ciudad de Córdoba. La violencia se generalizó luego de que fuerzas de la Policía de Córdoba y de la Policía Federal se enfrentaran abiertamente con estudiantes y trabajadores. Un día después de que la ciudad fuera asegurada por las fuerzas policiales, el interventor Camilo Uriburu renunció.
Levingston se propone seguir con sus planes a largo plazo, pero la Junta de Comandantes le pide la renuncia el 23 de marzo de 1971. Fue sucedido por el Teniente General Alejandro Agustín Lanusse.
Durante su mandato designó a Margarita Argúas miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina, la primera mujer en integrar el máximo tribunal en América.
El periodista Roberto Di Chiara ofreció una reseña de lo que fue, según su parecer, la presidencia del General de Brigada Roberto Levingston:

"El régimen militar ya no era tal. Diez días después de la destitución de Onganía por decisión de los tres miembros de la Junta fue designado un general con destino en Washington llamado Roberto Marcelo Levingston, para quien el nombramiento fue tan sorpresivo como para la opinión pública que lo desconocía. El 23 de marzo de 1971 renunció. En esos trescientos días, la gestión de Levingston mostró cómo podía llegarse a un cargo sin la percepción de los límites. La primera tentación del nuevo presidente fue la de decidirse por la "profundización" de una revolución inexistente mientras había aceptado gobernar bajo la tutela de la Junta Militar en resoluciones de significativa trascendencia y veía crecer la violencia cruzada. La ola de asesinatos políticos arrasó no sólo con Aramburu, sino también con el importante dirigente sindical José Alonso, y siguió con el asalto de La Calera y Garín, atribuido a un grupo denominado Fuerzas Armadas Revolucionarias. En medio del asedio guerrillero, de la desconfianza sindical y de la vigilancia militar, Levingston se proponía descabezar a los partidos, convocar a la generación intermedia, armar un nuevo modelo de país y retomar la ambigua idea de un proyecto nacional. En suma: el peronismo sin Perón, el radicalismo sin Balbín, y los partidos sin sus líderes. La respuesta de los mediadores políticos -Ricardo Balbín, Vicente Solano Lima, Jorge Paladino por el peronismo, Manuel Rawson Paz y otros- fue un documento llamado La Hora del Pueblo del 11 de noviembre, en el que demandaban el cumplimiento de un plan político con llamado a elecciones libres y sin proscripciones, y el cambio de la orientación económica. Lo suscribían la Unión Cívica Radical del Pueblo, el partido Justicialista, la democracia progresista, el partido socialista argentino, la UCR Bloquista de San Juan, y no estaban los demócratas cristianos, el radicalismo intransigente, el socialismo democrático, el comunismo y el Movimiento de Integración y Desarrollo de Frondizi. La coalición objetiva que La Hora del Pueblo evocaba era, principalmente, la de peronistas y radicales, la hora de los partidos políticos y de los líderes marginados por Levingston. Al comenzar 1971, la designación como gobernador de Córdoba de un conservador reaccionario llamado José C. Uriburu, permitió comprobar cuán lejos estaba el presidente de entender lo que pasaba a su alrededor, y cuál era el balance de la "revolución argentina". Había llegado con un golpe contra un presidente constitucional en nombre del orden, la autoridad, la racionalidad económica, la modernización del país. Cinco años después había acumulado frustraciones. El 23 de marzo de 1971 la renuncia de Levinsgton puso fin a una doble aventura; la primera, una revolución que no fue; la segunda, la de un presidente que fue convocado para administrar una transición y quiso ser líder sin seguidores. Ambos fracasos dieron el argumento de la gestión del general Alejandro Agustín Lanusse."

Actualidad
Es actualmente la persona viva que ha encabezado el Poder Ejecutivo argentino cuyo término es el más alejado a la actualidad (terminó hace 43 años, 10 meses y 17 días), suma que también le da el récord de ser quien más ha vivido después de ocupar el cargo, superando a Bartolomé Mitre, que murió 37 años, 3 meses y 7 días luego de haber finalizado su mandato presidencial. También el más anciano de los que todavía viven, con 95 años.

