MORTALIDAD
INFANTIL
Este capítulo de la Demografía
dinámica nos ha interesado particularmente y lo hemos estudiado con especial
dedicación ya que como es sabido, los éxitos más espectaculares a lograrse en
un plan bien trazado de Medicina Preventiva son aquellos que pueden detenerse
sobre la Mortalidad Infantil.
La facilidad con que
puede manejarse ese material humano, los grandes recursos de que disponemos en
la actualidad tanto en inmunizaciones, como en normas higiénicas y dietéticas,
medios terapéuticos o acción en el campo social, permiten considerar a esta
como una lucha tipo, actuando con la técnica de las grandes agrupaciones o
masas humanas. Bien distinta y de mayor complejidad es, por cierto, toda iniciativa
que se dirija a adultos y, muy especialmente en el campo de la Gerontología.
Creemos que todo medio,
aun no dotado de una suficiente cultura sanitaria, puede ser un factor eficacísimo
en un plan de mejoramiento de los índices de morbilidad y mortalidad infantil.
La ciudad de Cañada de
Gómez, ha seguido el ritmo universal en la evolución de la Mortalidad Infantil,
y su franco descenso ha tomado, en los últimos años un carácter extraordinario.
El método que hemos
seguido en la confección de tasas, es la habitual en esta clase de estudios o
sea “número de muertos en el primer año de vida, por cada mil nacidos vivos, en
el mismo lapso”.
El año en que
comenzamos nuestra investigación, 1901, observamos que fallecieron 66 niños en
el primer año de vida y habiendo nacido en el mismo año, 339, se establece un
índice de Mortalidad Infantil del 195 por mil. En 1950, año que epiloga nuestro
estudio nacen 375 y mueren solo 9, lo que hace descender el referido índice al
24 por mil.
La línea del descenso
es armónica y no ofrece muy pronunciados altibajos, especialmente si la
consideramos por quinquenios, como puede verse en el gráfico correspondiente.
Hay una excepción muy
llamativa, que ocurre en el año 1922, ya que, la Mortalidad Infantil que en
1921 arrojaba una tasa del 112 por mil, desciende en ese año al 40, para volver
a subir en el siguiente a 63. Nos interesó estudiar detenidamente lo ocurrido
en el citado año y, examinando las causas de defunciones en el primer año de
vida observamos que no hay ninguna por afecciones del aparato respiratorio noi
por enfermedades infecto-contagiosas; 13 niños murieron por las habituales
dolencias del aparato digestivo, 2 por meningitis, el total de los fallecidos
fue de 22. No pudimos establecer ningún hecho que podría haber influenciado en
este resultado, por lo que nos inclinamos más bien a creer que se ha de tratar
de una de las tantas curiosidades demográficas.
Si agrupamos las cifras
en periodos de cinco años, para simplificar la exposición, obtenemos las
siguientes:
1901-1905: 178,4 por mil
1906-1910: 172,8 por mil
1911-1915: 146,4 por mil
1916-1920: 142, por mil
1921-1925: 78,0 por mil
1926-1930: 102,0 por mil
1931-1935: 75,4 por mil
1936-1940: 64,0 por mil
1941-1945: 69,0 por mil
1946-1950: 48,8 por mil
Estas cifras, tan
satisfactorias, son comparables con las de la ciudad de Rosario, cuyas tasas
para los últimos quinquenios de que poseemos información, son s siguientes:
1936-1940, tasa del 85,8 por mil y en 1941-1945 del 65,8. Lamentamos no poder
haber obtenido las del último quinquenio, ya que las de nuestra ciudad nos
parecen excepcionalmente buenas.
Para considerar las causas
de la Mortalidad Infantil y poder interpretar su extraordinario descenso, seguido a Felipe de Elozalde en su
clasificación, agrupándolas en causas de orden médico y de orden social aunque,
como es evidente, ambos grupos se han de entrelazar frecuentemente.
Desde el punto de vista
estrictamente médico el descenso está condicionado por la disminución de las muertes
por afecciones del aparato digestivo. Citando cifras globales veremos que el
quinquenio 1901-1905 arroja un saldo de 114 niños muertos por tal grupo de
causas: en 1906 a 1910 el número de muertes, por las mismas causas de 174; de 170 en el siguiente; de 187 en el
comprendido entre 1916 y 1920. En el quinquenio 1945-1950 solo fallecen 33
niños por afecciones del aparato digestivo y, específicamente 33 niños por
afecciones del aparato digestivo, y específicamente en 1950 el número se reduce
a 3, todos fallecidos por Toxicosis.
