EL NUNCA MÁS CAÑADENSE... ACÁ TAMBIÉN PASÓ... Segunda Nota

Los primeros dictadores de 1976


«En posición de firma y uniformado, acomodando los huesos en un movimiento breve y rápido para renovar esa postura con la que esperaba, vertical y solo, nada ni nadie en un rincón del casino de oficiales del Colegio Militar de la Nación, Videla, general de brigada y jefe del Estado Mayor General, celebró el nuevo aniversario del Ejército... Era el 29 de mayo de 1975. La onda expansiva que había volteado a su jefe, el comandante general Leandro Enrique Amaya, lo había alcanzado también a él y en un momento inoportuno: con el secretario general del Ejército, general de brigada Roberto Eduardo Viola, habían comenzado a diagramar el golpe que darían diez meses más tarde. Nadie prestaba atención a Videla y esa situación no parecía incomodarlo.»[1]



Las fichas ya estaban jugadas hace tiempo, faltaba muy poco tiempo para las elecciones donde se respiraba una derrota del oficialismo. Los grupos económicos, algunos partidos de la oposición, la Sociedad Rural Argentina, los medios de comunicación como Clarín y La Nación, la cúpula de la Iglesia Católica y el Ejército estaban convencidos que el Golpe era la solución. Para el establishment era la oportunidad de rifar al país financieramente, para la Curia la posibilidad de frenar a la izquierda y para algunos partidos políticos era la ocasión, nuevamente, de volver a la escena política. En cambio el Ejército tenía planeado algo más, para muestra sólo quedar recordar la frase de Ibérico Saint-Jean, gobernador de Buenos Aires durante la dictadura entre los años 1976 y 1981 cuando manifestó que «primero mataremos a los subversivos, después a sus cómplices, después a sus amigos, después a sus familiares, después a los indiferentes y por último a los tímidos», el futuro del país y de millones de argentinos ya estaba en vilo.

El día 23 de marzo fue una jornada de muchas e intensas reuniones, el entonces ministro de defensa José Deheza tenía la orden de ceder en todo con las Fuerzas Armadas menos en la renuncia de Isabel. A la noche, cerca de las 21, ingresa a Casa Rosada donde le informa a la presidenta que al día siguiente seguiría las conversaciones con los comandantes del ejército. A las 00.45 del día 24, Isabel y su secretario privado Julio González se dirigen hacia el helicóptero que se encontraba sobre la sede gubernamental, toman vuelo pero en vez de dirigirse hacia la Residencia de Olivos toman camino hacia el Río de la Plata. Es en ese instante, le comunican que debían aterrizar en el Aeroparque Jorge Newbery porque el helicóptero tenía un desperfecto y que desde allí se iban a dirigir en automóvil hacia Olivos. En la pista de aterrizaje Isabel es informada que se encuentra detenida y que su gobierno había sido derrocado. Este mismo acto se realizó en todas las gobernaciones del país, donde los militares con la colaboración de civiles, tomaron el poder de todas las casas de gobierno provinciales. Las Fuerzas Armadas ya tenían el mando, se iniciaba una larga noche de muertes, torturas y dolor.

