Regina Pacini |
Una hermosa historia escrita por Patricio
Raffo para el Suplemento Cultura y Libros de La Capital de Rosario,
publicada hoy domingo 7 de mayo de 2017. Marcelo Torcuato de Alvear, una
radical humanista que muchas veces fue insultado por la historia oficial. Un
tipo de la aristocracia, que militó por los humildes de entonces, perseguido
por la derecha argentina y que muriera con muchas menos propiedades con las que
tenía cuando nació. Una historia de amor de aquellas y que no debería quedar en
el olvido.
UNO
El 1º de septiembre de 1899 comenzaba, en el
Teatro Politeama, la temporada lírica de la empresa Sansone. Las butacas de
fina madera oscura con respaldar de terciopelo bordó, los grandes y pesados
cortinados, la ropa de gala y el murmullo en la discreción de la clase alta
porteña eran el marco perfecto para la presentación y el debut de la soprano
ligera Regina Pacini, quien cantó maravillosamente y con un trino de brillante
encanto. Cuando Marcelo Torcuato de Alvear entrecerró los ojos para dar lugar
al llanto de la belleza mientras escuchaba a La Pacini , como era llamada
Regina en el mundo de la lírica, una claridad iluminó su sueño. Abrió los ojos
y le dijo a su primo y acompañante de esa noche, Diego de Alvear, acabo de
descubrir que tengo dos certezas para mi vida: voy a hacer todo lo posible para
lograr que Regina Pacini sea mi esposa y voy a ser presidente de la Nación.
DOS
Y ya no dejó de escucharla cantar en donde se
presentase. Y la siguió por todos los escenarios del mundo. Y le envió
incansablemente rosas blancas y rojas a todos los camarines de todos los
teatros del mundo durante ocho años. Durante ocho años, Marcelo de Alvear
siguió a Regina Pacini a lo largo de sus giras por las grandes capitales del
mundo. Madrid, San Sebastián, París, Montecarlo, Milán, Odesa, Bucarest, Roma y
Nápoles. Hasta la nieve de San Petersburgo tuvo a este hombre elegante, alto,
atlético y galante dejando su huella marcada en la cálida alfombra de hielo a
lo largo de la espera para escuchar cantar a Regina Pacini.
TRES
Cuando Diego de Alvear y Ponce de León, en
1774, pisó el suelo del río de la
Plata , seguramente no intuyó que contraería matrimonio, siete
años después, con una joven porteña —María Josefa Balbastro— y que tendría
nueve hijos, que ocho de ellos, junto a su esposa, morirían en un viaje, que
sobreviviría sólo Carlos María de Alvear, a su tiempo abuelo de Máximo Marcelo
Torcuato de Alvear, cual era el nombre completo de Marcelo de Alvear. Así como
tampoco intuiría que habría de tener, previo a todo lo relatado, un hijo
primogénito con una tal Rosa Guarú, criada guaraní de un tal Juan de San
Martín, y que ese hijo primogénito sería nuestro Padre de la Patria.
CUATRO
Seguramente, tampoco Regina Pacini intuyó, al
pisar suelo argentino, que el hombre más codiciado por las damas de la alta
sociedad de este país se rendiría a sus pies, dando lugar a una espiral de amor
que la llevaría a ser la primera dama argentina. Tampoco lo intuyeron su padre
ni su madre, que no la dejaba sola ni a sol ni a sombra. Nadie podría haber
supuesto que Regina Pacini dejaría todo por el amor de un hombre que se
enamoraría de ella tan profundamente como es posible de ser imaginado. Rosas
rojas y rosas blancas perfumando el amor para siempre.
CINCO
Todas las damas de clase alta, atónitas,
observaban cómo se les iba de las manos el soltero más codiciado. Las chicas de
la familia Peña y las Álzaga y las Anchorena tronaban. Se les iba Marcelito,
como solían llamarlo. Y nada menos que con una cantante. Y fea y bajita, como
se podía escuchar por ahí. Y comenzó una tremenda campaña en contra de este
amor tan ansiosamente buscado por Marcelo de Alvear, finalmente correspondido
por Regina Pacini y con fecha cierta de boda, que habría de celebrarse el 29 de
abril de 1907. Y los fantasmas de los malos augurios y las reticencias sociales
ya no habrían de menguar e irían por más, irían por la gran estocada. Antes de
la boda se planificó una gran despedida de soltero en París que se vio opacada
por la llegada de quinientas cartas solicitándole a Marcelo Torcuato de Alvear
que depusiera la idea de contraer matrimonio con Regina Pacini.
SEIS
Podrán desatarse mil tormentas y podrás
entristecerte, Marcelo, pero nunca dejarás de enviar rosas blancas y rosas
rojas a Regina Pacini. Podrás entristecerte con los cielos grises de malos
augurios, Marcelo de Alvear, pero nada te hará caer las lágrimas como cuando la
emoción te aroma desde la voz de Regina Pacini. Podrás entristecerte, Marcelo
Torcuato de Alvear, pero nada ni nadie logrará impedir que te cases con Regina
Pacini. Podrás entristecerte, Marcelo, pero toda esa tristeza no hará más que
fortalecer tu fortaleza y hacer que el amor tome el cuerpo de los cuerpos y la
carne de la felicidad de la vida compartida: se casaron en Lisboa, antes de que
la iglesia abriera sus puertas y en la reserva y la discreción de unos pocos.