Las afecciones del
aparato respiratorio, incluida Tuberculosis, han tenido siempre una
significación meno en nuestro medio, como puede apreciarse en el respectivo
cuadro. Otro tanto cabe destacar de la Debilidad congénita y Prematurez que, revistiendo
tan alta importancia numérica en otros países, en Estado Unidos es la primera
causa de la Mortalidad Infantil, tiene en la ciudad de Cañada de Gómez poca
significación en las cifras.
El muy pronunciado
descenso de los últimos años está fuertemente condicionado por la aparición y
la generalización del uso de las drogas sulfa y los antibióticos.
Desde el punto de vista
Higiénico social, cabe consignar desde ya que no hay en la actualidad, ni ha
habido nunca en nuestro medio, institución u organismo alguno especializado en
la Protección Materno Infantil. Un solo consultorio de lactantes en el Hospital
local, y la actuación de una Asistente social, que cumple con muchas otras
funciones, no pueden haber sido elementos que hayan influido mayormente en los
resultados obtenidos.
Confirma esta opinión,
otro capítulo de este trabajo, titulado “Un problema social”, cuyo estudio fue
efectuado a nuestro requerimiento por la citada Asistente social y que se
refiere a este mismo tema.
Existen otros factores
que revisten mayor importancia. En primer lugar cabe destacar la instalación de
Servicios cloacales y de aguas corrientes, hechos ambos que ocurren en enero de
1931, a cargo de Obras Sanitarias de la Nación. La tasa de mortalidad Infantil
que fue de 102,0 para el quinquenio 1926-1930, anterior al funcionamiento de
dichas instalaciones, desciende el siguiente a 75,4 y este descenso es, desde
entonces, siempre progresivo.
Es de elemental justicia
destacar la acción de los médicos asistenciales que, es necesario no olvidarlo,
ejercen en los ambientes rurales o semi rurales, con espíritu de sanitarios en
su permanente función de educación de las madres, tarea silenciosa y poco
llamativa pero que, sin duda, influye sobre la mortalidad infantil al desterrar
vetustas y peligrosas normas higiénicas y dietéticas.
El problema del
curanderismo, con su legión de especialistas en “empachos” y otras firmas de
embaucadores, no tiene trascendencia en nuestro medio ya que, no conocemos la
actuación de ninguno de estos peligrosos traficantes.
Es, para nosotros,
fundamental no subestimar la importancia que ha tenido el mejoramiento del
“estándar” de vida con las conquistas logradas en los últimos años por las
clases menos pudientes, tanto en lo económico como en lo social y lo
asistencial, con el consiguiente mejoramiento de la alimentación, el vestido
como factores conducentes para el logro de los resultados que comentamos.
Sirven para avalar esta
afirmación las cifras que arrojan los años transcurridos entre 1946 y 1950, que
son los de la nueva política social y económica de la Argentina, en que los
índices de mortalidad infantil han acelerado su ritmo decreciente: 69,0 en el
quinquenio 1941-1945 y 48,8 en el de 1946-1950. La del año 1950 es,
específicamente, del 24 por mil.
No estamos en
condiciones de poder confirmar estadísticamente la premisa que sentamos, pero
nos parece que el hecho es muy llamativo y digno de ser considerado.
Incluimos algunos
cuadros estadísticos que presentan en forma completa la evolución del problema
de la Mortalidad infantil: cifras globales, tasas de mortalidad, causas de
muerte, relación porcentual entre Natalidad y Mortalidad Infantil y Tasas de
sobrevivientes de un año, por mil habitantes. En estos dos últimos hemos
seguidos las directivas del Dr. Alejandro E. Bunge dadas en su libro “Una nueva Argentina”, para
intentar el estudio de la probable vinculación existente entre la disminución
de la Natalidad y la de la Mortalidad Infantil.
Para que esta reseña
fuera integral hubiera sido necesario un estudio discriminatorio de la
mortalidad neo natal, pero no ofreció, en nuestro medio, características que
nos indujeran a intentarlo.
