Esta
entrevista fue grabada en el año 2012 y por esas cosas de la vida recién ahora
la pude transcribir. Hoy quiero compartir con ustedes algunas de las anécdotas
que Buby Casari me transmitió, las otras quedarán en mi recuerdo. Fue un hombre
que le dedicó más de la mitad de su vida a la Asociación de Básquet y siendo
presidente de la misma vio jugar a los mejores jugadores del país y del mundo.
Ángel Eduardo
Casari, conocido popularmente como Buby, nació en Cañada de Gómez el 2 de
septiembre de 1930. El país vivía una profunda crisis económica a raíz de la
Gran Depresión nacida un año antes en los Estados Unidos. Faltaban sólo días
para que el gobierno de don Hipólito Yrigoyen cayera en manos de militares y
oligarcas que buscaron por las fuerzas tomar el poder surgiendo así la penosa
Década Infame. Llevaba el mismo nombre
de su padre inmigrante italiano aunque su madre Clementina Politti, también de
familia italiana, había nacido accidentalmente en Brasil.
Su infancia la
desarrolló en la antigua casona de Ocampo 167, allá en el Este cañadense, y recuerda
a un chico de apellido Salta como el cómplice de todas sus locuras. Fue a la
Escuela Alberdi que por ese entonces estaba ubicada en la esquina de Rivadavia
y Mitre donde según dice él Celia Villavicencio fue una magistral docente.
Solían ir a la casa de Deganutti que vivía en Ocampo y Chacabuco a jugar sobre
las calesitas que este personaje local fabricaba, también con él y el resto de
los chicos practicaban tenis y les enseñaba a correr. Recordemos que Deganutti
fue un “loco” de aquellos que entre muchas de sus ocurrencias corría carreras
descalzo. Otro de los recuerdos latentes de Buby era escucharlo cantar a
Rogelio Araya arriba de un buzón rojo que se encontraba en el boliche del
“Turco” Elías Rafael, muy cerca de su casa y ellos sentados en las
alcantarillas quedaban vislumbrados por la voz de ese cantor local que con el
tiempo fue un reconocido artista nacional. “Mi padre y mi hermano me pelaban la
cabeza, decían que tenía el pelo duro y feo”, recuerda Casari, “entonces solía
estar con una gorrita de lana en invierno y si alguien quería ver mi pelada
debía pagarme cinco pesos”. Junto a Enrique, su hermano, mayor que él fueron
juntos a ver la inauguración de la ruta 9 en 1937, de aquel día Buby manifiesta
que “fue impresionante la gente que acompañó ese festejo, recuerdo que pasó el
presidente Agustín Justo en un auto descapotable y todos los chicos lo
saludábamos con banderas de argentina.” Otra de las actividades que solía hacer
con su hermano era ir a ver las carreras de bicicletas, en la antigua pista que
estaba ubicada hacia el norte del entonces Bar de Masseria, donde vió ganar
grandes veladas a los Abregú, Mochnacz, entre otros. De su adolescencia era muy
común verlos en los bailes de Almirante Brown, donde en los carnavales solía
cubrir alguna que otra trampa de sus amigos y amigas. En esa misma pista de
baile conoció a Elba Parietti, un amor
que duró casi medio siglo del cuál tuvieron tres hijos Marisa, Silvia y
Eduardo.
Siendo muy joven
comenzó a trabajar en la Estación de Servicios de José Miguel Cuffia hasta el
año 1988 cuando decidió independizarse instalando un negocio de repuestos de
Rastrojero, siendo el único durante mucho tiempo y acompañado de un pequeño
kiosco al lado de su casa familiar. Un momento feo fue el que vivió en 1955 cuando
cayó el gobierno de Juan Domingo Perón y quiénes arrastraban en forma salvaje
el busto de Evita, destrozaron con piedras las oficinas de la Estación de
Cuffia, algo muy raro, ya que el dueño de ese lugar era un ferviente
simpatizante y dirigente radical. A pesar que jugó hasta la segunda división
del Everton al fútbol, a las bochas y al básquet en los Boys Scout (hoy
Almirante Brown) fue como dirigente del baloncesto que brilló en la historia
local y nacional. Convocado por el
legendario Antonio Caparros, el Pocho Zadra y el “Gallego” González, cuando
comenzaba la década del setenta inició su actividad como presidente de la
Asociación Cañadense de Básquet. Durante
más de cuatro décadas llevó los destinos de la entidad, durante los años de la
dictadura cívico-militar, acompañó al gobierno de Cabezudo en la Comisión
Municipal de Deportes siguiendo tiempo después en la vuelta de la democracia
colaborando con la Municipalidad en el desarrollo de actividades deportivas.
Bajo su administración vio nacer y desarrollarse jugadores notables de la
historia del básquet, algunos de ellos fueron campeones olímpicos y en
distintos puntos del mundo. También en su gestión se crearon las asociaciones
de entrenadores y colegios de árbitros, donde también muchos de sus integrantes
brillaron en distintos estamentos de la disciplina.
Hoy, con sus
casi 85 años encima, ya no lo vemos en su kiosco, tampoco lo vemos del Ale
Cupulutti donde solía tomarse un café y discutir de básquet con muchos de
quiénes se sentaban al lado de él. Su salud no es la de aquel hombre que en
1971 tomó el mando de la Asociación, tampoco su memoria, pero seguramente su
nombre estará instalado para siempre en la historia del básquet nacional. Cómo
a toda persona que lleva adelante una gestión fue elogiado y criticado, tuvo
aciertos y errores, pero seguramente merece el respeto de todos los que alguna
vez hicimos algo gracias a él.
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