La costa de Estoril se vistió de celebración para la noche de bodas. El Royal
Hotel de la costa de Estoril se vistió de celebración. La suite nupcial olía a
rosas.
SIETE
A diez kilómetros al oeste de París se
encuentra la pequeña localidad de Louveciennes. Luego de cruzar el encuentro de
la ruta de Versalles con la de Marly, en el número 12 de esta última vía se
esconde, rodeado por tres de sus lados de un frondoso parque, Coeur Volant. Un
bellísimo Manoir que Marcelo Torcuato de Alvear ofreció como regalo de bodas a
Regina Pacini. El amoblamiento estuvo a cargo de la feliz pareja y, por
supuesto, no faltó que una las habitaciones oficiara de pequeño teatro con un
piano y un atril para que la voz de Regina vibrase al son de la hermosura. Y es
en esta maravillosa casa de campo estilo normando que pasaron cuatro años,
valiéndose de la fortuna de Marcelo de Alvear y del amor de ambos, hasta 1911.
Pero es de destacar que en todo ese tiempo Alvear no dejó de tener intensa
comunicación epistolar con Hipólito Yrigoyen así como con otros integrantes de la Unión Cívica Radical.
Y es que Marcelo Torcuato de Alvear iba por su segundo sueño: ser presidente de
la Argentina.
OCHO
No resultó sencillo para la pareja volver a
Buenos Aires y reencontrarse con la alta sociedad. Los allegados a Marcelo de
Alvear dieron la espalda a Regina Pacini. No era bienvenida en las reuniones
sociales y, claramente, no le dirigían la palabra, tal como ocurriera durante
la fiesta de bodas de Elvirita de Alvear, en El Talar de Pacheco, en la que
ninguna mujer cruzó con ella la más mínima palabra. Fue el general Julio
Argentino Roca quien rompió el desprecio social cuando, en una recepción
oficial, se acercó a Regina para conversar con ella.
NUEVE
En 1912, Marcelo Torcuato de Alvear fue
elegido diputado. Cuando Hipólito Yrigoyen llegó a la presidencia, en el 16, lo
nombró ministro plenipotenciario en París. Y llegado 1922, el Peludo definió
quién sería su sucesor y puso el ojo, para sorpresa de muchos, en Marcelo de
Alvear. Yrigoyen tenía por Marcelo una debilidad personal y valoraba su energía
y su optimismo. El 2 de abril de 1922 Máximo Marcelo Torcuato de Alvear ganó
las elecciones presidenciales con el 47,5 por ciento de los votos y el 12 de
junio del mismo año fue consagrado como presidente de la República Argentina ,
asumiendo su cargo el 12 de octubre, ya que estaba residiendo en Francia al
momento de su triunfo. Gobernó con dignidad el país entre el 22 y el 28 y
Regina fue una sobria primera dama y será siempre recordada por dar creación a la Casa del Teatro. Marcelo de
Alvear terminó su mandato en el 28 y lo sucedió Hipólito Yrigoyen, cuyo período
presidencial se viera interrumpido por la dictadura militar a cargo de José
Félix Uriburu. En 1932, el gobierno surgido del golpe de Estado proscribió una
nueva candidatura de Alvear para favorecer a Agustín P. Justo, quien, ya en
ejercicio de su período presidencial, hizo encarcelar a Alvear en Martín
García. Y es ese el momento en el que aflora el gran temple de Regina Pacini,
quien durante el verano del 33, tiempo en el que su esposo estuvo preso en la
isla, cruzó más de cincuenta veces el río en una barca para llevar ropa, comida
y aliento a su marido. Ya mayor, Marcelo Torcuato de Alvear volvió a
presentarse en las elecciones presidenciales del 38 perdiendo, fraude de por
medio, frente a Roberto Marcelino Ortiz. Y siempre Regina Pacini estuvo a su
lado.
DIEZ
Sobre principios del 40, poco le quedaba a
Marcelo Torcuato de Alvear de su gran fortuna: una residencia hipotecada en Mar
del Plata, llamada Villa Regina, un Buick del 41 y unos pesos que le permitían
llevar una vida relativamente austera, comparada con el despilfarro que había
hecho a lo largo de su vida y con lo que la política le había costado, en el
sentido más estricto de la frase. En 1942 hizo construir, en Don Torcuato, una
casona a la que llamó Villa Elvira, en honor a su madre, y en la que solo
alcanzó a vivir algunas semanas ya que falleció el 23 de marzo de 1942. Fue
velado en la Casa Rosada
y una turba llevó en alzas el cajón hasta el cementerio de La Recoleta.
ONCE
Cada 23 de marzo y durante 23 años, Regina
Pacini llevó rosas blancas y rosas rojas al mausoleo que albergaba los restos
de Marcelo de Alvear. Falleció a los 94 años. Pasó sus últimos tiempos en Villa
Elvira. Vivía de una pensión del Estado y de la comprensión de un círculo
íntimo de amistades.
Fuente: La Capital
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