En el año 2006 se conmemoró el 25º aniversario de la inauguración del
Museo Histórico Municipal en los Altos del Verdi, espacio que ocupó hasta
octubre del 2013 cuando se decidió el traslado a un lugar más cómodo y
accesible para la ciudadanía. Decíamos entonces, que para los festejos de aquel
aniversario, se realizó un concurso de relatos Testimoniales llamado Juan
Cantori, Mis recuerdos del Cañada de ayer. Hoy comenzaremos a publicar todos
aquellos trabajos que durmieron durante diez años en nuestros archivos
históricos. El relato que sigue a continuación, es de un escritor anónimo y de
un extenso texto de 16 páginas, hemos elegido lo más rico de esa narración que
nos describe como era el Cañada en las zonas rurales de entonces. Vaya también
nuestro homenaje a todos los agricultores que festejaron su día el pasado 8 de
septiembre.
PABLO DI
TOMASO
COORDINADOR
DE MUSEOS
MUNICIPALIDAD
DE CAÑADA DE GÓMEZ
VIVENCIAS DE MI
PRIMERA INFANCIA
ANÓNIMO
En aquella pequeña "chacra" donde mis hermanos y
yo pasamos nuestros primeros años, mi padre cultivaba el campo con siembras de
maíz, trigo y lino, pero en realidad, se trataba de producir todo lo necesario
para la subsistencia, o sea que era una verdadera granja; se cultivaba la
huerta, se criaban aves de corral, cerdos, vacas y en especial los caballos que
se usaban para tiro (arrastre de las herramientas). Se amasaba el pan una vez
por semana, se faenaban los cerdos, fuente importante de la alimentación
durante buena parte de año. Demás esta mencionar que los pollos, huevos y
muchas cosas más se producían en la misma casa, sin lugar a dudas se podría
afirmar que la alimentación, en un porcentaje muy elevado, se obtenía en la
chacra. Leche, manteca, dulce de leche y otras exquisiteces las elaboraba mi
madre, decían que cocinaba bien, yo no recuerdo con mucha precisión ese tema. Debo
decir que mi infancia fue muy feliz, de mis primeros años hasta los siete,
recuerdo todas aquellas vivencias plagadas de anécdotas. Esas costumbres
campesinas, los días de lluvia, los días de invierno y los del verano, las
inclemencias del tiempo, las alegrías y los miedos, todo hace que aquellos días
los haya vivido a pleno, todo lo que ocurría a mi alrededor era interesante,
¡cuanto se aprende en los primeros años!. Hay que destacar la libertad e
independencia con que se mueve el niño en el campo, las limitaciones son mucho
menores, el panorama, los espacios, la línea del horizonte, todo es amplio,
parece que el mundo es más grande. Esto es al revés de lo que uno puede suponer
desde la ciudad, donde aparentemente se adquieren mayores relaciones, puede ser
en las relaciones humanas, pero en cuanto a la relación con la naturaleza, la
vida de campo es mucho mas abarcativa, se aprende a querer a los pájaros, a las
plantas y a los vientos, se sufre el frió pero se goza del abrigo, se sufre por
los rayos del sol, pero se goza de la sombra de los árboles.
LAS MADRUGADAS...
Es bien conocido que la gente del campo madruga, claro
tienen incentivos de sobra para hacerlo, además de la necesidad. El amanecer en
el campo con su encanto natural, las frías mañanas de invierno, la niebla o la
fresca brisa del verano, con todos los matices del otoño a la primavera,
conforman el placer del madrugador. Buscar la tropilla en invierno, muy
temprano, oscuro, frío, con escarcha; equipar a los caballos con sus arneses y
antes de salir, unos mates; iniciar la tarea tan temprano que van a pasar
varías horas antes que amanezca, luego cuando aclara y ya el sol se asoma, la
merienda, allí nomás al pié del arado, al calor de los cuerpos calientes de los
animales. Esa merienda es fuerte, recompone energías. Café, leche, revuelto de
huevos y cebollas, todo un verdadero manjar. Cuando el frío es intenso no es
posible permanecer sentado sobre el arado, entonces el hombre camina detrás
vigilando que el caballo siga el surco y no se desvíe del rumbo, y que todos
tiren parejo, y... bueno... esta es la técnica, la mística, el arte del
labrador de antaño. Otra cosa son las
mañanas de verano, también se inicia temprano, a la misma hora, pero el
amanecer llega pronto. Con los primeros rayos del sol las gaviotas aportan un
colorido y un cuadro viviente inolvidable; también la merienda; un poco de
descanso para los caballos. Hay que dejar temprano, antes que el calor apriete,
se inicia un descanso prolongado -de las diez de la mañana a las cinco de la
tarde- luego, se reinicia la tarea, con las tardecitas suaves que también
tienen una indescriptible belleza.