MORTINATALIDAD
Al intentar el estudio
de la Mortinatalidad en la ciudad de Cañada de Gómez, se nos presentaron
algunas dificultades que, entendemos han de ser habituales en investigaciones
de este tipo.
En primer lugar
conviene establecer que es lo que se entiende, en nuestro país, por mortinato.
Parece muy adecuada, aunque
incompleta, la definición de la Liga de las Naciones, propuesta en Ginebra, el
19 de abril de 1925, que expresa: “El nacido muerto es el nacido en el cual la
respiración pulmonar no se ha establecido; su muerte se puede haber producido
antes, durante o después del alumbramiento pero, siempre antes de que ha ya
respirado. Decimos que es incompleta porque no se refiere a la época del embarazo
o tamaño del embrión.
El Código Civil
Argentino establece que, “Cualquier signo de vida, indica que el niño ha nacido
vivo”.
El profesor Germinal
Rodríguez, en su libro “Demophylaxia”, (tomo I, pág. 537), define al mortinato
como “nacido muerto es todo feto viable que muere dentro de los tres primeros
días consecutivos al parto”.
Nosotros aceptamos y
esta es la norma que hemos de seguir, la definición del Código Civil Argentino,
agregando que debe tratarse de un feto viable, pudiendo esta última circunstancia
derivar del tiempo del embarazo, información no siempre fácil de obtener, o de
la longitud del feto que no deberá ser menor de treinta y cinco centímetros.
Casi planteadas las
cosas se nos presentaron dos problemas que, a nuestro juicio, invalidad
cualquier conclusión que quisieron sacar, en nuestro medio.
En primer lugar, y muy
especialmente en épocas ya lejanas, que comprenden los primeros veinte años de
nuestro estudio, los certificados de defunción extendidos por los médicos al
referirse a los mortinatos adolecen de defectos que se traducen en insalvables dificultades
de interpretación ya que, por los general, en ellos solo se ha asentado el
término “Feto de sexo tal…” sin ninguna otra información aclaratoria sobre la
viabilidad del mismo, por ejemplo.
En los últimos años,
esta dificultad ha sido superada y los médicos extienden ahora en forma
correcta sus certificados. Tenemos la pretensión de que algo haya influido en
ello, la enseñanza que sobre prácticas demográficas y especialmente sobre la
documentación que debe manejar el médico, se imparte desde hace años en la
Cátedra de Higiene y Medicina Social de la Facultad de Ciencias Médicas de
Rosario.
Resulta singularmente
llamativo, en segundo término, y cuesta mucho creer que se ajuste a la realidad,
que en muy prolongados lapsos aparezca en blanco la mortinatalidad,
especialmente en años relativamente cercanos. Por ejemplo, y como puede
apreciarse consultando el cuadro respectivo, no aparecen nacidos muertos entre
los años 1929 a 1931 y desde 1941 a 1945 solo se registra uno en 1942. Tal vez
estos hechos tengan alguna interpretación lógica, pero confesamos que nosotros
no alcanzamos a percibirla.
Hechas las salvedades
correspondientes, intentaremos con las cifras que hemos obtenido un parangón entre
la mortinatalidad de la ciudad de Rosario y la nuestra. Tomamos las cifras de
Rosario de las “Versiones de Clases de Higiene y Medicina Social del Profesor
Francisco Albornoz” ya que tales datos no figuran en el último Anuario Estadístico
de la ciudad de Rosario (1945) que hemos tenido oportunidad de consultar:
Mortinatalidad en
Rosario 1901-0925: 47,6 por mil nacidos vivos.
Mortinatalidad en
Cañada de Gómez en el mismo periodo de tiempo: 25,8 por mil.
Mortinatalidad en
Rosario en 1928: 26,5 por mil nacidos vivos. En Cañada de Gómez en el mismo
lapso: 2,5 por mil.
En el Anuario citado,
encontramos como única información del tema que tratamos, una relación
porcentual, para Rosario, entre nacidos vivos y muertos; es para el año 1945 de
3,29 mortinatos por cada 100 nacidos vivos. En el mismo lapso el coeficiente
correspondiente a Cañada de Gómez es de cero.