Desde el 24 hasta el 29 de marzo, la Junta Militar encabezada por Videla, Massera y Agosti vivió tiempos de internas castrenses. Por un lado el ala liberal encabezada por el primero y por el otro la Marina, a cargo de Massera, con tinte exclusivamente antiperonista y salvaje. Ese 29, por la mañana, asume ante la Junta Jorge Rafael Videla la presidencia de la nación, habían triunfado los liberales. El reparto del poder fue en tres tercios para cada sector militar dejando al ministro de Economía para el sector civil, siendo el elegido José Martínez de Hoz, descendiente del fundador de la Sociedad Rural Argentina y de los financistas de la Campaña del Desierto de Roca. Las primeras medidas económicas de Joe, como le decían al ministro sus amigos, fueron la suspensión de las paritarias, congelamiento del salario, finalización del control de precios, del proteccionismo a la industria nacional y la quita de las retenciones a las exportaciones agropecuarias, bajar la inflación tomando deuda y frenando la emisión monetaria. Achicar el Estado para agrandar la Nación era el lema. Un modelo que lamentablemente vuelve a repetirse a partir del 2015 con la llegada al poder de la derecha con Mauricio Macri, quién incluyó en su equipo de gobierno a muchos descendientes de los integrantes de la dictadura cívico militar de entonces. Videla gobernó hasta marzo de 1981, previamente un par de años antes, se sacó a su archirival Emilio Massera como integrante de la Junta, su reemplazante fue Roberto Viola, otro liberal afín a las ideas de Videla pero su etapa dictatorial apenas duró hasta diciembre cuando es destituído por Leopoldo Fortunato Galtieri. Este último, después de la derrota en Malvinas fue reemplazado por Reinaldo Bignone, quién convoca a elecciones para 1983. Ya que el fin de este relato es hacer hincapié en lo sucedido en Cañada de Gómez, termina aquí el repaso de lo ocurrido a nivel nacional. Para finalizar este capítulo es preciso citar al dictador Videla cuando en un reportaje realizado por el escritor pro militar Ceferino Reato expresó que no estoy arrepentido de nada, duermo muy tranquilo todas las noches; tengo sí un peso en el alma, pero no estoy arrepentido ni ese peso me saca el sueño...

LA MARCHA MILITAR SUENA EN LOS PUEBLOS DEL INTERIOR

El gobernador depuesto Carlos Sylvestre Begnis y el Intendente destituido Jorge Omar Albertengo, "Quique".
Atrás de Sylvestre Begnis, vemos a Cabezudo, el intendente de facto que más tiempo estuvo en la dictadura.

Durante los primeros siete u ocho meses del gobierno de Videla, la mayoría de las provincias fueron intervenidas militarmente y a posteriori ocupados sus cargos en forma efectiva de acuerdo al reparto de poder que se había diseñado en la Junta Militar. En el caso de Santa Fe, le toca a la Marina elegir al gobernador de facto, desde el 24 de marzo hasta el 19 de abril, interinamente el Coronel José María González fue el interventor quién fue reemplazado por el Vicealmirante (R) Jorge Desimoni, ocupando la intervención hasta 1981. Cabe agregar que Desimoni fue quién más tiempo duró en el cargo ya que a partir de la salida de Videla, fueron recambiados por varios motivos los interventores santafesinos, siendo ellos Contralmirante Carmelo Luchetta y dos civiles Roberto E. Casís y Héctor Salvi hasta la llegada de la democracia en diciembre de 1983.

Sobre lo ocurrido en la provincia de Santa Fe, Miguel Ángel De Marco (h) en su obra biográfica del dos veces gobernador Carlos Sylvestre Begnis, describe como fue el momento de la destitución del estadista santafesino

«A las 23.30 del martes 23 de marzo de 1976, el gobernador recibió en su residencia, situada en los altos del Banco Provincial, la visita del coronel José María González, el jefe de la Guarnición Santa Fe quién le dijo: Vengo a avisarle que la provincia va a ser intervenida y que yo voy a ser el interventor. En razón del respeto que le tengo se lo quería decir personalmente. También le explicó que las Fuerzas Armadas habían depuesto a la presidenta Isabel Perón y a los demás gobernadores de provincia, y que él por lo tanto también debía entregar el gobierno. Se pautó que fuera a la 1 de la madrugada.