Fuente: Wikipedia


ENTREVISTA EN LA NAZIÓN REALIZADA EN EL AÑO 2005

Roberto Marcelo Levingston: "Una dictadura no es una tiranía"
A 34 años de haber ejercido la Presidencia entre los gobiernos de Onganía y de Lanusse, el general retirado cuyo gobierno abrió la violenta década del setenta rompe un largo silencio

Con 85 años, bisabuelo, de aspecto vital y un apego a las maneras militares que tampoco el tiempo ha mellado, el general (R) Roberto Marcelo Levingston es el decano de los ex presidentes vivos, selecta y heterogénea categoría que comparte con la autoexiliada neocastiza Isabel Perón, los abogados Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde y Fernando de la Rúa y los militares Jorge Videla y Reynaldo Bignone.

Nada menos que 34 años pasaron desde que Levingston dejó el poder, donde estuvo 277 días (18/6/70-23/3/71) que coincidieron con la temprana juventud de la dirigencia de hoy y de varios millones de argentinos. El presidente militar que abrió la convulsionada década del setenta casi nunca había hablado en público sobre los porqués del período que le tocó protagonizar, en su caso de modo más inesperado que en otros. Por fin, en un sillón de su casa del barrio Belgrano, frente a una pintura que lo retrata en 1970 con la banda presidencial, durante esta entrevista con LA NACION reveló que no sólo conserva la salud, también muchas ideas, intactas, de hace tres décadas y media, cuando mandaba.

-Cuénteme cómo fue el día en que se convirtió en presidente.

-Yo estaba en Washington como agregado militar y representante del Ejército ante la Junta Interamericana de Defensa. El 13 de junio de 1970 recibo un llamado del general Lanusse, que me pregunta: "¿Está dispuesto a retirarse para ocupar un cargo?". Yo era general de brigada y pensaba que iba a ascender a general de división, así que le respondí que no estaba dispuesto. Entonces me dice: "El cargo que yo le ofrezco en nombre de la Junta es el que está por encima de nosotros". "El que tiene el poder que lo use", le dije, refiriéndome a él, que había relevado al general Onganía. Pero me contestó que eso no podía ser. Lanusse tenía que disimular ante los otros miembros de la Junta.

-¿CÓMO LE CAYÓ EL LLAMADO?

-Yo estaba en una reunión social y le dije que a las 12 de la noche le contestaba. Fue una sorpresa. Tenía acuerdo con lo que venía realizándose para que la Argentina tuviera una transformación especialmente en lo político, que era el campo más vicioso, y que así continúa hasta nuestros días. Entonces, ante tan increíble ofrecimiento, respondí que estaba dispuesto a aceptar. Cuando llego a Buenos Aires me reúno con la Junta y hago solamente dos preguntas. La primera, si va a haber una nueva etapa o yo vengo a presidir una normalización institucional inmediata. Me dijeron: "Vamos a terminar con las cosas pendientes en un nuevo período de dos o tres años". La segunda: cuáles eran mis relaciones con la Junta. La Junta quedaba subordinada.

-¿Y de la apertura política y un posible llamado a elecciones qué le dijeron?

-Que iba a haber un período para que se realizara el plan político, que era mi idea, para buscar la renovación política.

-Se ha dicho muchas veces que a usted no se lo conocía en el país cuando fue designado presidente. Félix Luna escribió que usted fue el único presidente de la historia que obligó a los diarios a pedir un currículum y una foto para poder dar la noticia, porque no los tenían en los archivos.

-Félix Luna tampoco es la Biblia. Ya sé que yo no era un personaje conocido. Yo conocía a la gente políticamente importante, en el orden empresario

-Usted quizás sí, general, el problema es que la gente no lo conocía a usted. Después Tato Bores bromeaba con eso. Pero uno de los problemas entre usted y Lanusse?

-Eso viene después. Yo tenía buenas relaciones con él. Habíamos acordado que habría un nuevo ciclo de la revolución para terminar las cosas. Lanusse tenía una intención política personal. Lo desafiaba a Perón. Quiso utilizar a Perón a través de sus delegados para que lo apoyaran. Cuando no pudo, dijo que no le daba el cuero. Pero parece que le dio el cuero.

-¿Por qué Lanusse lo eligió a usted?

-Lanusse no me eligió a mí. Yo era conocido en el Ejército. Por eso era el agregado militar en Estados Unidos. El general Lanusse le hacía oposición como jefe de Estado Mayor al general Onganía. El Cordobazo en alguna medida melló al gobierno y después del secuestro del general Aramburu el general Lanusse consigue producir el cambio de gobierno. Yo había prestado servicio con Lanusse en varios lugares, el último la Escuela de Guerra, con el almirante Gnavi en la Secretaría de Informaciones del Estado y con el brigadier Rey en el Estado Mayor Conjunto. Coinciden Gnavi y Rey, no Lanusse, en designarme a mí. Me proponen a Lanusse, que acepta. El espera su hora.

