EL NUNCA MÁS CAÑADENSE... ACÁ TAMBIÉN PASÓ... Décima parte

Cali  y Adriana

Las mentes asesinas de quiénes llevaron a cabo la dictadura cívico-militar de entonces tenían muy claro sus objetivos, sabían que atacando al círculo más cercano de las personas a las que ellos ya habían juzgado desde sus oscuras oficinas podrían llegar hasta el individuo el cuál, de ser encontrado, quizás no tenía más destino que la muerte. Ese objetivo, el que nunca concretaron, era detener y quizás asesinar a Juan Carlos Gabriel, el hijo de Alberto y que en el momento del golpe hacía poco tiempo que se había casado con Adriana de la Fuente. Sobre lo ocurrido con su padre, Cali, como todos los conocen en Cañada de Gómez, expresó que


«A mi papá se lo llevan de acá a Rosario. Ahí, al escuchar el nombre una de las veces en que lo llaman a él, se le arriman unas personas, eran varios que habían estado trabajando conmigo en Villa Constitución. Uno era hijo de un periodista de Rosario muy conocido, creo que era de canal 5, era un periodista deportivo, en este momento no recuerdo como se llamaba, era militante del PC. Yo tuve un contacto corto muchos años después porque él lo vio en algún lado a Chicharra de Altube y este le dijo ‘el Cali está en tal lado’ y le dio mi dirección de e-mail. Él se había enterado que yo era de Cañada de Gómez a través de mi Viejo en la cárcel y también sabía que Chicharra era de allí. Mi papá me contó que los mataban a golpes a estos chicos de la fábrica en los días q          ue compartieron cárcel. El día del golpe pegaron muy fuerte en Villa Constitución, por eso a mí me buscaron también justo ese día. Uno de los propósitos de la Junta Militar con el golpe era liquidar lo que ellos llamaban guerrilla fabril, que eramos los activistas fabriles.»[1]

Juan Carlos Cali Gabriel era un joven de clase media cañadense que empezó a militar por una sociedad más justa con apenas 16-17 años en la secundaria, quizás alentado por el triunfo del chileno Salvador Allende y la militancia de izquierda que empezaba a florecer pasados los sesenta en Argentina. Participó con otros alumnos del secundario de la toma de la Nocturna por ejemplo cuando quisieron desalojar a la misma de la Escuela Normal. En el ambiente juvenil el personaje de Cali era conocido, pero sobre todo por su faceta musical. De muy niño con apenas 14 años participó de la formación de Los Grillos, mítica banda cañadense de los setenta. Sobre su incorporación recuerda que fue cuando lo vieron actuar con un grupo de la misma edad que él, llamado Los Faraones, los integrantes de Los Grillos se entusiasmaron tanto que enseguida preguntaron por su ingreso a la banda. «Yo a mis 14 años les dije miren tendrán que hablar con mi papá. Entonces Huguito Fernández se puso una corbata, probablemente la única corbata que se puso en toda su vida, y se fue a hablar con mi viejo. Después de un poco de reticencia, mi viejo dijo ‘bueno, pero me lo van a cuidar?’ y ellos le decían ‘si, doctor, lo vamos a cuidar’. Claro, esos no sabían cuidarse a sí mismos, menos me iban a cuidar a mí. De todas maneras fue una linda experiencia. El cantor de la banda era Néstor Rimini, alias Leo Rivas, falleció en un accidente en el camino a Bustinza, en el año ’78. Huguito era la primera guitarra, yo tocaba el teclado. Hacíamos pop, rock a nosotros nos gustaba el rock progresivo, nos gustaba Almendra, pero en los bailes no se podía tocar eso, alguna vez metíamos alguna cosa, en las discotecas mas, hacíamos también algo de Santana, la Joven Guardia, pop nacional, bien comercial.»[2]

Su militancia política fue dentro de Socialismo Revolucionario, grupo liderado entre otros por el histórico dirigente Horacio Zamboni y donde también militara el cañadense Armando Trucha Giordano. Sobre sus primeros pasos en ella,  fuera de su ciudad Cali manifiesta que

«Yo tenía contactos con grupos de Rosario, de izquierda independientes, y mientras yo estuve acá en la época de mi secundario tuvimos un grupo de discusión y estudio, cuando me fui a Rosario, fue una cosa mas orgánica pero que duró un tiempo limitado porque un poco nos disolvimos nosotros mismos. Pensábamos que el cambio venia por la formación de un partido realmente obrero que naciera en el seno de las fábricas y no en la universidad. Yo militancia universitaria prácticamente no tuve, pero si milité en fábricas.»[3]

