Armando Giordano, el cuarto desde la izquierda, junto a sus compañeros de la Secundaria en el Nacional |
ARMANDO, EL
TRUCHA O GARCÍA... DEJAR LA VIDA POR EL
OTRO
La tapa del
Clarín del 12 de enero de 1977, el boletín oficial de la dictadura
cívico-militar anunciaba que el ministro de economía José Martínez de Hoz
aplicaría a mitad de ese año un blanqueo de capitales que permitía regularizar
a aquellos eventuales incumplimientos cometidos desde 1974. En Francia era
liberador el palestino Abu Daoud planificador y cerebro de la masacre de Munich
durante los Juegos Olímpicos de 1972. Y Gerald Ford dirigía por última vez un
discurso como presidente de Estados Unidos ante el Congreso. Entre el final de
esa jornada y la madrugada del día siguiente, en el barrio porteño de la Recoleta era secuestrado
el cañadense Armando Luis Giordano, más conocido como el Trucha, una de las
víctimas de la dictadura cívico-militar más reconocida fuera de la ciudad y uno
de los personajes más pintorescos, solidario y humanos de aquella maravillosa
juventud que brilló en la
Cañada de los sesenta y que comenzaron a animarse a cambiar
el mundo.
Trucha nació
el 9 de abril de 1944, sus padres eran Armando Evaristo e Inda Sicbaldi, una
recordada música, docente del área y directora musical, descendiente de una
familia pionera formadora de las primeras bandas de música en Cañada de Gómez.
Era el hijo mayor seguido de su hermano Juan Carlos Giordano, uno de los
escribanos de mayor trayectoria en la vida cañadense. Su niñez la vivió en la
casona de Ocampo al 600 donde su amigo Jorge Talio Peloni recuerda como lo
conoció
«Con el Trucha puedo contar la parte
primaria, toda la parte de parte de niñez y juventud. Yo había nacido en la
florería Victoria y viví los primeros años, los primeros diez años ahí, debajo
de la casa del Dr. Félix Pagani donde actualmente se encuentra el Estudio de
Abogados del Dr. Luis Rossini. Después, cuando tenía diez años, me mude a
Lavalle y Oroño, donde está el mercado de los Perrone. Cañada de Gómez, como
cualquier ciudad, como todos, tenía una condición, ahora hay una globalidad,
vos sos de Cañada y punto, pero en esa época era el barrio de la Chimenea ; el barrio de
este, el barrio del otro, o sea que yo al mudarme, me mude de barrio y de
amigos porque ya dejaba de estar en el centro donde tenía mis amigos e hice
otra barra con los Giordano que vivían
en Ocampo al 600, Chochi Frede, otro muchacho de ahí del barrio así que
teníamos una relación desde los últimos años de la primaria y los del
secundario.»[1]
Como dijimos
en el capítulo dedicado a Roberto Garín, Armando perteneció a una promoción
brillante del Colegio Nacional donde muchos de ellos fueron grandes
personalidades en el rubro que incursionaron.
Y en esa etapa del secundario ya se veía en Armando a un personaje
revoltoso, muy inteligente y divertido, amante de la vida y solidario. Hacia
finales de ese camino en el Nacio, junto a Carlitos Fernández fue uno de los
continuadores de la Revista María
Angélica, nacida en anteriores promociones y que al irse sus iniciadores los
citados anteriormente junto a otros compañeros dieron letra y humor a una de
las páginas más brillantes e intelectuales que hayan realizados alumnos del
nivel secundario en la ciudad. Un testigo privilegiado de esos años también fue
Ricardo El Gordo García quién describe a Trucha como
«Un estudiante muy perspicaz, no era ni abanderado ni
escolta porque no quería serlo, era el chico pícaro del barrio y entrador con
las chicas, íbamos a los bailes a Campo Paolucci, al Club Brown. Era un tipo divertido, pero siempre
involucrado en la cosa pública, siempre del lado de los más débiles. Él se fue
a estudiar abogacía y allá comenzó a militar en los centros de estudiantes, en los
grupos cada más radicalizado. En esos años se veía muy claramente el daño que
ocasionaban los que tenían poder sobre los más débiles, aquí la prensa logro
ocultar mucho.» [2]
Siguiendo
con esa descripción nostálgica que nos relata Talio Peloni sobre Trucha, vemos
como esos ojos celestes de ese gigante se vuelve más brillosos al recordar al
hermano de la vida...