Levingston volverá en el curso de la conversación una y otra vez a Lanusse, siempre en términos muy críticos. Al recordar su discurso de asunción con elogios para su antecesor dirá que en esos años -el período de Onganía y el suyo- la corrupción prácticamente no existía y la economía funcionaba bien, sobre todo en contraste con lo que vino después.

-Es que usted tuvo un buen ministro de Economía, ¿no?

-¿A quién se refiere?

-A ALDO FERRER.

-Primero lo tuve al doctor Moyano Llerena y después al doctor Ferrer, que tal vez no coincide tanto ideológicamente conmigo.

-¿Y si no coincidía ideológicamente por qué lo convocó?

-Porque lo conocía, lo había escuchado, él había estado en Washington haciendo una exposición. Moyano Llerena funcionó, pero tal vez no respondía con la rapidez que requerían las circunstancias. Yo tengo una posición más nacional a pesar de que creo en la economía de mercado

-Su gobierno abre la famosa década del setenta, la década de la violencia, que se inicia con el secuestro del general Aramburu, asesinado cuando usted es presidente, ¿no? ¿No tiene críticas para hacerle a la llamada Revolución Argentina después de 35 años?

-El gobierno de la Revolución Argentina no tiene la responsabilidad de la subversión, que se había iniciado mucho antes.

-Habitualmente se considera que el setenta -su año, general- marca el comienzo de la violencia política.

-Mi año no, porque el Cordobazo es anterior a mí. Antes ya había habido otros hechos aislados. El primer acto de envergadura que realiza la subversión, que viene trabajando desde la década del sesenta, es durante el Cordobazo. Lanusse, que tenía inclinación radical y por eso lo puso a Mor Roig de ministro del Interior, dice en su libro que a él le toca reprimirlo. Represión no es una mala palabra. Lo que es una mala palabra es cuando la represión se excede, porque cuando se producen alteraciones del orden hay que restablecerlo. Eso no se llama salir a matar a la gente sino utilizar el poder del Estado para restituir el orden. Intervinieron en Córdoba sectores políticos como respaldo de un acontecimiento que manejaba la izquierda marxista, que es la que continúa a través del tiempo la subversión. Respecto de la muerte del general Aramburu, cuando yo me hago cargo del gobierno no había aparecido el cadáver.

-Sobre el secuestro y asesinato de Aramburu, con el que los Montoneros hacen su debut, usted recordará que había rumores que especulaban con que ese grupo podía estar vinculado con sectores del gobierno militar.

-Eso es no conocer al general Onganía, con quien se podía o no coincidir pero que tenía una conducta de primer nivel. ¿Cree usted que el gobierno de Onganía va a tener contactos así?

-Las especulaciones se inspiraron en los orígenes ideológicos compartidos. Varios dirigentes montoneros también procedían del nacionalismo católico.

-Eso es como si me dijera a mí que yo también, como católico, puedo tener contacto con los nacionalistas católicos que están en la subversión, cuando tengo una estructura mental totalmente diferente. Pero eso que usted dice fue lo primero que yo investigué. Porque era un rumor. Había recibido a dos amigos del general Aramburu, el general Labayru y el ingeniero Olmos, quienes me hicieron un planteo para que se formase una comisión especial para investigar. Entonces yo les dije: "Señores, el gobierno no puede hacer eso porque tiene obligación propia de investigar la muerte". Por una investigación que se encontró en Timote, Córdoba, entre la policía cordobesa, de la de Buenos Aires y de la Federal, apareció este hecho. Lo llamé al doctor Eugenio Aramburu y le dije que no necesitaba una comisión especial para cumplir. Cuando la policía y los demás no encuentran nada, como ha ocurrido en casos posteriores, será porque hay otro tipo de intereses. Con la subversión no se juega. En la Argentina, la subversión, hoy blanqueada, es marxista, más allá de que fueran grupos católicos influenciados por el marxismo.

-FIRMENICH NO SE DECÍA MARXISTA.

-No se trata de decirlo. Chávez tampoco dice ser marxista pero anda del bracete de Fidel Castro.