Su primera participación importante fue en la ciudad de Villa Constitución, emblema de la lucha gremial contra la burocracia sindical entre 1974 y 1976. En ese período, durante unos meses de 1975, Cali fue miembro del Comité de Lucha de una de esas fábricas metalúrgicas, al desatarse una huelga por la disolución y encarcelamiento de todos sus miembros de la seccional de la UOM de Villa Constitución, dirigida en ese momento por una lista de izquierda, que había ganado las elecciones el año anterior. Éstos fueron acusados por el gobierno de Isabel Perón, como muchos dirigentes de izquierda de la región, de participar de una “conspiración” contra el gobierno. Cali  era empleado de la empresa Villber, fabricante de heladeras y por lo tanto ligada como fábrica metalúrgica a Acindar, Marathon y Metcon de esa región, quienes fueron en totalidad a la huelga. «Esa fábrica, Villber, estuvo tomada más tiempo que Acindar, Marathon y Metcon –expresó Gabriel–,  la tuvimos tomada durante mas de un mes hasta que en algún momento no nos dejaron entrar más, era una toma muy rara hacia el final, tomábamos la fábrica todos los días ya que la mayoría vivíamos en Rosario, íbamos con el bus y la volvíamos a tomar, estaba en huelga o sea que no se fabricaba nada. En algún momento comenzamos a hacer acciones desde ahí, volanteadas en Rosario para obtener solidaridad, detenciones de coches en la ruta cerca de la fábrica para informar y obtener fondos de gente que quería colaborar, etc. Era una fábrica chica y por lo tanto las acciones eran limitadas, pero eso molestó mucho y un día encontramos policía o gendarmería, impidiéndonos el acceso, no nos dejaron entrar más y terminamos en la calle junto con el resto de los huelguistas de Villa Constitución, que estuvieron esos dos meses de huelga.»[4]. La huelga acabó derrotada, los obreros volvieron al trabajo, sin haber conseguido ninguno de los objetivos, siendo el principal la liberación de la comisión directiva local de la UOM. Hubo represalias y muchos de los que habían participado mas activamente fueron despedidos, él mismo junto a otros diez obreros de esa fábrica. Agrega que «al cabo de alrededor de cuatro semanas luego del despido hay un grupo que secuestra al sobrino del dueño de la fábrica, era un tal Berenstain creo que se llamaba, y lo obligan a sacar una solicitada pidiéndonos perdón y reincorporándonos, lo cual era una barbaridad porque nos identificaba a todos con la guerrilla, por eso nosotros volvemos a la fábrica, hacemos una asamblea, y los criticamos con lo cual empezamos a peligrar por el lado de ellos también, aunque solo fuimos amenazados. La Asamblea de la fábrica a instancia de algunos de nosotros saca una declaración en contra de aquella acción violenta y afirma que la lucha obrera tiene que ir por el lado de los obreros mismos. El hecho es que después que nos echaron a nosotros, habían comenzado huelgas un poco salvajes, pasaba uno, tocaba el timbre y paraban todos durante media hora o así. Así estuvo la situación una o dos semanas hasta que estos boludos van y hacen el secuestro. En esa zona había desgraciadamente mucha actividad de las Tres A, los viajes en colectivo de Rosario a Villa Constitución eran siempre un peligro, no sabías si te iban a parar, bajarte del colectivo, no tanto la policía porque todavía era el ’75, pero estaba la Triple A y otros grupos fascistas. Por eso yo y un grupo de compañeros, cinco o seis, nos fuimos de la fábrica en ese momento.»[5] Como consecuencia de todos estos hechos, Cali decide ponerse a trabajar en un taller en la ciudad de Rosario. Cuando ocurre el Golpe el protagonista de esta historia remarca que

