Giovanna, junto a Alberto su esposo |
Corría el
año 1932 cuando aquel 17 de agosto el joven albañil Venanzo Pistarelli corrió
hacia el encuentro de su madre, que era la partera del pueblo, para que ayudara
a su esposa Emilia a dar a luz a su primer bebé. È una ragazza!!!!... Gritó
Venanzo!!!! Y así fue, esa niña se llamó a partir de ese día Giovanna y hoy con
sus 84 años bien vividos es una de las inmigrantes cañadenses que engalana
todos los actos que cada 4 de septiembre se realiza en la ciudad.
Potenza
Picena es una ciudad de la provincia de Macerata en la Región de Marche y toma su
nombre de la antigua colonia romana Potentia destruida durante el siglo VI.
Allí nacieron además de Giovanna, Rosana, Carlos y Bruno. Como bien dije
anteriormente, su padre Venanzo era albañil, pero un tiempo antes, había
viajado a la Argentina
a buscar mejor bienestar. Junto a su hermano Mariano llegaron a la zona rural
de Totoras donde vivían unos parientes de ellos, juntaban el dinero durante
algunos meses y volvían al Viejo Mundo. En 1927, Mariano Pistarelli decide
quedarse en nuestro país y a raíz de un problema de salud del padre de ambos,
el joven Venanzo se queda en Italia acompañando a su madre. En 1930, fallece el
abuelo Pistarelli y al poco tiempo sus padres se casan en el pueblo. El destino
marcaba que Venanzo debía quedarse un tiempo más en la península itálica.
Venanzo, Pistarelli, su padre |
El 22 de mayo de 1939 Galeazzo Ciano, ministro del exterior
italiano durante el gobierno de Mussolini, firma el Pacto de Acero con
Alemania, que muestra oficialmente el nacimiento de una alianza vinculante
ítalo-alemana. Ese mismo año, Venanzo Pistarelli fue llamado por el gobierno
para que vaya hacia la Libia Italiana
como soldado a pesar de tener 36 años. El sueño imperialista del Duce se estaba
acercando al igual que la Segunda Guerra ,
había nacido el Nuevo Imperio Romano. El lugar donde fue Venanzo, era la unión
de dos colonias italianas de Tripolitania y Cirenaica, creada en 1934 por el
gobernador Italo Balbo. Allí convivían más de 20.000 colonos italianos,
popularmente conocidos como Ventimili. Al regresar de Libia, el padre de Giovanna,
al encontrar su terruño empobrecido, se marcha hacia Alemania a buscárselas
junto a otros paisanos vecinos.
Durante seis meses trabajaban día y noche, volvía a Potenza Picena y
descansaban 15 días. Así lo hizo durante un tiempo hasta que a raíz de la
rendición de Italia y la caída de Mussolini en el gobierno, los alemanes como
castigo a esa traición detuvieron a todos los italianos que trabajaban en sus
tierras. Comienza así, una de las etapas más triste de la familia Pistarelli.
Durante dos años no tuvieron noticias de Venanzo, esperaban lo peor. A raíz de
no ingresarle recursos, debieron vender su pequeña casa y vivir en la casa de
los Grandinetti. Una vez finalizada la Guerra , Venanzo salvo su vida y regresó a dedo a
su ciudad. Enorme fue la emoción al reencontrarse con sus hijos, con Emilia su
gran amor y el resto de sus seres queridos. Seguramente allí comenzó la idea de
volver a la Argentina ,
para empezar comenzó a escribirse nuevamente con su hermano Mariano, que por
ese entonces ya vivía en Cañada de Gómez. En Italia el futuro era complicado,
la guerra había devastado a una nación entera. Fue así que en 1948, Venanzo
embarca buscando otro destino. Y otra vez la soledad, dejar a sus hijos, a su
esposa, en busca de poder sobrevivir. Pero acá tampoco le fue fácil, le costaba
encontrar trabajo, la situación era bastante complicada para los italianos de
la post guerra y gracias a un primo encontró una salida laboral en la zona de
Fray Luis Beltrán. Su madre, que había quedado en Italia, reclamaba estar con
sus hijos y junto a Giovanna deciden venirse a la Argentina.