LOS LINGERAS
En aquella época, comprendidos entre los años 1940 y 1949,
era muy común ver caminar por los campos lingeras o crotos, personas que
seguramente por algún problema de orden familiar o simplemente por su espíritu
bohemio, vagaban por los campos y con cierta frecuencia repetían su recorrido,
de modo que de alguna manera se hacían conocidos y hasta se entablaba cierto
grado de amistad. Recuerdo algunos de ellos por sus nombres y apellidos, según
sus manifestaciones, "Juan Cinteta", "Mario Piedrabuena". Se les atribuía cierto grado de instrucción,
o por lo menos eso pensaban mis mayores. En ocasiones hasta confrontaban entre
sí y el dialogo era sumamente interesante. Parecían eruditos. Tocaban temas
diversos y profundos, casi siempre relacionados con la vida misma y de corte
existencialista. Historias y leyendas donde no quedaba ausente el recurrente
tema de la "luz mala". El segundo de los nombrados era pintor y
paisajista, nos decoró nuestra casa, y en la pared de la galería pintó un paisaje
con árboles y río. Debo confesar que me gustaba aquello que seguramente sería
un mamarracho.
RECOLECCIÓN DEL MAÍZ
(Juntada de maíz)
Ya en los primeros días de marzo, comenzaban a llegar
braceros o "juntadores" para la recolección del maíz; procedían de
las provincias del norte, (Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán) casi todos
habían sido previamente contratados y volvían cada año a las mismas chacras. En
nuestro caso procedían de San José de la Dormida , departamento Tulumba de la provincia de
Córdoba, esto lo recuerdo muy bien porque durante todo el año manteníamos
correspondencia con esa gente buena y leal. Don Luis y sus dos hijos Luis, y
Facundo. Este último menos dotado para tan rigurosa tarea, por ese motivo
alternaba con su padre, hombre de avanzada edad, en la preparación del
alimento, que consistía en un guiso criollo: carne con papas, cebollas, zapallo
y fideos todos hervidos en un precario bracero que ellos mismos armaban con una
lata de 20 litros .
Dormían en el galpón y sus abrigos eran las bolsas vacías de arpillera, que
según decían les daba muy buen abrigo. El trabajo de recolección de maíz era
muy duro, se prolongaba varios meses, hasta bien entrado el invierno. En esas
frías mañanas las manos quedaban lastimadas y callosas por el contacto con la
chala seca y escarchada. La maleta se colgaba de un cinturón, y luego se pasaba
entre las piernas para arrastrarla, en cuya boca se introducían las espigas
deschaladas, tarea que se hacía con un "deschalador", herramienta que
se calzaba en la mano derecha con cuyo pinche se quitaba la cubierta de la
espiga de maíz. Yo mismo he realizado esta tarea; claro que para mí -con mis 10
años- era más un juego que un trabajo. Al anochecer, después del superficial
aseo y luego de la cena que ocurría muy temprano, nos reuníamos mi padre mis
hermanos y yo, con los "juntadores", donde también como en los casos
ya mencionados de los lingeras, las anécdotas, leyendas e historias de aquellos
hombres casi primitivos, procedentes de los montes norteños, era uno de los
grandes placeres y distracciones, pasábamos varias horas entre mate y mate,
hasta el momento del descanso, para iniciar al día siguiente otra dura jornada.
Quiero recordar que el maíz se juntaba y se llenaban bolsas que al fin de cada
día con una "chata", un carruaje tirado con caballos, se cargada y se
depositaba en una troja, enclavada al pie de un poste muy alto del que
suspendía un cable de acero y con un recipiente que le llamaban carrito, se
tiraba del otro extremo con un caballo. Montar y manejar ese caballo era mi
trabajo.
Y
la radio seguía hablando...
Ya he expresado antes, la radio era algo novedoso en la
década del 40, y mucho mas para aquellos humildes juntadores de maíz, que
provenían de zonas aun menos desarrolladas que la nuestra. Lo que voy a relatar
ocurrió un domingo por la mañana. Nos encontraban reunidos en el comedor de
nuestra casa escuchando un programa radial, mi padre, mis hermanos y yo, junto
a don Luis y sus dos hijos, Luis (h) y Facundo; ellos eran los juntadores de
maíz que durante muchos años realizaron esa tarea en nuestro campo. Ocurre que
en lo mejor de la velada, el ruido de un automóvil anunciaba la llegada de
visitas a nuestra casa. Promediaba la mañana, mi padre mis hermanos y yo, nos
retiramos a recibir y atender a nuestros visitantes, no sin antes dejarle a don
Luis y sus hijos la invitación de que sigan escuchando el entretenido programa
radial. Así lo hizo el buen hombre, pero terminado el programa y habiendo
transcurrido un buen rato, no sabía que actitud tomar. Su recato, su timidez,
su educación -que era mucha por cierto- no le permitía salir de la habitación
por la puerta que daba a la galería, donde nos encontrábamos reunidos nosotros;
optó por saltar la ventana, y aliviado, con sus hijos se dirigió a su aposento.
No obstante le quedó la percepción de que la radio seguía hablando. Lo consultó
con sus dos hijos, decidieron con sigilo, dirigirse a la ventana por donde
habían salido y con sorpresa verificaron que efectivamente "la radio
seguía hablando" aunque nadie la escuchara. Lo que al principio fue
sorpresa, risa o casi una picardía, con el correr de los minutos se transformó
en una enorme preocupación para ellos, no sabían que actitud tomar; hacían una
silencio total para no confundir a la radio, y que ésta creyera que alguien la
escuchaba. De ninguna manera se atrevían a molestar al “patrón” (así lo
llamaban a mi padre) que estaba con sus visitas. Así pasaron horas angustiosas
hasta que las visitas se retiraron y entonces sí, casi con desesperación,
corrieron para avisar que "la radio seguía hablando".
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