-También se dijo muchas veces que Firmenich fue un agente doble. ¿Usted qué cree?

-No tengo información para abrir juicio sobre ese tema.

-Pero usted fue un oficial de inteligencia.

-A mí no me pregunte si pude tener en la inteligencia a un agente doble. No he dado ningún paso, ni lo va a encontrar, al margen de las leyes y los reglamentos militares, porque para hacer inteligencia usted no tiene que ir a buscar alianzas con el hampa.

-¿NO SE INFILTRABA LA GUERRILLA?

-Parece que les ha ido mal a los que infiltraron la guerrilla porque la democracia los ha castigado severamente.

-Muchos historiadores sostienen que particularmente el golpe de 1966 fue el más inútil de todos, el más inapropiado. ¿Usted tiene hoy una visión crítica del pasado?

-Los golpes militares han sido siempre realizados con sectores políticos de la oposición que buscaban una alianza. Nunca han sido golpes militares químicamente puros. Lo que pasa es que a lo largo del tiempo los supuestos demócratas tienen la costumbre de querer responsabilizarnos.

-¿En el golpe de Onganía participaron entonces sectores peronistas?

-Por supuesto, siempre los golpes militares fueron iniciados o acompañados a través de un clima. Yo era el jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército cuando el doctor Illia era el presidente. Su gobierno era acusado de lentitud, carecía totalmente de plan de acción.

-¿Admite que hubo acción psicológica acentuando algunos rasgos que se le atribuían al gobierno radical?

-No de parte de las Fuerzas Armadas. Si usted encuentra una persona que le diga que el jefe del Servicio de Inteligencia. Ahora, si otros sectores lo hicieron.

-¿Piensa que estuvo bien o estuvo mal el golpe de 1966?

-No me pregunte a mí si estuvo bien o estuvo mal porque yo no soy quien realizó el golpe, sino que formaba parte de las Fuerzas Armadas, que se hicieron cargo del gobierno.

-Claro, pero usted fue uno de los tres presidentes de ese golpe.

-Sí, pero yo no intervine. Yo no tenía poder para detener el golpe. En esa época funcionaba en la Casa de Gobierno, como corresponde a un gobierno organizado, una reunión de los servicios de inteligencia con la Policía Federal, y los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas, la Gendarmería, presididos por el ministro del Interior, que nos reuníamos por razones de seguridad con el ministro Palmero, un hombre muy equilibrado en sus posiciones. Servíamos realmente al gobierno. Después, los hechos políticos se conjugaron de esa forma y se hicieron cargo del gobierno. Cuando usted compara los hechos posteriores que hemos vivido con el problema del gobierno de Illia puede llegar a la conclusión de que tal vez no era para tanto este tema para que se produjera un golpe de Estado.

-¿Cómo ve usted hoy, 35 años después, su propia responsabilidad por estos casi 10 meses en los que gobernó con respecto a todo lo que pasó después en el país?

-Se continuó con el eficiente gobierno del general Onganía. Si alguien tiene dudas, que mire los indicadores económicos.

-Claro que no regía el estado de derecho, no había libertades individuales, no existía el Congreso ni había partidos políticos.

-Yo no estoy diciendo que me hayan elegido en elecciones, usted le viene hablar a un presidente de facto.

-TIENE USTED RAZÓN.

-El gobierno funcionaba a través de los decretos que ahora llaman de necesidad y urgencia, pero que cuando los decretos eran de significativa trascendencia se llamaban decretos leyes y formaron parte de la continuidad jurídica. No ejercimos violencia ninguna. Acaba de decirme que no había libertad. Yo no hice ninguna presión sobre ningún diario. ¿O usted no sabe que se usan los recursos del Estado para presionar a los diarios? Yo no soy Pinochet. No tengo cuentas en el exterior.

-Si Lanusse no lo hubiera desplazado, ¿usted habría llamado a elecciones permitiendo que el peronismo se presentase?

-Por supuesto.

-¿CON PERÓN DE CANDIDATO?

-Usted me pregunta una cosa que no se me había cruzado nunca por la cabeza. El señor Perón estaba en Madrid. No había ningún indicio de que pudiera venir. Perón entra en escena como consecuencia del general Lanusse. Yo no estaba pensando que Perón iba a volver.