Corría el año 1949, y en pleno gobierno de la primera presidencia
de Perón, el país se prestaba a una nueva reforma constitucional. Según los
historiadores era la etapa de una Argentina de pleno empleo, salario
remunerador, la masificación de la educación y la salud públicas, la caída de
la mortalidad infantil y el alza de la esperanza de vida; de la industria que
producía aviones, barcos, camiones y automóviles; que exportaba alimentos,
manufacturas, cultura, ciencia y tecnología. En julio, el justicialista Abel
Romegialli reemplazaba en la
Intendencia a su compañero Pablo Torres, iniciando así su
segundo y último mandato al frente del Palacio Municipal. A pesar que el
pavimento en la ciudad se inició en el año 1940, en tiempos de Borgarello, la
calle Balcarce no era lo que hoy vemos de ese gran boulevard. Y por esa vereda
ancha, en plena lluvia, iluminada por los rayos de la tormenta y con sus pies
humedecidos por el agua y manchados por el barro, llega a nuestra ciudad
Giovanna, su padre y su abuela, en lo que quizás haya sido, la tormenta de
Santa Rosa de aquel fin de la década del cuarenta. A las 20 horas del 29 de
agosto arribó el barco, en el que durante 20 días y 20 noches, cruzaron el
Atlántico Giovanna y su abuela. Para ella era toda una aventura, por primera
vez salía de su ciudad y en un crucero donde viajaban más de mil personas
conoció otro mundo diferente al que vivía. Quizás buscaba la paz, quizás
buscaba un destino mejor, pero sabía que al llegar a tierra firme la esperaba
el abrazo paternal de Venanzo, ese padre al que tan poco tiempo tuvo pero al que
tanto tiempo extraño en sus juveniles 17 años. Para su abuela el viaje fue otra
cosa. Lo sufrió. Sabía que, a sus 80 años, dejaba atrás un mundo que no
volvería a ver. Pero en el fondo su corazón latía de alegría, porque después de
20 años podía volver a estar junto a sus dos hijos como cuando eran niños y
jugaban en las quintas potentianas. Al
llegar, Giovanna fue dirigida junto al resto de los niños a una gran pieza
ubicada en el puerto de Buenos Aires a esperar que su padre la pasara a
retirar. Seguramente en la memoria de Giovanna deberá estar guardado el aroma
de aquel beso que su padre le dio al verla en el lugar. Un reencuentro que al
final sería el definitivo. Al llegar a
Cañada, fueron a vivir a la casa de su tío Mariano, ubicada en calle Colón 28.
El ruido de los trenes era muy distinto al del mar Adriático en el que Giovanna
solía ir con sus amigas a disfrutar. Pero la vida la había traído a un lugar
que en Europa decía que era el paraíso, pero que en realidad había mucho para
hacer. Se sentía sola, no sabía con quién estar. Sólo tenían a sus primos y
algunas vecinas a las que intentó hacerse amiga. Al año y medio de su arribo
vinieron su madre y sus hermanos, también para esa época, su abuela que nunca
pudo acostumbrarse a vivir aquí, cerró sus ojos con la paz que le daba el poder
haber estado en sus últimos días, al menos por un tiempo, junto a sus dos
hijos. Recuerda que con el dinero de la casa que vendieron en Italia apenas
pudieron comprarse un Fiatín, “o el auto era muy caro o mi casa
no valía nada” manifiesta Giovanna mientras su rostro nos marca la
emoción del recuerdo.
Giovanna, siendo adolescente en el Mar Adriático |
Emilia, su madre |
“La separación fue muy dolorosa, estaba dejando mis amigas,
mi familia, mi tierra, una parte de mi vida. Mi país estaba destrozado por la
guerra. No teníamos otra opción que partir. El viaje fue una aventura, en el
barco conocí a Minino, un chico que era familiar de los Pacífico y también
venía como yo a Cañada de Gómez”, así nos relataba Giovanna el final de la entrevista, “a
pesar que mis hijos son argentinos, que el amor de mi vida es argentino, yo me
siento italiana. Es muy fuerte escuchar el himno de tu patria en otra tierra, y
yo recién lo pude escuchar acá porque allá Mussolini lo había prohibido. La
vida me dio la suerte de poder regresar tres veces a mi tierra, una de ellas
con mi madre, que pudo conocer a todos sus sobrinos italianos. Después fui con
mi esposo, mi hijo José y mi hermana. Pero le repito, mi corazón está allá,
cada vez que cantó o escucho una cancioneta siento una emoción enorme en los
profundo de mi alma”. Hoy, Giovanna disfruta de sus tiempos libres
junto a Antonio, sus hijos, sus nueras y yerno y sus siete nietos. Hasta hace
muy poco la podíamos ver cantar en el Coro del Teatro Verdi junto a muchos
otros queridos tanos cañadenses. Para finalizar mi homenaje a esta hermosa
mujer que cuelga sobre sus espaldas una vida de amores, de encuentros y
desencuentros, quiero recordar aquella canción que fuera cantada por Beniamino
Gigli en la película Mamma, dirigida por Guido Brignone en 1941, donde en parte
de sus estrofas dice:
“Mama, solo
por ti, mi canción vuela,
Mama,
estarás siempre conmigo, tu no estarás mas sola!
Cuanto
te quiero!
Estas
palabras de amor, que te suspira mi corazón
Quizás
no se usen más, mama!,
Mi
canción más bella eres tú!
Eres
mi vida y por la vida, no te dejo más!”
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