»Sylvestre Begnis despidió al militar y se dirigió al departamento que en la misma planta albergaba al ministro Quilici y Jarma. Golpeó fuerte la puerta y exclamó: Levántense, tenemos que ir a la Casa de Gobierno para traspasar el mando(...)»[2]

La participación civil, a través de los partidos políticos fue fundamental en el desarrollo de la Dictadura. Pacho O’Donnell bien lo detallada en una publicación suya en el matutino Página 12, el 21 de abril del 2012, cuando detalla que «los políticos civiles también colaboraron haciéndose cargo de 794 intendencias a lo largo y a lo ancho del país, Unión Cívica Radical: 310, Partido Justicialista: 169, Partido Demócrata Progresista: 109, Movimiento de Integración y Desarrollo: 94, Fuerza Federalista Popular: 78, otros partidos: 44.»[3] Entre las 94 intendencias puestas al M.I.D. encontramos la de Cañada de Gómez, que fue ocupada por Gerardo Cabezudo y que detallaremos posteriormente.

El derrocamiento del intendente cañadense Jorge Omar Albertengo, fue muy similar al ocurrido con el gobernador Sylvestre Begnis. El entonces jefe municipal, primero elegido por el voto universal de hombres y mujeres, se quedó en la más absoluta soledad esa mañana del 24 cuando fue anoticiado de su destitución. Y gracias a su postura frente a los castrenses, evitó que sucedieran actos de violencia en el municipio. En una entrevista realizada por Mario Chiappino, en el año 2015, Quique Albertengo recordó aquella jornada de la siguiente manera

«El día del golpe de estado del 24 de marzo de 1976 no había nadie, todo el mundo asustado. A las 5.30 de la mañana me llamaron del teléfono desde el Estado avisándome del golpe, así que yo a las 6.30 ya estaba en la Municipalidad, me fui para allá a ver qué pasaba, pero estaban parte de los empleados y yo, nadie más. En ese momento, no sé si habrá sido el susto o que se yo, yo pase por la policía y ni me di cuenta que estaban los camiones del Ejército. Así que estaba en la Municipalidad y cayo Tomasini el que era policía, y yo estaba sentado arriba de la mesa en la secretaria y me dice Quique venía a preguntar si estabas. Le contesto, bueno ya me viste que vas a hacer. El tipo se vuelva hacia allá para avisarle a la policía, pero antes me dice van a venir a la Municipalidad, ¿vos que vas a hacer?,  a lo que le respondí yo no hago nada, yo me quedo acá. A los veinte minutos, media hora,  vino Morresi y me llamo la atención porque con él vino un periodista, que decían que era de la SIDE yo no le dije nada ni lo hice pasar para nada. Posteriormente viene Boido que era el Ordenanza y me dice al oído, han puesto soldados en las puertas de la Municipalidad. Entonces entramos al despacho mío con el Teniente Coronel, por eso te digo esas cosas de coraje que te pueden salir bien o mal y le digo Teniente Coronel le pido que me saque los soldados mientras yo este de intendente, yo a las 10.30 de la mañana me voy, me voy después que entregue el estado de las cuentas de la Municipalidad y llegue el Escribano, Martínez que estaba en Santa Fe que tenía que venir a firmar el acta, así que me dijo Albertengo no tengo ningún inconveniente.»[4]

Desde ese día hasta octubre del mismo año el Teco Morresi gobernó con el arma arriba de su escritorio la ciudad. En su gobierno colaboraron algunos integrantes del gobierno saliente, que sorpresivamente quedaron en el municipio y siguieron durante gran parte de la dictadura cívico militar en la ciudad. Si hubo traiciones hacia el ex intendente, si hubo algunos personajes que jugaron a dos puntas, si actuaron como botones de los milicos, sólo ellos lo saben y el tiempo quizás algún día nos brinde la verdad.



[1] El Dictador. La historia secreta de Jorge Rafael Videla. María Seoane y Vicente Muleiro. Ed. Sudamericana. Página 23. Año 2001
[2] Carlos Sylvestre Begnis. Liderazgo y gobierno en el desarrollo del litoral argentino. Miguel Ángel De Marco (h). Editorial Dunken. Año 2005. Página 861
[3] La participación civil en la dictadura. Pacho O’Donnell. Página 12. 21 de abril de 2012
[4] Programa Intermedios. Entrevista a Jorge Omar Quique Albertengo. Año 2015

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