«El día del golpe, 24 de marzo del 76, primero allanan la casa de mi Vieja en Rosario, ella sabía dónde vivíamos en Rosario, como lo sabían pocos allegados solamente. Teníamos cuidado con eso porque después de la huelga del ’75, alrededor del mes de julio, nos habían allanado una casa anterior donde yo vivía con algunos compañeros, por suerte en ese momento no había nadie, nos habíamos ido porque teníamos miedo de que cayeran a esa casa, al haber dado yo esa dirección en Villa Constitución. No paso más nada después de eso en ese año. Yo me había casado a principios del 76, vivía en una casita en 3 de Febrero y Avenida Francia. Y ahí la policía va a la dirección de mi Vieja porque también estaba dada en la fábrica, supongo. Mi madre un poco los manda para Cañada de Gómez, les dice no se estará con el padre. Yo creo que mandan la orden aquí a Cañada porque lo de mi Vieja fue dos horas antes de lo de mi Viejo. Se van a lo de mi Viejo entonces, en la calle Rivadavia, él ya se había ido a trabajar a esa altura. Llegaron, pararon frente a la casa, rompieron una ventana para entrar y le pidieron a Polenta, que era vecino nuestro, entrar por su tapial, le mostraron una cosa que decía que yo había matado no sé qué cantidad de personas, era lo normal que hacían para cortar toda la relación, la solidaridad de la gente que pudiera haber, de los vecinos, la familia misma. Entonces ahí llega mi Viejo alertado por alguien que le estaban allanando la casa y le preguntan mi dirección, mi Viejo no se las das y se lo llevan preso a Rosario. Después de eso van a la casa de mis suegros, en calle Ballesteros, intentan entrar a allanar esa casa pero sale la tía de mi mujer que era la jueza de paz de la ciudad en ese momento y les dice ‘ustedes acá no entran sin una orden de allanamiento’. Se van y la buscan, se las habrá dado el Coronel ese que estuvo aquí (N. del A.: César Moresi) y vuelven con la orden, entran, revisan la casa de mis suegros, les preguntan dónde estamos nosotros y mis suegros asustados les dicen aproximadamente nuestra dirección. Esa información por alguna razón se cortó, no llegó a Rosario, tal vez yo no era una prioridad para ellos en ese momento… Mis suegros hablan con los abogados de la familia, el hermano de mi suegro era abogado (N. del A.: Dr. José de la Fuente), y el marido de la jueza en ese momento, Pedro Fernández, también era abogado. Entonces se van a Rosario horas más tarde, luego de que en la Comisaría de aquí les dicen que ya nos tenían presos en el comando, así es que se van con los abogados derecho para el comando y cuando están llegando cruzando Avenida Francia mi suegra dice de pasar por nuestra casa a ver si hay algo, si habíamos dejado algo, un mensaje o así. Tocan el timbre en mi casa y los atiendo yo, ese día se me había roto la heladera por eso a la tarde no había ido a laburar, lo que fue una suerte, ya que mi mujer no sabía dónde estaba exactamente el taller donde yo trabajaba así que me hubiera enterado recién horas más tarde, lo cual hubiera podido ser un desastre. Abro la puerta y pregunto “¿qué pasa se murió alguien?”, porque lo veo a mi suegro todo vestido de traje y mi suegro dice “¡No sabes que está pasando en el país? te está buscando medio mundo!”. Lo ‘agarro de los pelos’ y lo meto adentro para que me expliquen. Me cuentan lo que pasaba y luego de juntar lo indispensable, en unos minutos nos vamos a una casa en construcción, propiedad del tío de Adriana. Éste, el hermano del padre, Pepin De la Fuente, me decía “te tenés que entregar, va a ser peor”. Y Pedro Fernández dice “dejame que yo voy a averiguar”. Él estaba en un partido político (N. del A.: M.I.D.) que claramente estuvo implicado en el Golpe, y se fue a averiguar con sus amigos. Volvió a la hora diciendo, “no, no te entregues porque están matando a todos, están matando al que agarran.” Yo me escondo en casa de amigos, por cierto Pastorini, un psiquiatra de Rosario, desaparecido meses mas tarde, que ni siquiera militaba ya en esa época. El era un amigo, un compañero, y se comportó como tal. A Adriana, mi mujer, la protege su familia, 19 años tenía ella como yo, la familia se la trae para acá para Cañada y la esconden en una casa familiar. Así estuvimos durante meses viendo lo que pasaba, un tiempo en Buenos Aires, un tiempo en Rosario, yo siempre escondido, y en algún momento decido que no puedo hacer nada por estar siempre encerrado y decido irme de la Argentina.»[6]

La semana que viene contaremos como pudo escaparse del país y su exilio...



[1] Testimonio Juan Carlos Gabriel. Archivo del Museo Histórico Municipal Elías Bertola
[2] Programa Intermedios. Entrevista realizada por Mario Chiappino, año 2015.
[3] Idem.
[4] Testimonio Juan Carlos Gabriel. Archivo del Museo Histórico Municipal Elías Bertola
[5] Idem
[6] Idem

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