-Si no recuerdo mal, Perón amenazó varias veces con volver durante su presidencia, general. Inclusive creo que se llegó a hablar del 8 de octubre de 1970.

-Está confundiendo usted la fecha. Durante mi presidencia el señor Perón estaba en España. No tuve ningún contacto con él ni lo iba a hostilizar porque era un elemento de decisivo poder en la vida argentina.

-¿Estaba Jorge Daniel Paladino como delegado de Perón, no?

-Se confunde. Eso fue en la época del general Lanusse.

-¿Y quién era el delegado de Perón cuando usted gobernaba? ¿No era Paladino?

-Ya ni me acuerdo. Pero nunca tuve contacto con Paladino ni con Perón ni le mandé ningún mensajero.

-¿Usted propiciaba un sistema de partidos sin dirigentes políticos?

-Yo procuraba que algunos políticos de la generación intermedia trataran de provocar una revolución. No era contra el peronismo ni contra los radicales. Antes de la Revolución Argentina las instituciones tampoco eran de alta calidad de funcionamiento, pero después fue peor.

-¿ENTONCES FRACASÓ LA REVOLUCIÓN ARGENTINA?

-Con el general Lanusse, por supuesto. El trató de hacer continuismo y se le ocurrió crear la candidatura del brigadier Martínez, "el presidente joven". Al fracasarle las tratativas con Perón, Lanusse hizo todo lo posible para que no ganara el peronismo, pero el compromiso de las Fuerzas Armadas era establecer las nuevas reglas de juego, especialmente en el campo político y en forma legal.

-Siendo jefe de inteligencia, ¿usted nunca supo dónde estaba el cadáver de Eva Perón?

-Nunca supe. Lanusse sí sabía.

-¿Qué le produce a usted que se mencione a los presidentes militares como dictadores?

-Nada. Un gobierno militar en realidad es una dictadura. Pero una dictadura no es una tiranía.

-¿Acepta que le digan que fue un dictador, entonces?

-Normalmente digo que he presidido un gobierno militar, porque cuando se emplea la palabra dictadura se la emplea con sentido peyorativo. Los gobiernos militares, salvo el último, el Proceso, al que le hacen este cargo, han sido respetuosos de los ciudadanos. ¿O usted tiene otra información?

MILITARES Y BOY-SCOUTS

De pullover oscuro y pantalón gris, formal, cortés y a ratos imperativo, el general Levingston también dijo durante el reportaje que "muchos de los subversivos de aquel tiempo forman parte del Gobierno". Sólo mencionó como ejemplo a Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos. Levingston considera que durante la represión "hubo excesos" pero no un plan premeditado y dice que Ernesto Sabato estaba inhabilitado para presidir la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep) porque "era comunista". También opina que el presidente Raúl Alfonsín "sacó a los militares de los jueces naturales; mi punto de vista, señor, es que hay que respetar la ley. La he respetado toda mi vida y en este tema no hay retroactividades".

-Resulta curioso que diga que usted siempre respetó la ley habiendo sido un gobernante de facto.

-No tenía por qué negarme ¿O usted qué cree que son las Fuerzas Armadas? ¿Son los boy-scouts?

-¿No encuentra una contradicción entre el facto y el respeto por la ley?

-Compárelo con la falta de respeto que han cometido los que fueron elegidos. Y que fueron elegidos usando los dineros del Estado. Si hay relativa legitimidad de origen, lo importante es la legitimidad en la acción de gobierno. Mire los indicadores. Tienen la legitimidad del funcionamiento. Al general Onganía le cargan la Noche de los Lápices.

-No, eso fue en la época de Videla. A Onganía se le reprocha la Noche de los Bastones Largos.

-Un hecho aislado que depende de los tipos que actúan en ese momento.

-Pero, general, la Noche de los Bastones Largos es el ingreso de la infantería en la Universidad de Buenos Aires y marca un antes y un después para la ciencia argentina.

-La visión que usted tiene exagera la Noche de los Bastones Largos por lo que haya significado el gobierno de Onganía con respecto a la universidad. Si usted me dice que el mío era un gobierno de facto, ese es un hecho histórico. Yo no cambié la Corte Suprema. ¿No sabe que el doctor Menem tenía una Corte adicta o que el actual presidente cambió la Corte? Los 1300 millones de deuda externa de mi gobierno se convirtieron en 195 mil millones y usted me pregunta si nosotros respetábamos la ley. .

Por Pablo Mendelevich

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