«Armando era
toda explosión era de esos tipos que parecían eléctricos, no estaba nunca
quieto, el tenia siempre inquietudes, era el revoltoso del grupo, así era
Armando, siempre bueno. En ese ínterin estando ya en el barrio nos juntábamos
cerca de la pensión de Lorenzetti en Ocampo al 600; por ejemplo hicimos para
los carnavales, la murga Los Corderitos donde eramos todos chicos de 12, 13, 14
años. Los corsos en Cañada, tenían una dimensión fabulosa porque se hacían
durante dos fines de semana sábado y domingo, a lo largo de todo Lavalle y no
tenían un sentido comercial estricto, como ahora, estaban los clubes haciendo
su pequeña ganancia que los ayudaba a sobrevivir, eran los bares que estaban
instalados que sacaban más mesas pero nunca dejo de ser los corsos una fiesta
popular. Trucha, por supuesto, era director de la murga, era el alma, se hacía
todo como el quería, el resto acompañábamos. En ese momento históricamente la
murga El Solterito, era la murga de Cachón un personaje de esos, con todos
muchachos del barrio sur, con sus cantos y sus cosas; nosotros copiábamos todo
eso. Por ahí nos cruzábamos, ocurría que una murga venia de un lado y la otra
pasaba del otro, y ahí se mataban las dos murgas, haciendo sus morisquetas, sus
bailes y Trucha estaba convencido que era mejor que Cachón, y Cachón era el
mentor de la murga, era imposible pero él estaba convencido y era histriónico,
era casi más cómico que histriónico, era la manera de ser de él.»[3]
Al llegar al
final del secundario la Promo
´61 decide irse de viaje de estudio a la ciudad de Bariloche y allí también
Armando se destacó como organizador, motivador y colaborador de los bailes
organizados para juntar fondos para el ansiado viaje al sur argentino. Las
fiestas se realizaban en el salón de un Suizo colmado de gente cada 24 de mayo,
19 de junio, 8 de julio o el día de la primavera. Pero no todo era fiesta,
también se hacían distintos trabajos como lavar autos. Sobre esa estadía en la
ciudad donde se recuesta el Nahuel Huaipi, Talio recuerda no sólo aquellos días
sino también los inicios de la militancia en Rosario...
«Fuimos a
Bariloche y era lindo realmente, fue algo espectacular conocer a ese Bariloche
anterior, con su centro cívico, que por supuesto Gerardo Álvarez nos llevaba y
nos hacía un recorrido histórico. Nos hizo sin querer que conociéramos a la Camerata Bariloche ,
que eran unos pibes de nuestra edad, que con los años llegaron a ser
internacionales, pero también íbamos a los bailables, a las confiterías que
había. Pero era un Bariloche más tranquilo más pausado que toda esta
parafernalia de ahora. El secundario se vivió en forma absolutamente normal, ya
te digo éramos un buen curso, no tuvimos ningún problema y después cada uno, el
setenta u ochenta por ciento de nosotros probó en la facultad, algunos con
muchas convicciones, otros menos. Yo estuve en arquitectura, estaba Néstor Palchick,
Eugenio Vázquez, quien termino siendo odontólogo, como se decir en algún que
otro artículo que escribo… fuimos a Rosario, la facultad es otro cambio
demasiado profundo, es otra vida con respecto al secundario que ayuda a la
formación académica pero te cambia todo. Hay algunos que quedamos en el camino
porque no estaba la convicción como me parece a mí que es, no la capacidad sino
la convicción personal de cada uno. Otros como Álvarez, como Carlos Fernández,
se pusieron de cabeza, como se meten muchos chicos, hicieron una carrera
brillante, se recibieron en cuatro o cinco años. Armando se fue a estudiar
abogacía y arranco como cualquier otro, normal. Lo que pasa es que en esos
tiempos, estamos hablando del ’62, en adelante nos fuimos empapando de lo que
fue la Revolución
Cubana. Una cosa que para el pueblo argentino no representaba
por falta de información, por desinterés, por supuesto que cada uno tenía sus
problemas, Argentina tenía sus problemas en esos momentos, por más que estaba