En una tabla adjunta
ofrecemos, con las salvedades ya apuntadas, toda la información que nos han
sido posible obtener sobre Mortinatalidad, como asimismo un gráfico ilustrativo.
CORRELACION
ENTRE LA NATALIDAD Y MORTALIDAD INFANTIL
En un trabajo nuestro anterior, titulado “Problemas de
Natalidad y Mortalidad Infantil en la ciudad de Cañada de Gómez”, presentado a
la Facultad de Higiene y Medicina Preventiva para optar al título de Médico
Higienista y donde usamos parte del material demográfico que habíamos obtenido
para este intentamos el estudio de la correlación entre la natalidad y
mortalidad infantil. Nos parece útil repetirlo aquí, ya que necesariamente debe
formar parte de este estudio de conjunto.
La circunstancia de que
el descenso de la natalidad y el de la mortalidad infantil sean dos hechos
demográficos que coinciden ha llevado a pensar a muchos estudiosos de estos
problemas que ambos fenómenos están correlacionados.
Barreiro en la versión de
sus clases dictadas al curso de Médico Higienista ha interpretado el problema
“como importante y digno de ser dilucidado”. Lo ha estudiado con riguroso
método estadístico, teniendo a la vista especialmente tasas de Europa en largos
periodos de tiempo y que por consiguiente abarcan volúmenes humanos inmensos y
llega a la conclusión de que “la caída de la curva de la natalidad” o dicho con
nuestras propias palabras, no mueren menos niños por el solo hecho de que
nazcan menos.
Francisco De Veyga en
su importante trabajo, “El actual movimiento de desnatalidad en nuestra raza”,
emite una opinión diametralmente opuesta, ya que dice textualmente “La tasa de
natalidad de pende directamente de la mortalidad. Es una ley biológica, afirma
Kucsinskey, esta según la cual es la mortalidad el fenómeno que, dentro de las
poblaciones, regula el número y las proporciones de la natalidad”.
Desearía que se
prestara atención al concepto del Profesor de Veyga, que comparto, de que “nacen
menos niños, porque mueren menos” vale decir que mismo problema pero encarado
en forma inversa a como lo hace Barreiro.
Continua De Veyga: “Las
reducción de la mortalidad representa, en efecto, el principal sino el único
factor que ha provocado y mantiene en las naciones de la parte más avanzada de
nuestra cultura (Alemania, Gran Bretaña,
Francia, etc.), el movimiento de aumento de la población. Es también el factor
que impide, por el momento, en las naciones afectadas por la denatalidad, la
caída o desmembramiento de sus elementos constituyentes. Es a sus expensas y a
sus solas expensas, allí donde no hay inmigración, que se cubran las bajas
producidas por la disminución de los nacimientos.
Alejandro E. Bunge en su libro “Una Nueva Argentina” se decide
por la siguiente opinión: “De un modo constante y en todo el mundo, con la baja
de la natalidad coincide la baja de la mortalidad, de un modo más acentuado, la
baja de la mortalidad infantil. La mejor forma de observar el paralelismo en el
orden histórico, a través del tiempo es trazar dos curvas en un diagrama de
ordenadas; la que une los puntos de la natalidad en una serie de años y la que
une los puntos de la mortalidad infantil en los mismos años. Estas curvas,
siempre descendentes marcan un perfecto paralelismo entre sí. A menos
natalidad, menor mortalidad infantil, o si se quiere a la inversa, a menor
mortalidad infantil menor natalidad.
Salta a la vista que
para el Dr. Bunge es lo mismo el problema planteado en un sentido o en otro, lo
que constituiría una tercera opinión, comparada con las de Barreyro y De Veyga.
A. MK. Carr Sanders,
Director de la Escuela de Economía de Londres, en su notable libro “Población
Mundial”, se ocupa ampliamente de este y otros problemas demográficos y aunque
se inclina por otras causas para explicarse el problema de la denatalidad,
emite conclusiones que, por su extensión, no nos es posible transcribir, pero
intentaremos un resumen entre natalidad y mortalidad en épocas muy anteriores
de la civilización ya que la primera ha sufrido fluctuaciones y estancamientos
mientras que la segunda ha seguido una curva de ininterrumpido descenso, pero a
partir del último cuarto del siglo XIX, hay coincidencias muy llamativas,
aunque el descenso de la natalidad es más vertiginoso que el de la mortalidad.
Las citas anteriores,
que hemos hecho con alguna amplitud, obedecen el propósito que deseáramos cumplir,
de intentar en nuestro medio repetir las experiencias, estadística de Barreiro
y un tanto empírica de Bunge, para tratar de obtener resultados comparables.
No se nos escapa que,
lo muy limitado de la población y los fenómenos demográficos de la ciudad que
estudiamos ha de dar un valor muy relativo
a las cifras que obtengamos pero, creemos que de cualquier manera es
interesante intentarlo.
Siguiendo a Bunge confeccionamos
gráficos de mortalidad infantil y natalidad e el lapso comprendido entre 1901 y
1950 y buscamos, además, la correlación entre las tasas correspondientes y el
promedio de sobrevivientes de un año por mil habitantes.
Analizando los
resultados los resultados obtenidos, se puede observar que la citada correlación
existe sin duda alguna pero que la coincidencia no es tan absoluta como
sostiene el autor, ni loas curvas marcan un perfecto paralelismo entre si.
Para la consideración
del mismo problema desde el punto de vista estrictamente estadístico,
realizamos en primer término un diagrama de dispersión o “nebulosa”, cuyas
características nos indicaron que era factible buscar el coeficiente de relación entre ambos fenómenos. Para ambos
estudios seguimos las directivas impartidas por A., Bradford Hill, en su libro
“Estadística Médica”.
Estudiando el resultado
de dicho coeficiente de correlación, que puede verse en el cuadro que va a
continuación, se llega a las siguientes conclusiones:
1º: el guarismo
obtenido, 0,799, está lo suficientemente cerca de más 1, para ser considerado
como significativo.
2º: practicando el test
de su significación, utilizando el error
Standard de la muestra que es de 0,142, observamos que el coeficiente es
más des veces este valor, (5,6 veces más en nuestro caso), por lo que se puede
admitir que es improbable que la coincidencia haya sido lograda por azar,
siempre que no haya intervenido otro otros factores, que nosotros no hemos
tenido oportunidad de considerar.
Por lo expuesto,
llegamos a la conclusión de que, para el caso particular de la ciudad de Cañada
de Gómez las cifras de la natalidad y las de la mortalidad infantil están
correlacionadas.
Este hecho puede
interpretarse de dos maneras, como hemos visto que lo han hecho los autores citados al comienzo. En
efecto, se puede decir que mueren menos niños, dentro del primer año de vida,
por la razón de que nacen menos y, por lógica consecuencia hay menos para morir,
por el contrario que la natalidad es menor debido a que la mortalidad también
lo es.
Aunque tales premisas
no pueden ser demostradas estadísticamente, nosotros nos sentimos seducidos por
la segunda hipótesis, en perfecto acuerdo con la opinión del Profesor De Veyga.
Nuestro razonamiento
que es puramente de orden psicológico, es el siguiente: Esta demostrado que en
las clases inferiores y en los países más atrasados económica y socialmente,
donde la mortalidad infantil revista caracteres pavorosos, la natalidad siempre
es muy alta,. Lo vemos permanentemente en familias que han tenido una elevada
cantidad de hijos, pero que los han perdido a casi todos.
Vale decir que, llevada
a feliz término la crianza de un hijo, no se desea otro. Pero, muerto en sus
primeros meses se busca sustituirlo.
Esta opinión está
confirmada estadísticamente; un estudio realizado en Mothorst (Holanda) y
citado por Carr- Saunders en el libro ya citado nos informa que, muerto un
niño, es reemplazado por otro dentro de
los doce meses, en el 19,7 por ciento de los casos y, en cambio, si el hijo
llega sin accidentes a cumplir su primer año, nace otro en solamente el 1,4 por
ciento.
Nos parece que este
tema, al que le hemos dado una extensión desusada es del mayor interés y como
bien dice Barreyro, debe ser prolijamente considerado y, sobre todo, con
riguroso método.
Insistimos que nuestras
deducciones tienen un valor muy relativo y, más bien, la significación de un
ejercicio de Estadística médica, teniendo en cuenta, sobre todo, la poca
importancia del valor numérico de la población estudiada.
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