Frondizi que había estabilidad, duro poco. La Revolución Cubana
revolucionó precisamente al sector universitario, fue el inicio de una escalada
ideológica que termino en el desastre del ’76. Yo iba a una pensión donde
escuchábamos los discursos de Fidel que duraban 3 horas, 2 horas y media, un
muchacho de Teodelina conseguía los discursos y los escuchábamos en un
grabador. Así como nos pasó a nosotros a
otro les resbaló y a otros les caló demasiado hondo y bueno, a Armando le ha
pasado eso, se fue comprometiendo cada vez más con su pensamiento… pero Armando
se comprometió mucho con esto, inclusive trabajaba en fábricas haciendo
adoctrinamiento, por supuesto, haciendo militancia, como tantos otros, una
cantidad enorme de muchachos, yo por ejemplo arranco arquitectura, estudiaba
con los hermano Molina que eran del E.R.P., después me enteré que uno murió
asesinado, allá en Tucumán, en la represión de Tucumán, estaba en la montaña y
al otro lo mataron, creo que en Santa Fe. Pero había concentraciones, casa, los
santafesinos tenían una casa, era de ultra izquierda, pero había pensiones, le
se nombrar una de calle Rodríguez que era una especie de hotel viejo con diez
mil habitaciones. Eso era toda política
de izquierda y bueno Armando estuvo en todo ese ambiente, fue creciendo su
militancia y ahí llegamos a cuando yo ya estaba en Cañada y habían pasado unos
cuantos años, nos veíamos esporádicamente cuando él venía a Cañada de Gómez.»[4]
Retomando el
testimonio de Roberto Garín, que conoció a Trucha tanto en la vida escolar como
universitaria y política manifiesta que Giordano pertenecía a
la
Organización Socialismo Revolucionario que entre muchas otras
cosas, fueron quiénes adoptaron la metodología de insertarse en la clase obrera
a través de la proletarización de sus cuadros políticos más importantes.
Ejemplo de eso es que Armando es el fundador de la Agrupación Clasista
La Chaira en
el Frigorífico Swift donde reivindicaban la participación directa de la clase
obrera en la resolución de sus conflictos oponiéndose a la lucha armada como
estrategia política. Pero además agrega que
«Trucha siempre fue un chico muy
comprometido con los trabajadores, en las luchas sociales y cuando nos
recibimos juntos vamos a estudiar abogacía a la Universidad de
Rosario, que todavía no era facultad. Y apenas empezamos a estudiar, él
desarrolla una militancia política muy profunda, se vincula con el centro de
estudiantes, donde colaboraba mucho, elaboraba los apuntes, los repartía, así
comenzó su militancia y por supuesto en una organización de izquierda. Crearon
un movimiento que se llamaba MENAC, Movimiento Estudiantil Nacional de Acción Popular,
que era un movimiento nacional, que había sido un desprendimiento de la Juventud Comunista
que formaron el Partido Comunista Revolucionario y sectores independiente que
llegan a controlar la F.U .A.,
que era el organismo máximo del movimiento estudiantil a través de la figura de
Ariel Seoane. En medio de discusiones y debates muy ricos de esta época, el Trucha
junto a otros compañeros integran el S.R (socialismo Revolucionario), que era
un grupo que estaba en contra de la lucha armada y que le daban más
participación a la clase obrera, no creían en la acción directa, sino
simplemente en la lucha revolucionaria de los trabajadores, ellos tenían muy
buena relación con otros grupos. Se conectan con el Grupo El Obrero de Córdoba que era un grupo pequeño pero importante en
esa ciudad y forman lo que fue luego la organización Poder Obrero. El Trucha
desarrollo casi toda su militancia en la ciudad de Rosario.»[5]
[1]
Testimonio de Jorge Talio
Peloni. Archivo del Museo Histórico Municipal
[2]
Testimonio de Ricardo García.
Archivo del Museo Histórico Municipal
[3]
Testimonio de Jorge Talio
Peloni. Archivo del Museo Histórico Municipal
[4]
Idem.
[5]
Testimonio de Roberto Garín.
Archivo del Museo Histórico Municipal.
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